Roger Waters versus Bono: el rock palestino contra la basura europea
Por Aidan O’brien para Counterpunch
Traducido por Paco Muñoz de Bustillo para Rebelión.org
“Los cerdos gobiernan el mundo”, mensaje principal del Tour Europeo 2018 de Roger Waters (cofundador de Pink Floyd).
“Estoy encantado [con la élite europea]”, esencia del discurso adulatorio pronunciado por Bono en 2014 ante la cumbre del centro-derecha europeo (los tipos que metieron a Europa en guerra e instalaron la austeridad)**.
Oír hablar de política a Roger Waters es puro rock and roll. El genio de Pink Floyd es actualmente la voz más prominente del movimiento BDS (Boicot, desinversión y sanciones) que defiende los derechos de los palestinos. En estos momentos, parece que Roger Waters es el único hombre blanco enfrentado al Estado de Israel (sin olvidar la brillantez del politólogo estadounidense Norman Finkelstein). En realidad, si tomamos en cuenta que Israel está en el núcleo de la geopolítica occidental, el verdadero objetivo del activismo de Waters es el propio Imperio Occidental. Y él lo sabe.
Por el contrario, cuando escuchamos a Bono pontificar oímos a los bombarderos volando sobre nuestras cabezas. El pasado septiembre, mientras Waters estaba de gira en San Petersburgo, Bono se encontraba en París, también de gira, pero reuniéndose al mismo tiempo con el presidente francés, Emmanuel Macron. El mediocre líder de U2 afirmó posteriormente que había estado hablando con “el que bombardeaba Siria” sobre África. Era la continuación de un debate iniciado por Bono hace años, cuando se reunió con quienes “bombardeaban Irak”, Bill Clinton, Tony Blair y George W. Bush.
Waters y Bono proceden de dos culturas diferentes: Waters de los años sesenta y Bono de los ochenta. Pink Floyd publicó su primer álbum en 1967, mientras que el debut de U2 fue en 1980. Este hecho es significativo porque da la impresión de que los líderes de ambas bandas absorbieron las políticas de sus años formativos: revolución en el caso de Waters y contrarrevolución en el caso de Bono. Y los discursos actuales de ambos continúan expresando respectivamente progreso y retroceso.
Las guerras culturales que tuvieron lugar entre los sesenta y los ochenta, entre la cultura del Che Guevara y la cultura de Ronald Reagan, nunca han llegado a desaparecer. Por debajo de la batalla actual entre populismo y sus críticos elitistas, el trasfondo de clase, imperialismo y antiimperialismo sigue tan fuerte como siempre. E incluso los músicos millonarios se ven atraídos por un lado o por el otro.
En una entrevista concedida a [el canal de televisión internacional] Russia Today (RT) en San Petersburgo, Roger Waters resumió en una palabra la cultura del Che Guevara (la cultura antiimperialista) que él perpetúa. Esa palabra es “empatía”: la capacidad para conectar con el sufrimiento de otros, y el deseo de luchar para acabar con ese sufrimiento, lo que esencialmente resume la actitud del Che y de los sesenta.
Esta tentativa de comprender al “otro” débil o vulnerable está detrás del apoyo de Waters a la causa palestina en nuestro tiempo. De hecho, la “empatía” le obliga a abrirse a Rusia. En dicha entrevista con RT contó que en sus conciertos pregunta al público –motivado por la guerra psicológica anti-Rusia que distorsiona a Occidente en la actualidad–: “¿Sabéis que Rusia sacrificó a 20 millones de ciudadanos para libraros del nazismo?”
Bono no hace ese tipo de preguntas. Todo lo contrario. Durante su gira actual sale envuelto en la bandera del poder. Y, sin ninguna vergüenza, declara su amor por el imperio que está atacando a Rusia, con sanciones, bloqueos y juegos de guerra. La bandera es la de la Unión Europea, y el imperio es el puño de hierro que se esconde tras esa bandera: la OTAN.
