Haití: en el precipicio entre el coronavirus y el gobierno impuesto por Estados Unidos
La nación caribeña, asolada por la pobreza y los malos gobiernos, ahora se encuentra totalmente indefensa ante la pandemia del coronavirus.
Por Jeb Sprague y Nazaire St. Fort para The Grayzone
El presidente haitiano, Jovenel Moïse, anunció el 19 de marzo que dos ciudadanos en Haití habían dado positivo por la Covid-19, conocido popularmente simplemente como coronavirus. El gobierno cerró la frontera, los puertos y los aeropuertos para al movimiento de personas, pero mantuvo abiertas las cadenas de suministro. Solo se ha administrado un pequeño número de pruebas, y hay un creciente temor de que se produzca una catástrofe sanitaria en las próximas semanas y meses.
Las noticias y comentarios dentro del país se extendieron rápidamente por WhatsApp y los medios locales. Bajo un estrés creciente, muchos saben que no están preparados para una pandemia que también ha llegado a otros países del Caribe, incluida la vecina República Dominicana.
Los últimos informes indican que 859 personas (hasta el 30 de marzo) dieron positivo en la República Dominicana, con ya 39 muertes. Según los informes, uno de los principales hospitales del país en la segunda ciudad más grande, Santiago de los Caballeros, ya no tiene camas disponibles.
Muchas familias en Haití tienen parientes que residen en República Dominicana y reciben actualizaciones regularmente. El virus parece haber sido traído inicialmente a Haití a través del Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture, en Puerto Príncipe. Desde los primeros dos casos, el número oficial aumentó a 15 para el 30 de marzo, aunque esa cifra es seguramente un conteo insuficiente. Decenas de personas han sido puestas en cuarentena.
Haití ahora enfrenta una pandemia inminente, con un sistema de salud pública casi inexistente y con un sistema político disfuncional basado en la intervención neocolonial.
La región del Caribe ha sufrido cuatro siglos de esclavitud y colonialismo, y un quinto siglo de dependencia económica. La aceleración de la globalización y los desarrollos tecnológicos han traído cambios profundos a la región en los últimos 20 años, incluyendo comunicaciones digitales sin costo, redes de remesas de alta tecnología, viajes y turismo masivos de bajo costo, y nuevos arreglos bancarios y financieros. Pero también ha traído consigo una desigualdad creciente y choques climáticos, principalmente en forma de huracanes y el aumento del nivel del mar.
La globalización y la automatización han provocado que miles de millones de personas sean arrojadas a la población excedente del capitalismo. Bajo la implacable lógica de este sistema, grandes porciones de la población mundial, incluso países enteros como Haití, están condenados a la delincuencia desenfrenada, el desempleo y la inflación, junto con la desintegración de la infraestructura y los servicios gubernamentales. Se hunde destructivamente en el tejido social de la sociedad.
Para preservar el orden social y la concepción neoliberal del “buen gobierno”, las instituciones occidentales recurren a severas medidas de austeridad e intervención militar, debilitando aún más la neocolonia, cuya sangre vital económica está siendo absorbida para enriquecer a la burguesía transnacional.
Esta es la receta que hizo que Haití no estuviera preparado para la pandemia del coronavirus.
La cruda realidad de Haití
El desempleo en Haití ya está por las nubes. Con seis millones de los 11 millones de ciudadanos de Haití que viven por debajo del umbral de pobreza, con2.41 dólares por día, según el Banco Mundial (BM), la mayoría enfrentará un dilema agotador de cómo alimentarse a sí mismos y a sus familias mientras evitan la infección del virus.
El Doctor John A. Carroll, que ha trabajado en clínicas, hospitales y orfanatos en Haití desde 1995, explicó: “No hay tratamiento en Haití que sea accesible para las masas”. Hay cuarentena para detener la transmisión. Pero, ¿cómo aislamos a las personas en los barrios marginales de Haití, donde la densidad de población es tan alta y las personas necesitan tener contacto humano para sobrevivir?”.
“Los que llevan el pan en la casa necesitan obtener algo de pan porque todos necesitan comer -continuó Carroll-. Y los vecinos de esta familia de al lado no tienen el tiempo o las habilidades para ayudar, porque también tienen desafíos igualmente severos para sobrevivir en los barrios bajos”.
