Grecia: ¿Por qué no se pudo?
La derrota electoral de Alexis Tsipras ante el conservador Kyriakos Mitsotakis abre el interrogante de si es posible oponerse a las medidas de austeridad de la Unión Europea.
Por Laura Cruz para El Salto Diario
En enero de 2015, Alexis Tsipras llegaba al poder en Grecia. Era una época muy dura para el país heleno, que se encontraba navegando entre dos rescates financieros a merced de la Troika, triunvirato formado por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Con la elección de Tsipras, los griegos encontraban un rayo de esperanza para poder revertir estas políticas económicas abusivas que estaban llevando al país a la quiebra técnica.
Más que mejorar, la situación cada vez se perpetuó más. Los recortes eran el desayuno diario de sus 11 millones de habitantes, y los jóvenes emigraban masivamente a Alemania y países más boyantes de la Unión Europea (UE). “Emigré a Berlín en 2013 porque la situación en Tesalónica era apabullante. No había trabajo, especialmente para los jóvenes, pero sí recuerdo que a pesar de todo había mucha lucha”, cuenta Lefteris Arabatzis, militante de Antarsya, frente de la izquierda anticapitalista griega.
Los griegos son un pueblo muy activo en cuanto a luchas sociales. En 2008 un disparo alcanzó al adolescente Alexandros Grigoropulos, hiriéndole de muerte. Fue la chispa que prendió una revolución callejera en la que hubo manifestaciones diarias, disturbios y huelgas estudiantiles masivas. Quedaba poco tiempo para que un joven procedente del movimiento estudiantil, Alexis Tsipras, despuntase gracias a sus discursos anti-austeridad. Su partido, la coalición Syriza, había quedado segundo en las elecciones de 2012.
Un año antes, Mario Monti, el mayor representante de la época de la tecnocracia en Europa, tomaba posesión como primer ministro de Italia. Asumía también la cartera de finanzas. En los primeros cinco años de la década, Italia cambiaba de presidente cada uno o dos años, y Grecia seguía un camino similar, totalmente subyugada a las exigencias de la Troika. Cuando Tsipras formó gobierno, sorprendió con el nombramiento de Yanis Varoufakis, un economista que dimitió a los seis meses del cargo, ya que su “Plan B” no tuvo ninguna acogida ante las instituciones europeas, que reclamaban cada vez más sacrificios a Grecia.
“Ha habido alta abstención, pero la gente ha mantenido el voto a Syriza, aunque no han votado con ilusión, como en 2015”, cuenta el economista Sergi Cutillas, miembro de la comisión de la deuda de Grecia. “La capitulación de Syriza ha desorientado y desarmado a la izquierda en toda Europa. Incluso a Podemos -analiza-. Tsipras tendría que haber hecho un mejor análisis de la situación. Se nos vendió que la alternativa a la Troika iba a provocar una guerra civil, un conflicto bélico con Turquía y que habría supuesto, más allá de la salida del euro, quedarse atrás en la alianza de países de la OTAN, por ejemplo. Esto no se basaba realmente en nada”.
Si algo ha caracterizado a la UE en estos años es el fortalecimiento de las estructuras de poder y apuntalamiento del establishment. Bajo el mandato de Wolfgang Schäuble, anterior ministro de finanzas alemán, se implantó una política económica de rescates que estrangulaban socialmente a los países del sur de Europa, hecho que años después los propios dirigentes europeos reconocían públicamente.
Así, Jean-Claude Juncker, el que hasta ahora ha sido el presidente de la Comisión Europea, declaraba en enero que en el país heleno se había aplicado “una austeridad irreflexiva. No fuimos suficientemente solidarios con Grecia, incluso llegamos a insultarla. Lamento que hayamos dado tanto peso al FMI”. Desde el inicio de los rescates hasta ahora, el país ha perdido el 25 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB) y es el segundo país del mundo con más deuda respecto a su PIB.
“El problema es que Syriza nos vendió que podían conseguir un acuerdo razonable, pero se vio que eso no era posible. Su análisis fue erróneo y poco realista. Cuando se iniciaron las restricciones del Banco Central Europeo y las fugas de capitales, Grecia debería haberse defendido implementando controles de capitales, nacionalizando la banca y preparándose para salir del euro”, explica Sergi Cutillas.
