Turistas en tierra ocupada

Turistas en tierra ocupada
30 mayo, 2019 por Tercer Mundo

El Estado israelí utiliza el turismo como otra forma de ocupación y expansión sobre el territorio palestino, además de redoblar su control sobre la economía de Cisjordania.

Por Ana Alba para M’Sur

“Israel lo controla todo”. Así de rotundo es Hisham, guía turístico en la ciudad palestina de Belén desde hace 13 años. “Los guías israelíes pueden entrar libremente en nuestras ciudades, pero nosotros en las suyas, no”, subraya junto a la Basílica de la Natividad, uno de los monumentos históricos con más fama del mundo.

Pero el beneficio que deja esa fama a los palestinos es reducido: gran parte se queda en Israel. Qattan se queja de que los turistas no suelen pernoctar en Belén: duermen en Jerusalén, que está a ocho kilómetros. “La mayoría vienen en tours organizados y pasan una media de cuatro horas en Belén”, explica el hotelero, que se enfrenta a diversos obstáculos derivados de la ocupación para mantener su negocio. De hecho, según cifras oficiales, un tercio del turismo que llega a Israel se desplaza en grandes tours organizados con autobuses. Los guías turísticos locales se quedan al margen del negocio.

Muchos turistas ni siquiera saben que están en Palestina cuando se bajan ante la iglesia de la Natividad para ver la cueva donde, supuestamente, estuvo la Sagrada Familia. Atraviesan sin problemas, quizás sin percatarse, el “checkpoint 300”, el control militar en la puerta del muro que Israel levantó en Cisjordania y por la que se accede a Belén directamente desde Jerusalén. Es el punto militar más transitado por autocares de Israel cargados de turistas extranjeros que entran en los territorios palestinos sin que les pidan la documentación.

“No todos saben que visitan Palestina. Llegan al aeropuerto de Tel Aviv y no ven la diferencia cuando cruzan el muro. No todos los que vienen a Tierra Santa tienen información política”, lamenta Anton Salman, alcalde de la localidad donde en la Biblia se afirma que nació Jesucristo. “Israel no quiere que los tours se queden en nuestra ciudad, pretende utilizar nuestros lugares sagrados, pero que el gasto se haga en Israel. Dicen a los turistas que no vayan a Palestina porque es peligroso”, asegura Salman.

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Unas turistas españolas corroboran las palabras del alcalde ante unos grafitis en el muro de Cisjordania. “En Israel, te dicen: no vayas al lado palestino, y crees que puede ser peligroso. Íbamos a pasar de Israel a Cisjordania en coche, pero nos asustamos porque la frontera estaba muy militarizada. Luego, vimos que no había ningún problema”, explican.

Hisham asegura que, el último año, ha sido bueno para el turismo porque “la situación ha estado bastante tranquila”. Qattan opina que “esta temporada ha sido mejor, el número de plazas hoteleras está creciendo, pero tenemos que competir con el sector turístico de Israel, que es mucho más fuerte”.


“En verano, nos llega agua corriente una vez cada dos o tres semanas, mientras las colonias israelíes reciben agua diariamente, y tenemos que comprar tanques de agua. Esto encarece el precio de las habitaciones”, denuncia Qattan. En los últimos años, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha llevado a cabo un esfuerzo para atraer visitantes a Palestina con campañas internacionales y mejora de servicios, pero la ocupación israelí ahoga también al turismo, que podría ser uno de los motores económicos de los palestinos.


El turismo está muy presente en Israel: aunque solo aporta alrededor del seis por ciento del producto nacional bruto, los cuatro millones de turistas que llegaron al país en 2018 se hacen muy visibles en una población de nueve millones. Pero solo un tercio se aventuró a cruzar el muro y adentrarse en territorio palestino, según un informe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

“No tenemos soberanía en nuestras fronteras y todos los visitantes que vienen a Palestina tienen que pasar por Israel”, indica Fadi Qattan, propietario de Al Hosh Syrian, un acogedor hotel en el casco antiguo de Belén. De hecho, casi todos los turistas que llegan a Israel entran por el aeropuerto de Tel Aviv y menos de la sexta parte llegan por tierra; pero, incluso, si lo hacen desde la vecina Jordania, que linda directamente con Cisjordania, tienen que cruzar un control de fronteras israelí.

