De Notre Dame a Gaza: nuestras mezquitas e iglesias también están ardiendo

De Notre Dame a Gaza: nuestras mezquitas e iglesias también están ardiendo
25 abril, 2019 por Tercer Mundo

Luego del incendio en la catedral francesa, un periodista palestino analiza la doble moral de Occidente que mantiene silencio ante la destrucción y el saqueo en Medio Oriente.

Por Ramzy Baroud para Ma’an

Cuando la torre de 300 pies de la catedral de Notre Dame en París se derrumbó trágicamente en vivo por la televisión, mis pensamientos se aventuraron hacia el campo de refugiados de Nuseirat, mi hogar de infancia en la Franja de Gaza.

Luego, también en la televisión, vi cómo una pequeña excavadora arañaba desesperadamente los escombros de la mezquita de mi vecindario. Crecí alrededor de esa mezquita. Pasé muchas horas allí con mi abuelo Mohammed, un refugiado de la histórica Palestina. Antes de que mi abuelo se convirtiera en refugiado, era un joven imán en una pequeña mezquita en su aldea de Beit Daras, destruida hace mucho tiempo.

Mohammed y muchos en su generación tuvieron consuelo al erigir su propia mezquita en el campamento de refugiados tan pronto como llegaron a la Franja de Gaza, a fines de 1948. La nueva mezquita fue hecha primero de barro endurecido, pero finalmente fue reconstruida con ladrillos y luego se construyó de concreto. Pasó mucho tiempo allí y, cuando murió, su viejo y frágil cuerpo fue llevado a la misma mezquita para una oración final, antes de ser enterrado en el cementerio de los Mártires, que se encuentra adyacente. Cuando aún era un niño, solía tomar mi mano mientras caminábamos juntos hacia la mezquita durante los tiempos de oración. Cuando envejeció y apenas podía caminar, yo, a su vez, sostuve su mano.

Pero Al Masjid Al Kabir, la Gran Mezquita, más tarde rebautizada como Al Qassam Mosque, fue completamente pulverizada por misiles israelíes durante la guerra de verano en Gaza, que comenzó el 8 de julio de 2014.

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Cientos de casas de culto palestinas fueron atacadas por los militares israelíes en guerras anteriores, especialmente en 2008, 2009 y 2012. Pero la guerra de 2014 fue la más brutal y destructiva hasta ahora. Miles fueron asesinados y muchos más heridos. Nada era inmune a las bombas israelíes. Según los registros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), 63 mezquitas fueron completamente destruidas y 150 dañadas solo en esa guerra, muchas veces con personas en su interior que buscaban refugio. En el caso de mi mezquita, dos cuerpos fueron recuperados después de una larga y agonizante búsqueda. No tenían posibilidad de ser rescatados. Si sobrevivieron a los explosivos mortales, luego fueron aplastados por las enormes losas de concreto.


En verdad, el concreto, los cementos, los ladrillos y las estructuras físicas no tienen mucho significado por sí mismos. Les damos sentido. Nuestras experiencias colectivas, nuestros dolores, alegrías, esperanzas y fe, hacen que una casa de adoración sea lo que es. Muchas generaciones de católicos franceses han asignado a la catedral de Notre Dame sus significados en capas y su simbolismo desde el siglo XII.


Mientras el fuego consumía el techo de roble y gran parte de la estructura, los ciudadanos franceses, y muchos en todo el mundo, miraban asombrados. Es como si los recuerdos, las oraciones y las esperanzas de una nación arraigada en el tiempo se revelaran repentinamente, surgiendo, al mismo tiempo, con las columnas de humo y fuego.

Pero los mismos medios que cubrieron la noticia del incendio de Notre Dame parecían ajenos a la destrucción de lo que consideramos sagrado en Palestina, ya que, día tras día, la maquinaria de guerra israelí sigue explotando, demoliendo y profanando.

