Roger Waters en Argentina: compromiso social y arte en una noche única
El ex Pink Floyd realizó su primera presentación en el Estadio Único de La Plata (este sábado 10, será la segunda) dentro de la gira ”Us + Them”, donde, además de una clase de rock, dio cátedra de derechos humanos con críticas a Trump y una reivindicación de los pueblos originarios.
Por Manuel Allasino para La tinta
Son las 18 hs del martes 6 de noviembre y la autopista Buenos Aires–La Plata parece ser la escenografía del cuento de Julio Cortázar, “La autopista del sur”. Los autos, combis y colectivos apenas pueden avanzar. Y no es para menos, miles de personas de todos los puntos geográficos del país llegan para oír y ver a una de las grandes figuras contemporáneas del rock internacional, Roger Waters. En las inmediaciones del Estadio Único, sobre avenida 32, los canteros de césped están llenos de gente de todas las edades y clases sociales. Cervezas, vinos y marihuana se comparten mientras suenan de fondo los clásicos de Pink Floyd. Una parrilla que no da más es vigilada por un tipo de unos cuarenta años que grita eufórico: “Hay hamburguesas y bondiolas psicodélicas”. Las risas generan complicidad. La policía sabe que a esta fiesta no ha sido invitada y, por suerte, no intenta estropearla. A las 19:30 hs, los accesos al Estadio ya están habilitados y mucha gente comienza a ingresar. Todo es armonioso y calmo. Pareciera que, por un momento, el mundo ha decidido parar su constante movimiento para disfrutar de una velada artística con todas las letras.
La bienvenida al Estadio la da una enorme pantalla que atraviesa todo el campo y une los extremos de las plateas. Todo está listo, todo está calculado. Pasadas las 20 hs, en el escenario, ya está la banda soporte elegida por el propio Waters, Puel Kona, que mezcla su lengua originaria mapuche con el castellano y géneros como el ska, reggae y hip hop. Está conformada por Amaru (voz, teclados y xompe), Lef (guitarra y voz), Umawtufe (bajo y xuxuka), Malen (saxo, voz y kulxug), Ignacio (batería y percusión) y Juan Pablo (trompeta e instrumentos mapuches de viento). Entre las canciones, el grupo va dejando mensajes claros: ”Seguimos exigiendo justicia para Santiago Maldonado y para Rafael Nahuel. No queremos más presos ni muertos”. El aplauso del público es unánime. Sobre el final, hay una frase que emociona a todos: “Los pueblos originarios no somos el problema, sino parte de la solución para un mundo mejor”.
Pasadas las 21 hs, la ansiedad crece a pasos agigantados entre los presentes. En la pantalla, hay una persona contemplando el mar. Todos nosotros, más de 50.000, esperamos impacientes a Roger.
Con «Breathe» del disco The dark side of the moon, comienza la función y el arsenal de propuestas para los cinco sentidos. Lluvia de relojes sobre el Único de La Plata y «Time» es cantada por toda la multitud. La niñez, la pobreza, la guerra y la desigualdad social son los temas elegidos en la estética de este show, como lo vienen siendo, desde hace años, en la carrera de Roger Waters. Su clásica remera negra y su aspecto despojado contrastan con el brillo de las dos cantantes en los coros, las talentosas Jess Wolfe y Holly Laessig (del grupo Lucius), que tienen un look retrofuturista. La banda se completa con Joey Waronker en batería, Gus Seyffert en bajo, Dave Kilminster en guitarra, Drew Erickson en teclados, Ian Ritchie en saxo, Jon Carin en guitarras y coros; y Jonathan Wilson en guitarra y voz.
La lista de temas buceó entre los clásicos de Pink Floyd y algunos de su último disco solista, Is This the Life We Really Want? del año 2017. Cuando sonó «Wish you were here», fue como si alguien, por fin, hubiera encendido las luces del estadio. El campo y la platea brillaron por los celulares iluminando a Waters. De fondo, dos manos de yeso se rompían cada vez que intentaban juntarse. La tecnología, el deseo, según pasan los años, los clásicos de Pink Floyd van tomando nuevas connotaciones, pero no pierden vigencia.
Uno de los puntos altos y emocionantes de la noche fue, sin dudas, cuando Waters le dio play a un celular y, de allí, sonó «La Memoria» de León Gieco. «Los viejos amores que no están, la ilusión de los que perdieron, todas las promesas que se van y los que en cualquier guerra se cayeron…», se escuchó y toda la gente coreó.
«Another brick in the wall» hace encender las almas. El tema que forma parte del disco The Wall no pasa de moda. Una docena de chicos vestidos de naranja y con capucha negra hacen la coreografía. Al final del tema, se sacaron el traje y mostraron una remera negra con la palabra «Resist», estampada en letras blancas. Roger Waters aclaró que los chicos eran de Buenos Aires. La gente aprovechó el momento y comenzó a cantar el ya clásico himno contra Macri.
La segunda parte del show fue espectacular. «Pigs (Three Different Ones)» sirvió de excusa para el disfraz. Con una careta de cerdo, Roger sirvió champán, mientras la banda se acercaba, hasta que alzó el cartel con la leyenda «Pigs rule the world!» («¡Los cerdos manejan el mundo!»). Sobre el final, se sacó la careta y, en una actitud teatral, elevó otro cartel: «Fuck the pigs!» (¡Que se jodan los cerdos!). «Trump es un cerdo» apareció en la pantalla y el Único estalló.
Ya sobre el cierre, luego de pasar por clásicos como “Money”, llegó el turno de “Mother”. «Esta es para las madres y también para la mía», anunció Waters y comenzó a tocar. El final con «Comfortably numb» y los fuegos artificiales le dieron el cierre merecido a un espectáculo único. El público, ya exhausto, emprendió el regreso luego de una noche mágica de arte.
*Por Manuel Allasino para La tinta.