Derechización electoral a la uruguaya

Derechización electoral a la uruguaya
17 octubre, 2019 por Tercer Mundo

El 27 de octubre, vota Uruguay. Ninguno de los candidatos logrará superar el 50 por ciento, por lo que el próximo presidente se definirá en la segunda vuelta.

Por Diego Castro Vilaboa para La tinta

Once varones compiten por la presidencia de Uruguay, aunque solo dos tienen posibilidades de ser electos: el candidato del Frente Amplio (FA), Daniel Martínez, y el del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou. Un poco más lejos quedan las aspiraciones de Ernesto Talvi y su Partido Colorado, que gobernó el país por 200 años, con breves interrupciones. Avanzando en las encuestas, se coloca cuarto Cabildo Abierto, un partido creado en el mes de abril y cuyo candidato fue comandante en jefe del ejército por cuatro años bajo gobiernos frenteamplistas: Guido Manini Ríos.

El resto de los partidos pequeños oscilan en torno al 1 por ciento de apoyo y, con seguridad, al menos dos de ellos no accederán al parlamento.

Hechas estas aclaraciones iniciales, es importante comprender las presentes elecciones nacionales en dos episodios diferenciados. La primera vuelta, marcada por la conformación del parlamento, y el balotaje, donde los dos candidatos más votados compiten por la presidencia.

Detengámonos en los cuatro partidos con mayor respaldo. Según las encuestas, el FA obtendría entre el 30 y el 40 por ciento de los votos, el Partido Nacional entre el 23 y el 28, el Partido Colorado entre 12 y 18, y Cabildo Abierto entre 7 y 12 por ciento. Dos encuestadoras han publicado escenarios de balotaje: en ambas, la derecha ganaría en segunda vuelta. Para la consultora Opción, Lacalle reuniría el 49 por ciento y Martínez el 41. Mientras que, para Radar, Lacalle obtendría 47 por ciento y Martínez el 44.

Los resultados de la primera vuelta no son trasladables al balotaje, al menos, por un elemento importante que beneficia al candidato del Frente Amplio: contradiciendo a las encuestas, es poco probable que Lacalle logre capturar todos los votos de Talvi y de Manini, sobre todo, por su perfil altanero, esto es, sus ínfulas y estilo aburguesado. La duda se presenta en torno a si este elemento es suficiente para que Martínez pueda descontar una diferencia tan importante. Si comparamos con la elección de 2014, el FA perdió casi el 10 por ciento del electorado.

Uruguay elecciones 2019 la-tinta

Gane quien gane, el próximo gobierno será más débil que los tres anteriores y también estará más a la derecha. Ninguna de las fuerzas políticas tendrá mayoría parlamentaria y, a priori, la conformación de bloques no será tarea sencilla. Aumentará la dispersión partidaria y la incidencia de la derecha en el parlamento. En la actualidad, cinco partidos tienen representación parlamentaria y es probable que ingresen entre tres y cuatro más, uno de ellos con fuerte presencia (Cabildo Abierto). Todo parece indicar que el partido de Manini jugará un papel relevante, incluso, por encima de su respaldo electoral (en el mejor de los casos, obtendrá cuatro senadores y una decena de diputados). De los restantes partidos, solamente la Unidad Popular tiene una clara orientación de izquierda.

Los candidatos: un museo de grandes novedades

Un socialdemócrata con retórica emprendedora, el hijo del presidente que impulsó las privatizaciones en 1990, un chicago boy y un militar con pedigrí de extrema derecha: estas son las principales opciones electorales.

Martínez y Talvi tienen 62 años, Manini, 60 y Lacalle, 46. Todos ellos son profesionales universitarios: Martínez, ingeniero industrial; Talvi, economista; Manini, además de militar de carrera, es historiador, y Lacalle, abogado. Los dos últimos son graduados de una universidad privada (Universidad Católica) y los primeros en la pública (Universidad de la República). Paradojalmente, los graduados en la universidad pública tienen fuerte trayectoria profesional privada y Manini y Lacalle se han desempeñado fundamentalmente en la esfera estatal: el primero como militar y el segundo como parlamentario desde los 27 años.


