Volver a Marx
Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta
Un fantasma ha vuelto a recorrer la política argentina en los últimos meses: el marxismo. En la campaña de 1999 que lo terminaría consagrando como gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf acusó a su contrincante, Graciela Fernández Meijide, de la Alianza, de ser “anticristiana, abortista, y socialdemócrata marxista”. El peronista no tenía problemas en atacar a la Alianza aduciendo que el Partido Comunista (PC) se encontraba entre las filas del frente. Este cruce delirante y anti histórico se produjo nuevamente en las últimas semanas cuando Miguel Angel Pichetto “acusó” al candidato a gobernador bonaerense, Axel Kicillof, de ser marxista. El primo del presidente e intendente de Vicente López, Jorge Macri, dijo que al economista “no se le curó” su formación marxista. Lo cierto es que, más allá de este macartismo anclado en un mundo que ya no existe desde 1989, Kicillof hizo su tesis doctoral sobre alguien tan marxista como Lord Keynes y nunca estuvo afiliado al PC. Quizás el ex ministro sí tenga bien presente el marco teórico creado por Karl Marx, más vigente que nunca para analizar al capitalismo.
En 2018, se cumplieron 200 años del nacimiento de Marx. La influencia del filósofo alemán, tanto en el campo político como intelectual o académico, es inconmensurable. Hoy, es posible leerlo y estudiarlo sin las experiencias totalitarias del siglo XX. Si algo es innegable, es que el alemán acertó en diagnósticos sobre las contradicciones sociales y económicas que conlleva el capitalismo global. Actualmente, el 82 por ciento de la riqueza en el mundo se concentra en las manos del 1 por ciento más rico del planeta, por lo cual entender su obra para comprender al capitalismo es fundamental. Pocas obras aportan tantas luces sobre el funcionamiento del sistema capitalista, sus crisis y sus recuperaciones. Y tanto por opción o por oposición, pocos corpus teóricos tuvieron tanta influencia a todos los que, de alguna manera, quisieron explicar después la dinámica de la economía y las sociedades capitalistas. No existe pensador posterior a Marx que no haya sido influido de alguna manera por él, tanto en las ciencias sociales como en la economía.
Marx explica su teoría del ciclo capitalista con gran detalle y complejidad en el tercer volumen de El Capital. Allí, documenta el ciclo del boom, y la posterior recesión del sistema, en tanto y en cuanto el ciclo medio del capitalismo queda determinado por la reinversión periódica del capital fijo, se siguió repitiendo en gran cantidad de ocasiones hasta hoy. Si bien el economista soviético Nikolaii Kondatriev -fusilado en 1938 por el régimen de Stalin- fue quien desarrolló la teoría de las ondas con los posteriores aportes de Joseph Schumpeter, la lectura de Marx es imprescindible para situar la cuestión desde otra perspectiva, es decir, lo que, en economía, se denomina “crisis generales de valoración”, que se resuelven mediante transformaciones profundas y radicales del proceso de subsunción del trabajo por el capital. Sin los aportes del alemán, sería imposible comprender en su total dimensión a las grandes crisis financieras, tanto la que se produjo tras el crack de 1929 como la más reciente de 2008, así como también las posteriores recuperaciones del sistema y su probable agotamiento a nivel productivo.
Marx acertó e, incluso, se adelantó a muchos de los diagnósticos. Decir que el poder económico controla el poder real detrás de la política, sin necesidad de asistir a las reuniones de gabinete de los gobiernos, es uno de los lugares más comunes y no por ello menos ciertos del debate político en lo que va de siglo XXI. Hablar del Estado como un agente de la burguesía, como decía el alemán, podría sea una simplificación. No obstante, no deja de ser interesante la contradicción existente entre el poder político surgido de la voluntad popular y la capacidad de ejercerlo, es decir, la tensión constante entre la política y los poderes económicos que no necesitan de elecciones para influir o directamente tomar las decisiones. Es innegable el impacto del análisis de Marx, también, en lo que concierne a la compleja relación entre la democracia y el mercado, entre el poder político y el económico.
Karl Marx creía que la revolución se iba a dar indefectiblemente en los países desarrollados, industrializados y, por lo tanto, dotados de una gran masa proletaria, como eran los casos de Inglaterra o Alemania. Sin embargo, Lenin se encargó de refutar esto antes que lo hiciera la realidad misma: en su ensayo de 1916, titulado “El imperialismo etapa superior del capitalismo”, expresa que aún le quedaba cuerda al capitalismo, una cuerda que Marx creía mucho más corta. En su obra, Lenin, con una actualidad que impresiona tanto como asusta, afirma que el imperialismo, mediante la exportación de capitales con el objetivo de conquistar nuevos mercados, así como también fuentes de materias primas, producía ingresos extraordinarios que serían útiles para comprar voluntades de dirigentes obreros. Además de producir una segmentación entre las clases proletarias con el surgimiento de una “aristocracia obrera” que sería cómplice del sistema capitalista y serviría para su perpetuación. Por lo tanto, la revolución solo podría producirse en enclaves coloniales o semi-coloniales, en países rurales faltos de modernización –como la Rusia de 1917 o la China de 1949- o en las denominadas periferias de América Latina, como en el caso de Cuba.
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Sin embargo, ni Lenin ni Marx fueron capaces de prever que la cuerda del capitalismo era extremadamente larga. Marx fue, sin lugar a dudas, uno de los pensadores más importantes de los últimos 200 años. Actualmente, el capitalismo se encuentra en una fase vital de expansión y globalización extremadamente superior a la que pudiera haber podido imaginar cualquier pensador hace 100 o, incluso, 50 años. Hoy, las críticas más duras a la globalización totalizante y uniformadora no vienen tanto de la izquierda, sino de los movimientos populistas, como la Agrupación Nacional francesa, los seguidores del italiano Matteo Salvini o de Viktor Orban. También de pensadores rusos como Alexandr Dugin, acusados desde un sector importante de la academia como “fascistas”. Los mismos capitalistas parecen haber entendido a Marx mucho mejor que gran parte del progresismo, actualmente más ocupado en reivindicaciones ajenas a la disputa por el capital o el poder real.
El mundo se encuentra hace años en una tercera guerra mundial de a partes, con una serie de conflictos comerciales, políticos, culturales y, sobre todo, tecnológicos. La próxima transformación del capitalismo vendrá de la mano de la inteligencia artificial y será como ninguna otra que hayamos visto.
Hoy, es más importante que nunca recuperar las lecturas del Marx más complejo y profundo, el de El Capital. La obra que explicó mejor que ninguna otra antes ni después el funcionamiento de un sistema que, por estos momentos, parece lejos de agotarse, al mismo tiempo que sigue produciendo enormes inequidades, dejando a millones de seres humanos afuera del entramado productivo. Nos encontramos en un momento bisagra y de crisis, puede ser una buena oportunidad para volver a leer a Marx. Con una mirada latinoamericana y sin perder de vista que el mundo que se viene no será como nada de lo que fue hasta ahora.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta.