Houseman, el wing que nunca se fue
René Houseman falleció el 22 de marzo de 2018. Conocido como el Loco o el último Wing, el campeón del Mundo en 1978 nunca se desprendió de su origen villero. Nunca se fue, siempre volvió. A poco de comenzar el Mundial, se enteró de que su familia era desalojada por la dictadura para destruir el Bajo Belgrano, su hogar desde los 7 años y una mala imagen para el mundo. En víspera del debut ante Hungría, Manotti no lo hallaba. «Flaco, si lo quiere encontrar, vaya al Bajo Belgrano. Al lado de la villa, hay una cancha». Allí lo encontró.
Por Gonzalo Reyes para La tinta
«Ustedes se equivocan. Los que son como Houseman no se mueren nunca, se van. Pero siguen ahí como ángeles de la inspiración. Donde haya un pibe con una pelota estará Houseman».
Césa Luis Menotti.
El 22 de marzo de 2018, cerca del mediodía, los medios de comunicación comenzaban a hacerse eco de la muerte de René Orlando Houseman, figura del Huracán campeón del Metropolitano 73 y campeón del Mundo con Argentina en 1978.
El Loco, el último Wing. René será recordado por su mágica gambeta, sus desbordantes corridas sobre la línea y su inoxidable sentido de pertenencia a la villa del Bajo Belgrano donde se crió desde los 7 años. Allí se lo vio pateando pelotas de goma, esquivando charcos y haciendo travesuras. «Si yo fuera millonario, me compraría una villa», supo decir en una entrevista con Pablo Gentili, de Clacso, y Pablo Alabarces, de la UBA, en vísperas de su viaje al mundial de Brasil 2014. Aquel año, debutó como cronista en un Mundial invitado por quienes lo abrazaron como uno de los suyos: La Garganta Poderosa.
«Al poco tiempo de llegar a Huracán, me contó su historia», supo escribir el periodista Pedro Urquiza en un artículo para el libro El fútbol nuestro de cada día, del año 1974. «Aquel río de La Banda, en Santiago del Estero. La llegada de la familia a Buenos Aires… Se instalaron en el Bajo Belgrano, pasando las vías. Del otro lado de la opulencia de los pisos señoriales de la avenida del Libertador, de la aristrocracia de las Barrancas, de la quietud de la calle Cuba… Allí donde pudieron».
El pasado 18 de julio, primer cumpleaños de René sin René, su hermana Ema contó detalles sobre aquellos orígenes, tiempo en el que arribaron a Buenos Aires en busca de un mejor futuro: «Llegamos a la villa desde Santiago del Estero en el año ’60. René tenía siete años. En ese momento, había poca gente. Agarramos una esquina y nos metimos. Éramos cuatro hermanos y mi mamá. Nuestros padres estaban separados, pero papá nos hizo una pieza comedor, cocina y baño». Desde aquella edad, el pequeño Houseman aprendió a disfrutar de los pequeños placeres que le daba patear una pelota como su hermano Carlos, quien comenzaba a probar suerte en Excursionistas: «Los que saben dicen que era mejor que René», se animó a afirmar Ema en entrevista con Infobae. «La villa era muy humilde, nos conocíamos todos. La señora Amalia y su marido nos cuidaba cuando mi mamá iba a trabajar (…) René se levantaba y empezaba a pelotear, se entreveraba con los grandes, nunca jugaba con chicos de su edad. Después, empezó a trabajar de cadete en una farmacia. Una vez, fue a Uruguay con una selección infantil y empezó a jugar en Excursionistas y después en Defensores de Belgrano». Según el propio René, aquella infancia estuvo llena de buenos recuerdos: “Yo era un pibe feliz al que no le faltaba nada en la villa. Me pasaba el día entero pateando contra el paredón”.
