Alerta con la bestia herida

Alerta con la bestia herida
20 septiembre, 2019 por Tercer Mundo

La segunda vuelta electoral en Israel no destrabó la puja por quién será el próximo primer ministro, mientras la política oficial contra los palestinos se mantiene sin fisuras.

Por Pablo Jofré Leal para HispanTV

A pesar de todas las tretas que puede usar un político corrupto para seguir en el poder, incluyendo violaciones manifiestas a las reglas electorales y maniobras que impidan responder sobre los delitos cometidos bajo sus administraciones de gobierno, Benjamín Netanyahu no pudo alcanzar la mayoría de los asientos en la Knesset (parlamento), y ello puede significar que vaya cuesta abajo en rodada, pero debemos estar alertas a los manotazos de una bestia que ha sufrido un golpe.

Al igual que en la elección de abril pasado, el conglomerado de partidos ultraderechistas y ultrarreligiosos -liderados por el Likud-, no alcanzó la cifra de 61 escaños, que le permitiese conformar un gobierno de mayoría. Previo al día de la votación, trascendió que el premier sionista excluyó a los jefes de las distintas ramas del ejército de ocupación israelí de la reunión de gabinete, convocada para el pasado lunes, destinada a aprobar una operación de agresión contra la Franja de Gaza, que hubiese retrasado las elecciones del 17 de septiembre. Esto, como una maniobra destinada a dar más tiempo para convencer a una sociedad que le está dando la espalda.

Un posible ataque a Irán y la intensificación de las agresiones contra Gaza, El Líbano y Siria, estuvieron en la mesa de estrategias militares del sionismo, lo que hizo que periodistas como el inglés Jonathan Cook se interrogara: “¿Por qué Netanyahu se arriesgaría a provocar un enfrentamiento con Irán o Hizbullah en un momento crítico de su campaña electoral?”. La respuesta era más simple de lo pensado: Netanyahu vive tiempos desesperados, es el primer ministro de Israel que más tiempo lleva en el cargo, pero que cada vez está más asediado y necesita, por ende, salidas arriesgadas.

El encuentro de gabinete mencionado se realizó en el Valle del Jordán (Ghor Al Urdon, o Al Ghawr, en árabe) en la Cisjordania ocupada, aprobando un nuevo crimen de guerra: la regularización de una colonia judía, como ofrenda a los usurpadores del territorio palestino pero la aprobación definitiva de la colonia fue matizada por Netanyahu, señalando que dicha conformidad sólo sería posible “con el establecimiento del próximo gobierno”.

Israel campaña electoral la-tinta

En el  Valle del Jordán, que Netanyahu considera crucial para el cada día más indefendible mito de “la seguridad de Israel”, residen cerca de 70 mil palestinos y sólo nueve mil colonos judíos distribuidos en 37 colonias, dedicados principalmente a la explotación agrícola del suelo palestino. Una zona fértil, dotada de un clima cálido y agua en abundancia -monopolizada por la empresa sionista Mekorot-, que abastece el riego de los cultivos, explotados por Israel y exportados al mundo bajo el falso rótulo de Made in Israel: dátiles, plátanos, hortalizas, cosméticos con arena, sales extraídas del mar Muerto, y cítricos, entre otros productos.


Lo señalado en la reunión de gabinete y las medidas anunciadas fueron la oportunidad de Netanyahu para tratar de revertir un nuevo varapalo, a pesar de las ayudas que ha recibido de su padre putativo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien no ha escatimado esfuerzo para apuntalar a su socio más incondicional mediante una serie de medidas tan ilegales como provocativas: trasladar la Embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Al Quds (Jerusalén); anexar la meseta del Golán sirio, ocupado desde el año 1967, a pesar de las declaraciones de Stéphane Dujarric, portavoz del jefe de la organización de las Naciones Unidas: “Para nosotros, el estatus del Golán ocupado está consagrado en las resoluciones del Consejo de Seguridad. La postura no ha cambiado”. Sumemos la probable firma de un Tratado de Defensa Mutua, para así contrarrestar la influencia de la República Islámica de Irán en la región. Y, finalmente, anexar el asentamiento de Kiriat Arba en Al Khalil (Hebrón), lo que supone profundizar la herida abierta en el corazón del mundo palestino.


