Asentamientos israelíes, ciudad de vacaciones
El turismo en los asentamientos ilegales de Cisjordania promovido por el gobierno israelí y empresas como Airbnb, Booking y TripAdvisor perpetúa la ocupación en Palestina.
Por Leire Regadas para El Salto
“Desert Camping Israel, sienta la serenidad del desierto y conozca la cálida hospitalidad israelí”; así anuncia Airbnb el camping situado en el asentamiento ilegal Kfar Adumim, un paraje de gran atractivo debido a sus vistas sobre el desierto de Judea y el Valle de Jordán. Los turistas llegan a pagar hasta 200 euros por disfrutar de la “experiencia” de una noche en tiendas tradicionales de estilo beduino. Lo que Airbnb no especifica es que la zona de acampada está gestionada por colonos israelíes ni que se encuentra dentro del Territorio Palestino Ocupado de Cisjordania. Concretamente, en tierras que pertenecían a pastores beduinos que han sido expulsados por el ejército israelí a medida que han ido expandiendo la colonia.
El esquema se repite en otros lugares como en el pueblo Khirbet Susiya, promocionado como atracción turística arqueológica, donde los habitantes palestinos viven en refugios desde que los militares israelíes demolieron cientos de viviendas, se apropiaron de las tierras de cultivo y confiscaron recursos naturales como el agua para ampliar el asentamiento ilegal de Susiya.
Todos los asentamientos se encuentran dentro de la denominada área C, bajo control militar israelí, que conforma el 60 por ciento de toda Cisjordania. Tanto la zona como los lugares arqueológicos dentro de ella están fuera del alcance de los palestinos, que tienen el acceso prohibido. “A través de ofertas en las colonias, TripAdvisor, Airbnb, Booking y Expedia contribuyen a rentabilizar, mantener y normalizar la presencia ilegal de personas colonas en los Territorio Palestinos Ocupados”, denuncia Amnistía Internacional (AI) en el reciente informe Destino: Ocupación.
Los colonos son ciudadanos israelíes y judíos provenientes de todo el mundo que residen en los asentamientos ilegales motivados por razones ideológicas, religiosas o económicas, ya que Israel les proporciona derechos y beneficios que niega a los palestinos, como infraestructura, servicios y subsidios, y también impunidad. A pesar de encontrarse dentro del territorio palestino, los colonos están sujetos a la ley civil israelí, mientras que los palestinos viven bajo un régimen militar que supone un sistema de opresión y discriminación. Organizaciones que trabajan por los derechos humanos en Palestina, como Al Haq, advierten que los ataques -a veces armados- perpetrados por parte de los colonos, y protegidos por soldados y empresas de seguridad privada, aumentan cada año.
Según el derecho internacional humanitario, los asentamientos son ilegales y constituyen crímenes de guerra, pero las políticas de expansión y colonización no cesan. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha aprobado recientemente la construcción de 2.300 viviendas dentro de las colonias en Cisjordania. Simultáneamente, continúan las expropiaciones de tierras y las demoliciones: 70 viviendas palestinas fueron derribadas el pasado mes de julio en Jerusalén Este y, en total, son más de 50.000 desde que Israel ocupó Cisjordania en 1967. En su lugar, se han edificado 250 asentamientos ilegales donde se alojan alrededor de 650.000 colonos y, ahora, también turistas.
Existe una razón menos evidente que la del beneficio económico para que Israel haya incrementado el apoyo a la industria turística ligada a los asentamientos, el interés político e ideológico de crear una narrativa única sobre la historia. En la ciudad de Hebrón, considerada un microcosmos del apartheid israelí por albergar una colonia en su interior, TripAdvisor publicita un tour donde los colonos cumplen la función de guías turísticos protegidos por los militares.
“Basado en su ideología racista y colonial, Israel ha negado, borrado o apropiado el patrimonio arqueológico y cultural de la civilización árabe en Palestina durante décadas”, explica Nada Hussien, del movimiento de Boicot Desinversiones y Sanciones (BDS) de Palestina. “A los turistas les han lavado el cerebro, les han engañado, no saben que esta es nuestra tierra”, reclama un agricultor palestino.
