Latinoamérica y el Caribe en la mira de Washington
Estados Unidos redobla su presión contra los procesos progresistas y de izquierda en América Latina, mientras se repliega en otras regiones del mundo.
Por Roberto Carpio Rubio para Revista Crisis
Aunque el último trimestre del 2018 estuvo marcado por acontecimientos con un fuerte impacto en el sistema internacional, es posible que 2019 se caracterice por la intensificación del conflicto entre las grandes potencias. El gobierno estadounidense ha decidido retirarse de Siria tras haber sido vencido por la coalición ruso-sirio, lo que demuestra que las relaciones de poder, al igual que los objetivos estratégicos estadounidenses, rusos y chinos, se han replanteado. Rusia se fortalece como el mayor riesgo militar y China continúa siendo la principal amenaza económica para los Estados Unidos y sus aliados. Mientras aumenta la influencia de China y de Rusia en el mundo, el gobierno de Donald Trump comienza a resguardar su retaguardia controlando su “patio trasero” y haciéndole sentir su presencia.
Latinoamérica y el Caribe son de vital importancia para la seguridad nacional de los Estados Unidos. La presencia de otras potencias en nuestros territorios alarma al gobierno de Trump. Ante ello, este año podemos esperar acciones que girarán en torno a cuatro ejes fundamentales, jerárquicamente identificados: asfixiar política y económicamente a gobiernos considerados altamente riesgosos para los intereses nacionales de Estados Unidos; deslegitimar y desacreditar las acciones políticas ejecutadas por gobiernos de izquierda; influenciar y persuadir a la sociedad de países estratégicos con el propósito de lograr resultados electorales que favorezcan los intereses políticos y económicos estadounidenses; y fortalecer a gobiernos serviles que han facilitado la consecución de sus objetivos. Estos ejes no son excluyentes unos de otros, sino que se aplicarán de manera sistémica, de acuerdo con la realidad de cada caso.
El ataque sistemático y continuo que ha recibido Venezuela no cesará; de hecho se incrementará gracias a la conformación del Grupo de Lima, un club de gobiernos amigos de Estados Unidos que operan diplomáticamente en contra del gobierno bolivariano.
Jair Bolsonaro e Iván Duque, por ejemplo, han manifestado que una intervención militar en Venezuela no se puede descartar. Ante ello, y con el precedente de Siria, Rusia ha convenido establecer acuerdos de cooperación militar con Venezuela, y de ser necesario enviar equipamiento y armamento defensivo. Otro gobierno que tendrá que continuar defendiéndose de los ataques silenciosos, pero nada disimulados de Estados Unidos, es el de Daniel Ortega. En Nicaragua las redes sociales han sido instrumentalizadas para incentivar discursos de odio y para generar caos en algunos sectores, a través de acciones altamente mediatizadas y viralizadas, tal y como sucedió en Venezuela. No obstante, estas expresiones violentas no representan a la mayoría de la ciudadanía, la misma que se ha manifestado por la pacificación y en contra de la violencia exacerbada y el vandalismo.
La oposición cubana ha comenzado una fuerte campaña de desprestigio y descrédito contra la redacción por parte de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la Nueva Constitución de la República. Dicha oposición, principalmente representada por el lobby cubano en Miami, el mismo que cuenta con gran poder gracias al apoyo político y financiero que recibe desde Washington, ha deslegitimado el trabajo de la Asamblea, al expresar que es una farsa y un engaño. Los argumentos que sostienen son que existe un intento de fortalecer el socialismo, que el Estado se mantiene como regulador de la economía y que el Partido Comunista tiene preponderancia en la vida política de la nación. Todos los argumentos vislumbran en el discurso de la oposición la influencia que tiene el gobierno norteamericano y cómo priman sus intereses.
Por otro lado, la investidura de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República mexicana representa un fuerte golpe a los intereses de su vecino del norte. México, que ha estado intensamente tutelado por los Estados Unidos durante las últimas décadas, vuelve a mostrarse soberano y respetuoso del principio de no intervención, que se originó en 1930 en su territorio y que es reconocido en el derecho internacional hasta hoy en día. Las directrices políticas y disposiciones presidenciales dadas por López Obrador han causado la breve conformación de una oposición conservadora y que representa los intereses partidistas priistas y panistas, que tanto daño causaron a México y que favorecieron, en un desesperado entreguismo, los intereses de la Casa Blanca. Cada acción que toma el gobierno de MORENA está en la mira y es fuertemente criticada por los medios de comunicación que representan intereses contrarios a los nacionales. Se deslegitima políticamente al gobierno de la “Cuarta Transformación”, para evitar que se convierta en el nuevo referente del progresismo en la región.
El gobierno mexicano debe ser el último gobierno progresista que puede ascender. Algunos como Brasil, Argentina y Ecuador tuvieron que enfrentar el fenómeno del lawfare. Otros como Venezuela, Nicaragua y Cuba enfrentar bloqueos comerciales e incentivos al desorden y violencia interna. Es imprescindible para Estados Unidos evitar que electoralmente los gobiernos progresistas asciendan al poder. Mientras Cristina Fernández se configura como la principal opción para alcanzar el sillón de la Casa Rosada en Argentina, los ataques en su contra buscan ilegalmente eliminarla de la competencia, tal y como lo lograron con Lula da Silva en Brasil. Por otro lado, el caso boliviano es aún de mayor dificultad, puesto que Evo Morales cuenta con una alta legitimidad y ha sido validado para participar constitucional y legalmente como candidato de reelección. El descrédito en contra de Morales se intensifica con el fallo de La Haya sobre la posible salida al mar para Bolivia y los costos de la demanda. Para bienestar de Estados Unidos y su mayor tranquilidad, ni en Argentina ni en Brasil pueden existir gobiernos progresistas al final de 2019, especialmente por el simbolismo que implicaría en toda la región.
Finalmente, los gobiernos y partidos políticos afines a los Estados Unidos serán fortalecidos y congratulados por el gobierno de Trump, ya que han cumplido con la tarea de proteger intereses y cumplir con objetivos de la Casa Blanca. Los platos rotos serán pagados económica, social y políticamente por la ciudadanía.
El Brasil de Bolsonaro corre el riesgo de convertirse en un Estado fascista, en el cual hay regresión de derechos y en el que las medidas económicas van en contra del bienestar del medio ambiente y de la sociedad. La Colombia de Duque, la misma que a través de cortesías discursivas ha determinado que la independencia de Colombia sucedió gracias a los Estados Unidos, contará con mayor respaldo militar este año. El Plan Colombia se intensificará, se incrementarán los asesinatos a líderes sociales y aumentará el depósito de armas que podrán utilizarse para erradicar, a través de paramilitarismo, a más líderes sociales, o incluso para acompañar a una posible intervención armada en Venezuela. El gobierno ecuatoriano se sostendrá, pese a su ilegitimidad, gracias al apoyo de poderes fácticos que representan únicamente intereses extranjeros y al servilismo que ha mostrado a favor de la Casa Blanca en el caso Assange.
En conclusión, durante el año que arranca la presión de Washington sobre Latinoamérica y el Caribe se recrudecerá. La guerra la juegan China, Rusia y Estados Unidos, pero el campo de batalla es el mundo, y Nuestra América no se salva de formar parte del mismo.
Las luchas estadounidenses son reducir la presencia económica y comercial de China en la región; reconquistar los territorios otrora bajo su tutelaje; y evitar que Rusia ponga armamento y equipamiento en nuestra región, pues si lo logra los Estados Unidos serán acorralados y reducidos hasta su propia cancha.
*Por Roberto Carpio Rubio para Revista Crisis