La estrecha unión entre Trump y su aliado sionista se expresó a través de una clara estrategia de campaña, diseñada en conjunto con el propósito principal de la administración estadounidense de mantener en el poder a Netanyahu, en virtud de los planes de Washington, el lobby sionista y el complejo militar-industrial, con el objeto de consolidar un gobierno plenamente funcional. Que sea su herramienta hegemónica en Medio Oriente, permitiéndole en recompensa a la entidad sionista comenzar a consolidar su pretendido objetivo expansionista de ocupar el conjunto del territorio palestino, haciendo inviable la posibilidad de su autodeterminación.

Netanyahu no dudó en aliarse con partidos calificados como terroristas por su propio aliado estadounidense y la Unión Europea, como es el caso de Poder Judío, cuyo líder, Michael Ben Ari, se declara heredero político de la extremista formación Kach, fundada en 1980 del siglo pasado por el fanático y asesinado rabino Meir Kahane, quien propugnaba la prohibición de matrimonios mixtos, exhibía posturas racistas, y tenía como punto programático la expulsión del pueblo palestino. Netanyahu le ofreció a Poder Judío las carteras de Vivienda (favoreciendo la construcción de más y más asentamientos en Cisjordania) y la cartera de Educación, de tal forma de influir desde la niñez en una educación basada en la ley de Estado de nación judía.

Palestina asentamientos ilegales israelies la-tinta

Los resultados arrojaron que el bloque de ultraderecha de Netanyahu obtuvo 56 escaños, 32 de los cuales los obtiene el Likud (necesita 61 para ser mayoría). Por su parte, el bloque de derecha Kahol Lavan (Azul y Blanco), del ex jefe del Estado mayor del ejército Benny Gantz, logró igualmente 32 escaños, que sumados a los de sus socios de campaña logran una cantidad similar de asientos que Netanyahu. Tal situación obliga a dirigir las deliberaciones y posible decisión por parte del presidente israelí Reuven Rivlin, quien determinará cuál de los dos candidatos, en virtud de quién ofrezca mayores grados de gobernabilidad, intentará formar gobierno. En este escenario es donde Ysrael Beitenu (Israel Nuestra Casa), el partido de Avigdor Lieberman, adquiere fundamental importancia.


Netanyahu será citado a principios de octubre a una serie de indagatorias por los cargos de corrupción, soborno y abuso de poder en tres distintos expedientes, que son dirigidos por el Fiscal General de Israel, Avichai Mendelblit, en el llamado “Caso 4.000”, sobre los favores gubernamentales por 250 millones de euros a grupos mediáticos para favorecer su imagen. También el “Caso 1.000”, donde se acusa a Netanyahu y a su familia de recibir regalos por tráfico de influencias por 250 mil euros. Y el “Caso 2.000”, que vincula a Netanyahu con el editor del diario Yedioth Ahronot, para obtener una cobertura favorable. Para contrarrestar lo que supone debería ser una condena a sus actividades ilícitas, para Netanyahu, cuyo mandato ha sido el de más larga duración en Israel, era clave obtener un fuerte apoyo en las urnas y así avanzar hacia un eventual blindaje judicial.


Objetivo no logrado, lo que deja abierta la posibilidad que las estructuras de justicia ejerzan el papel que se les viene pidiendo de diversos sectores de una sociedad, que comulga plenamente con la política exterior de Netanyahu, pero que en un claro doble rasero miran para un costado cuando se trata de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino, y exigen una conducta moral intachable cuando se trata de la administración del poder al interior de esta etnocracia.

