La lucha por la supervivencia

La lucha por la supervivencia
19 diciembre, 2018 por Redacción La tinta

Como una de las muestras del apocalipsis actual, seguimos a las #CaravanasMigrantes. Decenas de miles de personas autoconvocadas recorriendo juntas miles de kilómetros a pie para llegar al sueño de la supervivencia. Las mujeres son un porcentaje importante de esta caravana, que nos señala algunas pistas para pensar una migración femeneizada, forzada y específica.

Por Redacción La tinta

«Porque el mundo no es propiedad de ninguna bandera, es de todas, todos, quienes lo hacemos andar con nuestro trabajo, quienes lo hacen florecer, quienes siembran vida donde el sistema cosecha muerte».
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Congreso Nacional Indígena, Concejo Indígena de Gobierno – Octubre 2018

La Caravana Migrante, sin ser un fenómeno absolutamente novedoso, nos pega un cachetazo de realidad. Cientos de miles de personas emprenden juntas un camino de incertidumbre, no ya con el horizonte del sueño americano, sino por la mera supervivencia. ¿Qué te atraviesa para tomar la determinación de agarrar a tus niñes, un bolso y empezar a caminar con miles de desconocides unos cuatro mil kilómetros hasta un destino que te nombra como terrorista? ¿Cómo es el contexto de vida de una mujer que deja su tierra, aun sabiendo los peligros a los que se expone? ¿Qué nuevas formas de resistencia pueden leerse en este migrar colectivo?

La huida a la esperanza

“En las maquilas, está prohibido embarazarse, orinar más de dos veces al día e incluso tomar agua durante la jornada de trabajo (…) las maquilera sufren de persistente acoso sexual y abuso, pero las empleadas no lo denuncian (…) Muchas ceden a los manoseos, propuestas indecorosas y arreglo de citas porque necesitan el empleo; de lo contrario, las despiden. La gran mayoría tiene de uno a cinco hijos, son madres solteras o jefas de hogar, y necesitan alimentar a su familia”.
Alba Trejo – alainet

Algunos países de centroamérica concentran un cúmulo de violencias que configuran un panorama para nada sencillo. Hace décadas que se despliega una violencia de un mercado neoliberal que, por un lado, absorbe a grandes cantidades de personas en un mercado laboral transnacional explotador y, por otro lado, deja grandes porciones de la población sin empleo, convirtiéndolas en desechables. Por ejemplo, según el Fondo Social de la Deuda Social y Externa del país, en Honduras, más del 68.8 por ciento de la población vive en situación de pobreza, de la que poco menos de la mitad está en situación de pobreza extrema.


Cruzar las fronteras, llegar a Estados Unidos, significa la posibilidad de sobrevivir para quienes sólo tienen oportunidades de muerte, siguiendo, por lo general, los pasos de algún pariente y deseando luego poder llevar a los suyos. De estas miles de personas que emprenden el viaje, se estima que un tercio son mujeres. Una tendencia que creció desde la década del 90. Huyen de las múltiples violencias: violencia de la industria maquiladora, violencia machista y patriarcal que, además de desplegarse en el ámbito privado, usa también sus cuerpos como territorio de escritura para venganzas entre bandas o demostración de fuerzas, violencia de constatar la acción omisa o incluso la total complicidad de las estructuras de los Estados centroamericanos.


La industria maquiladora es un monstruo que en Centroamérica es bien conocido. El capital transnacional, actualmente, gestiona los bienes y servicios antes estatales, y todas las ramas productivas. Pero huir también significa, para las estructuras estatales, un ingreso, ya que una de las patas del modelo neoliberal centroamericano es la de las remesas de los migrantes, que, aunque más reducidas por la crisis, siguen siendo significativas.

Las mujeres, les niñes y les jóvenes centroamericanos comienzan a caminar para salir de la violencia de la cual son blancos específicos. Según las integrantes de la Caravana de Madres que buscan a sus hijas desaparecidas en el tránsito de la migración, la mayoría de ellas se fueron por la violencia sexual de algún familiar o vecino, y, en su mayoría, la violencia por parte de sus esposos.