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Es como si nuestras religiones no fueran dignas de respeto, a pesar del hecho de que el cristianismo nació en Palestina. Fue allí donde Jesús recorrió las colinas y valles de nuestra patria histórica, enseñando a las personas acerca de la paz, el amor y la justicia. Palestina también es fundamental para el Islam. Haram Al Sharif, donde se encuentran la mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca, es el tercer sitio más sagrado para los musulmanes de todo el mundo. Sin embargo, los sitios sagrados cristianos y musulmanes están asediados, a menudo asaltados y cerrados por dictados militares israelíes. Además, los extremistas judíos mesiánicos protegidos por el ejército israelí quieren demoler Al Aqsa y el gobierno israelí ha estado cavando debajo de sus cimientos durante muchos años.

Aunque nada de esto se hace en secreto, la indignación internacional permanece en silencio. De hecho, muchos encuentran justificadas las acciones de Israel. Algunos han aceptado la ridícula explicación ofrecida por el ejército israelí de que bombardear mezquitas es una medida de seguridad necesaria. Otros están motivados por oscuras profecías religiosas propias.

Palestina, sin embargo, es sólo un microcosmos de toda la región. Muchos de nosotros estamos familiarizados con la terrible destrucción llevada a cabo por grupos militantes marginales contra el patrimonio cultural mundial en Siria, Irak y Afganistán. Entre los más memorables, se encuentran la destrucción de Palmira en Siria, los Budas de Bamiyan en Afganistán y la Gran Mezquita de Al Nuri en Mosul.

Sin embargo, nada puede compararse con lo que el ejército invasor de los Estados Unidos hizo a Irak. Los invasores no solo profanaron un país soberano y brutalizaron a su gente, sino que también devastaron su cultura que se remonta al inicio de la civilización humana. Las consecuencias inmediatas de la invasión solo resultaron en el saqueo de más de 15 mil antigüedades iraquíes, incluida la Dama de Warka, también conocida como la Mona Lisa de la Mesopotamia, un artefacto sumerio cuya historia se remonta al 3100 antes de Cristo (a.C.).

Tuve el privilegio de ver muchos de estos artefactos en una visita al Museo de Irak solo unos años antes de que fuera saqueado por soldados estadounidenses. En ese momento, los curadores iraquíes tenían todas las piezas preciosas escondidas en un sótano fortificado en previsión de una campaña de bombardeos de Estados Unidos. Pero nada pudo preparar al museo ante el salvajismo desatado por la invasión terrestre. Desde entonces, la cultura iraquí se ha reducido en gran medida a los artículos en el mercado negro de los invasores occidentales que han dividido a ese país. El valiente trabajo de los guerreros culturales iraquíes y sus colegas en todo el mundo ha logrado restaurar parte de esa dignidad robada, pero la cuna de la civilización humana tardará muchos años en redimir su honor vencido.

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Cada mezquita, cada iglesia, cada cementerio, cada obra de arte y cada artefacto son importantes, porque están cargados de significado; el significado que se les otorga a aquellos que han construido o buscado, en ellos, un escape, un momento de consuelo, esperanza, fe y paz.

El 2 de agosto de 2014, el ejército israelí bombardeó la histórica mezquita de Al Omari en el norte de Gaza. La antigua mezquita se remonta al siglo VII y desde entonces ha servido como símbolo de resistencia y fe para los habitantes de Gaza. Mientras ardía Notre Dame, también pensé en Al Omari. Si bien el incendio en la catedral francesa fue accidental, las casas de culto palestinas destruidas fueron atacadas intencionalmente. Los culpables israelíes aún no rindieron cuentas.

También pensé en mi abuelo Mohammed, el amable Imam con la hermosa y pequeña barba blanca. Su mezquita sirvió como su único escape de una existencia difícil, un exilio que solo terminó con su propia muerte.

*Por Ramzy Baroud para Ma’an / Traducción: Palestina Soberana

Palabras claves: mezquita, Notre Dame, Palestina

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