El femicidio como método de ocupación terrorista en Rojava
Rasha Bseis, una joven de Jarablus, ciudad del norte de Siria, fue ejecutada por su hermano luego de sufrir la violación de un soldado turco.
Por Leandro Albani para La tinta
Rasha Bseis se acurruca contra un muro. El cielo gris, un callejón de piedras, dos hombres armados con fusiles AK-47 y el terror son los únicos que participan en la escena. ¿Qué piensa Rasha en ese momento? ¿A quiénes les implora por su vida, aunque tenga prohibido decir una sola palabra? ¿Qué dicen esos dos hombres que hablan entre ellos y deciden sobre la vida de la joven? Esas dos personas -integrantes del Ejército Libre Sirio (ELS), organización financiada y armada por Turquía- se preguntan quién será el primero en disparar.
Rasha apenas se mueve y el video que va a capturar su muerte muestra sus ojos tristes, la cara desencajada y un leve movimiento de su brazo derecho como si intentara protegerse. El hermano de la joven es el encargado de apuntar y descerrajar la primera ráfaga de balas. Unos segundos antes, desde atrás, se escucha una voz que pronuncia “lava tu vergüenza”. En poco más de un minuto, Rasha recibe otras dos ráfagas mortales.
El video de la joven asesinada en Jarablus, localidad del norte de Siria ocupada por Turquía, se conoció el pasado 24 de octubre. Su brutalidad muestra, de manera concreta, qué significa la invasión ordenada por el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan sobre el territorio kurdo de Siria (Rojava).
Jarablus, junto a las ciudades Al Bab y Azaz -que conforman un territorio de alrededor de 4.500 kilómetros cuadrados-, desde hace más de un año, fue ocupada por organizaciones terroristas, entre ellas el ELS. La vida de los pobladores de la región ahora es un calvario. El asesinato de Rasha es un eslabón más en la cadena de atrocidades ordenadas por el mandatario turco.
¿Qué pecado cometió Rasha para merecer que su propio hermano la fusilara con total impunidad? La joven había sido violada por un soldado turco que participa en la ocupación de Jarablus. Y para muchos mercenarios que operan dentro del territorio sirio, eso significa haber “perdido el honor”. En una sociedad patriarcal, donde las enseñanzas y costumbres tribales están muy arraigadas, y en la cual organizaciones como el Estado Islámico (ISIS) o el propio ELS hicieron de la cacería de mujeres un deporte perverso, el asesinato de Rasha es la comprobación de qué busca Turquía y sus aliados con la invasión del norte de Siria.
Conocido el femicidio, desde las redes sociales, se lanzó una campaña denominada “Crimen sin honor”, junto a un dibujo de la joven mirando temerosa la cámara que filmó su muerte. Por su parte, la BBC citó al medio libanés Al Modon, que dijo que la policía estaba investigando el hecho y ya había emitido una orden de arresto para el asesino. ¿Acaso se puede pensar que la misma policía, conformada por yihadistas varios y mercenarios entrenados por Turquía, se encargará de investigar el crimen?
El femicidio como ocupación
Donde pisó el ISIS, las mujeres fueron las primeras víctimas. No caben dudas sobre estas palabras, a las que se le pueden agregar que, donde Turquía ocupa ilegalmente territorio kurdo, las mujeres también son las principales afectadas.
Cuando, el marzo de este año, el Estado turco logró la ocupación de Afrin, región kurda del norte de Siria, las denuncias más urgentes que se conocieron estuvieron relacionadas con los secuestros de personas por parte de los mercenarios del ELS. Las mujeres, por supuesto, fueron los objetivos de guerra más preciados de los terroristas. Con la misma metodología, el Estado Islámico secuestró a 3.000 mujeres yezidíes al invadir la región de Shengal, en el Kurdistán iraquí, en 2014, a las que esclavizó y vendió en mercados sexuales. Se calcula que, en la actualidad, ISIS todavía retiene a unas 1.500 yezidíes.
El femicidio de Rasha Bseis demuestra, además, que las fuerzas de ocupación, ya sean en territorio kurdo, en Palestina o como sucedía en la Sudáfrica del apartheid, siempre utilizan la violencia contra las mujeres como método punitivo que busca romper el tejido social de los pueblos invadidos.
Desde el 2012, en el norte de Siria, se desarrolla un proceso político y social encabezado por los kurdos y las kurdas que, entre sus logros más impactantes, permitió el empoderamiento de las mujeres y un despertar revolucionario que sigue impactando a todo Medio Oriente.
Con la conformación de la Federación Democrática del Norte de Siria (FDNS) y la creación de nuevas instituciones y espacios de autogobierno, quedaron totalmente prohibidos “los asesinatos por honor” y los casamientos forzados y de las mujeres menores de edad.
La creación de organismos exclusivamente de mujeres que se autogobiernan, la fundación de las Mala Jin (Casa de las Mujeres) –donde las pobladoras se acercan a resolver sus problemas y desde donde combaten la violencia de género- y hasta la creación de Jinwar -un pueblo ideado, construido y habitado solo por mujeres-, son las grandes preocupaciones del gobierno de Erdogan y de sus socios del ELS.
Voces por Rasha
Luego de conocerse el asesinato de Rasha, el Kongreya Star, la principal organización de mujeres del norte de Siria, denunció que “las prácticas inhumanas e inmorales han aumentado notablemente desde la invasión de la región por las fuerzas turcas”. “Erdogan quiere vengarse de las mujeres y de sus logros –expresó la agrupación en un comunicado-. Los ataques bárbaros contra mujeres en Afrin y los ataques en Jarablus son la repercusión de esa misma mentalidad. Este acto bárbaro no es el primer ataque llevado a cabo por los mercenarios de Erdogan, que cometieron ataques similares antes y tienen la intención de mantener esta guerra y estas prácticas”.
El Kongreya Star llamó a todas las mujeres de Siria y Kurdistán a no rendirse ante los “ataques fascistas” y que encabecen la “resistencia como respuesta”.
Por su parte, la Oficina de Mujeres del Consejo Democrático Sirio (MSD, uno de los órganos de autogobierno de Rojava) alertó que, desde hace milenios en la región, se aplica “la opresión patriarcal”. Para las mujeres del MSD, el asesinato de Rasha “por parte de un terrorista aliado del Estado turco y justificado en base al ‘honor’, es inhumano e inaceptable para cualquier persona con conciencia”.
Desde la ONG siria Women Now for Development, estimaron que “Rasha no solo es víctima de la propagación de armas y fallas en la seguridad, sino que también es víctima de un concepto social peligroso, bajo el pretexto de ‘lavar la vergüenza’” que, en muchas partes del país, es “un castigo aceptado y, algunas veces, alentado”.
El asesinato de Rasha Bseis pasará desapercibido para los grandes medios y los gobiernos del mundo. Las “tensiones geopolíticas” en Medio Oriente y las acusaciones cruzadas entre los países que se disputan Siria seguirán ocupando las principales portadas y programas de televisión. Aunque a la joven de Jarablus se la quiera cubrir con un manto de silencio e impunidad, en el norte de Siria, crece un batallón con cientos de miles de mujeres kurdas, árabes, asirias, yezidíes y musulmanas que, tarde o temprano, vengarán a Rasha, la joven que ya se transformó en bandera.
*Por Leandro Albani para La tinta