De Irak a Haití
En Medio Oriente, África o el Caribe, cientos de miles de personas llevan semanas y meses gritando que las cosas tienen que cambiar.
Por Sarah Babiker para El Salto Diario
Hasta ahora, el 2019 no ha sido un año tranquilo en la mayoría del globo. En todos los continentes, el descontento social, las dificultades económicas, la carencias democráticas, y, en definitiva, la indignación ante las élites y sus políticas neoliberales, han provocado movilizaciones que han conseguido presionar gobiernos, derrocar mandatarios, y sobre todo perdurar durante semanas o meses a pesar de la represión y las maniobras de aplacamiento con las que ha respondido el poder.
A continuación, un breve recorrido por la actualidad de las movilizaciones en Líbano, Irak, Guinea Conakry, Haití y Argelia; protestas que han quedado relativamente desplazadas del foco en un momento de gran agitación social a nivel internacional.
Líbano
El pasado martes 29 de octubre, el primer ministro libanés Saad Hariri presentó su dimisión junto a todo su gobierno tras dos semanas de manifestaciones masivas. Hariri, nombrado primer ministro en 2016 por segunda vez, es hijo de Rafiq Hariri, asesinado en 2005, quien presidió el país también durante dos mandatos, el primero en la década de 1990, dos años después de terminada la guerra civil de 15 años que destrozó el país, y la segunda entre 2000 y 2004.
Las movilizaciones que han causado la salida del gobierno arrancaron con protestas tras el anuncio de una suba de impuestos que incluían tasar formas de telefonía a través de internet, como whatssap, pero también responden a la carestía, la corrupción, los deficientes servicios públicos y la incertidumbre económica. Las demandas de la población convergían en la impugnación de una clase política a la que se acusa de velar por sus propios intereses económicos, siendo incapaces de hacer funcionar el Estado.
La ola de indignación que ha paralizado al país, y en la que han coincidido amplios sectores de la sociedad, pertenecientes a todas las comunidades -en un país donde la pertenencia confesional determina las cuotas de representación, y la adscripción religiosa articula la participación política- no menguó cuando el 18 de octubre Hariri anunció un paquete de medidas sociales, y el recorte de los salarios y privilegios de la clase política, y continúan incluso tras el anuncio de su dimisión.
Las acusaciones de clientelismo y corrupción en un marco de crisis económica e incapacidad del Estado para garantizar una vida digna a la población trascienden el gobierno de Hariri, y alcanza a toda una clase política que viene manejando el país desde la guerra civil. Los manifestantes exigen un reemplazo y acabar con las cuotas confesionales como sistema de gobierno.
A pesar de la incertidumbre sobre el futuro inmediato, los ataques que los manifestantes han sufrido por parte de grupos -que diversos medios han identificado como simpatizantes de Hezbollah- y el fantasma de la guerra civil, son miles quienes siguen en la calle protagonizando la mayor protesta de las últimas décadas en el país.
Irak
Otro primer ministro que podría dimitir en los próximos días es Adel Abdul Mahdi, al frente del gobierno iraquí desde hace solo un año. Su dimisión llegaría más de un mes después de que empezaran las protestas en todo el país para denunciar el desempleo, la carestía de la vida, la corrupción de la clase política, y su identificación con los intereses de las grandes potencias que confrontan en el país, Estados Unidos e Irán, y no con las necesidades de un pueblo que ha vivido tres guerras en los últimos cuarenta años.
La dura represión de los primeros días de las protestas, que acabaron con decenas de muertos por fuego real entre los manifestantes, potenció aún más la indignación, amplificando las dimensiones de unas protestas transversales donde profesionales, estudiantes, y la población en general ha expresado su hartazgo por unas condiciones de existencia que no mejoran. En las últimas semanas se han unido a los manifestantes líderes políticos, como el clérigo chiíta Moqtada Al Sadr.