Daniel Martínez fue presidente de la juventud socialista, tiene militancia política en dicho partido y fue dirigente sindical en la federación de funcionarios de la Empresa Estatal de Combustible (ANCAP). En los inicios de la década de 1990, concentró su actividad en el sector privado, hasta que, en el primer gobierno del Frente Amplio (2005), asumió como presidente de ANCAP y, luego, como ministro de Industria. En 2010, pese a contar con buen apoyo -según las encuestas-, el Frente Amplio negó la posibilidad de que compita para intendente de Montevideo, lo que luego sucedió en 2015 ganando la elección. Siendo ministro (2009), ingresa a la Gran Logia de la Masonería. En sus participaciones públicas, insiste en defender lo hecho por los gobiernos progresistas y critica enfáticamente la negatividad desatada por la oposición. El eslogan de su campaña es “Mantener lo bueno, hacerlo mejor”. Paradojalmente para un candidato de “izquierda”, ha expresado en reiteradas oportunidades que uno de los desafíos estructurales del Uruguay es generar cultura emprendedora. Además de ser candidato, Martínez encabeza la renovación generacional del Frente Amplio y es propenso a armar sus propios equipos sin dar mayor importancia a los equilibrios internos ni a los referentes históricos (Vázquez, Mujica y Astori), siendo esto notorio en la conformación de los grupos de asesores temáticos que constituyó durante la campaña. Sorprendió al promover a Graciela Villar a la vicepresidencia, contradiciendo las opiniones de Astori y desplazando a Carolina Cosse, la candidata del sector de Mujica que había salido segunda en las internas. Hasta entonces, Villar era una militante desconocida fuera de las estructuras partidarias. Los movimientos de Martínez están desacomodando la estructura y los equilibrios internos. Inicialmente, los dos sectores principales del Frente Amplio disminuirán su caudal electoral: el ala derecha de la coalición del ministro de Economía Danilo Astori y el sector del ex presidente Mujica. Pese a ello, estos grandes brazos de la coalición seguirán funcionando. De confirmarse las encuestas, el sector “progresistas” del ex presidente del Banco Central, Mario Bergara, y las alianzas en torno al sindicalista de la construcción e integrante del Partido Comunista, Oscar Andrade, se convertirán en las dos fuerzas principales de la bancada parlamentaria del Frente Amplio.


Las principales propuestas de Martínez están atravesadas por un aura modernizadora y desarrollista, que, efectivamente, propone dar continuidad al modelo de promoción de la inversión privada para no dejar de crecer. El plan es que el Estado genere los beneficios necesarios para que la actividad económica crezca indefinidamente y una parte muy menor de ese crecimiento pueda ser transferido a los servicios públicos y a políticas compensatorias, siempre focalizadas.

Uruguay campaña electoral 2019 la-tinta

Luis Lacalle Pou, el candidato más joven en competencia, es hijo de Luis Alberto Lacalle Herrera, presidente entre 1990 y 1995, y líder actual del sector que fundara su bisabuelo Luis Alberto de Herrera. Lacalle representa la vuelta a las políticas neoliberales-promercado, aunque su discurso se matiza cuando expresa su apoyo a varias de las políticas sociales frenteamplistas. Propone una reducción del gasto público drástico (shock) para contener el déficit fiscal y flexibilizar las negociaciones salariales por sector, atendiendo a las particularidades de cada empresa.

Ernesto Talvi, economista formado en Chicago y apadrinado por el último presidente colorado, Jorge Batlle, fallecido en 2016. Fue asesor del Banco Central entre 1990 y 1995. Desde fines de 1990, dirige CERES, una fundación que asesora productores agropecuarios y empresarios. Talvi se autoidentifica como liberal e intenta conectar con la tradición de la excepcionalidad uruguaya y la idea de la “la suiza de América”, usando como eslogan de campaña una frase de Batlle y Ordoñez, la principal figura de su partido en el siglo XX: “Un pequeño país modelo”. Pese a ello, su agenda, formación y trayectoria es de claro sesgo neoliberal.


Guido Manini Ríos es una novedad añeja. Novedad porque irrumpe con su partido hace solo unos meses y reúne 12 por ciento del electorado (en ascenso). Y añejo, ya que proviene de una familia de políticos del sector riverista (extrema derecha) del Partido Colorado. Su abuelo Pedro fue diputado, senador, ministro del Interior y canciller. También fue ministro de Hacienda en la dictadura de Terra (1933-1938). Su tío Carlos fue diputado, senador, ministro del gobierno predictatorial de Pacheco, embajador durante la dictadura y ministro del Interior del primer gobierno de Julio María Sanguinetti. Manini fue comandante en jefe del ejército desde 2015, cuando fuera nombrado por José Mujica, hasta 2019. En este año, fue destituido por el presidente Vázquez luego de violentar la inhibición constitucional de los militares de intervenir en asuntos de política nacional: primero, opinando sobre la reforma de las jubilaciones militares y, posteriormente, criticando a la justicia por el tratamiento que realiza a los militares que están involucrados en crímenes de lesa humanidad. De vida acomodada, estudió en el Liceo Francés, luego, hizo carrera militar y estudió historia en la Universidad Católica. Fue observador militar en Irán (1988), Irak (1989) y Mozambique (1993 y 1994). Un año (2010) antes de ser ascendido a general, fue agregado militar en la embajada en Estados Unidos. Mientras se desempeñó como comandante del ejército, se mostró cercano a integrantes del gobierno, fundamentalmente, al ministro de Defensa, el ex tupamaro Fernández Huidobro. Es recordada su participación en el entierro de Huidobro, cuando sostuviera que éste había sido uno de los mejores ministros de Defensa en la historia uruguaya. En 2017, fue acusado por organizaciones de derechos humanos de dar pistas falsas sobre los desaparecidos. La figura de Manini recuerda a Mario Aguerrondo, un militar que fue jefe de policía de Montevideo a comienzos de 1960, ultranacionalista y anticomunista, fundador de la logia paramilitar de los Tenientes de Artigas, que se presentara a las elecciones en 1971 por el Partido Nacional y obtuviera un porcentaje similar al apoyo que tendrá Manini, 13 por ciento. El uso del artiguismo en su versión militar-nacionalista, la pertenencia al ejército, las posturas de “mano dura” y los sectores sociales que los apoyan vinculan a Aguerrondo y Manini.