Si bien el gobierno haitiano está promoviendo oficialmente el confinamiento y el distanciamiento social, la cruda realidad es que la mayoría de la población probablemente se dirija hacia la “inmunidad colectiva”, donde muchos deben optar por infectarse en la calle en lugar de morir de hambre en el hogar. Algunos, como Carroll, piensan que esta curva de infección empinada, en lugar de aplanada, provocará menos muertes.
Desarrollar la “inmunidad colectiva” es un enfoque que el gobierno del Reino Unido sugirió en realidad para su propio pueblo hace semanas, pero que rápidamente rechazó como resultado de la violenta reacción pública. En cambio, el Estado británico ha impuesto medidas de “distanciamiento social” y, a pesar de que un gobierno de derecha está a cargo, se comprometió a pagar la mayoría de los costos de nómina de las empresas cuyos trabajadores se quedan en casa.
El 29 de marzo, expertos médicos locales entrevistados en Radio Kiskeya, una de las estaciones de radio más importantes del país, sugirieron que hasta 800.000 haitianos podrían morir por el virus. La inversión extranjera a gran escala y los esfuerzos locales monumentales tendrían que llevarse a cabo para evitar tal catástrofe.
The Grayzone habló con el Doctor Ernst Noël, de la Facultad de Medicina y Farmacia (FMP) en Puerto Príncipe, quien declaró que el número de 800,000 no es una exageración. En su opinión, muchas personas probablemente morirán debido al coronavirus, en mayor número que las que perecieron en el terremoto de 2010.
Agregó que la inversión extranjera a gran escala y los esfuerzos locales tendrían que llevarse a cabo para suavizar el golpe del desastre que se avecina.
Balanceándose al borde de una crisis
Sería un eufemismo decir que el sistema de salud de Haití está mal preparado para la inminente catástrofe.
Según el Instituto Nacional de Estadística de Haití, el país tiene solo 911 médicos. Solo un 4,4 por ciento del presupuesto nacional se asigna a la salud nacional, lo que se traduce en hospitales mal equipados, con personal insuficiente. Los hospitales estatales a menudo enfrentan huelgas laborales, y algunos miembros del personal médico parecen no presentarse a trabajar ya que carecen de máscaras, guantes y batas, y temen contraer el virus.
Según el periódico más leído de Haití, Le Nouvelliste, el país tiene solo 130 camas de UCI (unidad coronaria intensiva), y la mayoría son modelos más antiguos.
El Doctor Paul Farmer, cofundador de la organización de atención de salud Partners in Health, con sede en Boston, sugirió que Haití podría tener menos de 30 camas de UCI en pleno funcionamiento.
Mientras tanto, se estima que hay 64 ventiladores dentro del país, aunque es probable que algunos no funcionen.
Farmer ha señalado cómo las personas que viven en el Sur Global enfrentan un riesgo significativamente mayor, debido a la infraestructura de salud poco desarrollada: “Todos estos mecánicos de un hospital, nosotros (en los países ricos) no tenemos que lidiar con ellos. El oxígeno se canaliza directamente a cada habitación. Pero el temor a la responsabilidad de mis compañeros de trabajo en Haití es que tienen que preocuparse por ¿dónde obtener el oxígeno, las soluciones intravenosas, poder espaciar las camas para cuidados intensivos o de apoyo de una manera que no infecte a los cuidadores? Y hemos agotado muchos suministros, ya que los trabajadores de la salud están más atentos a ponerse guantes, cambiarse los guantes y vestirse. Estamos viendo desafíos reales en la cadena de suministro”.
Según los informes, los médicos asignados a la Universidad Estatal de Haití (HUEH), la instalación médica más grande del país, apenas han escapado de un presunto brote de la Covid-19. No habían recibido equipo de protección personal, ni obtuvieron los kits de prueba prescritos para evaluar a pacientes con coronavirus. Incluso falta agua corriente en algunas instalaciones médicas.
La Doctora Ulysse Samuel sirve en una clínica externa de HUEH, que recibe pacientes ambulatorios. Explicó a The Grayzone que antes de la pandemia de la Covid-19 “nunca había visto ventiladores en las instalaciones de HUEH”, y ahora, como una ola de casos amenaza con inundar el hospital, “no tengo idea de si hay alguno”.