Mientras, desde los desprestigiados partidos políticos se ha intentado también responder a las protestas con medidas sociales y fórmulas anticorrupción, sin conseguir desmovilizar a la población. En Bagdad, el gobierno afronta el desafío de miles de personas que llevan días intentando cruzar el puente Jumhuriya, que conduce a la Green Zone, el área donde se concentran las instituciones públicas y las sedes diplomáticas.
Cientos de personas han muerto hasta ahora, víctimas de los disparos y las bombas de gases lacrimógenos usadas por la policía.
Guinea Conakry
Octubre ha sido un mes de movilizaciones también en Guinea Conakry, donde miles de personas han salido a la calle para protestar contra la pretensión del actual presidente, Alpha Condé, de reformar la Constitución para presentarse a un tercer mandato. Los manifestantes, articulados en torno a la plataforma ad hoc Frente Nacional en Defensa de la Constitución, llevan dos semanas de movilizaciones que le han costado la vida a nueve personas abatidas por las fuerzas de seguridad.
Con su intención de presentarse de nuevo a las elecciones, Condé, de 81 años, ha provocado el descontento de gran parte de la población, desencantada con una figura política que llegó al gobierno con promesas de cambio, tras dos años de gobierno militar después del golpe de Estado de 2008. Sin embargo, también hay quienes defienden la oportunidad de actualizar la Constitución. Los detractores de Condé cuestionan que haya decidido acometer dicha reforma casi al final de su segundo mandato.
Este lunes, el Frente Nacional por la Defensa de la Constitución volverá a las calles de la capital, Conakry, para manifestarse. La atmósfera ya es tensa por desacuerdos con el ayuntamiento sobre el itinerario de la marcha. A esto se suma el hecho de que los manifestantes no pudieron enterrar en un ritual público a las víctimas de la primera semana de protestas, como tenían programado el pasado 31 de octubre, pues sus planes coincidieron con el regreso al país del presidente, recibido por una gran manifestación de apoyo por parte de sus partidarios.
Haití
El presidente haitiano Jovenel Moïse, por su parte, no ha contestado con su dimisión a las protestas que desde hace un mes ocupan las ciudades del país. Argumenta que en caso de dejar el poder, el Estado se sumiría en el caos y la violencia provocada por el vandalismo.
Los haitianos empezaron a manifestarse el pasado mes de septiembre en protesta por la escasez de combustible y la carestía de artículos de primera necesidad. A las demandas de tipo económico, se suma un fuerte descontento político: exigen la salida de un gobierno que ha sido diligente en la aplicación de medidas de austeridad, e incompetente en la reconstrucción del país después del fatal terremoto de 2010.
Tras semanas con las escuelas cerradas, las carreteras bloqueadas y amplios sectores de la población movilizados -también con el apoyo de la oposición- el suministro eléctrico está al límite. El gobierno señala como culpables a las compañías privadas de energía que operan en el país, y ha presentado un paquete de políticas sociales como respuesta a la crisis. Lejos de detener las protestas, los manifestantes, que han sufrido decenas de bajas por la represión policial, siguen en las calles exigiendo la marcha de Moïse y denuncian a Estados Unidos por su respaldo al político.
Argelia
El pasado 1 de noviembre, miles de argelinos se manifestaron en Argel en ocasión del 65 aniversario del inicio de la lucha armada por la independencia. Las movilizaciones exigieron el derrocamiento del actual régimen, al que los manifestantes consideran aún vigente, incluso tras la salida del ex presidente Abdelaziz Buteflika a principios de abril de este año, como resultado de semanas de protestas que arrancaron tras el anuncio de que el entonces jefe de Estado se presentaría a un quinto mandato.
Desde entonces, el Hirak (movimiento) no ha cesado de manifestarse cada viernes y vigila atentamente la manera en la que las élites están planteando la transición, mostrándose muy críticos con las elecciones convocadas para el próximo 12 de diciembre, que consideran diseñadas para perpetuar a la clase política en el poder, apoyada por la antigua metrópoli. Uno de los principales reclamos de las movilizaciones del pasado viernes, que se extendieron por todo el país, fue la conquista de una “nueva independencia”.
*Por Sarah Babiker para El Salto Diario