La poesía es un pan que debería ser compartido entre todes
El colectivo cordobés Pan Comido cumplió 20 años de hacer y convidar su quehacer artístico: la poesía como encuentro, como abrazo, como amigo, como asado. La poesía, la llave sin puerta, la inacabada, la necesaria, la política. Una nota imperdible para leer con sol de invierno.
Por Soledad Sgarella para La tinta
21 años tramando poesía
Parecen hermanos. Hermanos de trabajo, hermanos de palabra. Hermanos: discuten con amorosidad. Hablan y se respetan lugares. Se comen un asado, plantan un limonero en el patio de uno de los que se mudó con su compañera, se alcanzan la soda y se ríen. Han transitado un recorrido de veinte años acompañándose en el quehacer artístico y en los devenires personales. “Dos décadas hacen de nosotros seres falibles y creativos, y eso no sólo les sucede a los poetas, pero intuimos que, a lo mejor, hay algo de intensidad ahí que magnifica las emociones”, cuentan a La tinta mientras proponen los subtítulos de esta nota.
Siguen la historia relatándonos cómo arrancaron. Se conocieron en el Taller Literario que dictaba, en ese entonces, Lucila Vitale en el Centro Cultural y Sala de Teatro María Castaña: “Éramos un grupo de unas 7 personas que sentimos que el espacio de ese taller ya había entregado todo para nuestras expectativas. Allá por el año 1997, despuntando el calor en el centro de Córdoba, decidimos abandonar el taller y juntarnos los días jueves en distintos bares al comienzo y en la casa de algunas de la personas que participábamos luego. Hacia el siguiente año, el grupo quedó conformado con Ceferino Lisboa, Fabricio Devalis, Sebastián Casartelli y Fernando Bellino. Después, se fueron sumando Pablo Carrizo, Angel Sorkin, Juan Manuel Stahli, Andrés Rubino, Alexis Comamala y Sebastián Cantoni. Carlos Salinas también anduvo de parranda unos años con nosotros, en algunas reuniones transversales en lo artístico, con amigos músicos, dibujantes. Espontáneas. De a rachas”. Como ellos mismos cuentan, Pan Comido siempre ha sido un grupo de contornos muy permeables y abiertos.
Multiplicación colectiva del conocimiento
Los Pan Comido han pensado siempre en los accesos, en cómo habilitar la poesía para todos, todas, todes, y habilitar el encuentro poético es mucho más que la edición de un libro. Utilizan, sin tapujos, la palabra “pasión” y fue -y es- esa pasión por la escritura y la lectura la que motorizó el espacio semanal de largas reuniones donde se convidaban experiencias individuales de lectura, autores, producciones propias y discusiones sobre literatura, política, historia, filosofía, etc. “Siempre con invitados a las reuniones y a las publicaciones”, acentúan con orgullo. “Pero, básicamente, anclábamos nuestro quehacer a partir de la producción de poesía que compartíamos y poníamos en consideración. Muy pronto, comenzamos con la tarea de la difusión. No solo de nuestros textos, sino invitando a otros y otras poetas y narradoras.
En procura, siempre, de ese cisne tenebroso que son los lectores, los formatos de nuestras publicaciones eran de bajo costo y fácil traslado: lo que se conoce con el nombre de plaquetas de poesía. De una hoja tamaño A4, podemos hacer dobleces para llegar a 16 pequeñas páginas partiendo de una sola hoja.
Estas plaquetas contenían poemas tanto de poetas jóvenes de nuestra generación como rescates de poetas ya consagrados. Para cada plaqueta, convocábamos a amigos dibujantes y artistas plásticos que agregaban la parte de imagen a los textos. Plaquetas, libretitas, hojas de poesía y antologías; con formatos económicos y circulación callejera. Muchas fueron las colecciones: “Plaquetas del Recienvenido”, “Plaquetas como se pueda editar”, “Maquinita de poesía”, “Guarda La Tosca”, etc.
Las técnicas de impresión también variaban. Algunas eran impresas en serigrafía, otras, meramente fotocopiadas y multiplicadas de ese modo, otras, en impresoras caseras o en imprentas”, nos cuentan, ufanos de sus trayectorias.
