La guerra de Libia apunta hacia la partición del país
El conflicto libio está experimentando un vuelco, por ahora, limitado. Ninguna de las dos partes enfrentadas parece estar en posición de controlar todo el país.
Por Eugenio García Gascón para Público
En Libia, se está cociendo otra guerra innecesaria en la que están implicadas las potencias regionales y mundiales. El gobierno de Trípoli, de orientación islamista, y las milicias de Khalifa Haftar combaten por el dominio del país, pero ya no por el control de todo el país sino por el control de solo una parte; más exactamente, combaten por su partición.
Después de una cadena de derrotas seguidas, el pasado sábado, Haftar visitó de urgencia en El Cairo al presidente Abdel Fattah Al Sisi, quien lanzó una propuesta de alto el fuego que debía haber comenzado el lunes, aunque lógicamente fue rechazada por el gobierno de Trípoli, puesto que sus tropas estaban avanzando rápidamente hacia el este.
Si hasta hace apenas unos días, las milicias de Haftar parecían estar a punto de ocupar Trípoli, hoy el horizonte de la guerra parece distinto gracias a la ayuda militar de Turquía, que se ha hecho decisiva y ha cambiado las expectativas de las dos partes, aunque a estas alturas no sabemos si esta tendencia se mantendrá durante mucho tiempo. La propuesta de tregua de Al Sisi muestra cierta debilidad de Haftar, que hasta el sábado, desde su regreso a Libia en 2014, nunca había dado señales de buscar un compromiso.
Algunos analistas se preguntan si Egipto y/o Rusia, dos países que apoyan a Haftar, van a meterse directamente en el conflicto. Otros países que están en la misma trinchera son los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudí, que combaten el islam político allí donde surge. Con todo ese gran apoyo económico y militar es difícil entender cómo el ejército de Trípoli ha sido capaz de dar un vuelco a la situación sobre el terreno.
Egipto está interesado en que en el país vecino no reine el islamismo. Al Sisi dio, en 2013, un golpe de Estado justamente para apartar a los Hermanos Musulmanes, y no es cuestión de que ahora los Hermanos Musulmanes pasen a controlar Libia y el islam político cuente con una base segura a su lado. Esta circunstancia hace pensar a algunos analistas que si el ejército de Trípoli sigue avanzando hacia la frontera con Egipto, Al Sisi dará luz verde a la aviación para detenerlo.
Los rusos, por su parte, están metidos en un buen lío. Han enviado a Libia apoyo militar, en su mayor parte mercenarios sirios que han reclutado con el visto bueno del presidente Bashar Al Assad, quien en principio no tendría nada que hacer en Libia, pero que no puede negar ese favor a los rusos ni a los EAU, el país que financia a los mercenarios y que, al parecer, está proporcionando ayuda económica a Damasco.
Por lo tanto, la pintoresca coalición que lucha contra el gobierno de Trípoli apoyado por los turcos incluye a Rusia, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Siria e Israel, a través de los Emiratos Árabes Unidos, sin contar con el apoyo político, y seguramente más allá de político, que Haftar recibe de otros países occidentales como Francia.
En Rusia se reveló recientemente que su implicación está avalada por el ministerio de Defensa, pero no por Exteriores. En Exteriores, con muy buen criterio, piensan que es una aventura que puede volverse contra Moscú, pero de momento quien lleva la batuta es Defensa. Aparentemente, los intereses de Moscú pasan por evitar el triunfo del islam político, por meter un pie en Libia, como ya lo hizo en Siria, y por participar en la explotación del petróleo libio.
¿Compensan esos intereses para que Rusia incremente su presencia en Libia? A esta pregunta tratan de responder en Moscú estos días. Hay analistas que sostienen que probablemente Rusia tirará adelante, aunque se trataría de una jugada arriesgada a medio y largo plazo.
En este contexto, el objetivo inmediato del ejército de Trípoli es conquistar la ciudad de Sirte, situada casi 400 kilómetros al este de Trípoli, en una zona rica en petróleo. Sin embargo, parece muy difícil que el ejército de Trípoli continúe avanzando mucho más hacia el este. En este escenario, lo más probable es que el país quede dividido en dos partes, una para Trípoli, el oeste, y otra para Haftar, el este.
Una partición de este tipo no sería negativa para los intereses de Occidente ni para los intereses de la coalición árabe “moderada”, puesto que el grueso de la riqueza petrolera seguiría en manos de Haftar, de 76 años y ex colaborador de la CIA. Es decir, el gobierno islamista de Trípoli no tendría unos ingresos holgados, lo que limitaría su eficacia considerablemente, así como su influencia en el norte de África, es decir sería débil e inestable.
Con la división de Libia saldrían ganando todas las potencias regionales y mundiales, o como mínimo sería un mal menor para ellas; de ahí que no se deba descartar tal escenario. La visita que el sábado realizó Haftar a El Cairo y la propuesta de un alto el fuego para esta semana, que de momento no se está observando, casan perfectamente con la hipótesis de la división.
Este martes, la oficina del presidente Recep Tayyip Erdogan ha dado cuenta de una conversación telefónica con el presidente Donald Trump en la que ambos han alcanzado varios acuerdos en lo tocante a Libia. Aunque no se ha hecho público el contenido de la conversación, es posible que en los próximos días se aclaren las circunstancias de la guerra y la dirección que seguirá.
*Por Eugenio García Gascón para Público / Vassil Donev – EFE