Vidas paralelas: por qué Ballas pudo ser Maradona y viceversa
Cuando al “10” le pidieron que compare con un boxeador a Gimnasia, su flamante club, eligió al campeón del mundo, oriundo de Villa María. No comparten una amistad, pero se olfatean, la vida los busca y reúne sus caminos. Ambos, con carencias de niño, gloria deportiva y complicaciones con el consumo de droga. Como Diego, Ballas sigue en movimiento, intentando terminar el colegio secundario.
Por Anibal Abt para La tinta
Corría el mes de mayo de 1980 cuando, en su camarín del estadio Luna Park, irrumpió Jorge Cysterpiller. «Diego quiere sacarse una foto con vos», escuchó. Hoy, reconoce que fue él quien debió haberle pedido tal permiso. Fue uno de los pocos encuentros entre Maradona y Gustavo Ballas, pero la instantánea de El Gráfico volvió a salir del baúl en los últimos días.
No sostienen una amistad, pero se reconocen pares, personas imperfectas, destacados deportistas y con triunfos más allá de un ring y una cancha. Se huelen, se mencionan.
En la primera conferencia de prensa como entrenador de Gimnasia y Esgrima de La Plata, al mayor faro futbolero nacional le pidieron que compare a su flamante club con un boxeador y no dudó en elegir al oriundo de Villa María: «Fue un tirador, un pegador, jodido en cualquier parte del mundo».
A ambos los separan apenas dos años de vida, pero el recorrido de sus carreras deportivas tiene muchos paralelos. En aquel entonces, el mítico escenario boxístico los descubría como grandes promesas. «Cuando lo escuché a Diego mencionarme el domingo, volví a ser campeón del mundo, aunque sea por 24 horas», narró, entre alguno de los varios llamados que atendió en las últimas horas.
Después, lo sabido: los dos fueron campeones del mundo y disfrutaron las mieles del reconocimiento ecuménico. Ballas se consagró el 12 de septiembre de 1981 en la categoría Supermosca de la AMB, la Asociación Mundial. El año en que Maradona pasó de Argentinos Juniors a Boca.
Sin embargo, antes y después, también sus experiencias fueron similares a las de Pelusa. Por caso, en la dura infancia que atravesó: criado junto a sus cuatro hermanos por su padre, hoy, dice que «no fui triste de niño», pero debió abandonar la escuela en quinto grado de la primaria para trabajar.
En la actualidad, señala que le queda un año para terminar el colegio secundario y sostiene el deseo de estudiar Psicología para formarse más en la problemática de adicciones. Pese a haber realizado un par de cursos en Drogadependencia y brindar charlas para adictos junto a médicos, advierte que no es «un profesional». En su pasado post retiro del boxeo, al igual que en el de Maradona, la cocaína estuvo muy presente. Hace un tiempo, se reconoce como «recuperado», pero «mentiría si dijera que fue fácil», sufrimiento y síndromes de abstinencia mediante.
Sobre aquellos momentos, Ballas valora el apoyo de Miriam. ‘La tana’, su esposa, testigo y parte de los vaivenes de vida: “Alguna vez, hizo aeropuertos internacionales, se hospedó en hoteles cinco estrellas, se vistió con ropa de marca y fue la señora del campeón. Pero, cuando las cosas me fueron mal, se bajó del pedestal y fue a limpiar casas ajenas para que en casa haya un plato de comida”.
Y mientras Diego busca los libros del fútbol argentino después de elegir dirigir al equipo que está último en la Superliga y en los promedios, Ballas busca cerrar el nivel medio. Ambos, claro está, responden a su modo. A la distancia, sus vidas corren senderos paralelos.
*Por Anibal Abt para La tinta