El silencio de las topadoras
Israel desató esta semana un masivo plan de demoliciones de viviendas palestinas en Cisjordania ante el silencio de la comunidad internacional.
Por Yaoudat Brahim para Diario Sirio-Libanés
En una nueva muestra de impunidad y al ritmo de las topadoras, excavadoras y explosivos, el régimen de Tel Aviv demolió este lunes 70 viviendas palestinas en el barrio Sur Bahr, del este de la ocupada Jerusalén, y dentro de la también ocupada Cisjordania.
Este nuevo paso de la destructiva maquinaria imperial del régimen israelí es parte del plan de expansión de las colonias ilegales en territorio palestino, que tomó un nuevo y agresivo impulso durante la década de gobierno del ultraderechista Benjamín Netanyahu.
Expansión imperial y crímenes de guerra
Durante el período 2009-2019, se construyeron 19.346 nuevas viviendas ilegales para proveer a una ilegal población de más de 413 mil colonos judíos en los asentamientos de Cisjordania y, otros 215 mil en el este de Jerusalén, según datos de la ONG israelí Peace Now.
Desde la Nakba, marcada por la violenta expulsión en 1948 de más de 750 mil palestinos de sus hogares y tierras en el contexto de la imposición de la entidad israelí en Palestina, el plan del régimen sionista ocupante no cesó, en más de 70 años, su criminal y destructivo accionar, que se ha convertido hoy en una auténtica operación masiva de limpieza étnica que el pueblo palestino no deja de denunciar.
De ello dan testimonio los números informados por la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), que indican que a fines de marzo último, y tras un año de iniciada la Gran Marcha del Retorno (30 de marzo de 2018), las fuerzas del régimen israelí asesinaron a 195 palestinos (incluidos 41 niños y niñas), e hirieron a 29 mil (1/4 de ellos por munición real), así como 76 muertos a causa de ataques aéreos, bombardeos de tanques o disparos en “áreas de acceso restringido”.
A su vez, no debe olvidarse el tristemente célebre “muro del apartheid”, que Israel empezó a construir en 2002, y se adentra en un 85 por ciento en la Cisjordania ocupada; y que promete orgullosamente para su finalización alcanzar los 712 kilómetros de extensión.
Adalides de la impunidad
Matanzas en templos, prisioneros políticos, “detenciones administrativas” sobre mujeres y niños, torturas, abuso físico y psicológico, la imposición de una legislación racista y excluyente, son rasgos que a todas luces definen un régimen criminal pero que, a merced del incondicional apoyo geo-estratégico de Washington y sus aliados, permanece impune frente a más de 30 resoluciones de la ONU (Asamblea General, Consejo de Seguridad y Consejo de Derechos Humanos) que condenan su accionar.
Un plan de acción que incluye también sostener la ilegal ocupación hasta la fecha del soberano suelo sirio (Altos del Golán) y libanés (Shebaa), además de un agresivo y peligroso ritmo beligerante y desestabilizador para la región del Cercano Oriente en su totalidad.
Actualmente, la ONU, el máximo organismo internacional, se rige por la Resolución 51/210 (“Medidas para eliminar el terrorismo internacional”), adoptada en la Asamblea Plenaria del 16 de enero de 1997, la cual, desde una perspectiva englobadora, proclama en el punto I.2 que la Asamblea General de las Naciones Unidas “reitera que los actos criminales encaminados o calculados para provocar un estado de terror en el público general, un grupo de personas o personas particulares para propósitos políticos son injustificables en cualquier circunstancia, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra naturaleza que puedan ser invocadas para justificarlos”.
Debe destacarse que esta definición que, a nivel político y mediático dominante, es utilizada en casi la totalidad de los casos para enmarcar solamente a grupos armados extra-estatales, también abarca la dimensión relativa al “terrorismo de Estado”, del que el régimen israelí ha demostrado ser el epítome.
Asimismo, no debe olvidarse que en los inicios de dicho régimen, las bandas armadas sionistas (Haganáh, Irgún, Stern) fueron las primeras en importar a la región las más bárbaras tácticas terroristas sobre la población palestina y sus instituciones, durante la época del Mandato Británico.
Unidireccionalidad
Mientras continúe el statu quo de apoyo irrestricto por parte de Washington y las potencias mundiales, principalmente occidentales, el máximo criminal internacional seguirá dando muestras diarias de su intención de no detenerse, sino más bien incrementar la marcha de la opresión sobre el pueblo palestino en busca de su completa aniquilación.
Se trata de la primera etapa de un plan de expansión regional en pos del sueño sionista del “Gran Israel”, que hoy cuenta con el apoyo, novedosamente ya expuesto a viva voz, de algunos absolutistas regímenes árabes vecinos del Golfo, que no merecen otra definición más que “traidores”.
Sin embargo, los medios dominantes internacionales bombardean al público neófito con la ya conocida campaña estigmatizante y persecutoria sobre árabes en general, máxime cuando son de confesión islámica, y mucho más si se trata de agrupaciones de resistencia que han enfrentado -y exitosamente además- al genocida régimen israelí y su socio regional, el verdadero terrorismo pseudo-islámico, inventado por Washington (Al Qaeda, Daesh) para el mundo, a partir de los trágicos sucesos de septiembre de 2001.
Hoy observamos con tristeza cómo esa campaña desembarcó fuertemente en la Argentina con un decreto y un nuevo organismo estatal que, abandonando la tradición de neutralidad argentina e importando conflictos lejanos y sus peligros inherentes, se suma a la campaña geopolítica y mediática de obediencia irrestricta a la agenda de Washington y sus socios, entre ellos el régimen de Tel Aviv.
Esto enciende las alarmas de preocupación de toda una centenaria colectividad argentino-árabe, que ya ha sufrido persecuciones y ha sido víctima de estigmatizaciones y afrentas a su buen nombre y honor, a partir del trágico suceso para toda la sociedad nacional y especialmente para las inocentes víctimas civiles martirizadas, que significó la voladura de la AMIA en 1994.
Como integrantes de dicha colectividad argentino-árabe y sirio-libanesa, tal como ya ha expresado nuestra máxima organización política nacional, desearíamos que las políticas de nuestro Estado Nacional volvieran a encauzarse hacia el camino de absoluto respeto de la legalidad internacional, y que se revisaran las alianzas estratégicas que se han definido sin consultar al pueblo argentino.
De esta forma, evitaríamos sumar a la Argentina a la unilateralidad, unipolaridad y excepcionalidad del Gran Hermano del norte (entre otras cosas gran sostén de la piratería británica y la ocupación de nuestras Malvinas), volviendo a ver con más claridad y amplitud el complejo, multipolar y conflictivo panorama internacional, para entender donde se encuentra el verdadero terrorismo.
*Por Yaoudat Brahim para Diario Sirio-Libanés