Piel Blanca, Máscaras Negras: ¿una crítica antidecolonial?

Piel Blanca, Máscaras Negras: ¿una crítica antidecolonial?
3 diciembre, 2020 por Tercer Mundo

¿De qué manera una escuela de pensamiento contribuye o no a un proceso de anticolonialismo activo frente al despojo capitalista, desde las comunidades y territorios?

Por Andrés Kogan Valderrama para La tinta

A propósito del lanzamiento del libro Piel Blanca, Máscaras Negras: Crítica de la razón decolonial, resultan llamativos los principales cuestionamientos que se lanzan al llamado giro decolonial, los cuales parecen ser una mezcla entre descalificaciones a sus principales referentes y una desacreditación a sus postulados, lo que termina siendo una mala forma de querer enterrar una escuela diversa de pensamiento latinoamericano que, como cualquier otra, tiene sus propios límites teóricos, políticos e históricos.

Planteo esto a partir de las acusaciones reiteradas que realizan sus coordinadores (Pierre Gaussens y Gaya Makaran) en la introducción del libro, a través de expresiones como secta religiosa, sumos sacerdotes, impostura intelectual, teatro académico, verborrea académica, populismo intelectual, colonialismo intelectual, terrorismo intelectual, moda intelectual, contrainsurgencia intelectual, usurpación intelectual, piratería intelectual, fachada intelectual, cómplices de la dominación, entre otras.

Pero más allá de esas descalificaciones y generalizaciones realizadas en el libro, lo que me gustaría rebatir son las críticas que realizan ambos coordinadores al giro decolonial, en tanto su supuesto determinismo geográfico, esencialismo culturalista, etnocentrismo, posmodernismo, provincianismo latinoamericanista y anti-marxismo.

Si bien lo que plantean los coordinadores de libro son críticas efectuadas anteriormente por muchas otras personas, llama la atención que un libro que busca problematizar lo decolonial en la actualidad caiga en afirmaciones tan livianas y de manera tan poco rigurosas. Esto, tomando en consideración que son tergiversaciones teóricas ya aclaradas con anterioridad por Eduardo Restrepo y Axel Rojas, en su libro Inflexión Decolonial, de 2010.

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De ahí que, en lo que respecta al supuesto determinismo del giro decolonial, en ningún momento sus referentes asumen en sus escritos que el lugar geográfico y/o social en donde se encuentran las personas determina su posición política. Tanto Ramón Grosfoguel como Walter Mignolo plantean explícitamente que no es lo mismo la ubicación epistémica que geográfica y/o social. La distinción entre ubicación (lugar del pensamiento) y perspectiva (posición asumida) la plantean desde un comienzo, por lo que la crítica que se les hace pierde todo peso.

La misma situación con respecto al provincianismo latinoamericanista del giro decolonial, el cual derivaría para Gaussens y Makaran en un nuevo etnocentrismo. Sin embargo, nuevamente, el mismo Grosfoguel aclara explícitamente que no se trata de rechazar todo el aporte europeo o euro-americano, ya que, si fuera así, la decolonialidad sería un mero pensamiento fundamentalista tercermundista, lo cual solo invertiría el eurocentrismo imperante.


Al parecer, ambos coordinadores confunden la crítica al eurocentrismo con ser antieuropeo, como si fueran lo mismo. Una cosa es cuestionar un sistema colonial de pensamiento, el cual inferioriza a otros conocimientos, y otra cosa muy distinta es situarse desde un discurso monolítico y culturalista de carácter binario entre europeos y latinoamericanos.


En la misma dirección, plantear que el giro decolonial es posmoderno es omitir abiertamente la noción de transmodernidad impulsada por el mismo Enrique Dussel, la cual lo que busca no es negar a la modernidad, sino ir más allá de ella a través de un diálogo interepistémico, que no deje afuera a ningún saber.

Asimismo, afirmar el carácter anti-marxista del giro decolonial también es un error, ya que lo que se busca es problematizar el materialismo histórico precisamente por sus límites eurocéntricos, que, al centrarse en la clase social, hace que se invisibilicen otras opresiones. Algo similar que ocurre con muchos discursos feministas y ecologistas eurocéntricos, los cuales muchas veces se han construido reproduciendo un racismo epistémico, que supone una uni-versalidad del saber.

En consecuencia, son críticas infundadas, las cuales empañan en cierta forma el propósito fundamental del libro, el cual busca tensionar al giro decolonial, en tanto su real o no compromiso político, no solo desde lo teórico, sino también desde la praxis. Es decir, de qué manera esta escuela de pensamiento contribuye o no a un proceso de anticolonialismo activo frente al despojo capitalista, desde las comunidades y territorios en lucha.

Eso sí, se puede destacar lo planteado en el libro por personas que han aportado ampliamente a los procesos de descolonización y despatriarcalización en la región desde su pensamiento y acción política misma, como pasa con María Galindo, Silvia Rivera Cusicanqui y Raúl Zibechi, quienes han acompañado a movimientos de base, colectivos y asambleas en contra del extractivismo, el racismo y el machismo existente.

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No obstante, dentro del giro decolonial, también existen personas que han aportado a esos procesos en mayor o menor medida. Los casos de Gustavo Esteva, Arturo Escobar, Carlos Walter Porto-Gonçalves, Yuderkys Espinoza, Carlos A. Duque, Karina Ochoa, Rita Segato, Olver Quijano, Gladys Tzul Tzul, Ochy Curiel, Santiago Slabodsky, José Ángel Quintero Weir, Milson Betancourt, Bruno Baronnet, Breny Mendoza, Karina Bidaseca, Héctor Alimonda, Aura Cumes, Betty Ruth Lozano, Francesca Gargallo, entre otrxs, han asumido un importante compromiso político.

Por consiguiente, estoy de acuerdo en cuestionar el fuerte academicismo que ha derivado muchas veces la mirada decolonial en universidades y centros de investigación, pero no ha sido muy distinto de otras escuelas de pensamiento, las cuales también muchas veces siguen amarradas a lógicas competitivas del saber, dominadas por espacios endogámicos de académicos mayoritariamente hombres y una mercantilización del conocimiento extremo.

Asimismo, los cuestionamientos a algunos de sus referentes, por usar lo decolonial como un instrumento de legitimación de gobiernos progresistas, como ha pasado con Ramón Grosfoguel y Enrique Dussel en Venezuela, me parecen pertinentes, pero no por eso se tienen que invisibilizar los aportes teóricos de ambos en lo que respecta a la descolonización del conocimiento.

En síntesis, lo que se trata es problematizar teórica y políticamente lo decolonial, no de oponerse a todo lo que se ha construido desde ahí, lo cual no ha sido poco en estos últimos 20 años. Quizás no será suficiente lo que se ha planteado de parte de sus referentes más importantes, pero no por eso se va caer en una suerte de discurso anti-decolonial, el cual le hace un flaco favor a la reflexión política y al pensamiento crítico.

*Por Andrés Kogan Valderrama para La tinta / Foto de portada: A/N

Palabras claves: América Latina, Europa, pensamiento decolonial

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