Vidrio, la amnesia y el silencio

Vidrio, la amnesia y el silencio
2 septiembre, 2020 por Gilda

Por Manuel Allasino para La tinta

Vidrio es la primera novela de Gabriela Borrelli Azara, recientemente editada. El libro retrata la historia de Laura, una joven que está en un contexto de encierro, no sólo porque está en la cárcel a la espera de que pasen los treinta días que le quedan hasta el juicio en un ambiente hostil que la deshumaniza, sino también porque no sabe bien qué fue realmente lo que sucedió. Su única certeza es un amanecer con Luis muerto a cuchilladas y el cuerpo amado de Lorena desnudo junto al suyo. 

Con un ritmo frenético y un lenguaje crudo, Gabriela Borreli Azara logra sumergirnos en un universo feroz, donde el propio cuerpo de Laura, condenado al encierro en un penal de mujeres, se resignifica e intenta lograr sobreponerse a su destino.   

“Me queda un mes para recordar. De acá en adelante treinta días para saber por qué había amanecido sin bombacha, al lado del cuerpo degollado de Luis, con Lorena parada en bolas delante de la cama. Silencio y el timbre. La cana, dijo Lorena y saltó por la ventana. Yo, inmóvil, miraba los ojos abiertos de Luis, estudiando el tajo que tenía en el cuello, la gelatina bordó que le salía de ahí. Un mes hasta el careo. A ver qué diría la idiota de Lorena, que corrió, corrió y la agarraron. No vino acá conmigo. La mandaron a otro lado, para que no hablemos, para que no pactemos.  ¿Y qué carajo vamos a pactar sino tengo la menor idea de cómo aparecí ahí? Ni siquiera me acuerdo la noche anterior.  Un mes. Pero ahora tengo que pensar esta primera noche acá. Donde ya estuve. Donde ya ninguna noche es la primera. Y sumarme rápido a un grupo. Escaparme de las guardias que me quieren garchar, por nueva, por rubiecita, por conchetita. Y después unirme a las evangelistas si quiero estar tranquila, a las mulas (con las que ya estuve) o a las heavys si quiero tener toallitas y shampoo. Y de última, quedarme suelta, presa para cualquiera que quiera entretenerse conmigo o usarme para algo. Podría estar independiente esta vez. Hacer trabajitos y pagarlos, ligarme un par de palizas y ya. Pero tengo un mes para recordar y no puedo perder tiempo. Las evangelistas me van a hacer rezar, tal vez pueda pensar ahí… con las heavys tengo que coger. No puedo resolverlo hoy. Tengo pegados en mi cuerpo grumos solidificados de la sangre de Luis. A quien quería, o eso pensaba. Y el perfume en la piel de la forra de Lorena. A la que quiero todavía. ¿Cómo que no te acordás? Mi abogado, al que conozco desde mis cinco años. Es el hijo de los mejores amigos de mis viejos. Ellos ni vinieron a verme, hace años que no los veo, pero Santiago es de fierro. La otra vez consiguió reducir la pena de ocho a cinco años y en tres ya estaba afuera. La otra vez. No ésta. La otra vez, cuando sabía. ¿Nada? ¿No te acordás de nada? ¿Me estás cargando Laura? En serio, Santiago. Hacía tres días que estaba de gira. Lo último que recuerdo es la tarde anterior cuando Lorena me dijo que estaba en un quilombo con Luis y yo fui para la casa de Adrogué”.

Laura no pertenece a la clase social que suele tener como destino la cárcel, ella es una mujer de clase media, instruida, que comienza a destruir su vida con el consumo de cocaína, y eso la lleva a destruir todo su entorno. Su propia amnesia y el silencio de Lorena le imposibilitan saber qué fue lo que pasó con Luis. El cuchillo que ha pasado de ser el souvenir de los momentos más felices, la Feria de Mataderos, los asados, las comidas compartidas con Lorena, se resignifica como arma contra el cuerpo de Luis. Laura pasa sus días y noches en la cárcel de mujeres, con un embarazo que progresa entre La Cata y sus secuaces, el pabellón de madres, y la biblioteca como refugio.  