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“Nos enfrentamos a una campaña muy eficiente de la ocupación, para hacer que los palestinos parezcamos monstruos. A veces, me río con los turistas que vienen de grandes ciudades. Les digo: en Palestina, tenemos uno de los índices de criminalidad más bajos del mundo, están más seguros aquí que en Barcelona, París o Nueva York”, cuenta Qattan.


Israel no solo controla las fronteras, también las desdibuja. Según la ley internacional, Cisjordania, incluida Jerusalén Este, es territorio ocupado, pero Israel se anexionó la ciudad santa en 1980. Algo muy rentable, sin duda: un 85 por ciento de todos los turistas que llegan al país visitan esta área, en el que se ubica también el famoso Muro de las Lamentaciones. Pero pocos visitantes son conscientes de que, cuando recorren las angostas callejuelas de su ciudad vieja o la contemplan desde el Monte de los Olivos, están en zona ocupada.


Israel se refiere a Cisjordania con los términos bíblicos de Judea y Samaria, y la considera un territorio en disputa; por una parte, insiste en que debe ser tierra judía, por otra, no la ha definido nunca legalmente como tal, y no aplica la legislación israelí a los habitantes de este territorio, salvo a los colonos judíos en los asentamientos. Siguiendo esta filosofía, hay mapas turísticos israelíes en los que las líneas divisorias de Cisjordania se han diluido. Tampoco están las que demarcan la zona de los Altos del Golán en el noreste, un territorio de Siria, este sí anexionado por Israel en 1980.

Diversos lugares de interés histórico, arqueológico, religioso o natural en territorio ocupado están gestionados por el gobierno israelí, que, con su explotación, llena las arcas del Estado. Israel alega que esos sitios están en el Ärea C, una de las tres partes en las que se dividió Cisjordania por los Acuerdos de Paz de Oslo (1993-1995). En la zona C, que abarca el 60 por ciento del territorio cisjordano, Israel tiene el control administrativo y de seguridad. Pero, según la OLP, no concede permisos a los palestinos para rehabilitar lugares de interés histórico que están en peligro.

La ley internacional indica que la potencia ocupante tiene que administrar los recursos del territorio ocupado, en beneficio de su población. Sin embargo, Israel no beneficia a los palestinos, sino a los colonos, un total de 600.000 personas entre Cisjordania y Jerusalén Este. Muchos de ellos regentan negocios, como restaurantes y alojamientos anunciados en plataformas de internet.

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La web oficial de información del ministerio de Turismo israelí incluye numerosos lugares de interés en Cisjordania y Jerusalén Este. La página invita a los viajeros a visitar lugares “de Israel” en territorio palestino ocupado, como Qumran, o las playas del Mar Muerto. En estos oasis de calma, los turistas pueden comprar productos de belleza de marcas israelíes. Algunas usan recursos naturales palestinos y tienen fábricas en colonias, como la de Mitzpe Shalom, donde se manufacturan los productos Ahava, que se comercializan también en Europa. La propia fábrica cuenta como “atractivo turístico israelí” en algunas páginas de recomendaciones turísticas.


Entre los yacimientos arqueológicos importantes en la zona ocupada, está Herodion, fortaleza construida por el Rey Herodes el Grande, gestionada por Israel. En 2013, varios objetos hallados allí se incluyeron en una gran exposición dedicada a Herodes en el Museo de Israel, a pesar de la protesta de las autoridades palestinas.


