Ana Esther Ceceña: “Necesitamos movimientos de batalla”
La intelectual mexicana analiza el nuevo panorama en América Latina desde que asumió Donald Trump en la Casa Blanca, y convoca a la resistencia de los movimientos sociales del continente.
Por Evelin Pompa para Prensa Latina
Para Ana Esther Ceceña Martorella, doctora en Relaciones Económicas Internacionales y analista del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica de la Universidad Nacional Autónoma de México, hay una regresión a las peores políticas imperialistas, y por lo tanto son más importantes que nunca los movimientos de batalla. Se trata de una dinámica en la que prevalece la imposición política y reglas de juego que afectan a la región y no las comparte, lo cual hace que América latina y el Caribe se muevan en un contexto complicado.
La doctora Ceceña Martorella, nacida en Nueva York en 1950 de padres mexicanos y ella misma de nacionalidad mexicana, es una economista experta en geopolítica con el aval de ser egresada de la Universidad Paris I-Sorbona, cuya línea de trabajo se centra en el estudio de recursos naturales, movimientos sociales, militarización y hegemonía mundial.
Es una personalidad muy reconocida en México y en la región, y se distingue por mantener una estrecha relación con los movimientos sociales de América Latina y el Caribe. Ha participado activamente en el Foro Social Mundial y en el Foro Social Américas desde sus inicios, y fue fundadora de la Campaña por la Desmilitarización de las Américas.
Desde su creación en 2005, es profesora de la Escuela Nacional Florestan Fernandes del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil, miembro de la Red de Estudios de la Economía Mundial y de la Red de Economía Global-Global Economy Network. En 2010 fue integrante del Jurado del Premio Libertador al Pensamiento Crítico, instaurado en 2005 por Hugo Chávez.
En la presente entrevista, la académica mexicana aborda con su profundidad acostumbrada la realidad latinoamericana a la luz de la presidencia de un neoconservador en Estados Unidos.
—¿Cómo entender el contexto de América Latina y el Caribe ante la geopolítica de la administración republicana de Donald Trump?
—Estamos en un contexto complicado para América Latina porque volvimos a una dinámica imperialista, de imposición de políticas y reglas del juego claramente no compartidas por la región, diseñada por los grandes poderes en Estados Unidos: el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa, más toda la cúpula.
Hay un conjunto de guerras convencionales, guerras no declaradas, que ha ido transformando la geografía de todo el planeta en los últimos tiempos. Y en ese contexto, América Latina y el Caribe estaban un poco más estables porque no había disputas fronterizas o de redefinición regional.
A partir del 2000 y sobre todo del 2006 y 2009 comienzan un conjunto de políticas nuevas en América Latina. Se inician por Sucumbíos, con el ataque de Colombia a Ecuador, porque estaba inaugurando la posibilidad de la famosa guerra preventiva, de la guerra unilateral. De la guerra de un Estado contra otro por seguridad nacional, que hasta ese momento la hacía solo Estados Unidos pero que de repente Israel y Colombia, sus aliados, empezaron a incursionar en ello.
Hubo una efervescencia en América desde 1994 con el levantamiento zapatista, con todos los cambios impulsados por Venezuela, el ALBA, la batalla contra el ALCA; todo lo que ocurrió en ese período para impedir proyectos mineros, movimientos organizados y bien activos.
El gobierno de Estados Unidos estaba preocupado porque se le estaba poniendo límites en el plano institucional, con el ALCA, y a las corporaciones en el continente: mineras, petroleras, industrias o empresas muy conectadas por la política estadounidense y que estaban teniendo problemas en la región.
A partir de 2008 hay un cambio sustancial, es el momento en que intentan instalar las bases militares en Colombia para amenazar a Venezuela, pero también a otros países del área. En realidad, lo que estaba sucediendo era una retoma del Gran Caribe, entendido como la cuenca amazónica, el golfo de México, una región que pasó a ser particularmente estratégica por el petróleo y otros recursos minerales. Comenzaron las iniciativas de seguridad norteamericanas: la iniciativa de seguridad del Caribe, de Centroamérica; la iniciativa de seguridad de Mérida en México, unidas al Plan Colombia que ya estaba ahí.
Se lanzaron todas estas iniciativas como intentando cerrar “pinzas” en la región, muy importante en términos de recursos, de movilidad, de comunicaciones, con el canal de Panamá como la entrada al continente; en términos de tránsito, no solamente de mercancías, sino también de tropas y pertrechos militares. Es una región central y es la que protege Norteamérica.
Entran proyectos -comenzando por Cuba- alternativos y desafiantes que empiezan a ser muy eficaces en ponerle cortapisas a toda la política que las administraciones estadounidenses seguían históricamente en el continente y que se convirtieron en algo que atender. Desde mi punto de vista, lo atendieron de varias maneras: una es la amenaza, la intimidación, los cercos militares que impusieron, pero también con el soft power, con el encantamiento. El idilio entre la administración de Barack Obama y Cuba es parte de ese soft power. La idea era fascinarnos, engolosinarnos, ofrecer su amistad.
