La Casa Flamenca de Güemes: llegar para romper con toda tradición
Vamos a despertar el cuerpo, vamos a pisar con ganas. Que se sienta el tacón, que suene la palma. Vamos por tangos, por alegrías, por fandangos, por bulerías… que se sienta y que se rompa. Con falda o con pantalones. Con mantón, con bata de cola o de short. Con lo que te sea cómodo. Todes a bailar, ¡la casa invita! ¡Ole!
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
Si andás por Güemes, una tardecita cualquiera o una mañana, si cruzás por la Achával, si bajás por la galería de Casa Tomada, un lunes, un sábado o un día cualquiera, vas a escuchar que por ahí se baila.
La cita de muches que se encuentran para ser en movimiento se da casi todos los días en Achával Rodríguez 266. Podés escucharles de lejos, también acercarte y sentir el “tico tata, tico tata” que siempre invita y transporta lejos o bien cerquita, para adentro.
Es que hace poco más de dos años nació en, quizás, el barrio más joven y cultural de Córdoba, La casa Flamenca de Güemes.
“La casa”, como la nombran sus fundadoras y directoras Mariana Castro y Agostina Carestía, es un proyecto joven que llegó para romper con mucho o casi con todo de lo establecido por la tradición flamenca y de la enseñanza de la danza en Córdoba y en el país.
Nace de esas ganas de diferenciarnos mucho, construir otra imagen de flamenca, de generar nuevas estéticas, me cuentan. Llegaron para quedarse y expandirse, pensando cómo hacer para que el flamenco y su enseñanza sea más accesible al cotidiano, desde un mensaje inclusivo y disidente.
“Quisimos y queremos romper, relativizar qué es y qué no es el flamenco, qué es y qué no es una flamenca. Necesitábamos romper para estar cómodas”, me cuenta Agostina.
¿Quiénes son la Casa Flamenca de Güemes?
La casa nace por la iniciativa de dos jóvenes emprendedoras, bailarinas y docentes.
Agostina Carestía nació en Justiniano Pose, Córdoba, pero vivió gran parte de su infancia y adolescencia en el sur del país. “La pasión por el baile siempre estuvo presente en mí”, dice. Baila y estudia danzas clásicas y contemporáneas desde pequeña. Se formó como docente en la Escuela Roberto Arlt de la UPC y da clases desde los 15 años. Su formación tiene que ver con la pedagogía formal, pero también alternativa, ya que, además de haber estudiado de niña en una escuela Waldorf, realizó la formación en dicha pedagogía.
Mariana Castro nació en la ciudad de Córdoba y baila desde los 3 años. “Vengo del clásico y las danzas españolas”, me dice. Pero también pasó por la escuela de Ciencias de la Educación de la UNC y por la escuela Figueroa Alcorta de la UPC. Ambas estudiaron flamenco con maestros locales, nacionales y continuaron formándose en España. Coinciden en que la formación es continua, así que están permanentemente perfeccionándose.
Bailaron en escenarios cordobeses, pero también en otros lugares del país como Buenos Aires y en el extranjero: Perú, Colombia, Ecuador, España, entre otros. También se dedican a la producción de espectáculos flamencos, dan cursos en otras provincias de nuestro país, componen y dirigen coreografías para obras independientes o privadas. Y han sido juradas de varios certámenes de danza flamenca.
Toda la trayectoria profesional de estas docentes artistas marca la diferencia en las metodologías y posturas pedagógicas que tienen en la casa para enseñar y aprender: “No somos una academia de copien la coreografía, estudiamos estructuras”, explican y continúan: “Como profesionales, en nuestras clases abarcamos desde la técnica y la coreografía hasta la historia y comunicación (del cante, guitarra y baile) que son características de Tablaos e improvisaciones”.
Ellas son las fundadoras de la Casa Flamenca de Güemes, pero la casa son todes quienes pasan por allí. Les estudiantes -desde los 4 años- con sus personalidades e identidades que nutren todo lo que ahí sucede y les musiques que tocan en las clases y tablaos de la casa.
¿Por que La casa Flamenca de Güemes?
“Bailábamos juntas casi todos los fines de semana, ya nos conocían, había un piso y vimos que este espacio faltaba, que era una necesidad de la gente joven que no es tradi”, cuenta Castro.
Sus directoras relatan que, cuando empezaron a pensarse en este proyecto, pensaron en una casa, un hogar, que lo primero que compraron fue una mesa y unas sillas para el patio. Que se imaginaron gente habitando, tomando mates, nutriéndose mutuamente. “Y además nos vamos a poner en el medio del quilombo”, cuenta entre risas Carestía refiriéndose al barrio que las alberga, Güemes, de las ferias, la gastronomía, las artes y las juventudes.
Sostienen que pensaron en femenino su nombre, que tenían esa intención; y desearon que sea un espacio de encuentro, de diversidad. Un espacio cultural disidente y contemporáneo dedicado al flamenco, su estudio, experimentación, educación e innovación en el campo.
“Al nutrirnos profundamente de las raíces y las tradiciones flamencas, encontramos un espacio diferente desde donde deconstruirnos para volver a construirnos. De esta manera, nuestra perspectiva no es tradicional, ya que nos gusta innovar. Esta es una de nuestras principales características; estamos en constante reinvención”, escriben en uno de los textos institucionales de la casa.
En la Flamenca, además de aprender a bailar, podés encontrar objetos de consumo flamenco: faldas, zapatos, mantones, abanicos, castañuelas, accesorios, literatura, etc. Ya volverán los tablaos de estudiantes y los tablaos de solo mujeres en escena, las ferias, las clínicas, los seminarios intensivos.
La Flamenca en redes, el fin del ocultismo
La casa llega a miles de personas a través de sus redes. Es que, en la actualidad, son casi 11.000 seguidores en Instagram, otros miles en Facebook y están a punto de lanzar su sitio web.
Este aspecto es algo que distingue al espacio, no existe en Córdoba un espacio dedicado a la danza con esta presencia en redes.
A través de las redes, albergan estudiantes y aficionades de todo el mundo, a la vez que les da una impronta joven y actual a su propuesta. Cada vez son más jóvenes les estudiantes que se acercan a la casa, ya sea a tomar clases presenciales o en el formato online, que surgió gracias a la pandemia.
Esta es una manera más de romper con el mundo del flamenco tradicional, es empezar a habitar el “fin del ocultismo”, dice Mariana Castro citando a Belén Maya, una reconocida bailaora y coreógrafa flamenca. Cuando me cuentan -y a la vista está- todo el intenso trabajo en redes que vienen realizando, pienso que son un claro ejemplo de eso de “democratizar saberes, democratizar las artes”. Insisten en decir que desean docentes sin secretos, socializar abiertamente lo que saben, enseñar estructuras y también romper con eso.
“Ambas coincidimos en ese entonces en estar a favor de la enseñanza emancipadora al permitir a cada persona que atraviesa nuestras puertas aprovechar el uso y acopio de recursos, técnicas y vivencias creadoras de nuevos conocimientos”, escriben sobre los momentos fundacionales de la casa.
Durante los meses de aislamiento más estricto, sumaron miles de seguidores y brindaron 21 clases de flamenco abiertas totalmente gratuitas vía Instagram, a la vez que inauguraron diferentes aulas virtuales separadas por niveles o temáticas específicas. Generaron secciones de recomendados, maquillajes y vestuarios flamencos, textos y un gran etcétera.
Es que la impronta inquieta e innovadora no para.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta. Imágenes: Lisa Pagula y Dakitl.