Sudán: Un paso más hacia el abismo
El país africano atraviesa una situación explosiva generada por los militares que tomaron el poder y traicionaron sus promesas de cambio.
Por Guadi Calvo para Línea Internacional
Tras las protestas que comenzaron en diciembre pasado y eclosionaron en abril, todo había cerrado bastante bien en Sudán para los miles de manifestantes congregados en Jartum, y en muchas otras ciudades y pueblos del país, que exigían la renuncia de Omar Al Bashir, el autócrata que gobernó el país durante 30 años.
Los altos mandos del ejército, quizás azuzados por los recuerdos de la Primavera Árabe de 2011, reaccionaron positivamente y de inmediato se “invitó” al déspota a que renunciara para instalar un Consejo que acordaría el llamado a elecciones. Pero todo había sido demasiado “civilizado”, demasiado “republicano” para que saliera bien.
El último lunes, a muy pocas horas de la celebración del Eid con la que termina el mes sagrado de Ramadán, y tras varias semanas de cierta inestabilidad en la que se produjeron las muertes de unos cinco manifestantes en diferentes episodios, las Fuerzas de Apoyo Rápido del Ejército, un grupo paramilitar creado con los restos de la temible milicia Janjaweed (Jinetes Armados) -dirigida por el general Mohamed Hamdan Dagalo, subjefe del Consejo Militar-, reprimió brutalmente el campamento de manifestantes que, desde fines del año pasado, se encuentran frente al Ministerio de Defensa en el centro de Jartum.
Los militares sudaneses incendiaron las carpas y comenzaron a disparar contra las manifestantes desarmados, incluso dentro de las instalaciones sanitaria donde estaban siendo atendidas las víctimas de la represión, que finalmente dejó unos 35 muertos -reconocidos oficialmente- y cientos de heridos, lo que hizo colapsar todo el sistema sanitario de la capital. Existe poca información acerca del número de detenidos, de los que se esperaba comenzar a tener información con el correr de las horas. Según algunas fuentes locales, habría más cuerpos sin vida en el hospital Al Moalem, próximo al lugar de la represión, donde se ha impedido el acceso de los periodistas.
A lo largo de abril y mayo, el Consejo y los líderes de las protestas habían mantenido conversaciones respecto a un gabinete y un cuerpo legislativo interinos, que pudieran gobernar el país durante una transición calculada en tres años. Las discusiones por la composición y el liderazgo del nuevo consejo transitorio empantanaron la situación, hasta que desbordó la paciencia de los manifestantes no solo en Jartum, sino en otras ciudades del país, como en Omdurman, al otro lado del Nilo, y Al Qadarif, al oriente de país. El accionar de las fuerzas de seguridad casi al unísono es lo que dio a sospechar por parte de los manifestantes que el asalto parecía ser un movimiento coordinado y no una cuestión espontánea de los militares, o el exabrupto de algún jefe desbordado por la situación.
Los manifestantes que habían decidido permanecer en los campamentos frente al ministerio del Ejercito en la capital a espera que la promesa de los militares se cumpliera, prácticamente pusieron a todo el país en estado de asamblea, presionando al nuevo hombre fuerte de Sudán, el general Abedel Fattah Burhan, quién estaba demorando la decisión de permitir que los líderes civiles emergidos al calor de las protestas pudieran integrarse al gobierno de transición.
Los motivos de la dilación son muchos, hay demasiados militares que no están tan de acuerdo con entregar el poder a los civiles, además de que otros muchos, en actividad y en retiro, están temerosos de que sus huellas en la corrupción de treinta años estén muy marcadas. Disimular negociados, limpiar prontuarios, y acomodar los resortes del poder para que la casta militar no quede fuera de juego, son razones muy valederas por lo que los generales se niegan a pasar a un segundo plano y permitir que los civiles lideren la transición.
Las negociaciones entre el general Burhan y los principales líderes de las movilizaciones habían logrado generar un estado de tranquilidad hasta hace pocas semanas, cuando las conversaciones se empantanaron y prácticamente no generaron más avances. Lo que obligó a los manifestantes a nuevas protestas y exigencias, entre ellas que los militares tuvieran una menor participación en el futuro gobierno de transición, lo que provocó que algunos jefe plantearan fuertemente a que el Ejercito abandonara el poder.
Por otra parte, continúan las conversaciones entre el General Burhan con sus dos principales aliados, el presidente egipcio Abdel Fattah Al Sisi y el príncipe heredero de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) Jalifa bin Zayed Al Nahayan, sobre el destino final de Omar Al Bashir.
Tras la matanza, la cuerda volvió a tensarse y el Consejo Militar, después de comunicar que habían sido cancelados todos los acuerdos a los que se habían llegado con los líderes de la protesta, informó que formaría un gobierno interino encargado de preparar las elecciones, que se realizarán en nueve meses, y que serían supervisadas por organizaciones internacionales.
Luego de la matanza del lunes, la Asociación de Profesionales Sudaneses -una de las organizaciones que más calibre político ha adquirido al calor de los días de abril y mayo- pidió que se clausuraran las principales rutas para “paralizar la vida pública” de todo el país. Las Fuerzas para la Declaración de Libertad y Cambio (DFCF, por sus siglas en inglés), otra de las organizaciones que han tomado la representatividad de los manifestantes en las negociaciones, llamaron al derrocamiento del Consejo Militar y que las protestas callejeras se incentiven. Madani Abbas Madani, líder de las DFCF, llamó a una campaña abierta de desobediencia civil tratando de obligar al Consejo a abandonar el poder, comprometiéndose a seguir su campaña de desobediencia; además pidió ir a la huelga general y llamó a más marchas nocturnas en todo el país.
Antonio Guterres, el secretario general de Naciones Unidas (ONU), condenó la represión y pidió a las autoridades que permitan una investigación independiente, a lo que definió como “uso excesivo de la fuerza” por parte de los ex Janjaweed. Mientras que Michelle Bachelet, la jefa de derechos humanos de la ONU, habló de su alarma ante los informes que denuncian el uso de municiones reales contra civiles desarmados. Tanto la embajada de Estados Unidos como de Reino Unidos también expresaron preocupación. Mientras que Amnistía Internacional solicitó al Consejo de Seguridad de la ONU imponer sanciones a los miembros del Consejo Militar.
El general Abedel Fattah Burhan declaró el martes por la mañana que los líderes de la protesta eran los responsables de la violencia por haber retrasado adrede las negociaciones para, de esa forma, impedir la asunción de un gobierno interino. Burhan anunció que se investigarán los hechos del lunes, pero sin mencionar la responsabilidad de las fuerzas de seguridad. De esta manera, apoyó lo dicho por el portavoz del Consejo, el teniente general Shams El Din Kabbashi, que negó la responsabilidad de los militares en la matanza, y agregó que las fuerzas de seguridad solo se habían limitado perseguir a “elementos ingobernables” que huyeron del lugar de la protesta tras causar el caos.
La situación de Sudán ha cambiado radicalmente en poco menos de cuarenta y ocho horas, y alejándose de su tardía Primavera Árabe ha dado un paso más hacia el abismo.
*Por Guadi Calvo para Línea Internacional