Pero, incluso, los monumentos y artefactos que no se mueven de su sitio original dan empleo y beneficios a los israelíes, y no a los palestinos. Según datos de la OLP, en 2015, unos 8.000 guías israelíes trabajaron en el Área C de Cisjordania y unos 50 entraron diariamente en ciudades como Belén y Jericó, que se encuentran en la zona A, bajo control de la ANP. Solo 25 guías palestinos fueron autorizados a entrar a Israel. Cifras similares se repiten cada año.

Turismo de ocupación

El hotel Nof Canaan es un pequeño remanso de paz situado en Cisjordania, con vistas sobre el Wadi Qelt, una piscina y habitaciones acogedoras. Ubicado en la colonia israelí de Nofei Prat, atrae a decenas de turistas. Cuando su propietario, Igal Canaan, lo abrió en el 2009, la oferta para hospedarse en colonias israelíes en territorio palestino ocupado era escasa, pero, ahora, centenares de alojamientos se publicitan en Airbnb, Booking, Expedia y TripAdvisor.

Estos gigantes del turismo en línea “propician la comisión de violaciones de derechos humanos contra la población palestina al anunciar cientos de habitaciones y actividades en asentamientos israelíes en territorio palestino ocupado”, afirma la organización Amnistía Internacional (AI). En su informe Destino: ocupación, AI documenta cómo estas empresas “contribuyen a la existencia y expansión de las colonias”.

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“El asentamiento de civiles israelíes por parte de Israel en los Territorios Palestinos Ocupados, viola el derecho internacional humanitario y constituye un crimen de guerra”, señala la organización. “La apropiación ilegal de tierras palestinas y la expansión de los asentamientos por parte de Israel perpetúa un sufrimiento inmenso, expulsa a la población palestina de sus hogares, destruye sus medios de vida y la priva de servicios básicos, como el agua potable”, subraya Seema Joshi, directora de Asuntos Temáticos Globales de AI.

“El gobierno israelí utiliza la creciente industria turística en los asentamientos para legitimar su existencia y su expansión, y las empresas de turismo en línea le siguen el juego. Es hora de que defiendan los derechos humanos y retiren todos sus anuncios en los asentamientos ilegales en tierras ocupadas. Los crímenes de guerra no son una atracción turística”, subraya Joshi.

En noviembre de 2018, tras unas investigaciones del canal de televisión qatarí Al Jazeera y de la organización Human Rights Watch (HRW), Airbnb anunció que retiraría sus anuncios de alojamientos en colonias de Cisjordania. Sin embargo, unos 300 siguen apareciendo en su web y la firma no se comprometió eliminar los de colonias en Jerusalén Este, también una zona ocupada.

Los principios rectores de la ONU sobre empresas y derechos humanos señalan que las compañías tienen la responsabilidad de respetar el derecho internacional, destaca Amnistía en su informe. Considera que Airbnb, Booking, Expedia y TripAdvisor “no sólo contribuyen de forma importante a llevar el turismo a los asentamientos ilegales, sino que, además, engañan a sus clientes”, al no indicar de modo sistemático si los anuncios son en colonias.

Entre febrero y octubre de 2018, AI visitó cuatro pueblos palestinos próximos a colonias donde las webs anuncian alojamientos, así como el barrio de Silwan, en Jerusalén Este -donde se instalan muchos colonos-, y una comunidad palestina en Hebrón. Todos están cerca de atracciones turísticas lucrativas gestionadas por colonos, sufren confiscación de tierras o son víctimas de ataques de los colonos armados.

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Amnistía denuncia, por otro lado, que se exportan a mercados internacionales artículos por valor de cientos de millones de dólares producidos en colonias israelíes. Además de pedir a las empresas que dejen de hacer negocios en y con los asentamientos, la organización insta a los gobiernos a promover leyes para prohibir la importación de bienes de colonias. Pide seguir el ejemplo del parlamento irlandés, que está en proceso de aprobar un proyecto de ley para prohibir el comercio de bienes y servicios con los asentamientos. Una propuesta legal que ha suscitado respuestas indignadas desde Israel.

*Por Ana Alba para M’Sur

Palabras claves: Israel, Palestina, Turismo

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