Después de años de intervención extranjera y ajuste estructural neoliberal, Haití fue llevado a una situación desesperada, donde no tiene más remedio que depender de fondos internacionales durante los períodos de catástrofe.
A partir de 2013, el 64 por ciento del presupuesto de salud de Haití llegó de la asistencia internacional, según el Doctor Georges Dubuche, del Ministerio de Salud Pública y Población del país. El porcentaje se ha mantenido alto.
Como advierte el Doctor Carroll, “Haití no tiene un sistema de salud funcional en un buen día y mucho menos un sistema que pueda combatir eficazmente este virus”.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hasta ahora ha comprometido 50 millones de dólares en la respuesta al Coronavirus. Aparentemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) también está considerando una afluencia sin precedentes de activos de reserva para los países en desarrollo.
Haití es uno de los 50 países desesperados que se habrán dividido entre ellos una parte de un plan de la ONU de dos mil millones de dólares lanzado recientemente, pero que llevará tiempo materializarse.
Cuba, bloqueada por Estados Unidos, cuyos equipos médicos han estado muy activos en Haití desde 1998, ha enviado una brigada de 348 médicos y otros especialistas en salud para ayudar a combatir el coronavirus.
Existen algunas clínicas médicas importantes privadas y respaldadas por donantes, como el hospital administrado por Partners in Health, en Mirebalais. Aparentemente, es una de las primeras instituciones médicas importantes que ha realizado pruebas proactivas para la Covid-19. Una variedad de ONG y grupos más pequeños orientados a la salud han luchado para preparar y educar a las personas sobre la pandemia.
En UniFA, la Universidad de la Fundación Aristide, en un suburbio de Puerto Príncipe llamado Tabarre, la escuela de medicina acaba de comenzar a graduar a los estudiantes que deben practicar dentro del país. En marzo, la universidad graduó a sus primeros 138 estudiantes. En la facultad se encuentran profesores de Cuba.
Como explica su sitio web, “los graduados de la facultad de medicina actualmente están cumpliendo su servicio de residencia social obligatoria de un año para el gobierno, en centros de atención médica en todo el país. En muchos casos, estos jóvenes profesionales son los únicos proveedores de atención médica para toda la comunidad”.
Las fábricas en Puerto Príncipe cerraron el 20 de marzo. La mayoría estaba armando ropa y productos electrónicos para la exportación. Algunas fábricas pueden reorganizarse pronto para producir cosas como máscaras quirúrgicas. Para las personas comunes que buscan tomar precauciones, una máscara quirúrgica cuesta aproximadamente 50 Gourdes (alrededor de 0,53 dólares), pero son muy difíciles de encontrar.
Algunos grupos empresariales activos en Haití están comenzando a prepararse, incluida una asociación de empresas chinas.
Para agravar el problema, bajo el gobierno de Moïse -manchado de corrupción-, la Oficina Nacional de Seguros de Vejez (OFNAC) del país ha sido gravemente mal administrada. Los fondos para los ancianos se han retrasado o reducido, poniendo en peligro aún más a los que están en mayor riesgo por el coronavirus.
Respondiendo a la calamidad que se avecina
¿La cuarentena ordenada por el gobierno de Moïse será vista, en última instancia, como un acto inútil de búsqueda de prestigio? En buena parte no es forzar las cosas, y ni siquiera está claro si sería posible, dada la lucha cotidiana de las personas por la supervivencia.
El gobierno de Haití ha presentado un plan de preparación y respuesta con un presupuesto estimado de 37,2 millones de dólares, pero no está claro qué tan efectivo puede ser. Organizaciones locales e internacionales se han reunido para coordinar una respuesta.
Una mujer vendedora callejera (conocida como “Ti Marchan”) dijo en una entrevista con la televisión de la isla, que el encierro actual es intolerable. Al necesitar ganar dinero para alimentar a ocho miembros de la familia, exclamó que preferiría estar infectada con el virus antes que no trabajar, ya que ahora le estaban quitando su único medio de vida diario.
Muchos preguntan si el gobierno de Haití podrá asegurar alimentos básicos para alimentar a la mayoría de la población, ya que gran parte de la población vive con solo unos pocos dólares al día, o menos, y ahora están siendo presionados para aislarse y no trabajar. El gobierno haitiano ha anunciado medidas de distribución de alimentos para algunos distritos, y esto se produce cuando los precios de algunos alimentos básicos han aumentado en los últimos meses y la moneda se ha depreciado rápidamente.