Que Grecia se dejó ahogar es un análisis que pocos economistas contradicen. La política TINA (There Is No Alternative, literalmente “que no hay otra alternativa”), doctrina que se ha seguido en la UE desde tiempos de Margaret Thatcher, ha supuesto que la propia izquierda justifique recortes y apoye un bloque europeo regido por oligarcas, en pos de un supuesto mal menor. En los años de Tsipras, más de un 25 por ciento del gasto social griego se ha destinado al pago de la deuda y las ayudas a la banca, según datos de Eurostat. Al mismo tiempo, disminuían notablemente las partidas destinadas a educación y sanidad.
Tras su derrota, Alexis Tsipras sacaba pecho de su cuestionada gestión como primer ministro. “Nos encontramos un país en el que los bancos estaban vacíos y hemos dejado una banca saneada y siete mil millones de euros de fondos”, alegó. Sin embargo, al hablar con la gente de a pie, da la impresión de que nada ha cambiado en estos años. “Yo no estoy contento con el resultado electoral, aunque era lo esperado. La pregunta es cómo puede sobrevivir ahora el movimiento sindical y la izquierda en general en Grecia. Es indiscutible que Tsipras ha llevado a cabo políticas neoliberales y para la gente no ha cambiado nada, solo han subido los impuestos y se han incrementado los recortes. Nuestros salarios siguen siendo míseros”, argumenta Lefteris Antigoni Ntonti, una griega ahora también emigrada. Cuenta a El Salto que “es verdad que Tsipras ha supuesto un gran cambio en los derechos LGTBI, que anteriormente no estaban reconocidos. Pero si me preguntas qué ha hecho, desde una postura de izquierdas, te diré que nada. Aunque yo creo que ante la Unión Europea era imposible hacer algo”.
Lo mismo opina Cutillas, quien cree que “este tercer programa de ajuste o memorando es el peor de todos. Por tanto, es muy cínico y deshonesto que Tsipras hable de lo bien que han quedado las finanzas después de su mandato. Él venía a defender a la gente, no a los bancos o a la Troika. Su defensa es decir que ha defendido el programa de quienes oprimen al pueblo y encima pretende que el pueblo le quiera por eso”.
La apatía electoral de los electores de izquierdas en la UE se evidencia en altas tasas de abstención a la hora de votar y descontento generalizado con las opciones más a la izquierda del espectro político. La victimización ante los poderes europeos es uno de los leitmotivs de las campañas electorales de partidos como Podemos. Ese “queremos, pero no nos dejan”, ha supuesto que mucha gente piense que votar a la izquierda es entrar en un círculo vicioso en el que nada podrá cambiar.
“Ahora vemos a compañeros de la izquierda europea diciendo que Tsipras hizo lo correcto, cuando en realidad lo que hizo es machacar al pueblo bajo mandato de la Troika. Me preocupa que nadie relacione esto con la falta de análisis de la izquierda sobre el proyecto europeo. Es un proyecto no democrático y que no permite que los gobiernos estatales puedan decidir implementar políticas sociales. Les corta las alas en cuanto se salen un poco del dictado neoliberal. El programa de Syriza no era un programa comunista, sino un programa socialdemócrata que quería parar radicalmente la austeridad”, recuerda Sergi Cutillas.
En Grecia también se votó la oposición a Bruselas, en un famoso referéndum en el que el mundo aprendió que Oxi significa “No” en griego, pero Syriza desoyó el mandato del pueblo heleno.
Según Cutillas, “si no hay ningún gobierno de izquierdas que realmente se quiera enfrentar a la Troika, da igual lo que prometan, que se acabará implentando un programa de austeridad fiscal en el que no se puede hacer política industrial, o remunicipalizar y nacionalizar de forma masiva, como es necesario en algunos sectores”.
Las pasadas elecciones europeas ya predijeron la derrota de Tsipras, pues en los comicios europeos también quedó por detrás de Nueva Democracia (ND), hecho por el que tuvo que convocar elecciones anticipadas. El nuevo Parlamento Europeo está compuesto por casi un 16 por ciento de ultraderechistas. “Se separa el neoliberalismo del crecimiento del fascismo, como si uno no fuese la consecuencia de otro. Se vende que el libre mercado es el internacionalismo de la izquierda y el remedio al fascismo, cuando en realidad es lo que lo está causando”, advierte Cutillas.
Por último, habla de que “hay vida más allá de la Unión Europea para los gobiernos de izquierdas. Se ha demostrado que la UE es un desastre para la mayoría de la población, especialmente las clases no adineradas. De hecho, es el elefante en la habitación de la izquierda europea, ya que es su enemigo, pero la izquierda no lo sabe ver y se empeña en que la UE sea su proyecto”.
Alexis Tsipras, que no provocó la crisis griega, pasará a la historia como el presidente que no supo revertirla.
*Por Laura Cruz para El Salto Diario