Como es notorio, pese al esfuerzo por presentarse como propuestas renovadoras y relativamente ajenas a la “política profesional”, todos los candidatos están familiarizados con diferentes grupos de poder y las principales tradiciones políticas. En este contexto, lo esperable para las próximas elecciones es un giro más o menos leve a la derecha, con o sin progresismo.

Contra el desánimo, las luchas sociales

En mi entorno, que mayormente es de militantes sociales sin filiación partidaria, el proceso electoral no levanta mayor expectativa; más bien se intercambian comentarios de preocupación. Unos sostienen que conviene que el progresismo pierda y que ello clarifique la relación de las luchas con el Estado. La experiencia argentina parece contradecirlos: cuatro años después, exceptuando la vitalidad feminista, el resto de las fuerzas populares se encuentran a la espera del retorno de un kirchnerismo descafeinado. Sería desolador encontrarnos en esa situación en 2024. Otras posiciones entienden que es preferible que haya un gobierno menos hostil a las posiciones de las luchas: una expresión apática de “lo menos malo”.

Más allá de estas especulaciones, el problema de las luchas se encuentra en el terreno propio y, aunque no da lo mismo quien gane, lo relevante es cómo se retoma protagonismo luego de 15 años de conflictividad controlada. ¿Cómo retomamos la mejor tradición de nuestras luchas, de ser fuerza en sí gobierne quien gobierne?

Exceptuando las luchas feministas y ambientales, el resto se desarrolla en un terreno mayormente delimitado por lo que se presenta como posible desde las esferas gubernamentales. El movimiento sindical, muy importante en Uruguay hasta la fecha, restringe su accionar a la defensa de algunas conquistas importantes, pero claramente insuficientes, como, por ejemplo, el mantenimiento de la negociación colectiva de salarios. Habrá que aprender de las luchas que han logrado desbordar, impulsando una relación no ideológica con el Estado (pragmática), no estadocéntrica: luchas para obligar a que los gobiernos y los patrones nos obedezcan. Esa será la manera desacoplar los deseos y anhelos populares de las siempre tibias concreciones gubernamentales.

Uruguay centros electorales la-tinta

El Frente Amplio, en sus tres gobiernos, abandonó cualquier atisbo de intentar llevar a cabo transformaciones relevantes de las injusticias y dominaciones que nos atraviesan. Es común que se festejen los grados inversores o las mediciones que demuestran lo buena salud de nuestro capitalismo dependiente. Esto no supone desconocer las mejoras materiales, pero son insuficientes y fundamentalmente insostenibles. Depender de un modelo que requiere de la inversión extranjera y la intensificación del despojo de los bienes naturales para crecer es como comprarse una soga a la medida del cuello. Podrá reactivarse la legitimidad del modelo momentáneamente, con el 2 por ciento de crecimiento del PBI, que promete la instalación de una segunda planta de producción de celulosa (UPM 2), pero ¿y luego? ¿Otra inversión en condiciones más leoninas?

Entre el progresismo liberal y la restauración conservadora, no encontraremos solución a los problemas de nuestras vidas: trabajos precarios y mal pagos, alquileres que se llevan más de la mitad del sueldo el primer día de cobro, servicios públicos caros y de mala calidad, violencia amplificada en todas sus expresiones y variantes, y una extensa lista que tendrá expresiones diferentes y concretas de acuerdo con quien la redacte. No hay una lista universal, así como tampoco un sujeto universal y abstracto que la pueda presentar y conquistar. Los tiempos que vienen requieren de amplios procesos de composición política de sujetos heterogéneos. Donde nadie deje de ser lo que es para compartir la lucha con otros.

La crisis de la izquierda en torno a las estrategias de transformación es añeja y profunda. Los desafíos son de largo aliento y siempre es tiempo de recomenzar. En los próximos meses, solo elegiremos el próximo gobierno; nuestras alternativas se encuentran en otro lado y, para encontrarlas, hay que buscar diferente. No se trata solo de querer un mejor gobierno, es necesario dar forma a experiencias políticas que nos permitan hacernos cargo de manera directa de los medios de vida. Fortaleciendo los existentes y creando nuevos procesos organizativos autónomos para la gestión del agua, la vivienda, los servicios educativos y de salud, etc. Formas que nos permitan producir re-equilibrios, deformando los modos de gobierno y sus formas de gestión mercantil de la vida.

*Por Diego Castro Vilaboa para La tinta

Palabras claves: elecciones 2019, Frente Amplio, Uruguay

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