Las Noticias, las miserias en el mundo periodístico
Por Manuel Allasino para La tinta
Las Noticias es una novela del escritor cordobés Hernán Arias, publicada en el año 2014. El narrador es un periodista que denuncia que el periodismo, «el oficio más lindo del mundo» en palabras de Gabriel García Márquez, se ha vuelto un ejercicio burocrático y sin compromiso en el semanario que trabaja. Describe sin piedad la vida interna de esa redacción en capa caída: los conflictos gremiales, la convivencia entre secciones, el “jefe-editor”, el “dueño-director”, las “plumas destacadas” y los cambios que se realizan sin consensos ni acuerdos.
“Por algún motivo, esta empresa considera beneficioso reasignar, en cada una de sus redacciones, una o dos veces al año nuevos espacios de trabajo para sus empleados. En el semanario, de un día para el otro los encargados de Mantenimiento cambian de lugar las distintas secciones. Sin previo aviso, mudan las computadoras, los cajones y las líneas telefónicas, pegándole un rótulo a cada objeto con el apellido del usuario. Un buen día uno llega a trabajar y un compañero te explica que tu lugar ya no es el que ocupabas; y señala vagamente para otra parte diciendo: Creo que ahora te sentás por allá. Cuando empecé a trabajar en el semanario, los redactores de Cultura nos sentábamos entre los redactores de Sociedad y los del suplemento de Espectáculos. Era una buena ubicación. Trabajábamos en silencio. A lo ancho del noveno piso hay computadoras ordenadas de a dos, una al lado de la otra, en grupos de ocho escritorios. Contra los ventanales está además la fila de escritorios de los editores. Son muebles más amplios y de mejor calidad que los nuestros. También se diferencian por el color. Los escritorios de los editores son negros, los de los redactores, blancos. Cada redactor trabaja sentado delante de otra persona, con otra persona detrás y dos compañeros a los costados“.
La novela se compone de pequeñas escenas que no superan la extensión de una página.
Hernán Arias retrata con una prosa ligera y contundente cómo es la producción de noticias, la agenda periodística y los compromisos literarios en un ambiente de crueldad empresarial lleno de resentimiento y egoísmo.
“Carla me cuenta que volvió a hablar con Gustavo y lo encontró peor. Está angustiado, me dice. Yo le pregunto si ya pasó el período de prueba en la revista, y me contesta que no. Le faltan dos semanas, dice. Si lo echan ahora no le dan ni las gracias. Es viernes, y Carla y yo estamos sentados sobre un escritorio vacío delante de un televisor. Hablamos y miramos la pantalla en la que un hombre alto y fuerte parado delante de un enorme horno de barro muestra un ladrillo mientras explica cuáles son los pasos de su elaboración. Al extraer la arcilla de la tierra, dice, lo primero que debemos hacer es darle forma. Moldearla, aclara. Y explica que el bloque resultante de ese proceso no debe quedar poroso. Si tiene agujeritos, dice, no resiste al agua. Y agrega algo más que no alcanzo a escuchar porque Carla habla y me distrae: El problema es que Gustavo está obligado a responder, murmura. Yo dejo de mirar al hombre del ladrillo y le pregunto si me puede aclarar qué quiso decir. Carla se toma unos segundos antes de contarme que, pensando en Gustavo, se le ocurrió que para zafar de la nota sobre la princesa debería evitar responderle a su editora. Por ejemplo, me dice Carla, cada vez que ella lo llama a su escritorio y lo aprieta para que escriba la nota, él debería quedarse callado. Sonrío y vuelvo a mirar la pantalla. Ahora el hombre del ladrillo explica que al momento de cocinar la arcilla se deben tomar ciertas precauciones. Es un trabajo de precisión, ni más ni menos. Los componentes de la arcilla se funden exactamente a esa temperatura. También es importante controlar el tiempo de cocción. Si se le cuece de más, se funde; si no se le cuece lo suficiente, se rompe. Mi jefe me llama desde su escritorio. Cuando voy, abre su cajón, saca un mamotreto de unas doscientas hojas A4 metido en una carpeta de plástico, y me lo da. Me explica que es la última novela de un figurón local. Así lo llama. En la tapa de la carpeta está escrito a mano el título de la novela y el nombre del autor. Esta novela sale dentro de un mes, me dice. La idea es publicar la entrevista el fin de semana de la presentación. Hoy o mañana te va a llamar la agente de prensa de la editorial. Yo le pregunto si sabe de qué se trata la novela. Mi jefe niega con la cabeza antes de hablar. Dice: no esperes gran cosa”.
El libro de Hernán Arias no sigue un orden cronológico, sino que se van entremezclando las historias y situaciones para formar un cuadro contundente sobre la “cocina” de cierto periodismo.
La novela se divide en dos partes, una llamada “La Princesa” (que ocupa casi todo el libro) y la segunda, bien breve, titulada “Barbie”. Hay de todo en las 110 páginas: rutina, traición, desgaste, cinismo, mentira y ambición.
“En la planta baja funciona la Enfermería. Es una habitación de dos por tres sin ventilación ni luz natural. De un lado hay una camilla y un mueblecito donde la enfermera guarda los remedios; del otro acomodaron una mesita, un perchero y dos sillas. La enfermera es una mujer joven, seria y de pocas palabras. Suele estar leyendo cuando uno llega y golpea la puerta, y deja el libro sobre la camilla o la mesa para atender. La única vez que le pregunté qué estaba leyendo, buscó el libro y me lo alcanzó sin hablar. Era la biografía del torero Juan Belmonte. Le pregunté si había vivido en España y negó con la cabeza. No volví a intentar hablar con ella de algo tan personal. Voy a la Enfermería casi siempre por lo mismo: ardor en la boca del estómago. La enfermera me dice que evite las frituras y el alcohol, que tome mucha agua y no fume. Le digo que no fumo ni como frituras, y que para mí la causa de ese ardor no es la comida ni los vicios sino el trabajo en la redacción. Estoy estresado, le digo. La enfermera no hace ningún comentario. Mientras me escucha, hurga en el mueblecito hasta encontrar la pastilla”.
Las noticias de Hernán Arias está narrada en primera persona con una prosa despojada y es una pincelada minimalista sobre el quehacer periodístico sin compromiso social en donde no siempre se informa porque “las noticias también se inventan. Donde no había nada, algo debe aparecer”.
Sobre el autor
Hernán Arias nació en San Francisco, Córdoba, en 1974. Es Profesor en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba. Publicó el libro de cuentos Los invitados (Alción, 2004) y la novela La sed (Ferreyra editor, 2005; Entropía, 2011), con la que obtuvo el Premio provincial de novela Daniel Moyano. También participó de varias antologías. En el 2007, ganó la beca de escritura del Fondo Nacional de las Artes.