Coronavirus en África: previsiones incumplidas, resistencia e incógnitas
La pandemia mundial de coronavirus llegó al continente africano despertando preocupaciones debido a que es una de las regiones con las infraestructuras sanitarias y sociales más frágiles del mundo.
Por Raquel Rero para La tinta
Vaticinaron una catástrofe para principios de marzo y, dos meses después, la profecía no se ha cumplido. No se sabe a ciencia cierta lo que sucede en el continente africano, porque la realización de test es insuficiente e impide dibujar escenarios más precisos. Pero la realidad es que las cifras del coronavirus arrojan grandes diferencias con los países europeos o Estados Unidos, las regiones más afectadas por la pandemia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en menos de 100.000 las personas infectadas, con 39.000 recuperadas y 3.079 muertes. Los datos son más llamativos al tener en cuenta que es el segundo continente más poblado del mundo, con más de 1.200 millones de habitantes.
Sudáfrica (19.137), Argelia (7.728) y Nigeria (7.016) son los países con mayor número de contagios. Se suman Egipto (14.229) y Marruecos (7.185), al incluir a las naciones del Mediterráneo. En el otro lado, Lesoto (1), Seychelles (11), Namibia (18) y Libia en el norte (71) registran las cifras más bajas.
África cuenta a su favor con una media de edad inferior a los 20 años, por lo que tendría mayor resistencia inmunológica y menor presencia de enfermedades, como obesidad o diabetes, relacionadas con una mayor incidencia de la enfermedad. Además de la rápida reacción de los gobiernos al aplicar medidas de confinamiento y prevención, el continente tiene amplia experiencia sanitaria en pandemias como el ébola o la tuberculosis. También se beneficia de unas conexiones nacionales e internacionales menores, lo que limita el movimiento del virus en esta región menos globalizada.
Sin embargo, la amenaza no desaparece y, mientras algunos países empiezan a flexibilizar las medidas de confinamiento para oxigenar la economía, la curva de positivos se acelera en las últimas semanas. El Centro Africano de Control de Enfermedades de la Unión Africana insiste en la necesidad de incrementar los testeos. Su director, John Nkengasong, reconoce la posibilidad de que aún no se haya visto el impacto total del virus en la región.
Al coronavirus, se suman emergencias sanitarias y humanitarias previas, vinculadas a enfermedades, sequías, plagas y conflictos políticos y armados. Aunque las realidades son diversas, todavía en muchos lugares, los medios de vida de la población son precarios y las infraestructuras sanitarias y sociales, insuficientes.
Las perspectivas económicas no acompañan y el Banco Mundial (BM) augura una caída de la economía africana entre el 2,1 y el 5,1 por ciento, en lo que sería la primera recesión en 25 años. El organismo pronostica que las repercusiones sociales y económicas le costarán a la región pérdidas de producción de entre 37.000 y 79.000 millones de dólares. Por ello, la institución ya ha lanzado operaciones de emergencia en 39 países del África subsahariana.
La Comisión Económica para África (CEPA) estima que un bloqueo total le resta, cada mes, un 2,5 por ciento del PIB anual al continente y, en un nuevo informe, propone diversas estrategias para paliar las consecuencias de la pandemia que pasan por la realización de pruebas, el rastreo de contactos y la reapertura gradual segmentada.
Entre las cuestiones más delicadas, está el impacto de los cierres por la Covid-19 en la generación de ingresos en una región donde muchas personas viven al día y, especialmente, en la seguridad alimentaria. África es importadora neta de alimentos y sus cadenas de suministro ya se han visto afectadas, pasando factura a uno de los sistemas alimentarios más frágiles del mundo. Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), en el continente, viven 73 millones de personas en situación de hambre aguda.
El Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, plantea priorizar la agricultura y garantizar corredores alimentarios, además de incrementar la protección social, especialmente para las mujeres. Pide un paquete global que ascienda como mínimo al 10 por ciento del PIB mundial (200.000 millones de dólares) para África y una moratoria general de la deuda a favor de los países que no puedan pagar, además de un alivio selectivo de la misma para evitar la suspensión de pagos.
En abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó alivios de deuda para 25 países, muchos africanos, y, junto con el Banco Mundial, celebró el acuerdo del G-20 para suspender los pagos temporalmente desde el 1 de mayo. Sin embargo, el FMI reconoce que muchos países son reacios a esta última medida por el temor de que pueda perjudicar sus calificaciones crediticias y su futuro acceso a los mercados, a pesar de que les permitiría inyectar esos fondos en la lucha contra el coronavirus.
Por lo general, los ratios de deuda sobre PIB no son tan elevados en los países africanos (comparados con algunos Estados como Italia, Estados Unidos o Japón, que superan el 100 por ciento), pero, en muchas ocasiones, dedican más presupuesto a pagar los intereses de esas deudas que a sus sistemas de salud y no disponen de instrumentos fiscales o estímulo que sí tienen otras economías.
Los desafíos persisten y la evolución de la pandemia augura difíciles pronósticos para sociedades y gobiernos. El impacto será mayor en los colectivos y estados más vulnerables, pero las oportunidades también existen. Hasta ahora, los países africanos han demostrado resistir mejor que muchos y siguen contando con potencial de recursos y población; además de la zona de libre comercio más grande del mundo que prometía reclamar su lugar este 2020 y podría ser una opción interesante de cara a la provisión de bienes y servicios futuros en un momento de globalización cuestionada. Las próximas semanas serán claves.
*Por Raquel Rero para La tinta / Foto de portada: Agencia Xinhua