Brasil: diario de una campaña en suspenso
Apuntes desde Brasil sobre las elecciones del próximo domingo que definen al nuevo presidente de la potencia latinoamericana.
Por Mario Santucho para Emergentes
Primero lo obvio: en las elecciones presidenciales de Brasil 2018 se juega, de una manera que nunca habíamos conocido hasta el momento, el destino entero de la región. Y las opciones son tan antagónicas, y la dinámica del proceso es tan inédita, que el partido se juega al borde del abismo.
Segundo, el núcleo dramático: la última semana de la campaña comenzó con las peores noticias posibles, después de varios días en los que se había dibujado una tendencia que nos llevó a imaginar un casi seguro triunfo del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad.
Ayer y hoy Río de Janeiro amaneció con la respiración contenida. La sensación es que, pase lo que pase, el porvenir se parece a un polvorín.
Qué se juega
Cuando el domingo 7 de octubre se celebre la primera vuelta electoral, lo primero que estará en discusión es la existencia misma de la democracia. Por al menos tres motivos distintos, aunque vinculados:
a) porque son los primeros comicios después del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rouseff, y en cierto modo está en juego la normalización del proceso democrático;
b) porque el ex presidente Lula, el candidato con mayor intención de voto, ha sido encarcelado, proscripto e impedido incluso de hacer uso de la palabra, por acusaciones de corrupción;
c) y porque quien se ha consolidado al frente de las encuestas en los últimos días es Jair Bolsonaro, un personaje que da miedo.
En segunda instancia, se define si el ciclo de gobiernos progresistas iniciados con Lula en 2003 resurge y logra desarmar las trampas impuestas por el establishment o, en su defecto, el PT se hunde en una derrota electoral que confirmaría su ocaso quizás de modo irreversible.
Y en tercer lugar, estamos viviendo la emergencia de una derecha fascista con fuerte arraigo popular, que ha sido capaz de representar anhelos antisistema de una manera desconocida. Si este movimiento totalmente atípico llegara a encaramarse en el gobierno federal de Brasil por la vía electoral, es difícil pronosticar lo que nos espera.
Qué momento
Primero fue la encuesta de Ibope del lunes, que mostró un crecimiento de tres puntos de Bolsonaro. El candidato del Partido Social Liberal (PSL) comenzó la campaña, allá por el 20 de agosto, promediando un 20 por ciento de intención de votos. Cuando Lula fue definitivamente excluido de los comicios pasó a liderar la carrera, pero su techo era el 28 por ciento. El sondeo de antes de ayer le dio por primera vez 31 por ciento.
El dato causó gran sorpresa, no solo porque implicaba un cambio de tendencia en la recta final, sino además porque la pesquisa fue realizada durante el sábado y el domingo últimos, es decir en el mismo momento en que el país era sacudido por las impactantes movilizaciones del #EleÑao, directamente organizadas en rechazo del ex capitán del Ejército y actual diputado federal.
Al mismo tiempo, la encuesta mostraba un frenazo en el ascenso de Fernando Haddad, hasta aquí la sensación de las elecciones, quién había crecido espectacularmente del 4 al 21 por ciento en poco más de un mes, cumplimentando el traspaso del voto más fiel de Lula hacia su candidato sucesor.
En los ámbitos militantes y periodísticos la reacción fue de estupor. Incluso de incredulidad. Surgieron sospechas sobre la intencionalidad del Instituto de mediciones fundado por el gigante O Globo. Y todas las miradas quedaron congeladas hasta el martes a las 18, cuando se anunciaba la publicación de la nueva encuesta del otro gran centro de pesquisas, Datafolha. Los temores fueron confirmados y las malas noticias se incrementaron: las simulaciones de una segunda vuelta entre Haddad y Bolsonaro arrojan ahora un empate técnico, luego de que en los sondeos anteriores el petista figuraba ganador. Y algo peor: aún no es posible descartar un triunfo del derechista en la primera vuelta.
En las veredas de Lapa donde la militancia vio en vivo el debate de los candidatos a gobernadores por Río de Janeiro (disputa en la que puntean dos candidatos de derecha, seguidos en tercer lugar por un muy delgado Romario, y con la candidata del PT apenas con el 4 por ciento de intención de voto), se intentaban diversas explicaciones. La más difundida deduce que precisamente el crecimiento de Haddad y la gran movilización de repudio organizada por las mujeres despertaron a un monstruo que hasta ahora aparecía dormido: el antipetismo, esa corriente de rechazo contra quienes fueron oficialistas en casi todo lo que va del siglo veintiuno, especialmente por su involucramiento en las tramas de corrupción denunciadas profusamente por los medios. Según esta clave interpretativa, la polarización se organiza en torno a las cadenas de rechazo que motiva el adversario y el mensaje de las urnas beneficiará a quien mejor logre canalizar ese odio.
Otras visiones hacen énfasis en el cúmulo de factores de poder que se definieron durante los últimos días a favor de Bolsonaro, privilegiando (obviamente) sus intereses más inmediatos y sus inquinas ideológicas. Primero fue Edir Macedo, el líder de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Luego la poderosa Bancada Ruralista, que reúne a 262 parlamentarios de distintos partidos. Es un secreto a voces que buena parte de los candidatos de los partidos del Centro, que formalmente apoyan la candidatura de Geraldo Alckmin (el preferido del establishment que nunca despegó), están colgándose ahora a la candidatura del “Mito”. En la misma saga debe leerse la rendición del capital financiero frente a una figura impredecible del que hasta hace poco desconfiaba, que se terminó concretado y fue ratificada. Paradójicamente esta seguidilla de respaldos habilitaría una mirada más fría, pues explica los tres o cuatro puntos ganados por Bolsonaro en los últimos días, poniendo paños fríos sobre la sensación de que una tendencia de final de campaña inclinaría la cancha hacia la ultraderecha.
La sensación es que todo se define en las jornadas que se avecinan. Mañana (por ayer) es el último debate de los candidatos a presidente, en O Globo, el más importante por la audiencia que se espera. Sin embargo, una de las particularidades más impactantes de esta campaña es que por primera vez la televisión y los medios tradicionales han perdido su capacidad de determinar la decisión de las mayorías. Es tal la fuerza de las redes en este sentido, que la última iniciativa ideada por el PT está orientada a denunciar las noticias falsas difundidas en Whats App contra el candidato Haddad. Pero este es otro tema, que quizás podamos desplegar más adelante.
*Por Mario Santucho para Emergentes / Fotos: Emergentes