“El sistema peruano está agotado, ya no da más”
En apenas una semana, Perú tuvo tres presidentes, con la designación ayer de Francisco Sagasti como mandatario. El intelectual Héctor Béjar analiza en profundidad la crisis política del país.
Por Daniela Ramos para ARG Medios
Perú vive horas de incertidumbre y conmoción política. El lunes, el Congreso destituyó a Martín Vizcarra y designó en su lugar a Manuel Merino. Desde entonces, se profundizaron las movilizaciones en todo el Perú, con la confirmación de dos muertes y cientos de heridos. La aventura política de Merino duró tan solo seis días: este domingo, anunció su renuncia. Poco antes, hablamos con el intelectual Héctor Béjar, quien forma parte de la vida política peruana desde hace muchos años.
Béjar es uno de los fundadores del Ejército de Liberación Nacional (ELN), impulsor de transformaciones sociales y un estudioso de la historia de su país. En diálogo con ARG Medios, indaga en la raíces de la crisis política peruana y se anima a pensar una salida.
—Estamos a cinco meses de las elecciones generales en el Perú y, aun así, este lunes el Congreso decidió declarar la vacancia presidencial. Ya lo había intentado más temprano este mismo año. ¿Por qué prosperó finalmente la destitución de Vizcarra?
—Porque, en el Perú, hay un sistema sumamente corrupto instalado hace muchos años, junto con el programa neoliberal que cubre una serie de aspectos importantes del sistema económico y político peruano. En la lucha contra ese sistema corrupto, en la resistencia de la sociedad y de diversos grupos políticos contra este sistema, han caído varios presidentes: tenemos a Alberto Fujimori preso; Alejandro Toledo con proceso de extradición en Estados Unidos; Ollanta Humala enjuiciado y Alan García se suicidó. La alcaldesa de izquierda de Lima, Susana Villarán, está con detención domiciliaria. Pedro Kuczynski está preso en su domicilio.
Es una ruta que yo creo que es buena para el país. Y quizás en eso, el Perú sea un caso único en América Latina, porque otros equivalentes están libres y gozando de sus fortunas en sus países. Con todas sus limitaciones, Perú es un caso diferente.
Como todo el sistema es corrupto, los que han vacado a Vizcarra son corruptos también. Es decir que es una lucha entre mafias de diversas categorías y de diversos colores políticos. Vizcarra surgió a la presidencia siendo vicepresidente de Kuczynski, que también era un hombre corrupto, pero de una corrupción global. Esa es la diferencia, que no deja de ser racial en el Perú: mientras Kuczynski es un hombre de mundo acostumbrado a la especulación y a los grandes negocios, Vizcarra es un provinciano, moreno, dedicado a los negocios de monto pequeño. Y aquí entra el racismo también.
Los grandes negociantes son los que gobiernan el Perú ahora, entre los cuales están las empresas mineras, las constructoras, los bancos y las AFP; son cuatro grandes grupos muy entrelazados entre ellos, que se declaran enemigos de Vizcarra, que es una especie de traidor. Porque cuando se hizo del gobierno, por casualidad -porque nadie esperaba que fuera presidente-, no continuó los grandes negocios con ellos. No por principios, sino por miedo. Porque parte de los grandes negocios de las mineras, él sabe, como provinciano, que van a ocasionar una gran resistencia popular. La desesperación de los grandes grupos monopólicos, que no son peruanos, sino transnacionales, es continuar el saqueo del Perú.
Y en el Perú tenemos lo que se llama prensa concentrada: nuestro Clarín es el diario El Comercio, que es una concentración del Canal 4 de TV, que es el más importante con El Comercio mismo. Y ellos han estado sistemáticamente denunciando algo que es cierto, los pequeños robos de Vizcarra cuando era gobernador y los que está haciendo ahora como presidente. Esa es una primera razón y un primer motivo por el cual lo han vacado.
—¿Y hay aún más razones?