El gran peligro que se abate ahora no es tanto para una sociedad cuyos líderes han estado acostumbrado a acusaciones de corrupción; recordemos que ya Ehud Olmert, ex primer ministro entre 2006 y 2009, tuvo que dimitir frente a acusaciones de sobornos en proyectos inmobiliarios, a lo cual hay que sumar sus problemas de no poder salir de los territorios ocupados por acusaciones de crímenes de guerra, como le sucedió en julio pasado. El peligro mayor lo vivirá la precaria situación de la región, sujeta a ataques, agresiones e invasiones según sea el termómetro político interno sionista.

Otro primer ministro también está sujeto a investigaciones por cohecho tras acusaciones vertidas por el mencionado Olmert: Ehud Barak, que vio salpicada su campaña para las recientes elecciones, porque la sociedad lo vinculó con el fallecido financista estadounidense de creencia judía Jeffrey Ensptein, quien se suicidó en agosto pasado tras las acusaciones de tráfico y abuso sexual de menores. Y en este recuento de políticos corruptos no podía faltar el fallecido Ariel Sharon, contra quien la policía israelí en el año 1999 solicitó el procesamiento por el delito de tráfico de influencias cometido en favor del ex general Abigdor Ben Gal, convertido en un próspero hombre de negocios en la compra de propiedades en Grecia. Una causa archivada en interés nacional, visto que Sharon pasó a ocupar el cargo de primer ministro y su proceso hubiese significado su destitución.

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Escrutadas el 95 por ciento de las mesas de votación, la coalición encabezada por el Likud, y la coalición Azul y Blanco, empatan con 32 escaños cada uno. La suma de bloques arroja 56 escaños para Netanyahu y 55 para el sector de Gantz, ninguno con mayoría para formar gobierno, pero claramente un fracaso para el actual primer ministro que, incluso absorbiendo al partido Kulanu y sus cuatro escaños anteriores, fue incapaz de alcanzar los 35 puestos que obtuvo en julio pasado. Nuevamente, el partido bisagra está en manos de uno de los políticos más extremistas de Israel, el colono de origen moldavo Avigdor Lieberman, ex ministro de Defensa de Netanyahu, quien con su renuncia a fines de 2018 propició este panorama electoral.


Lieberman, líder de Israel Nuestra Casa, se presenta como una especie de mesías que ofrece la unidad como salvación para la crisis política que vive la entidad sionista. Una unidad que expresa claramente el alma del Israel racista y del apartheid, ya que el pacto pensado por Lieberman es formar un gobierno de salvación nacional de centroderecha, donde los palestinos que habitan su territorio histórico y tienen la ciudadanía israelí no tengan participación y menos derechos. Un exterminio, que a la par del físico, se ha convertido hoy en legal, considerando la llamada ley de Estado nación judía. Lieberman, aquel viejo portero de una discoteca en Chisinau, la capital de Moldavia, el trabajador hidráulico devenido en colono tras emigrar a tierras palestinas ocupadas en 1978, y el político de partidos extremos, busca consolidar lo que puede ser su catapulta a un futuro sillón como premier.


El llamado de Lieberman lo transformó en el hombre bisagra, el que tiene la llave de la gobernabilidad y que no ha ocultado sus deseos de llegar al cargo de primer ministro, aspirando  a presidir el cetro sionista, aún si ello lo convierte en lo que algunos medios denominan el “Judas de la ultraderecha”. Su llamado parece haber encontrado eco en Gantz, quien sostuvo ante sus partidarios en la noche del martes que ya estaba en contacto con los jefes de los partidos Labor Gesher y Unión Democrática, para concretar un gobierno amplio que acabe con los años de administración del Likud y sus asociados. “Netanyahu falló, lo logramos”, fueron las palabras de Gantz.