Aquel barrio villero creció hasta que la última dictadura cívico-militar decidió tirarla abajo. Fue en 1978, a pocas semanas del debut mundialista de Argentina ante Hungría. El Loco se enteró en plena concentración que su familia era obligada a abandonar la villa del Bajo Belgrano: «Venían con la topadora para tirarte la casa y un camión para llevarte con tus cosas. Te cargaban arriba y te tenías que ir», recordó Ema. Las once manzanas de aquel asentamiento, que había cobijado a migrantes extranjeros y del interior del país, fueron arrasadas. «El Bajo», una zona considerada de baldíos, basura y pantanos para el Alto Belgrano durante más de 40 años se convirtió, junto a otras seis villas, en una imagen que la Junta Militar no quería mostrarle al mundo.
Ni ser jugador de Primera, ni ser campeón y figura del Huracán del 73, ni ser campeón del Mundo lo alejaron a Houseman de sus orígenes. Siempre volvió. Siempre se iba. Odiaba las concentraciones. En 1973, el por entonces DT de la Selección, Enrique Omar Sivori, lo desafectó del equipo por indisciplina. En un descuido de todos, René saltó por la ventana de un primer piso donde concentraban, se montó un taxi y desapareció. Lo encontraron en el Bajo Belgrano: «No aguantaba más el encierro. Yo estoy acostumbrado a estar en la calle», intentó explicar. Fue inútil. Tan inútiles como los esfuerzos de Menotti para mantenerlo quieto incluso en vísperas del Mundial 78. El periodista Ernesto Cherquis Bialo supo rescatar así una de las mejores anécdotas del Loco:
–¿Dónde está Houseman?, preguntó Menotti en una concentración de la Selección Argentina de cara al Mundial 1978.
– Profe, ¿usted lo vio a Houseman?
– No, no lo vi.
– Sapo, ¿vos lo viste a Houseman?
– No, no lo vi.
– ¿Nadie vio a Houseman?
– No, nadie lo vio…
Hasta que apareció un infidente de los que nunca faltan en los grupos y le dijo: «Flaco, si lo quiere encontrar al Loco, vaya al Bajo Belgrano. Al lado de la villa, hay una cancha, en la cancha se juegan partidos, en esos partidos de villeros juega Houseman».
– «¡¿Pero cómo va a jugar?!», replicó Menotti. «¡Si es el titular de la Selección Argentina! ¡Tenemos un partido amistoso la semana que viene!»
– «Flaco, no diga que yo le dije. Vaya a la villa del Bajo Belgrano y fíjese si o está Houseman jugando».
«Pizzarotti (preparador físico de la Selección en Argentina 1978) y el Flaco salieron desde la concentración, preguntaron por la cancha, llegaron a la villa, vieron aquel irregular campo de juego, sin césped y sin redes. Había un partido y mucha gente a los costados. Miraron, se fueron aproximando, trataron de no ser reconocidos, pero Houseman no estaba… No estaba en el campo de juego. Pero se acercaron al banco y lo vieron sentado. Sentado en el banco de uno de los equipos de la villa. Entonces el profe lo llamó, se levantó Houseman sin sorprenderse y el profe le preguntó: «René, ¿qué hace usted acá?». Y Houseman respondió: «El que juega de titular es mejor que yo».»
Como dijo el propio Menotti, «los que son como Houseman no se mueren nunca», no cumplen años ni aniversario de nada. Nosotros elegimos recordarlo así como lo hace Pedro Urquiza:
«¿Qué es René Houseman? Los sociólogos llenaron carillas tratando de explicarlo. Lo sabemos todos. Ya no interesa tanto. Yo me quedo con el René que me contó su sueño de pájaros cuando se mojaba los pies allá en La Banda. El que quería sentarse en el cordón de la vereda con sus amigos del Bajo. El que vi contagiar con su carcajada sonora al vestuario de Huracán. El que me hizo poner de pie para aplaudir su magia con el gol en Vélez o en Argentinos Juniors. El de los hamaques de cintura en la jugada previa al gol en el Estadio Nacional de Santiago frente a Colo Colo, en el último minuto. Ese es el Houseman que quiero, respeto y admiro».
*Por Gonzalo Reyes para La tinta