—Lo otro es que la derecha en el Perú está muy dividida, precisamente porque están disputando entre ellos una serie de negocios distintos. Y está agotada en términos políticos. Todo el sistema peruano, desde 1990, está agotado, ya no da más. El agotamiento se expresa en que, en el Perú, nadie cree en ellos. Y estas crisis políticas a nadie le importan, son peleas entre ellos. Porque lo tradicional en la política peruana, como decimos los peruanos, es que “empiezas por la izquierda y gobiernas con la derecha”. Es la historia de todos los presidentes anteriores.
Belaúnde, Toledo… todos han sido apoyados por la izquierda y, por supuesto, una vez en palacio, han gobernado con la derecha. Ahora ya no tienen nadie que pueda salir desde la izquierda. Y además, lo que podríamos llamar la derecha no son gente política: son negociantes de lo peor, son traficantes grandes y pequeños. Y no tienen cuadros políticos para ponerlos de candidatos, sienten el peligro de no tener cuadros políticos en las elecciones del 2021.
Antero Flores Araoz (designado por Merino como primer ministro) es un hombre que ya ha sido primer ministro varias veces en el Perú. Es un viejísimo político, ha tenido un pasado social cristiano, pero muy a la derecha. Y pertenece aún a una organización que incluye al Opus Dei peruano y se llama Coordinadora Republicana. Por supuesto, firmemente opuesto al feminismo, a la comunidad LGBT, al ecologismo, a los derechos humanos y a todo lo que puede significar la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Es una especie de Jair Bolsonaro elegante, porque Bolsonaro es un hombre brutal, como sabemos. Este señor es de una cultura totalmente conservadora. Este es el hombre que va a gobernar, porque dudo que Merino lo pueda hacer si es que puede permanecer como primer ministro durante los próximos meses. Esa es la situación.
—Usted mencionaba que la derecha en el Perú está muy dividida y hasta agotada. Y que hay otros poderes que sustentan y apoyan la vacancia. ¿Qué podemos esperar entonces de un nuevo gobierno? ¿Hay un proyecto de país de la derecha en Perú?
—No tienen, nunca lo tuvieron históricamente. Para mí, es difícil hablar de derecha en el Perú y tengo un libro de 1.000 páginas escritas sobre este asunto. ¿Esta gente qué agenda tiene? ¿Cuál puede ser su programa estos meses? Yo creo que lo fundamental para ellos en este momento es mantener el proyecto minero en el Perú. Y aumentarlo, porque el problema es que algunas minas están trabajando, pero otras están paralizadas por la resistencia de la gente.
Y, además, hay grandes proyectos mineros que están en stand by porque Vizcarra, por miedo, los mantenía en stand by. Lo previsible es que Flores Araoz, que tiene más experiencia y es un poco más prepotente, vaya a impulsarlas con el pretexto de que hay que reactivar la economía del Perú.
Por otro lado, el Perú acaba de recibir un préstamo no pedido de 11 mil millones de dólares, que es el préstamo más grande que el Perú ha recibido por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI). Prácticamente sin condiciones, aduciendo el famoso cuento del “milagro peruano”: que el Perú es un país ejemplo por su conducción de la economía, etcétera. Con lo cual, el próximo gobierno del Perú está amarrado al FMI, porque ahora tiene que pagar esa deuda. De esa forma, los grandes poderes globales se aseguran al Perú por lo menos por cinco años más. Es lo que hicieron en la Argentina con Mauricio Macri.
—Ahora, ¿qué ocurre del otro lado? ¿Hay una resistencia organizada que pueda plantarle cara a los grupos poderosos?
—En este momento, no. Pero no me cabe la menor duda de que la va a haber. Pero, ¿qué es lo que pasa con la izquierda peruana? Hay una izquierda política y una izquierda social. Yo diría que la izquierda social es gente que no se siente necesariamente de izquierdas. La gente que simplemente protesta porque le están envenenando su agua, le están malogrando sus cultivos. Esa gente son millones en el Perú. Porque no tiene empleo, porque lo persiguen en la calle, porque detesta a todo el sistema político y esa gente no necesariamente es ignorante. Y por supuesto, sabe reaccionar, lo que pasa es que ellos reaccionan localmente.