Ya todo cambió. Los últimos episodios en Venezuela como foco de ataques han sido complicados, porque el gran poderío militar y sus estrategas no han sido capaces de dominar al país, como era la apuesta.
En el último intento de golpe de Estado en Venezuela claramente hubo un error de cálculo, pues no apostaron bien a las fuerzas internas, no supieron mover las dinámicas externas, y de repente tienen un fracaso estrepitoso que curiosamente vino de la mano de los operadores cercanos al anticastrismo en Estados Unidos.
En el caso de Cuba, piensan que con un caramelo tiran la Revolución Cubana y realmente el caramelo puede causarles problemas: no logran encontrar el punto para penetrar. El problema es que si no logran entrar a Venezuela o disponer de su petróleo, qué pueden hacer: tratar de romper sus vínculos de solidaridad con otros pueblos. Y lo mismo va para Cuba. El objetivo es cortar la relación con Venezuela, el suministro de petróleo venezolano, las telecomunicaciones, todos estos programas y los que van y vienen, como los médicos, importantes para ambas naciones.
—A su juicio, ¿qué implicaciones tiene la política del gobierno estadounidense para el pueblo cubano dentro del proceso revolucionario que dura más de seis décadas?
—Ahí se juntan varias cosas para pensar en la Ley Helms Burton¹. Está la historia sin Fidel -primero con él ahí, pero fuera del gobierno-, lo cual es un cambio muy importante visto desde afuera. Son otras generaciones en la sociedad cubana las que llegan al gobierno y las que están discutiendo en la calle. Ha habido todo este cambio con los lineamientos, con la Constitución, que provoca una especie de recomposición del sujeto cubano, de la Revolución Cubana.
Y Estados Unidos está apostando a este momento, porque todavía la visión es la siguiente: es un sujeto que aún no se consolida porque tiene partes nuevas, porque la juventud se incorpora con nuevas ideas, con otras ilusiones, con otra ambición de futuro; rompiendo ciertas reglas, aunque sea de forma no violenta o disruptiva, pero sí planteando cosas distintas.
Al mismo tiempo, la generación de gobierno también trae maneras diferentes de ver las cosas. Mientras eso todavía no termine de forjarse bien, ahí hay que entrar, hay que pegar. Desde mi punto de vista, la Ley Helms Burton es ese intento de entrar y de pegar.
Por supuesto, es muy agresiva porque entrar a reclamar la propiedad del suelo es el colmo. La propiedad del suelo es en verdad de aquellos primeros habitantes antes de que llegara todo el desastre de la colonización. Ellos son los que tendrían que reclamar, no los estadounidenses ni los cubanos que se exiliaron.
En la dirección estratégica de Estados Unidos no es quizás el punto más fuerte, pero lo van a jugar porque constituye una herramienta para pegar, incluso para que la sociedad cubana empiece a tener miedo de perder todo lo que ha logrado durante la Revolución, como sus viviendas, su seguridad social, todas esas condiciones maravillosas que vienen con la Revolución a pesar de las carencias. Ahí es donde quieren pegar para que el mismo pueblo cubano sea el que se levante y exija otras condiciones.
El pueblo cubano tiene esa idea de prosperidad que impone el mundo, pero también tiene muy claro de qué se trata el conflicto con Estados Unidos. Cuando se dice imperialismo en Cuba, todo el mundo se siente reconocido.
Siento que no es fácil entrar por este lado, aunque lo van a seguir intentando, van a seguir imaginándolo. Y el apretón de tuercas es escalar en la Ley Helms Burton, para que el miedo sea mayor, para que empiecen a ceder, igual que sucede con México, que tengan miedo de que les pongamos aranceles y entonces les entreguen la política migratoria. Creo que va a haber una batalla dura pero que no va a prosperar porque Cuba no los va a dejar.
Donald Trump se ha saltado a todos los organismos multilaterales, comenzando por la ONU. Tienen que cambiar esas legalidades que no les permiten circular libremente por el continente americano, porque creen que es su casa: está definido desde Jefferson y Monroe, que creen este es su territorio, no el de otra potencia.
Eso lo quieren restablecer de un modo distinto, no es la vía diplomática la que les va permitir entrar a América Latina, o los acuerdos económicos. Fíjense qué poca importancia le ha dado este gobierno a los tratados comerciales, a las inversiones, comparado con gobiernos anteriores. Antes tienen que arreglar otras cosas, tienen que reordenar el continente. Y el ejemplo más doloroso de ello está siendo México. Lo están inhabilitando completamente con estas amenazas y contando con una parte de la sociedad mexicana, digamos la clase media-alta, los empresarios, los propios delincuentes, los cárteles. Cuentan con todos estos actores, que lo diferencia del caso de Cuba y de Venezuela.
