“Se necesita una politización de la tecnología”
Natalia Zuazo, la autora de «Guerras de Internet» y «Los Dueños de Internet», explica por qué las telecomunicaciones deben considerarse un servicio esencial. Además, reivindica el rol del Estado en la regulación del sector, describe su enorme concentración y opina sobre los conflictos de Donald Trump con Tik Tok y Cristina Kirchner con Google.
Por David Arébalo para ANCCOM
¿Se puede vivir sin internet? Es una de las preguntas que se tornan cada vez más central a la hora de debatir sobre sus usos y accesos en el desarrollo de la vida de las personas. La pandemia del COVID-19 puso de manifiesto que internet es una herramienta necesaria para trabajar, para acceder a la educación y para sostener los lazos afectivos, entre otros servicios. En este contexto, el Gobierno nacional declaró públicos a los servicios de telefonía, internet y televisión paga, y busca regularlos a través del decreto 690/2020 y la Ley “Argentina Digital”. Natalia Zuazo, politóloga y autora de libros como Guerras de Internet y Los Dueños de Internet, reflexiona sobre esta herramienta, ahora concebida en el país como servicio público, las desigualdades ante la conectividad y las disputas de poder por el control y el negocio de los prestadores de las telecomunicaciones.
—¿Cómo caracterizás el servicio que provee internet?
—Como un servicio público. Naciones Unidas considera, desde 2016, a internet como un derecho humano y esencial. La razón es que, sin la conectividad, no tenemos acceso a otros derechos humanos esenciales como trabajar, estudiar y pedir turnos de salud. Que la internet o la conectividad se declare servicio público es una prerrogativa de los Estados y que la Argentina la declare en este momento, desde el Ejecutivo, es un paso positivo porque vuelve a poner al actor estatal en la toma de decisiones en materia de telecomunicaciones. A esta política hay que acompañarla con otras medidas para ordenar el ecosistema entre el Estado y privados para brindar planes de internet de acceso para toda la comunidad. La cuestión de la conectividad es complicada cuando no se acuerda una conveniencia con los prestadores privados para garantizar una homogeneidad en todo el territorio del país. Internet tiene que llegar ya sea por el Estado, los privados o las cooperativas que no son los grandes prestadores. Me parece importante que el Estado recupere la soberanía, que es la capacidad de resolver problemas de intereses, y no dejar que las cosas sucedan laissez faire.
—¿Cómo son las regulaciones laborales mediante internet?
—Quedó en evidencia lo esencial que son. Los trabajadores de plataformas (deliverys, taxis, etcétera), sobre todo en las grandes ciudades, necesitamos recurrir a ellas por la falta de movilidad para muchas personas. Estos trabajadores son los que peores condiciones laborales tienen. Cuando se habla de regular las plataformas, estamos queriendo que adquieran los derechos laborales del siglo XXI y no como si estuviéramos en el siglo XIX, con jornadas laborales largas y sin coberturas de salud. Se les pide a las empresas que contratan que tengan regulación para pagar impuestos como otras empresas. Está la idea de que son plataformas de internet, modernas, pero no deben exceptuarse de las reglas laborales.
—¿Cómo es el acceso a la conectividad?
—El 40% del mundo no tiene conexión a internet y, en la Argentina, este número es similar. El acceso a la conectividad es muy desigual y se distribuye de esta manera heterogénea en las provincias, en las que algunas alcanzan tan solo el 30 por ciento de la población conectada a internet, y la Ciudad de Buenos Aires donde la conexión es de 112 por ciento, es decir, que hay personas que están doblemente conectadas. Esto significa que el mercado por sí mismo no resuelve los problemas. Se necesita una intervención política, lo que denominamos “politización de la tecnología” en la que se priorice lo que necesitamos en materia de infraestructura y regularizando a los privados.
—¿Quiénes son los dueños de internet de la Argentina y en el mundo?
—La convergencia hace que se vuelva difícil separar quiénes son los dueños de internet del mundo y quienes los de la Argentina. En términos de telecomunicaciones e infraestructura, siguen siendo dos: Telefónica y Telecom (Grupo Clarín) que son los grandes proveedores. Si pensamos desde los contenidos, el peso lo tienen los grandes proveedores del mundo: Google (Youtube, Drive, Meet) y Facebook (Whatsapp e Instagram). Además del peso de Netflix, que es muy fuerte en todas partes y altamente consumido. Pero también desde la misma manera, en nuestro país, aparecen los prestadores de infraestructura como Cablevisión que tiene la plataforma de servicios streaming Flow que da contenido y eso pesa en el mercado para competir con Netflix. Los dueños de las telecomunicaciones y los contenidos están concentrados.