El relato de los Pan Comido se enfoca en que trabajar en conjunto fue el estandarte de poder hacer y de poder ser, y que “la acumulación de un espacio colectivo de reflexión y acción nos fue llevando, naturalmente, a implicarnos en tareas que tienen que ver con la edición y la difusión. Trabajamos siempre de modo colectivo y siempre nos pareció interesante la interacción con poetas, músicos, con la danza, con la fotografía, con artistas plásticas, actores, actrices… En definitiva, son distintos modos de lo mismo”.
Después de las plaquetas, en 2011, publicaron, por primera vez, un “libro libro, de esos con lomo”, inaugurando así la colección Música del lugar. En el 2012, co-organizaron “Habitar el grito” junto al equipo del Espacio para La Memoria La Perla. El ciclo de talleres y encuentros, que culminaron con la edición de un libro colectivo, contó con la participación de más de treinta escritores y escritoras de nuestra ciudad y provincia. “La poesía puede habitar todo lo circundante y lo interno, pero es el poeta, el hombre (la mujer) común (en cuanto comunidad) quien debe dar el salto y ocupar los espacios del horror, el asesinato. Si en La Perla hubo violencia organizada, ¿por qué no darnos la posibilidad de una violencia de lengua que nos comunique con la creación, con la memoria?”.
Desde hace una veintena de años, las presentaciones y espectáculos de Pan Comido aparecen alternativamente en Córdoba -y en articulación con instituciones y espacios amigos, ferias del libro, centros culturales, centros vecinales y festivales solidarios- como una llamada al encuentro.
La política es una posibilidad, por eso la odian
La pregunta es la que hacemos siempre: si el arte, si la poesía, en este caso, sirve para cambiar algo de este mundo en el que tantas cosas queremos modificar. En definitiva, si hacer arte es hacer política. Acá, las voces de los Pan Comido se multiplican y todas van en el mismo sentido.
Sebastián Cantoni dice que es los versos de Gelman donde se resume mucho de lo que Pan Comido es: “ toda poesía es hostil al capitalismo/puede volverse seca y dura pero no/porque sea pobre sino/para no contribuir a la riqueza oficial”. Cantoni agrega: “Con respecto a la cuestión política de la poesía, no creo que toda la poesía sea política… sí creo que tiene que ver con una conducta de grupo y con una coherencia que se plasma en lo colectivo y en lo individual. Si no la relacionás con lo pragmático, con lo real, con el territorio, con el campo, con el contexto en que vos vivís, queda en ese vacío, en una equivocación política. Por eso, creo que lo nuestro como colectivo es político y, en particular, algunas de nuestras poesías pueden ser políticas, pero no supera eso”.
A Fernando Bellino le dicen directamente El Poeta. Le cuenta a La tinta que “este proyecto de convocatoria plural hunde una de sus raíces en que todos los integrantes del grupo hemos tenido o tenemos participación política. No es algo nuevo, porque comenzamos durante el Menemismo, en la resistencia de los 90. Avanzar en el vínculo entre política y arte -o poesía- es un ancho y fascinante espacio para cruces y discusiones. Lo que siempre tenemos a mano es que belleza y verdad son una, decía alguna poeta”, afirma.. “No hay supeditaciones ni renuncias, pero sí unos convencimientos y razones que ponemos a jugar entre medio de la imaginación y la sensibilidad. Como grupo de poesía y editor, abarcando estos 20 años haciendo desde la poesía en el panorama de Córdoba, siempre se nos asocia a lo político, a que cada uno y como grupo tenemos un decir, un hacer político. Para dialogar con eso, podemos poner en juego la energía colectiva, el convencimiento y la duda, la lenta construcción de la mirada propia articulándose con otras y otros”, continúa.
Alexis Comamala retoma para nuestra pregunta una respuesta que parece ser referencia en el grupo: la poesía es una llave sin puerta. Dice “la poesía es un misterio, a veces, no es escrito, pero, sobre todo, es un abismo, es abismarse sobre un lugar al que no podemos tocar y sentir de una manera distinta cada vez… es una búsqueda, incesante.
Y en esa llave sin puerta que es la poesía, intento escribir para darle respuesta al presente, a lo que se nos escapa, la vida, el mundo, las ideas, las caras, la política, la historia. Nuestros seres queridos, nuestros amigos.
Pero hay algo que está bueno discutir: si decimos que todo poema es político, entonces nada es político. Creo que se trata de que ahí hay una contradicción y creo que entramos en valores a repensar. A veces, un poema es más político porque da constancia de la época, con ciertas palabras y con ciertos registros. No hace falta que sea un panfleto ni una biografía. Sino que ya es político con la elección de ciertas palabras y de ciertos compromisos de esas palabras con lo que las circunda en esos momentos. Supongo que, por eso, quizás, a Pan Comido nos consideran un grupo de poesía política, pero más que por su lenguaje, por sus compromisos a la hora de ejercer la palabra y ejercerla colectivamente”.