Hay una maquinaria de guerra generadora de una violencia funcional al modelo de mercado neoliberal y de acumulación por despojo que, con distintos actores como victimarios, asesinó, en los últimos doce años, a 190 mil personas en Guatemala, Honduras y El Salvador. Una necropolítica donde el estado de excepción gobierna mediante perversas relaciones de poder, donde los sujetos son cuerpos desechables, donde las mujeres y cuerpos femeneizados luchan por que su cuerpo deje de ser también parte de los territorios conquistables, controlados y aniquilados. Para ellas, más que migración, es un exilio forzado.

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(Imagen: Pía RioBlanco / Colectivo TragameLuz)

El camino

La Caravana Migrante se compone de niñes menores, algunos no acompañados de familiares directos, mujeres que cuando migran solas quedan expuestas a la trata de personas que las chupa sin dejar rastros, hombres y hasta ancianos que buscan escapar de la violencia neoliberal de salarios que no alcanzan los 100 dólares mensuales, de la impunidad política y del pacto de silencio en torno a la violencia generalizada en los barrios pobres de sus ciudades.

La migración atravesando los cuerpos de las mujeres puede leerse como la exposición a prácticas patriarcales de expropiación y explotación del cuerpo femenino, que, según un análisis realizado por Amarela Varela Huerta, “les inscriben una triple venganza: intentar su aniquilamiento por haberse atrevido a desafiar la racialización del mercado laboral en el capitalismo neoliberal que las había relegado, sobre todo, a la industria de la maquiladora; por haber desafiado, con su fuga, a los hombres que las usan como papiros de sus prácticas performativas de masculinidad violenta; y, finalmente, por desafiar a los gobiernos y organismos internacionales que las concebían sumisas y les habían impuesto políticas de extranjería”. Así, para las mujeres, comenzar la caminata hacia un posible mejor destino es un acto de rebeldía.

Significa correrse de los lugares impuestos de ser blanco de las violencias sistémicas, negarse a ser la población que recibe las llamadas “ayudas” del gobierno y de ONGs, que terminan reclutándolas como trabajadoras temporales de la agricultura intensiva o en los circuitos de los cuidados, pero dentro de la legalidad. Así es que migrar también es un acto de rebeldía, continúa Varela Huerta, “a otro perverso dispositivo biopolítico de las migraciones amparado en la narrativa de los derechos humanos, pero que, en realidad, supedita los derechos de las mujeres a sus vínculos con `trabajadores´ migrantes”.

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(Imagen: Pía RioBlanco / Colectivo TragameLuz)

La esperanza

Su contexto de vida, tan atravesado por la pobreza y la muerte, lleva a estas personas a emprender un camino que, a primera vista, se nos aparece como terrible. Sin embargo, hablamos de rebeldías. Y es que en las estrategias de supervivencia de los pueblos es importante poner el ojo en la creatividad, en lo que nace como forma de vida. En algún lado, leí que no se trata de una caravana de migrantes, sino de un éxodo de desplazados, pero, sobre todo, es un nuevo movimiento social que camina por una vida vivible. Es justo en este punto donde las certezas dejan el lugar a las preguntas.

Haciendo una primera mirada, sin caer en idealismos, pero tampoco en derroteros, podemos aventurar algunas hipótesis que emergieron de la experiencia y el camino que abrieron las caravanas. Por un lado, esta novedosa forma de lucha migrante constituye un nuevo tipo de movimiento social que, sin tener consignas y formas de organización manifiestamente ideológicas y antagónicas al sistema, hacen de la migración una estrategia política de preservación de la vida. Las mujeres avanzan con sus niñes en brazos o en carritos atravesando México y sus obstáculos. Caminando, ellas desafían el destino impuesto por los diseñadores de la matrix, pero también las fronteras y todos lo acuerdos internacionales sobre seguridad nacional que las mantienen lejos del destino al que se acercan. Desafían a las estructuras patriarcales de diseño de la vida.

Por otro lado, ante la masculinización de las redes legales e ilegales de poder que atraviesan los territorios con el despliegue de la violencia sobre los cuerpos luego exiliados, la caravana migrante puede leerse como fuerza femeneizada, en tanto colectiva, autoconvocada, con redes internas de autocuidado comunitario, sobre todo, entre mujeres, para los peligros externos e internos a ésta.

