Diario de cuarentena en Venezuela: migración y otros infiernos
El coronavirus, el FMI, Donald Trump, la desesperación de los migrantes y el recuerdo de Hugo Chávez marcan las palabras de una periodista venezolana en cuarentena.
Por Neirlay Andrade, desde Venezuela, para La tinta
En un poema titulado La ciudad, el poeta Constantino Cavafis advierte a los que buscan mejor suerte en otros rumbos que “al perder tu vida aquí, / en este rinconcito, en toda la tierra la has destruido”. Se trata del “sentido de lo trágico” que le atribuyen a los griegos. Por fortuna (o desgracia), los latinoamericanos (según dicen) no lo tenemos. Y de allí que seamos más propensos al drama.
Desde hace un par de días, centenares de migrantes (más de 2.000, aseguran las autoridades) están retornando a Venezuela, huyendo del Covid 19 y de otro virus que asola estos lares: la xenofobia. En los últimos años, se han hecho “virales” videos que registran desde burlas hasta abiertos crímenes de odio contra venezolanos que, de acuerdo a los sesudos analistas, “huyeron del fracaso del socialismo”. Pero, ¿por qué regresan hoy? Los analistas callan. Mientras tanto, la respuesta gubernamental: los otros países están muy mal y nosotros somos el Edén: “¿Vieron Ecuador? ¡Qué horror! Los cadáveres se amontonan en las calles”.
Este retorno inesperado no puede ser reducido a los comentarios de un satisfecho presentador “oficialista” de noticias o al escandaloso silencio de la prensa tradicional “opositora”. La ida y vuelta de estas miles de personas debe ser algo más que el reporte de mediodía. Si no, hemos fracasado.
De qué escapaban al salir de acá y, ahora, por qué la vuelta a ¿casa? Huyeron de la crisis y la crisis los repatria. Los migrantes son, aquí y en otro suelo, los expulsados del sistema. Precarios aquí y allá; forman el ejército de reserva de la máquina de matar del capital, que hoy está enferma y, sin embargo, no cesa en su cruel labor de explotar a la vida para reproducir mierda y distribuir miseria.
Siempre llegarás a la misma ciudad. En otro lugar, no pongas tus esperanzas, dice Cavafis. En otro capitalismo, no pongamos nuestras esperanzas, ¡así nos juren que, esta vez, sí que es humano y cristiano! No importa si es el Gran Buenos Aires o las minas de Cajamarca. Siempre llegaremos a la misma ciudad y descubriremos incesantemente que este mercado de trueque de sudor por sinsabores no puede ser nuestra Patria.
Hay un mito que me fascina desde pequeña: se trata de Perséfone y su cambio de diosa primaveral a reina del inframundo. La bella chica fue raptada por el dios de los muertos. Su madre asoló la tierra buscándola. Finalmente, la hallaron, pero había un problema: Perséfone había comido granada y, en la mitología griega, quien prueba bocado en el averno, ahí se queda.
Durante años, la administración de Estados Unidos ha sido comparada en la narrativa gubernamental con el demonio. La tradición la inauguró Hugo Chávez en Naciones Unidas, al soltar el célebre “huele azufre” para recordar a sus pares que George W. Bush (popularmente conocido como Mr. Danger) había estado horas antes en el mismo estrado.
En este ejército maligno, hay un viejo enemigo que conocemos los latinoamericanos: el Fondo Monetario Internacional (FMI), un ángel caído del cielo que engañó a tiranos y demócratas por igual, ofreciendo la salvación a cambio de unos “ajustes”.
Sorpresivamente, en medio del shock producido por la pandemia, el presidente Nicolás Maduro tuvo, según unos reputados opinólogos, una “jugada maestra”. ¡Pidió ayuda financiera al FMI! La explicación: se trataba de una “estrategia” muy bien pensada para demostrar al mundo que el FMI era malo al negarnos ayuda y, así (una vez más), exponer su esencia perversa. También estuvieron aquellos que apelaron a las letras chiquitas del contrato para explicarnos que esto no era lo mismo que los “rescates” prodigados por Europa.
En fin, ya que nos movemos también entre imágenes, no está de más recordar la lección de Perséfone: quien prueba un poquito del infierno, ahí se queda.
Por Neirlay Andrade para La tinta / Foto de portada: Agencia EFE