¿Quién es quién en la próxima elección presidencial en Ecuador?
A principios de febrero de 2021, se realizan los comicios generales en un país devastado por la desatención oficial frente a la pandemia de coronavirus.
Por Daniel Kersffeld para Nodal
La presentación de 20 precandidaturas presidenciales revela un cambio importante del sistema político, más aún si comparamos con las 12 precandidaturas oficiales que hubo en las elecciones presidenciales de 2017 y de las cuales quedaron finalmente ocho fórmulas en la competencia.
Al existir tanta dispersión de votos, resulta improbable que una fuerza pueda ganar en primera vuelta (7 de febrero de 2021). Asimismo, aumenta la posibilidad de que quienes pasen al balotaje lo hagan con un porcentaje no demasiado alto, tal vez no más allá del 30 por ciento.
La novedad más importante es la presentación de una lista electoral que responde a la izquierda y al correísmo, con el ex ministro Andrés Arauz como candidato a presidente, aunque todavía resta ver si participará el ex mandatario Rafael Correa como candidato a vicepresidente.
Por las dudas, y hasta no resolver su situación legal, se presenta una alternativa conformada por el ex ministro Arauz y el comunicador Carlos Rabascall. Se trata de una lista con posibilidades de ganar en primera vuelta, si bien subsisten dudas sobre qué podría ocurrir ya en el balotaje en torno a la conformación de un “frente anti-correísta”.
Salvo Guillermo Lasso, Lucio Gutiérrez y, eventualmente, Rafael Correa, en las próximas presidenciales, ya no participarían como candidatos personajes tradicionales de la política ecuatoriana de las últimas tres décadas. En este sentido, se bajaron Jaime Nebot y Álvaro Noboa; Abdalá Bucaram sólo se candidatea como asambleísta; y Paco Moncayo parecería haberse jubilado.
De igual modo, Lenín Moreno no va por su reelección como presidente y tampoco se presentará su ex vicepresidente, Otto Sonnenholzner, a quien muchos veían como la apuesta del gobierno o, eventualmente, de un recambio generacional de la derecha.
La derecha y la centroderecha, en sus múltiples expresiones (neoliberal, conservadora, autoritaria, moderada, religiosa, ilustrada, populista, etc.), atravesará su propio proceso de redefiniciones para dirimir quién conducirá ese espacio, quién podría obtener el mayor número de votos y, lo más importante, quién podría llegar a articular de mejor manera el polo anti-correísta.
Quienes corren con más ventaja en la disputa por este liderazgo son Guillermo Lasso, con alto nivel de conocimiento e importante cantidad de recursos, y Cristina Reyes, la sorpresiva candidata del Partido Social Cristiano (PSC), por la presencia territorial de la organización.
El gobierno se quedaría sin herederos: ningún candidato ni partido reclama ser parte del “linaje”. La crisis económica, social y sanitaria, con una corrupción institucionalizada y la muy mala imagen del presidente (según algunas encuestas, sólo tendría una aprobación del 20 por ciento) genera una situación prácticamente inédita, con varias candidaturas por listas diferentes. En este sentido, y además de Alianza País (AP) como partido de gobierno, están las nominaciones de Democracia Sí, de Gustavo Larrea, y de Construye, ex Ruptura 25, con intento de lavado de imagen.
Por primera vez desde la llegada de Correa al poder en 2006, Alianza País, ya bajo las órdenes de Lenín Moreno, perdería una elección presidencial. Con todo, sigue siendo una máquina electoral y financiera con presencia en todo el país, lo que en parte explica la presentación de una candidatura presidencial sin ninguna chance de trascender. Alianza País, de partido hegemónico hasta hace un lustro, se convertiría en una fuerza testimonial.
Después de las notorias protestas indígenas de octubre de 2019, Pachakutik volverá a tener un papel totalmente menor en las elecciones presidenciales, rondando con suerte el 5 por ciento. La selección por el candidato más moderado (Yaku Pérez) y la búsqueda por “desindigenizar” la fórmula, con una fugaz candidata a vice totalmente improvisada y con declaraciones desafortunadas (incluso, en contra del propio movimiento indígena), revelan los fuertes conflictos internos de la organización y el desinterés en su armado político. Resta por ver si los votos más radicales, encolumnados detrás de los dirigentes de la protesta de 2019, se dirigen hacia el correísmo, con el que la relación tampoco es fácil.
Existen organizaciones que, con un peso cada vez más limitado en la contienda presidencial, se presentan, sobre todo, para conseguir al menos un lugar en la Asamblea. Son los casos de dos fuerzas poderosas en el pasado y que, en la actualidad, sobreviven con una base electoral mínima como FE (ex PRE), de la familia Bucaram, o la Izquierda Democrática (ID), con la amenaza de perder nuevamente su personería jurídica.
Llama la atención la cantidad de fórmulas pertenecientes a listas desconocidas, en algunos casos con observaciones legales, y que con suerte podrían sacar un 1 por ciento. Listas puramente electorales como Libertad es Pueblo, Movimiento Amigo, Unión Ecuatoriana, etc., movilizan recursos de todo tipo, se aseguran financiamiento público y eventualmente también privado, y hacen su apuesta para la segunda vuelta, cuando los dos partidos mayoritarios deban negociar apoyos (aunque representen pocos votos, todo suma) a cambio de presencia en un futuro gobierno o de cualquier otro tipo de beneficios. Justicia Social, de Fabricio Correa, hermano del ex presidente, suma, además, el conflicto familiar a la contienda política.
Con el pastor brasileño Gerson Almeida, de Ecuatoriano Unido, por primera vez en Ecuador, se conforma una fórmula presidencial sustentada en las iglesias evangélicas. Se trata de un movimiento político y religioso de penetración cada vez más profunda en la región, y que tuvo sus principales éxitos en México, con Manuel López Obrador, en Brasil, con Jair Bolsonaro, y en algunos países centroamericanos. Con un amplio sentido del pragmatismo, pueden hacer alianzas por izquierda y por derecha.
*Por Daniel Kersffeld / Foto de portada: Henry Romero – Reuters