En comparación, en la cercana República Dominicana, los funcionarios estatales han anunciado en la televisión nacional que los sectores más pobres del país recibirán ayuda financiera para la compra de alimentos a través de las “tarjetas de débito solidarias” del gobierno. Comenzarán a recibir un aumento de 5.000 pesos (aproximadamente 92 dólares) mensualmente, a partir del 1 de abril y hasta fines de mayo. República Dominicana se ha convertido en uno de los lugares más grandes para la Inversión Extranjera Directa (IED) en el Caribe, y se encuentra entre los principales puntos turísticos de la región, por lo que el gobierno tiene muchos más recursos para hacer frente a tal crisis.
Los primeros casos de la Covid-19 en República Dominicana fueron reconocidos oficialmente por su Ministerio de Salud a fines de febrero. Mientras tanto, el gobierno dominicano ha comenzado a tomar medidas drásticas, como la suspensión de vuelos desde Europa, un toque de queda de cinco de la tarde a seis de la mañana, que puede convertirse en un cierre draconiano de 24 horas, con excepciones para comprar comestibles, medicamentos y otros productos necesarios.
Haití es el segundo mercado de exportación de República Dominicana después de Estados Unidos, y depende en gran medida de esas exportaciones para alimentos básicos, como el arroz, así como de artículos de consumo manufacturados. Por lo tanto, cualquier cosa que afecte a República Dominicana eventualmente afecta la vida en Haití.
Varios trabajadores migrantes haitianos parecen haber huido al país para estar con su familia. Otros, cuya supervivencia económica depende del trabajo migrante diario, no tienen más remedio que encontrar formas ilícitas de cruzar la frontera de un lado a otro.
Una gran parte de la población haitiana es claramente consciente de los peligros reales que plantea el coronavirus, pero al mismo tiempo muchos confiesan que no tienen más remedio que ganarse la vida diaria a través de las actividades habituales improvisadas e informales en la economía a pequeña escala. La gran mayoría de estos trabajadores se ven obligados a tomar el transporte público muy concurrido para llegar a sus lugares de trabajo.
A medida que el virus llegue a países de todo el mundo, es poco probable que los gobiernos extranjeros puedan reunir el apoyo hercúleo que Haití necesita. Haití gasta solo 13 dólares per cápita en atención médica, en comparación con los 180 de República Dominicana y 781 en Cuba.
La confusión reina. Algunos haitianos han criticado las recientes medidas del gobierno para presionar a miles de personas a que se alineen para obtener identificaciones nacionales, después de que los funcionarios declararon que se requerirá que las tarjetas reciban ayuda durante la pandemia.
Mientras tanto, una ola de secuestros ha traumatizado a las personas en Haití, incluso afectando al sector del transporte que traía bienes de República Dominicana.
Un movimiento de protesta se detiene y el director del hospital es secuestrado
La situación se hace más difícil por la crisis política en curso. Moïse ahora gobierna sin parlamento, después de no poder celebrar elecciones, y se había enfrentado a un levantamiento masivo que amenazaba con expulsarlo de su cargo. El fuerte apoyo diplomático de Estados Unidos ha sido la pieza clave que permitió su tenue supervivencia política.
Sin embargo, el coronavirus ha puesto una pausa en las gigantescas protestas antigubernamentales que ocurrieron a fines de 2019 y principios de 2020. Pero, sin duda, volverán, dada la aguda crisis inhumana del capitalismo neoliberal en Haití y en otros lugares.
A medida que las protestas masivas contra Moïse, respaldado por Estados Unidos, sacudieron Haití a lo largo de 2019, y su gobierno contraatacó al contratar a paramilitares violentos para tomar medidas enérgicas, el Hospital Bernard Mevs se endeudó al tratar a cientos de manifestantes heridos de forma gratuita.
Este marzo, mientras la Covid-19 atacó a Haití, el director del hospital, el Doctor Jerry Bitar, fue secuestrado. El personal del hospital se negó a recibir nuevos pacientes hasta que Bitar fuese liberado, lo que condujo a su liberación el 27 de marzo.