Mediante la usurpación de los recursos naturales como el agua y la confiscación de más de 100.00 hectáreas, el colonialismo israelí ha convertido las ciudades y aldeas de Cisjordania en islotes aislados entre sí, rodeados por asentamientos ilegales, una red de carreteras que los conecta y el muro del apartheid que, junto con cientos de puestos de control, restringe a diario la libertad de movimiento de cinco millones de palestinos. La industria del turismo en Israel y en los asentamientos ilegales de Cisjordania está alimentando, beneficiando y normalizando el colonialismo, la ocupación y el sistema de apartheid, y a las violaciones de los derechos humanos de las personas palestinas.
Turismo militar
“Aprende lo que se necesita para ser un guerrero antiterrorista. Conoce los valores del ejército israelí con instructores que sirvieron en las fuerzas de élite de defensa de Israel. Perfecto para celebrar cualquier tipo de ocasión”. TripAdvisor anuncia de esta manera en el apartado “juegos y diversión”, una actividad militar donde los turistas cruzarán varios checkpoints hasta llegar al conjunto de asentamientos de Gush Etzion, en Territorio Palestino Ocupado. Allí, dispararán armas de fuego durante dos horas con el pretexto de “aprender a luchar contra el terrorismo”.
Detrás de la actividad, se encuentra la empresa dirigida por militares israelíes Caliber 3, que se autodefine como una academia de entrenamiento contra el terrorismo y la seguridad, y ofrece cursos tanto para unidades del ejército profesionales como para turistas. “Los crímenes de guerra no son una atracción turística”, sentencia Amnistía Internacional.
Jerusalén Este es reconocida como Territorio Palestino Ocupado, pero Israel anexionó la ciudad y trata de proclamarla como su capital administrativa con el beneplácito de Estados Unidos. El objetivo es transformarla en una ciudad judía israelí mediante el desplazamiento forzado de los palestinos y la transferencia de ciudadanos israelíes a la zona.
Paralelamente, los intentos para convertir Jerusalén en uno de los principales destinos turísticos son cada vez mayores; prueba de ello es el proyecto de reapertura del Aeropuerto Internacional y la construcción de una red de tranvía -que llevará a cabo la empresa vasca CAF-, que conectará los asentamientos ilegales del Territorio Palestino Ocupado con la ciudad.
Pinkwashing, boicot y turismo ético
Ante la creciente industria turística en los asentamientos ilegales en Palestina, el movimiento BDS ha elaborado una guía sobre turismo ético en los Territorios Palestinos Ocupados. Entre las recomendaciones, se encuentran no visitar lugares históricos o religiosos, especialmente, aquellos que se encuentran en asentamientos ilegales, y evitar productos y servicios (incluidos hoteles, restaurantes, agencias de viajes, etc.) proporcionados por compañías israelíes o internacionales cómplices de Israel, además de presionar para que dejen de promocionarse en asentamientos ilegales y sustituirlos por proveedores palestinos o no cómplices. Entre las buenas prácticas para un turismo ético, destacan aumentar las visitas de solidaridad con la causa palestina.
Israel es un destino que cada año recibe un mayor número de visitantes: en 2018, viajaron más de cuatro millones de personas, una cifra récord. Una de las estrategias de marketing dentro de la “Marca Israel” que pretende mostrar su “cara más bonita” es el pinkwashing o lavado de imagen rosa. A través de utilizar la lucha por los derechos de las personas LGTBIQA+, se presenta como un Estado democrático, moderno y tolerante. “Israel está trabajando para encubrir sus crecientes violaciones de derechos humanos contra los palestinos mediante el pinkwashing y el turismo”, alerta Hussien. Desde el movimiento BDS Palestina, llaman a boicotear eventos como los festivales LGTBQIA+ y los orgullos patrocinados u organizados por Israel.
*Por Leire Regadas para El Salto