Mujeres en la toma de tierra en Guernica
La toma de Guernica en provincia de Buenos Aires reavivó el debate sobre la necesidad de acceso a la tierra y la vivienda. El juez Martín Miguel Rizzo dispuso que se proceda con el desalojo el 23, 24 y 25 de septiembre, aunque no hay solución para las familias. Las mujeres hablan desde la primera línea y desde los espacios feministas tejemos redes de solidaridad.
Por Anabella Antonelli para La tinta
Empiezo por lo obvio: la pandemia profundizó el problema habitacional que existe históricamente en un país donde la tierra es propiedad de unos poquísimos y el metro cuadrado se cotiza como privilegio inalcanzable para las mayorías. Hace rato que muches abandonamos el sueño de la casa propia y otres inventan edificaciones en altura para rebuscarse un techo en las ciudades cada vez más pobladas y cada vez menos acogedoras.
Los medios de comunicación y figuras complejas que gozan de una voz amplificada machacaron con el discurso de odio que solo profundiza, adrede, el estigma contra los sectores populares. Para la sociedad gorra, nada más efectivo que enmarcarlo en un conflicto de seguridad. Parece que se necesita una dosis de sensibilidad extra para entender que ocupar no es usurpar y que la toma de tierras es una salida desesperada para quienes tienen negado históricamente un pedazo de suelo donde desarrollar la vida.
La semana que viene, está pautado el desalojo. La inmensa toma de Guernica preocupa, ocupa y sirve de gran botón de muestra de las consecuencias de la patria sojera que expulsó a tantas familias del campo, de un modelo que privilegia a desarrollistas y especuladores inmobiliarios, y de la ausencia de políticas públicas para quienes están despojades desde siempre de este derecho constitucional.
Estar en una toma de tierra implica soportar la amenaza policial y judicial, acostumbrarse a la incertidumbre, cargar con el estigma social, vivir en condiciones muy precarias sin servicios esenciales como luz y agua, padecer el frío, el calor, la lluvia o el viento, vos y tus hijes. No, señor, entender esto no significa negar que quizá algunes se aprovechen de la toma de tierras para rédito individual y egoísta. Pero, como dijo una compañera, si hubiera una real solución habitacional, se terminaría con las tomas y con los aprovechadores.
“Nosotros queremos tener nuestro lugar para no seguir pagando el alquiler o no estar en situación de calle, no tenemos problema de pagar el terreno, somos personas que nos rebuscamos para trabajar y que necesitan realmente su lugar”, me dice Milagros Vega, una de las vecinas que junto con su familia es parte de la toma en Guernica desde el 20 de julio. Elles alquilaban una casa, pero su pareja se quedó sin trabajo, como tanta gente en el contexto de pandemia, y la changa del carro no les permitió sostener el alquiler. “Nos desalojaron y vinimos a vivir a la casa de mi mamá, pero ella tiene siete nenas y vivíamos amontonados, entonces, vinimos acá porque estaba vacío desde hace mucho tiempo”, me explica.
Conversamos con Milagros sobre piezas que no encajan. Cómo es que les desalojan, una y otra vez, en pandemia; por qué el gobernador dice de reubicar 2000 familias si son 3200; dónde van a ir a parar después del 23, 24 y 25 de septiembre, es decir, la semana que viene. “No sé qué voy a hacer si nos sacan de acá, vamos a resistir hasta el último momento porque no tenemos dónde ir”.
En la toma, hay miles de niñes y muchas personas llegaron sin nada. Así que, en medio de las amenazas y los hostigamientos, se organizan para hacer ollas populares “con la ayuda de todos los vecinos para abastecer a la gente que no tiene para comer”, explica.
#NiUnaMenosSinVivienda
#NoAlDesalojoEnGuernica
Hace unos pocos días, leí la carta que un grupo de mujeres de la toma le envió a Elizabeth Gómez Alcorta y Estela Díaz, ministras de Mujeres, Género y Diversidad. Escribieron desde los terrenos, “donde nos encontramos con nuestros hijos, más de 3000 niños y niñas, y nuestros compañeros, peleando por una tierra para vivir”, expresaban.
Son mujeres que sufrieron violencia de género y tuvieron que abandonar la casa para estar a salvo. Son jefas de hogar y madres solteras. Son trabajadoras de casas particulares que fueron echadas durante la pandemia. Son changarinas que viven al día en una situación cada vez más precaria. “Esta pandemia nos agarró haciendo muchísimo esfuerzo para poder pagar un alquiler que no baja de los cinco mil pesos, para poder afrontar el pago de las tarifas y para poder alimentar a nuestros hijos”, escribieron. No pudiendo afrontar más ese costo, tuvieron que elegir “entre pagar un alquiler o comprar comida y pañales”. Así es que llegaron a la toma.
Explican que sufren todo tipo de hostilidades y amedrentamientos por parte de la policía, los medios de comunicación y algunos políticos. “Ahora pesa sobre nuestras espaldas una orden de desalojo. No somos criminales. Estamos defendiendo nuestro derecho a la vivienda”.
Animadas por la marea feminista que llenó las calles, no bajan los brazos, por “una vida sin miedo, una vida digna, una vida que merezca ser vivida”, porque violencia de género, dicen, es también “no tener una vivienda digna y un acceso a la niñez con plenos derechos”.
#TierraParaVivir
#FeminismosParaHabitar
El miércoles 12 de septiembre, nos encontramos integrantes de diversas redes feministas, colectivas y organizaciones de distintos puntos del país en una asamblea virtual para conversar sobre la preocupante situación que atraviesan nuestras hermanas en el camino por el derecho a la tierra y la vivienda a lo largo y ancho del territorio. Convencidas de la importancia de abrazar desde los feminismos todas las problemáticas que nos atraviesan, ponemos en nuestra agenda esta lucha. “Durante los últimos años, desde los feminismos, hemos logrado articular distintas experiencias que hacen a la sostenibilidad de nuestros territorios y la precariedad de nuestras vidas.
Durante los paros internacionales, hemos planteado la importancia de la tierra y la vivienda en la construcción de nuestros proyectos de vida, de nuestras familias, de nuestrxs hijes”, puede leerse en un comunicado publicado después de un encuentro con las vecinas de la toma.
Las mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries se ven particularmente afectades “por tener hijes a cargo, por ser cuerpos racializados y objeto de múltiples violencias”, en un contexto de precariedad profundizado por la pandemia, reza el comunicado.
“Detrás de las tomas de tierras –multiplicadas en los últimos meses–, hay hambre, abandono, pobreza y violencia, pero también hay fortaleza para buscar alternativas. Por eso, defendemos el acceso a la tierra para vivir, producir y criar. Derecho que no puede ser equiparado a la propiedad privada y la especulación inmobiliaria y financiera”.
Los grandes medios de comunicación construyen el conflicto colaborando con la pérdida de sensibilidad social y con la criminalización y el incremento de los discursos de odio hacia los sectores populares. Desde la asamblea feminista, se repudia el accionar violento de la policía en desalojos como el de Ciudad Evita (La Matanza) y la persecución y hostigamiento por parte de los gobiernos locales y las fuerzas represivas hacia las familias de la toma.
Norita Cortiñas, como no podía ser de otro modo, encabeza la larga lista de adhesiones de un comunicado que llama a fortalecer y profundizar espacios y acciones por el derecho a la tierra y al buen vivir.
*Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: Juan Ignacio Roncoroni.