En el siglo XXI, los haitianos han experimentado una prueba tras otra. Las estimaciones de muertes por el terremoto del 12 de enero de 2010 oscilan entre 46.000 y 160.000 personas, mientras que muchas más resultaron heridas y hasta un millón fueron desplazadas. El país aún no se ha recuperado de estas tragedias, con muchos sobrevivientes todavía atrapados en ciudades construidas con tiendas y carpas.
Haití también ha sobrevivido a un brote de cólera que mató a cerca de 10.000 personas y enfermó a más de 800.000. Se descubrió que las tropas de ocupación de la ONU causaron la epidemia por su negligencia, y se mantiene una campaña que exige reparaciones por parte de la ONU.
El país también ha sufrido varios huracanes devastadores, incluido el Matthew en 2016, que devastó ampliamente la península sur de Haití, destruyendo cultivos y ciudades costeras.
Los gobiernos de derecha preparan el escenario para otro desastre
La población de Haití se enfrenta a la pandemia del coronavirus después de una serie de crisis provocadas, que sientan las bases para la próxima crisis.
Primero, fueron los golpes de Estado de 1991 y 2004, ambos respaldados por Estados Unidos, que buscaban revertir los logros populares alcanzados después de los resultados históricos por el movimiento izquierdista Lavalas, de Jean Bertrand Aristide.
En las elecciones de 2010-2011, Washington intervino a través de la Organización de Estados Americanos (OEA) para cambiar efectivamente los resultados electorales, e instalar al cantante pop derechista Michel “Sweet Micky” Martelly, marcando el comienzo de una década de regímenes títeres estadounidenses.
El sucesor de Martelly, Moïse, parece haberse embolsado millones de dólares robados de fondos destinados a ayudar a reconstruir el país a través del programa Petrocaribe de Venezuela. Los fondos de Petrocaribe han sido utilizados por muchos estados caribeños para cubrir déficits presupuestarios e invertir en infraestructura importante.
Moïse se menciona oficialmente 69 veces en el reciente informe de corrupción realizado por el Tribunal Administrativo del Estado, y se lo considera uno de los principales beneficiarios, tanto política como financieramente, del esquema de corrupción de fondos de Petrocaribe.
En respuesta a las protestas, el gobierno haitiano y sus aliados también han recurrido a la represión violenta contra los barrios populares, donde los sentimientos antigubernamentales son altos.
En lugar de invertir en atención médica, el gobierno ha buscado cada vez más fortalecer sus capacidades represivas.
Con el apoyo de los planificadores de la Junta Interamericana de Defensa, el gobierno de Moïse ha comenzado a reconstruir el ejército, que se disolvió en 1995. Históricamente, el ejército haitiano ha simbolizado la represión de la voluntad popular, presidiendo numerosos golpes de Estado, masacres y contraataques: campañas de emergencia para garantizar el Consenso de Washington.
Como escribió Jake Johnson, del Centro de Investigación Económica y Política (CEPR), “la Junta Interamericana de Defensa, un organismo de la OEA, desarrolló un ‘libro blanco’ en julio (de 2015), centrado en restablecer una fuerza de defensa haitiana con el apoyo de la ONU”.
Para 2018, el nuevo ejército de Haití tenía seis personas en entrenamiento en la Escuela de las Américas (SOA) del ejército de Estados Unidos, que pasó a llamarse Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (WHINSEC).
En marzo, el gobierno haitiano difundió un video de relaciones públicas producido para Whatsapp que mostraba a soldados distribuyendo bolsas de arroz en las puertas de las destartaladas casas de la gente.
Sin embargo, en febrero de 2020 el ejército recién reconstituido participó en un choque mortal con oficiales de policía en Puerto Príncipe, que habían estado enfrascados en una disputa laboral con el gobierno. El conflicto ilustró el propósito fundamental de los militares del país, que siempre ha sido leal a la derecha política del país, y cuya existencia se mantuvo con el propósito de la represión interna.
Maltratado por años de desastres naturales y provocados por el hombre, Haití enfrenta otra prueba histórica con pocos recursos para soportarla. Al margen, y reprimida por un aparato político impuesto por Estados Unidos, la mayoría pobre verá la peor parte del coronavirus.
*Por Jeb Sprague y Nazaire St. Fort para Grayzone