“Hace una semana que Santiago no viene a verme y me empiezo a preocupar. Hice cola para hablar por teléfono y me dan ganas de llamar a mi hermano o a mi mamá. ¿Y si la llamo? ¿Y si gasto esa guita en llamarla? Me va a cortar. No va a querer hablar conmigo.  Se va a poner nerviosa, me va a decir que soy el error más grande de su vida, que por qué le di tantos disgustos, que si la quiero matar; que así empezó mi vida, queriendo asesinarla.  Que estuvo ocho horas con trabajo de parto y yo no quería salir, y que se desangró literalmente cuando me parió, y que una vez a los tres años le corté un dedo con un cuchillo y que otra vez, a los cinco, le clavé una aguja en el ojo. Y que siempre la quise matar y que había encontrado la forma de hacerlo arruinándole la vida y arruinándomela yo. Eso me iba a decir. Lo llamo a Santi. Me dice que se movió por tribunales, que arregló gente y que fue a ver a Lorena. Que está en estado de shock, que no habla desde que la llevaron a la comisaría. Que no dice nada, que apenas si come y que no saben qué hacer. Claro, era obvio que iba a estar así, si Luis está muerto. Si ella lo quería y estaban juntos todo el día y era su amor, no yo, sino él. Si desde el día que lo conoció no pudo dejar de mirarlo con admiración, si cada vez que sonaba el teléfono y era él, se le iluminaba la cara y claro que no hablaba. Y se va a dejar morir. ¿Laura? ¿Lau? ¿Seguís ahí? El tubo del teléfono se me había caído hasta el hombro. Sí, sí, acá estoy. Bueno, necesito otra cosa. Acá las minitas de La Cata me están siguiendo mal. Lo vieron a mi hermano y me pidieron que les consiga plata y un celular. ¿Y cuánto quieren? No me dijeron una cifra. Le quiero contar lo mal que me siento, que no aguanto más, que me saque ya de acá, quiero gritar, gritar y que ese grito me lleve a Lorena. Abrazarla y abrirle la boca. Que me hable. Para decirle vas a estar bien. Pero tengo que tragarme el grito, un grito que se me hace acidez y un vómito que se me viene a la garganta, y un mareo, y suelto el tubo y me siento caer y me estoy desmayando y trato de aguantarme parada, pero todo me da vueltas y las rodillas se me fueron y ya no veo nada. Oscuridad”.

En Vidrio, Gabriela Borrelli Azara describe con precisión quirúrgica cómo Laura necesita sobrevivir esos treinta días para conocer qué sucedió. Hará lo imposible por escapar de las garras de La Cata y encontrará en La Deli alguien con quien sentirse acompañada y deseada, mientras en sus pensamientos siempre aparece Lorena, con su sonrisa y su locura, e intenta poder recordar qué pasó con Luis. 

Con contratapa de Dolores Reyes, Vidrio es una novela que se lee como fue escrita: de un tirón. 