Bellino vuelve sobre eso y acentúa: “En esa idea, en esa idea de la llave sin puerta… ahí está la fuerza de la convocatoria que todo poema supone: un diálogo posible. Por eso mismo, la poesía es política, si quisiéramos decirlo. Porque es resultado, testimonio de una tensión y, a su vez, nos lleva a la búsqueda. El filósofo del lenguaje, Gadamer, relaciona al poema con el diálogo, señalando que es una fijación del habla en el lenguaje, mientras que el diálogo vive del favor del instante. Pero ambos –destaca- tienen algo en común y es que sólo se realizan plenamente en cuanto se toma parte de ellos. En el caso del diálogo, no interrumpiéndolo; en el del poema, volviéndolo a significar una y otra vez hasta saber lo que dice. De modo que la poesía, lo escrito, tiene la virtualidad de provocar un encuentro y de suscitar un diálogo: el encuentro del poeta o escribiente con el mundo y el diálogo del que escribe con el lector. Porque cualquier texto recién cobra vida cuando el lector participa de él. Hasta su irrupción, se encuentra en suspenso: como una inminencia o una insinuación. Esto permite afirmar que el poema se escribe, la poesía sucede. El primero es un tejido de palabras, mientras que la poesía (el diálogo que puede suscitar cualquier escrito) es lo que queda cuando las palabras se han desvanecido y son reemplazadas por los hechos. Los poemas, un volante o tríptico, una revista, son, pues, piezas enigmáticas e inacabadas, que andan a la búsqueda del lector que los complete; y cada lectura los recrea y cada lector los hace suyos al leerlos”.
En este sentido, Fabricio Devalis suma su voz diciendo: “Es con la percepción poética que se produce una verdadera posesión de la realidad, una percepción activa.. conocemos con y por la poesía, y el conocimiento poético es -aunque parezca absurdo- más real que el llamado conocimiento empírico. De ahí en más, todo es político… Hablando del poema como organismo incompleto, yo entiendo que es incompleto, ya que lo que completa al poema es la realidad y el que lo lee. Creo que el único género donde no se permite al escritor evadir su momento, su momento histórico, es la poesía. En lo demás, la ficción y los otros géneros, pueden valerse de cuestiones atemporales. A la poesía como organismo incompleto la completa el momento histórico y la realidad de quien lee. La otra vez, hablamos también de por qué la poesía es, a lo mejor, el género más allegado a la gente menos lectora… y creemos que es por afinidad, por eso se introduce en las clases menos lectoras: porque comenta su realidad, ve reflejada su realidad en palabras que el mismo lector resignifica”.
“Yo creo que no podría arrimarme a un concepto, pero sí es una idea, una idea que me da vuelta siempre: creo que la poesía ocurre, es decir, hay poesía cuando el poema y un actor cualquiera se encuentran. Creo que antes nunca”, afirma Ceferino Lisboa. Y agrega: “Una vez, viendo un video donde Alejandro poeta -un poeta cordobés- leía sus textos, y ante la circunstancia de leer textos que ya había leído en otras oportunidades, decía del arte: la reiteración no es redundancia. Es por eso que, ante la pregunta por qué escribo, digo lo que ya dije varias veces, escribo para ordenar el mundo”.
Cantoni llega a cerrar la nota: “El pensamiento es un idioma de signos sin sentido, es una frase de Flor venenosa, de Los Héroes del silencio. Y creo que vivimos en un momento en que ese sin sentido ha tomado dimensiones astronómicas, universales. En este contexto, la poesía se vuelve un espacio de reflexión, un espacio de resignificación de las palabras… se vuelve un ordenamiento del mundo. Ayuda a captar la esencia de la realidad y te para en un lugar que te permite detener el tiempo y ponerte a ver tu entorno. Te lleva a elaborar cosas, a reflexionar acerca de las cosas… eso es la poesía.
¿Para qué? Para alumbrar, para liberar a partir de este acto de reflexión que nos permite, de algún modo, captar lo bello, lo horrible, lo nocivo, lo liberador, lo autónomo, lo comunitario.
Todo”.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Fotos: Hugo Suárez.