Pero cuidado con un Lieberman formado en los arrabales de la política israelí, que bien puede dar una sorpresa mayúscula y aliarse con Netanyahu si las ofertas dadas por éste lo satisfacen. Incluso los propios medios israelíes, como Haaretz, especulan si Lieberman irá hasta el final en esta idea de derrotar a Netanyahu. Esto más allá de que haya declarado a la salida de la casa que ocupa en el asentamiento ilegal de Nokdim, en Cisjordania (al sur de Belén), que “no permitiré una tercera ronda de elecciones y no perderé el tiempo regateando”. Palabras vanas, pues su regateo ha sido claro con una lista de peticiones al mejor postor: borrador militar ultraortodoxo, transporte público y comercio en Shabat, educación secular Haredi, entre otras medidas. La nueva “niña bonita” de la política sionista afirmó además que no planeaba hablar con ningún otro líder hasta que cumplan con sus condiciones previas.

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Por su parte, los partidos que representan a la comunidad árabe (el 20 por ciento de la población, mayoritariamente de origen palestino), agrupados en la llamada Lista Conjunta, también lograron acrecentar su influencia al obtener 12 escaños, votos importantes pues en un eventual apoyo a Gantz -aunque ya anunciaron que no formarían parte de un posible gobierno del ex general-, podrían bloquear el acceso de Netanyahu a un nuevo mandato si se consolida la idea del peculiar llamado de Lieberman a un gobierno de unidad y salvación nacional. Apoyo absolutamente estéril, pues ninguno de los probables ocupantes del sillón de primer ministro tiene en su agenda de trabajo el tema palestino respecto al fin de la ocupación, el retorno de los refugiados, no más construcción de asentamientos ilegales en Cisjordania, el fin del bloqueo a la Franja de Gaza, o terminar con un sistema de apartheid que les permite un estándar de vida a costa de la violación de los derechos humanos de millones de palestinos.

Tras las elecciones parlamentarias en Israel, el panorama que se presenta da muestras del lento ocaso de un político que dominó la escena de la entidad sionista, haciendo que Israel tomara como suyas los propios intereses de Netanyahu, que hoy sólo “aspira a obtener una tarjeta que le permita estar fuera de la cárcel”, hipótesis que medios como Haaretz han comenzado a lanzar con fuerza. Es posible que salga de escena un Netanyahu que combinó sus intereses personales con los que una sociedad belicista, racista, que como nunca ha permitido la violación de los derechos humanos de millones de palestinos. Una sociedad que podrá cambiar a Netanyahu por un ex general que comandó las operaciones de agresión contra la Franja de Gaza en 2014, demostrando que la esencia racista, colonial y de ocupante no cambiará por más asuman los hombres de Azul y Blanco.

Un Netanyahu que, llegada la ocasión, sin duda será capaz de propiciar una nueva guerra de agresión contra la Franja de Gaza, e incluso decidir atacar a Irán, buscando de ese modo aglutinar a Israel tras su apetito voraz por el poder, así amenace la existencia misma de un régimen surgido en 1948. No todo está perdido para el ladino Netanyahu, que suele sacar ases bajo la manga cuando más parece perdido. No den por muerto a este político sionista, porque resulta un hecho que una fiera herida se torna más peligrosa. Netanyahu se prepara para pelear con dientes y uñas por su permanencia, y la temporada de ofertas se abrirá como una caja de pandora. Como prueba de su preocupación, ya trascendió que no irá a la reunión anual de la asamblea general de la ONU, donde seguramente se extrañarán sus bufonadas. Netanyahu parece estar cuesta abajo en la rodada, pero aún tiene de su parte a su amigo fiel, Donald Trump, y una conducta de inmoralidad y crímenes que no le impedirá asesinar a miles de palestinos y seguir destruyendo su tierra, si ello significa afianzarse en el poder.

*Por Pablo Jofré Leal para HispanTV

Palabras claves: elecciones 2019, Israel, Palestina

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