Es el peronismo, estúpido
Por Ezequiel Espinosa Molina para La tinta
Ciertamente, puede decirse que “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”. Pero habrá que aceptar, asimismo, que el país burgués es el hecho del maldito peronismo.
1) Cuando Cristina anunció que compartiría una fórmula encabezada por Alberto, produjo una cierta perplejidad analítica para quienes se encontraban más allá de la intimidad (lógica) de lo acordado. A medida que pasó el tiempo, y con el inapelable resultado de las PASO, quedaba clara la jugada. Se trataba de conjugar operador y carisma, o, dicho de otra manera, el armado y el ascendiente.
2) En el (armado de este) peronismo, se articula una trama social empresario-sindical-mediático-universitario-territorial, refractaria o afectada por las políticas macroeconómicas del actual gobierno. Entramado que (cual rayo peronizador) influye e irradia su ascendiente sobre una masa de población “independiente”, que, de una manera u otra, por uno u otro motivo, hoy resulta reacia al macrismo.
3) En términos de estricta economía política, este peronismo aparece y se (re)presenta (más o menos ilusoriamente) como una vuelta a poner la justicia social como la palanca misma del crecimiento y el desarrollo económico-nacional. Y ante el anuncio macrista de ir a por un futuro de mayor esfuerzo, sacrificio y resignación, vastos sectores del electorado parecen haber recordado, súbitamente, que sus “días más felices fueron peronistas” y que acaso lo puedan volver a ser.
4) En términos sociológicos, y contraponiéndose al peronismo histórico del siglo XX, el cual se (re)presentaba como el partido obrero de la burguesía (nacional), el actual armado peronista se (re)presenta como el partido burgués (nacional) de los sectores populares. Este desplazamiento puede advertirse, por lo demás, en el empalme nac&pop de la CTEP con las CTA y hasta con la mismísima CGT.
5) En términos histórico-políticos, el populismo se (nos) vuelve a (de)mostrar, así las cosas, como una forma enrevesada, irónica y paradojal de hegemonía burguesa y/o capitalista. Una forma de republicanismo plebeyo, donde la dictadura anónima del capital (“los mercados”) encuentra sus “tiránicos” contrapesos.
6) En términos político-gubernativos, este probable nuevo gobierno peronista se nos preanuncia como un gobierno de “paz y administración”. Y es que, de ganar la fórmula Fernández, gobernar ha de ser (re)ordenar la vida y construir consensos. De manera que el añejo apotegma liberal-conservador se actualiza y se traduce en su envés populista, en términos (aún promesantes) de “orden y consensos”.
7) En términos político-económicos (que no ha de confundirse con el fundamento económico-político justicialista), el nuevo gobierno tendrá que lidiar, allende a otras cuestiones, acaso más evidentes, con lo que hay de anticapitalista en la subjetividad político-cultural configurada a través del psico-dispositivo peronista, la cual tiende a anteponer la acumulación del goce, al goce de la acumulación.
8) Y es que, si hay algo de anticapitalista en el peronismo, algo que descalifica como país capitalista “serio” y/o “normal”, a una Argentina gobernada por el peronismo es, precisamente, esa política del goce (nacional y popular), esa política del goce plebeyo (de un disfrute efectivo de los placeres) o esa política plebeya del goce, que tanto irrita a las capas medias y altas de la población.
9) Que una política del goce tal sea sólo relativamente anticapitalista, en tanto que (dis)torsión plebeya de los procesos “normales” de acumulación del capital, nos lo recuerda la inflexión neoliberal que de ella hiciera, en su momento, el propio menemismo. En ese entonces, el no-justicialismo de las políticas menemistas supuso e implicó un desacoplamiento de los procesos de producción y de valorización del capital (la sociedad de la abundancia contra el Estado benefactor).
10) Sea como fuere, crisis de la deuda mediante y con un panorama internacional incierto, las posibilidades de una crisis económica a corto plazo no resultan desdeñables. Y si bien, ya por el gorilismo de los unos y el macartismo de otros, la izquierda no peronista y el peronismo éste, aglutinado en un nuevo frente popular, no pudieron, no supieron o no quisieron llegar a una inteligencia temporal para derrotar al macrismo, es mi parecer que aún hay tiempo para una inteligencia tal, donde la izquierda proponga apoyar a la fórmula Fernández-Fernández, a cambio de concesiones democráticas –sobre todo, en el ámbito sindical- y trabajando sobre las bases más progresistas del frente de todos/as/es, para que voten por las diputaciones del FIT. Y es que la tarea inmediata de la izquierda no es tanto disputar escaños de la superestructura oficial, sino, más bien, de conquistar espacios en su infraestructura, espacios desde donde organizar una democracia paralela de la clase obrera, para hacer frente a la crisis que se avecina, con una perspectiva clasista, combativa y revolucionaria. Mas si una crisis tal no llegase a suceder, y en tanto que resultará inevitable un triunfo del frente popular, democrático y progresista, la izquierda habrá podido conquistar espacios efectivos de independencia de clase. Dicho sea, por fin, en palabras de Rosa Luxemburgo, en este proceso electoral, la tarea de la izquierda no es disputarle al peronismo el acceso a las cimas del ejecutivo, sino apuntar a la conquista de sus/las bases sindicales. No mirar hacia arriba, sino ver hacia abajo.
* Por Ezequiel Espinosa Molina para La tinta. Imagen de tapa: Iván Brailovsky