Pero hay que fijarse en los tres lugares, geográficamente son muy importantes porque forman el triángulo del Gran Caribe. Con esos tres países hacen la apuesta de control general del continente, aun cuando está el sur, pero la parte fundamental es esta.
Pero pienso, ¿qué hace falta para que Cuba gane esta batalla sin doblegarse cuando la ofensiva es de espectro completo? ¿Dónde hay que trabajar? ¿En las mentes o en el fortalecimiento del Estado? Yo creo que el asunto está en las mentes, porque el Estado es fuerte. Tiene cambios, es un Estado sólido que se mantiene como una institución reconocida. Esa sociedad de ninguna manera va a permitir que le digan que su territorio, su casa, no es de ella. ¿Pero por dónde tenemos que reforzar la resistencia en estos casos?
—Como usted señalaba, parte de la estrategia del imperio es romper los vínculos de cooperación entre las naciones y a ello se unen gobiernos en la región que la sustentan. ¿Considera que disminuirá la resistencia de los movimientos sociales y de solidaridad que contrarresten las agresiones actuales?
—Creo que lo que necesitamos hoy son movimientos de batalla. Las organizaciones y movimientos de solidaridad han sido muy importantes en los momentos más difíciles, por ejemplo, cuando Cuba atravesó por el Período Especial. Pero creo que lo esencial es que cada quien dé la batalla en su lugar, porque como me refería anteriormente a la capacidad del imperio de mantener una simultaneidad de agresiones, desde acá también hay que dar batalla, no dejarle resquicios ni tiempo para reorganizarse.
—¿Qué le ayudaría más a Cuba con la Ley Helms-Burton?
—Un gobierno y pueblo mexicanos levantados frente a las medidas de Trump. Que le digan “no vamos a aceptar tus reglas”, “no vamos a hacer lo que nos estás imponiendo” -en el caso de los migrantes-; “nada de Guardia Nacional en la frontera”, “vamos a dar la pelea”, “si nos pones los aranceles, te ponemos”, “amenazas con esto, nosotros también tenemos formas”.
México es muy importante para Estados Unidos, a pesar de que somos muy dependientes en muchos sentidos. En Estados Unidos hay más de 15 millones de mexicanos que se sienten estadounidenses, pero también mexicanos. Cada pueblo tiene su situación particular y tiene que dar esa guerra, porque en la medida en que nosotros aceptemos, ellos están más fuertes para imponerle a Cuba.
Todas esas batallas que caracterizaron los tiempos de gran efervescencia en América Latina entre 1994 y 2006, tiempos de luchas muy disímiles: desde una comunidad peleando contra la instalación de una mina, o el vertimiento de desechos tóxicos; en lugares alejados, pero dando batallas parecidas. Todas esas comunidades tuvieron como aspecto interesante que inventaron métodos de lucha y se reinventaron como sujeto incluso. Es un sujeto distinto. En aquel momento hubo necesidad de enfrentarse a la contaminación, una lucha ecológica, la que defendió Fidel Castro contra la extinción de la especie humana en Río de Janeiro.
Pienso que ese período nos enseñó muchas cosas, por ejemplo lo que dijeron los zapatistas, que su lucha venía de antes de que el capitalismo llegara. El capitalismo llega y se va a tener que ir en algún momento. Y nosotros mantenemos nuestra manera de pensar, nuestra visión del mundo, no es que sea intocable, está en interlocución permanente, pero tenemos una perspectiva histórica distinta a la de aquellos que están atrapados en el capitalismo, en la modernidad. Nosotros venimos de antes de la modernidad y vamos a trascenderla.
Esto te hace pensar en que podemos ir más allá del capitalismo, en cómo es la relación con la naturaleza. Resulta una manera diferente de relacionarse con la naturaleza, porque dominarla es imposible, algo que el capitalismo ha intentado hacer. ¿Por qué nosotros, que somos parte de la naturaleza, nos vamos a dejar dominar así, si sabemos que va para la catástrofe?
El capitalismo no tiene más que catástrofes. No puede resolver los problemas que ha generado. Y busca soluciones pero con los mismos principios epistemológicos que hacen que no pueda resolverlos. Debemos apostar por una vida distinta: con sujetos distintos, con claves diferentes… Eso es lo que va a permitir que nos enfrentemos a la Ley Helms Burton, a la administración Trump, a los grupos contrarrevolucionarios, a quienes sea.
Si Vietnam venció al ejército estadounidense, ¿cómo no lo vamos a hacer nosotros? Ahora somos millones. Pero esto es un trabajo cultural, de ello depende que tengamos capacidad de luchar; no tanto de las herramientas físicas, sino de cómo entendemos este proceso y cómo entendemos que hay que salir del mismo.
¹La Ley Helms Burton es una legislación impulsada por Estados Unidos que contempla la internacionalización del bloqueo contra Cuba, la negativa de créditos y ayuda financiera a países y organizaciones que favorezcan o promuevan la cooperación con la isla caribeña, además de dificultar la inversión extranjera en territorio cubano.
*Por Evelin Pompa para Prensa Latina