“Santiago, necesito hablar con Lorena. Mirá, el abogado de ella no quiere que te comuniques. ¿Y ella, que quiere? No sé Laura, no habla, está en estado de shock y la familia dice que es tu culpa. Se agarraron con tus viejos, un quilombo. ¿Con mis viejos? ¿Cómo están? Quiero ver a mi mamá. ¿A tu mamá, Laura? ¿Con esa cara querés ver a tu vieja? ¿Qué te pasó? ¿Quién te tajeó?  Me están cagando a trompadas, Santiago. Me pusieron en un lugar muy jodido, ya lo vieron a mi hermano y me dijeron que si no me dan una luca por semana me siguen pegando.  Vamos a hacer la denuncia. Decime el nombre de las que te pegaron. ¿Pero vos sos boludo o estudiaste derecho en un tacho? Ni en pedo te digo nada, me van a matar. Hacé que me pasen al pabellón de las madres. Laura, estás embarazada, yo no sé si puedo con todo esto. Yo tampoco sé Santiago y a la que cagan a trompadas es a mí. Santiago, por favor, hacé que me pasen de pabellón. Hay guita mía dando vueltas, por qué no la juntas y con eso tenés para adornar al fiscal así me pasan. Laura, yo no voy a ir detrás de tu séquito de dealers pidiéndoles guita, mientras vos estás en cana, acusada de homicidio y embarazada, ¿hasta donde querés llegar?. Es una locura. No. Otro tema, te quiere ver un periodista de un diario, ¿qué le digo? Que no. Cuando entro a la biblioteca, siento el olor a Impulse de Érica, me sonríe y me dice, ¿te hago un té? Y me siento en una silla al lado suyo. Me pasa la taza y las dos nos quedamos mirándonos sin decir nada. Me mira el tajo y yo los labios. Le leo lo que dice la remera: Believe in love. Yo estudié inglés, ¿sabés?, me imagino ¿en el colegio? No, en un instituto. Mi mamá me decía que no iba a llegar a ningún lugar sin inglés. Y yo odiaba ir. Nunca lo aprendí. Me gustaba el francés. Como el apellido de Luis: Chamount. Pronuncio muy bien el francés. U me gusta mucho un postre que es francés, es duro por arriba y cremoso por abajo ¿lo conocés? No ¿cuál? Créme brúlée. Tenía un cliente en Palermo que lo hacía genial. Siempre le vendía a esa cocina y si no estaba muy hecha mierda me invitaba a comer. Con el flaco nos metíamos en esas heladeras que tienen, viste, que parecen un cuartito y nos dábamos el primer tirín. Y me decía hacete una rayita chiquita así te comés el créme brúlée. Tranquilo lindo, yo como igual, ¿no me viste?: dealer, drogona y gordita. Érica se ríe. Vos no tomás ¿no? No, me dice Érica, yo no. Lo mío es tirar y apunta a la ventana formando con las manos un arma. Buenísima soy. Me gusta tirar. Y me cuerdo del poema ese que no le escuché del todo. Cuando terminamos el té, me pregunta si estoy para ayudarla con algo me muestra unas cajas. Sí, estoy para ayudarte. Nos sentamos en el piso y empezamos a abrir las cajas y a sacar los libros. Mirá, yo no me quiero meter pero acá adentro hay gente que te puede ayudar, eso lo sabés. Tenés que tener alguna protección. Ya La Cata sabe que valés más así, que teniéndote como parte de su grupo. Te quiero decir que no te adoptó, que te va a cagar a palos y sacarte todo lo que pueda. Te tiene que adoptar alguien. O las guardias y laburás para ellas, o las evangelistas y te hacés la recuperada. Con las evangelistas ya hablé y no me quieren, igual estoy esperando que me pasen de pabellón. Me voy al de las madres. Ah, sí, se te nota. ¿Se me nota? Sí, me di cuenta. Tengo tres pibes. El último nació acá, bueno, allá enfrente, y me señala el otro pabellón. Y a vos ¿quién te adoptó? María ¿no la conocés? No. Mañana te la presento”.

Vidrio de Gabriela Borrelli Azara es una novela que cuenta los pasos que Laura, a su vez, siempre está contando para moverse de un lado a otro y que la torturan, la usurpan y la violentan, en ese mundo de la cárcel que le toca habitar.   

Sobre la autora

Gabriela Borrelli Azara nació en Buenos Aires en 1980, estudió letras en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y locución en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica. Comenzó a trabajar en radio a los 20 años en la producción de programas dedicados a la difusión de la literatura, sosteniendo espacios propios en Radio Nacional, Radio del Plata, AM 750 y Futurock. Escribe artículos sobre poesía latinoamericana y crítica literaria para medios como Página 12 y Escaramuza (Uruguay). Dicta talleres de escritura de poesía y lecturas temáticas en la ciudad de Buenos Aires. En el año 2015, publicó Océano (Lamás Médula). En 2018, realizó una compilación de textos fundamentales para el feminismo: Lecturas feministas (Futurock). En el año 2019, publicó los poemas de Hamaca Paraguaya (Patronus). Vidrio es su primera novela.

*Por Manuel Allasino para La tinta.

Palabras claves: Gabriela Borrelli Azara, literatura, Novelas para leer

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