Por último, las comunidades por las que pasó la caravana dieron grandes muestras de solidaridad que, en estos casos, se traduce a un “ayudar a vivir” en el tránsito peligroso. Si bien cientos de miles de centroamericanos cruzan México cada año para llegar a Estado Unidos, el hecho de llegar en masa a los pueblos interpeló a sus habitantes hondamente y desplegaron colectivamente redes de hospitalidad y bondad.

En un comunicado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el Congreso Nacional Indígena y su Concejo Indígena de Gobierno, expresaron: “En nuestros pueblos, en nuestras casas, en nuestros caminos, en nuestros territorios, compartiremos, como ayer, hoy y mañana, lo poco que tenemos; y tendrán la palabra de aliento y digna rabia que alivie sus pasos y les ayude a continuar. Porque el mundo no es propiedad de ninguna bandera”.

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(Imagen: REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)

*Por Redacción La tinta / Foto de portada: Hilda Rios / EFE. 

Palabras claves: Inmigración, migraciones, migrantes

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Un femicidio no es un espectáculo

Un femicidio no es un espectáculo
27 marzo, 2025 por Jazmín Iphar

Néstor Aguilar Soto era el único imputado en la causa por el femicidio de Catalina Gutiérrez y fue condenado a prisión perpetua. En el juicio, había declarado: “Soy un homicida, pero quiero defenderme y no soy un femicida”, y mostró detalles del momento y cómo cometió el asesinato. Esa escena, que ocurrió en la sala donde se desarrollaba el proceso legal, fue replicada por muchos medios locales como Telefé, Canal 12, La Voz, entre otros. ¿Por qué se piensa que es útil la información difundida? En 24 horas, ocurrieron dos femicidios en Córdoba, uno en Río Ceballos y otro en La Granja.

Por Verónika Ferrucci y Jazmín Iphar para La tinta

#ColegasNoSon

El pasado 19 de marzo, culminó el juicio por el femicidio de Catalina Gutiérrez, ocurrido el 17 de julio de 2024, donde el único imputado era Néstor Aguilar Soto, quien fue condenado a prisión perpetua por las autoridades de la Cámara en lo Correccional y Criminal de 11º Nominación de Córdoba, luego de un juicio con jurado popular. La cobertura mediática que vimos fue, al menos, irresponsable.

En la 6° audiencia del juicio, la abogada defensora de Soto, Ángela Burgos, sostuvo la estrategia judicial para que se cambie la carátula y el acusado no sea juzgado por un caso de violencia de género, ya que consideraba que eran “descabellados” esos términos, e insistió en que debía ser sentenciado por «homicidio simple». Ante los jurados populares, el acusado declaró: “Soy un homicida, pero quiero defenderme y no soy un femicida”. Y, durante la audiencia, mostró la mecánica que utilizó para matar a quien era su compañera de facultad, usando a su abogada de víctima en la simulación.

Desde la Organización Feministas en Derecho, que congrega a estudiantes y abogadas de la Facultad de Derecho de la UNC, repudiaron la actuación de la abogada Burgos por incumplimiento de deberes éticos. «Ilustrar gráficamente un femicidio no solo revictimiza a la víctima y a la familia, sino que implica una falta al Código de Ética de los abogados y abogadas en Córdoba. Tal como lo establece el art. 21 de la Ley provincial 5805 del Ejercicio de la Profesión de Abogado: ‘Los abogados son pasibles de algunas de las sanciones establecidas en esta Ley (…) por cualquiera de las siguientes faltas: Inc. 15) Excederse en las necesidades de la defensa formulando juicios o términos ofensivos a la dignidad del colega adversario o que importen violencia impropia o vejación inútil a la parte contraria, magistrados y funcionarios’”. 

Carlos Hairabedián, abogado querellante, había solicitado que se vuelva a incluir el agravante de alevosía en la causa, retornando a la carátula inicial. La fiscalía modificó la carátula del caso y sumó la agravante de criminis causa. Finalmente, la condena contempló como agravantes femicidio y criminis causa. 

¿Por qué se puso en juego la figura del término femicidio?

A tono con la época, la abogada trabajó durante todo el proceso legal para que no sea juzgado por femicidio e hizo su parte en los medios que amplificaron su voz, donde tuvo un protagonismo central. En muchos casos, sin repreguntas, aun cuando se expresaba con gritos y discusiones con quienes les hacían preguntas. Fueron pocos los casos de quienes cuestionaron el posicionamiento de la abogada, entre esos, las panelistas del programa «Mujeres Argentinas» de Canal 13, cuando Burgos dijo que “la víctima podría haber sido un hombre» y que «si sos mujer y matás, te van a juzgar como se les dé la gana”. Ante la contraargumentación, terminó abandonando la entrevista. 