En el Perú, han habido movimientos importantísimos en el sur, en los lugares afectados por los proyectos mineros. Las comunidades amazónicas están en lucha contra las petroleras por todas partes. Lo que pasa es que todo eso, en este momento, está durmiendo. Pero está latente y están dispersos.
Lo otro es la izquierda política. La izquierda política está dividida en un sector radical y un sector moderado. El sector radical son los que dicen -y yo entre ellos- que aquí el problema es el sistema. Y, entonces, la derecha nos llama “los antisistema” para decir que somos lo peor. Desgraciadamente, es una izquierda, para variar, también dividida. Hay mucho personalismo. Y en la medida en que esta izquierda antisistema está más ligada al sistema político que al mundo social y popular, participa de todos los males, los egoísmos y las miserias que caracterizan al sistema político peruano. En este momento, hay cuatro candidaturas que dicen que son de izquierda para las próximas elecciones.
Y la otra es la izquierda moderada. La diferencia entre ellas es la agenda. Mientras la izquierda radical coloca en su agenda como prioridad los derechos económicos y sociales de la gente, la izquierda política pone como prioridad los derechos civiles y políticos. Se conforma con que haya democracia. Su agenda son los derechos humanos; pero que haya desempleo, que bajen los salarios, que tengamos prácticamente un esclavismo laboral está en el tercer o cuarto lugar de sus prioridades. Porque ellos creen que lo fundamental es que haya en el país una democracia a la idea del modelo occidental democrático.
Pero una de las características de la historia peruana es que hay ocasiones en que, por un milagro social, toda esta gente se junta. Pero eso son momentos y después vuelven a las andadas.
—¿Entonces, cómo se construye una salida? ¿Va a ser necesario unificar una agenda entre la izquierda social y política? ¿Es necesario un hecho disruptivo o la aparición de una figura que encabece ese proceso?
—Yo tengo la idea más o menos utópica -no tan utópica, porque esto se basa en mi lectura sobre la historia del Perú- que lo que se puede hacer aquí tiene que ser complemento de lo que se haga afuera. Un cambio de verdad en el Perú solamente puede surgir de un fuerte cambio afuera y una lucha social peruana complementaria a eso. Creo que es la única posibilidad.
La otra posibilidad, pensando solamente en un ámbito nacional y esto ya es puramente teórico, sería una convergencia de las tres grandes corrientes. Porque la izquierda en el Perú es muy importante, no vaya a pensar por la descripción que le he dado que la izquierda no significa nada. En el Perú, la izquierda ha definido prácticamente todos los gobiernos del Perú desde la mitad del siglo pasado hasta hoy. Lo que pasa es que se ha equivocado. La primera enemiga de la izquierda es ella misma, en la medida en que son sus limitaciones las que le impiden hacer lo que el sentido común aconseja.
—El escenario en la región se volvió muy dinámico. Se habla de una nueva etapa y hay quienes plantean la necesidad de ser más cautos en estas proyecciones…
—Yo me siento feliz de que Flores Aráoz esté como primer ministro ahora, porque va a precipitar las cosas. Merino finalmente es un hombre que a la gente no le interesa, no tiene significación. En Lima, es muy importante ser limeño o ser provinciano: él es un provinciano más. Si él hubiese pensado hacer un gobierno parecido al de Vizcarra, un gobierno de provincianos, la pasaría bien. Pero se ha decidido por lo peor. ¡Lo peor para él! Pero creo que es lo mejor para el Perú, porque ese puede ser el elemento desencadenante de una convergencia entre el mundo social y el mundo político.
*Por Daniela Ramos para ARG Medios / Foto de portada: Ernesto Benavides – AFP