A diferencia de Waters –que quiere establecer vínculos con la prisión al aire libre más grande del mundo, Gaza–, Bono hace lo posible por conectar con el proyecto corporativo que es la UE. Se olvida de los débiles y vulnerables, dentro de la UE, que están siendo bombardeados por las políticas de austeridad y están siendo arrastrados a una guerra tras otra. La principal preocupación de Bono es defender la bandera del super-Estado.
En una Europa dominada por las grandes empresas y sus lobistas, las palabras y los actos de Bono son los de un ultraelitista. Oigamos su discurso europeísta: “Bueno, U2 empieza su gira esta semana en Berlín y se nos ha ocurrido una idea de lo más provocativa: durante el concierto vamos a ondear una gran bandera azul, la de la Unión Europea […] para algunos de nosotros esto se ha convertido en una acto radical”.
Bono termina su declaración a un periódico alemán con la típica falsa ilusión: “Me siento privilegiado por haber presenciado el periodo de paz y prosperidad más prolongado que ha vivido el continente europeo”.
El hecho de la que la UE haya puesto fin a cualquier “paz y prosperidad” que hubiera en Europa pone de manifiesto la “ceguera” siniestra de Bono. Al imponer a Europa el neoliberalismo, los rescates bancarios, la austeridad y las guerras de la OTAN (Libia, Siria, Ucrania y Rusia), la UE se ha deslegitimado a sí misma. ¿Es justo, por tanto, que Bono defienda este estado de cosas o, por el contrario, hacerlo supone una manifestación radical de derechas?
En su entrevista para RT, Roger Waters afirma que siempre hay una manera justa y una injusta de hacer las cosas. En el contexto de Palestina, el boicot a Israel es lo justo. Y esto es así porque el boicot sigue el curso de la historia. Waters menciona la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que descansa sobre los hombros de todas las revueltas de esclavos del pasado. Cualquier cosa que apoye esta trayectoria de humanidad es justa por sí misma.
En la actualidad, no hay mayor revuelta de esclavos que la de la resistencia palestina a la ocupación israelí. De hecho es el eje de la lucha por la justicia global. Actualmente, el mayor crimen contra la humanidad es la política belicista de Occidente en Oriente Medio (Afganistán, Irak, Siria y Yemen). Y el origen de esta política está en la guerra que mantiene Occidente contra Palestina, iniciada en 1917. En dos palabras: el actual imperio occidental gira en torno a la represión en Palestina.
Ello, supone, claro está, que Israel no está solo. Sin el respaldo de EE.UU. y la UE, Israel no duraría un solo día. Israel trabaja para Occidente. Por tanto, boicotear a Israel es boicotear a Occidente y su reinado del terror. Ahí es donde Bono hace su aparición. Su preocupación no es África, sino la debilidad de Occidente. Y su trabajo es apuntalar el rumbo de Europa.
Bono está en lo cierto al percibir la debilidad actual de la UE. Lo cierto es que los propios pueblos europeos están boicoteando la institución supranacional. Están votando en contra de la idea de una “UE über alles”. No desean otro imperio romano, otro Carlomagno, otra Pax Romana en el Mediterráneo. En realidad, no quieren otro Tercer Reich. No quieren “volver a hacer Europa grande de nuevo”. Pero Bono sí.
Y Roger Waters no. El sitúa a la humanidad por delante de Occidente. Y está dispuesto a denunciar a Occidente para conseguir un mundo mejor. Su música, por tanto, constituye un acto de resistencia, mientras que la de Bono es un acto provinciano de imperialismo. Al ondear la bandera de la UE, Bono esta ondeando la bandera de Israel y quemando la de Palestina. En el lenguaje de Waters, Bono es un cerdo.
Nosotros, por el contrario, los que boicoteamos a Israel y a la UE somos humanos. Somos hijos de los sesenta. Somos cartuchos de dinamita contra el Muro.
*Por Aidan O’brien para Counterpunch. Traducido por Paco Muñoz de Bustillo para Rebelión.org.
**Bono participó en la clausura del Congreso Popular Europeo y defendió durante casi una hora la idea de la UE y las reformas de Mariano Rajoy.