—¿Al Grupo Clarín le confiere más poder el cuádruple play que sus medios tradicionales?
—Creo que es relativo si nos preguntamos qué es el poder. Una cosa no puede funcionar sin la otra, siempre se necesita controlar el medio de producción, como en su momento les fue importante tener Papel Prensa. No está escindido de los contenidos que se generan. Nos preguntamos: ¿Qué capacidad de penetración tenés de llegar masivamente? Por eso, hay reglas que cumplir al brindar infraestructura e internet, como lo es con Fibertel, no podés privilegiar los contenidos de tus sitios web o plataformas, es decir, privilegiar Flow sobre Netflix. De este modo, se rompe la noción de neutralidad de internet sobre el imaginario social. La cuestión está en quién regula las telecomunicaciones, sin afectar el derecho a la libertad de expresión, porque las grandes empresas se meten con los contenidos y afectan la pluralidad de los mismos.
—¿Cómo evaluás la irrupción de internet en la educación, durante la pandemia?
—Principalmente, la pandemia nos hizo pensar en las necesidades más inmediatas. Quedó en evidencia la destrucción del plan Conectar Igualdad y la urgente necesidad de recuperar las políticas públicas más importantes, en el sentido no sólo de la necesidad de tener una computadora y conexión a internet. Hay una brecha generada no solo en el acceso a internet, sino al derecho a la educación. Conectar Igualdad no fue una política fácil de implementar en la distribución de las computadoras y en la elaboración de contenidos para las diferentes currículas. Este programa se desmembró en el macrismo y es muy necesario retomarlo desde lo nacional, más allá de que cada provincia tenga la capacidad de gestionar a nivel federal cada una su educación.
—¿Internet democratiza?
—La internet no democratiza nada, esa es una idea de la década del noventa. Las tecnologías tienen dos caras, la internet supuso que era la autopista de la información. La metáfora de Bill Gates se instaló y sirvió para hacer negocios desde una mirada liberal. Ahora se usa la noción de “inteligencia artificial” para brindar servicios novedosos, esto no garantiza ninguna democracia, sino que genera riqueza para quienes la venden. De por sí, el mercado no garantiza ninguna democracia, eso solo sucede cuando está en más manos y cuando hay un agente estatal o de organismo internacional que regule en tal caso. A veces sucede que la democratización se da por una innovación como lo fue Wikipedia, que hace que la palabra se distribuya entre más personas, distribuyendo el poder. La democratización se da por innovación o regulación. Lo que sí es seguro es que la democracia no se produce per se, tal cual ocurre en la política, los sistemas no cambian naturalmente por sí solos, necesitan de una ley o una revolución.
—¿Cómo analizás las políticas tecnológicas de Estados Unidos a partir de la intención de Donald Trump de prohibir la red social Tik Tok?
—Donald Trump no sabe qué hacer con las políticas tecnológicas de Estados Unidos. Entonces, la falta de innovación tecnológica de EE.UU., que sí se ve en China con el desarrollo del 5G, entre otras cuestiones, se traduce en prohibiciones. Por otro lado, EE.UU. pierde en políticas de derechos humanos en materia tecnológica, si comparamos con Europa que está legislando cómo proteger a las personas respecto a los datos personales o a los trabajadores de las plataformas. Trump lo único que logró ante su lucha perdida contra China es prohibir Tik Tok por considerarlo como espionaje por su nacionalidad, es absurdo. El capitalismo de la vigilancia es el modelo de internet por sí mismo.
—Volviendo a la cuestión sobre quiénes controlan los contenidos de internet, en la disputa entre Cristina Krichner y Google, ¿creés que la vicepresidenta podría ganarle al buscador?
No creo que Cristina demande a Google para ganarle, sino que lo que está haciendo es poner negro sobre blanco cómo las plataformas que construyen información en internet no son transparentes respecto a las explicaciones de cómo producen la información sobre nosotros. Lo que Cristina Kirchner está haciendo es mucho más interesante que demandar. Lo que está haciendo es pedirle que muestren la fórmula de “Coca Cola” de Google, que la tiene cerrada bajo siete llaves y ella los está pinchando donde más les duele.
*Por David Arébalo para ANCCOM / Imagen de portada: Cristina Sille.