En estos momentos, donde es necesario volver a aclarar no solo los marcos normativos vigentes para los casos de femicidios, también se debe insistir sobre los términos del concepto. Como aclararon las Feministas en Derecho, tomando una cita de Mariana Villarreal: “El femicidio es un término político. Es una denuncia a una sociedad patriarcal que sostiene el ejercicio de violencias como modo para controlar que las mujeres se comporten conforme a los mandatos de género, donde la razón detrás de su muerte es la de asegurar lo que se espera de ellas”.

El scroll por los portales web y redes sociales de noticias locales y nacionales estuvo lleno de las fotos donde Soto muestra la maniobra con que mató a Catalina, junto a titulares que hablan de “relato escalofriante” o “el minuto a minuto del crimen”. Canal 12, La Voz, Telefé: ¿por qué piensan que es útil difundir esa información? ¿En serio nos van a poner a debatir cosas que creíamos saldadas desde 2015?

Este año, se cumple una década del Ni Una Menos y, en enero de 2025, tuvimos 1 femicidio cada 26 horas, según relevó el Observatorio «Ahora que sí nos ven». Mientras tanto, los grandes medios cordobeses parecen ignorar los marcos legales nacionales e internacionales, protocolos de acción, guías de trabajo periodístico, capacitaciones en perspectiva de género y los años de debate e investigaciones que indican con claridad cómo realizar coberturas éticamente responsables y con perspectiva de género. 

Desde el Colectivo Ni Una Menos, detallaron: «Ilustrar gráficamente un femicidio, con un enfoque sensacionalista, más que una cobertura, se parece a una manual de información para posibles agresores. Además, cuando se detallan maniobras, métodos y circunstancias de un femicidio, se revictimiza a la víctima y a su familia. Este tipo de coberturas deshumaniza a la víctima, reduciéndola a un mero objeto de morbo, perpetuando la cultura de la violencia en la que los agresores pueden encontrar justificaciones en la narrativa que se les ofrece”. 

Relatar desde la perspectiva del femicida habilita la justificación del actuar: “Catalina me pegó una cachetada y me agarró del cuello, y ahí se me apagó la tele, arrancó el Néstor loco”. 


Ya lo ha dicho Rita Segato en los comienzos de sus investigaciones y desarrollos teóricos: «Los femicidios se repiten porque se muestran como un espectáculo. La curiosidad morbosa llama a la gente a curiosear. Cuando se informa, se informa para atraer espectadores, por lo tanto, se produce un espectáculo del crimen y, ahí, ese crimen se va a promover. Aunque al agresor se lo muestre como un monstruo, es un monstruo potente y, para muchos hombres, la posición de mostrar potencia es una meta. Entonces, el monstruo potente es éticamente criticado, es inmoral, pero, a pesar de eso, es mostrado como un protagonista de una historia y un protagonista potente de una historia. Y eso es convocante para algunos hombres, por eso, se repite».


La mediatización y espectacularización, el enfoque policial, el relato constante y detallado de cómo se mata a una mujer se transforma en un espectáculo. Lamentablemente, no es novedad la forma en que muchos medios locales abordan los contenidos de las violencias de género en un contexto donde los femicidios y las denuncias por violencias en los hogares aumentan, y la política del Gobierno nacional ha sido el desmantelamiento de las políticas de prevención y asistencia como parte de la batalla cultural contra feministas y diversidades, frente a un nuevo discurso negacionista y odiante propulsado por el presidente Javier Milei.


*Si fuiste víctima de violencia de género, en Córdoba, podés comunicarte con el Polo de la Mujer al 0800-888-9898 las 24 horas del día, todos los días del año. También podés enviar un mensaje de WhatsApp al 3518141400. O acercarte y hacer la denuncia en la Unidad Judicial de Violencia Familiar, ubicada en la calle Entre Ríos n.° 680.

*Por Verónika Ferrucci y Jazmín Iphar para La tinta / Imagen de portada: La tinta.

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Palabras claves: Catalina Gutiérrez, Femicidio, Néstor Aguilar Soto

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