Terror Córdoba, Festival de Cine: viaje a lo inesperado
Desde este domingo hasta el próximo jueves, nuestra ciudad vuelve a temblar gracias a la cuarta edición de un festival que viene metiendo miedo. Cinco días de proyecciones, exposiciones, charlas, talleres y seminarios de formación en los cuales el terror y lo fantástico tienen los protagónicos.
Por Redacción La tinta
Una generación de cordobesas y cordobeses crecimos teniendo una cita con el terror los sábados por la noche. Antes del arribo de la televisión por cable -privilegio clasemediero por excelencia- eran pocos los lugares en los que se podían ver películas que desafiaran la fuerte censura que aún conservaba la democracia incipiente. Al parecer, había unas palabras que habilitaban romper el cerco moral: “es un ciclo de terror”.
Como plantea Mauricio Matamoros, el cine de terror tiene mucho que ver con el cine porno en el sentido que instala al espectador en estado de excitación. Siendo los ochentas las coordenadas temporales de la represión de los sentidos, era lógico que el terror sirviera como válvula de escape de una sociedad profundamente conservadora.
Viaje a lo inesperado, por uno de los canales locales, nos llevaba al terreno de lo imposible. Nos llevaba a ver Cementerio de animales o Halloween bajo la mesa, abrazade a un hermane. En el mejor de los casos, porque el ciclo se nutría de muchas películas que rozaban el cine clase B. Claro, también la moral de época estimulaba un visionado donde el machismo estaba (y aún está) instalado fuerte. No es casualidad que pase lo mismo en ambos géneros, pero eso será material de otra nota.
Hoy el clima de época habilita comparar espantos. No nos referimos a comparar fenómenos de internet como Slenderman versus el analógico Michael Myers. El regreso de la derecha neoliberal trajo terrores reales otra vez a la vida cotidiana, donde discursos de odio hacen pie en una conversación de verdulería o arriba de un taxi. Lovecraft lo veía hace cien años, haciendo referencia en sus cuentos al demonio que devoró al escritor del Necronomicón a plena luz del día. Quizás el horror a la vista sea el más terrible de los miedos, porque en su obscenidad paraliza. Teléfono para Bullrich y su Ministerio del Miedo.
En ese marco, nuevas generaciones de realizadoras y realizadores recuperan el terror como género en esta Córdoba aún profundamente conservadora y vienen a convidarnos nuevas experiencias, tanto como para quienes ya vieron toda la saga de House o los films de Darío Argento, como para quienes disfrutan los sobresaltos ocasionales y los efectos especiales.
Autogestionado, gratuito y abierto a la comunidad, en su cuarto año el Festival Terror Córdoba ofrece una programación internacional, variada y accesible. Además, habrá encuentros ideales para quienes hacen cine independiente, y por qué no, para quienes quieran animarse a realizar audiovisuales de terror. La tinta conversó con Sabrina Mainini (parte del equipo de organización) para meternos en el detrás de escena de un espacio de encuentro entre artistas, realizadores y público en general que viene consolidándose en las tierras locales.
—¿Cómo nace el festival?
—El festival nace de un anteproyecto de investigación para una materia de Cine de la Facultad de Artes de la UNC, que investigaba las producciones locales de terror. Ahí vemos que no existían o no estaban a la vista, y nos nacen las preguntas. Al saber que hace años se produce cine en Córdoba ¿por qué no había producciones de terror? Y nos pareció que se debía a que no había un lugar para visibilizar estos trabajos.
Nace entonces la idea de realizar una muestra, viendo que convocatoria teníamos. Como somos frikis nos juntamos a convocar por facebook y proyectar en mi casa o donde sea. Surgieron un par de espacios como la Casona Municipal y el Centro Cultural Córdoba, y con la cantidad de material que nos estaba llegando (cerca de 90 cortos y algunos largometrajes) nos pareció que estaba bien lanzarnos a hacer algo más grande de lo que habíamos pensado. En un principio era algo entre nosotros, pero surgieron propuestas desde otras áreas como plástica, música y teatro.
—¿Y cómo lo gestionan?
—El festival es autogestionado y gratuito por el momento… este año se van a cobrar $30 en el Rex (una de las salas) y todos los años fuimos haciendo cosas diferentes para bancarlos, como videoclips y también laburar por canje con las bandas.
El primer año hicimos empanadas. Esta cuarta edición es la primera vez que tenemos sponsors, que también lo laburamos por canje. Cada uno aporta de la forma que puede. Mucha colaboración y ese tipo de gestión. Durante el festival también le pedimos a los espectadores que nos dejen plata si está a su alcance, también ponemos plata nosotros. Estamos haciendo gestiones a entidades estatales pero todavía no tuvimos respuestas favorables. Funciona porque es mayoritariamente gratuito.
—¿Qué actividades no se puede perder quien va por primera vez? ¿Y qué cosas no se puede perder quien ya se vio todo?
—Quienes vieron un montón, no se deberían perder la charla sobre un breve recorrido de la literatura fantástica y de terror. Se llama Mujeres que meten miedo y busca poner en debate el rol de la mujer en el cine de terror. Tampoco se pueden perder el homenaje a Frankenstein. Esto va a ser en el cierre del festival, va a ser una mesa de debate coordinado por el grupo Córdoba Mata sobre Mary Shelley (la autora de Frankenstein o El moderno Prometeo) y luego proyectamos el primer corto de Frankenstein, musicalizado en vivo por las Tranki Punki.
Otra cosa son dos películas , la chilena Trauma y la argentina Malvineitor, ambos con presencia de los directores y en la última también con el actor principal.
La gente que nunca fue al festival debería ir a ver los cortos en competencia que están todos los días en ambas salas. Tampoco perderse las charlas con los realizadores invitados, que van a estar generando intercambio con el público, Nicanor Loretti, la gente de Malvineitor, Lucio Rojas y los directores de Mirada de Cristal. Vamos a tener taller de fx y una charla de musicalización.
—¿Por qué creés que tenemos que ver cine de terror?
—Qué difícil… (risas). Me parece que la gente debe ver cine de terror porque históricamente fue un cine de bajo presupuesto, pensando más allá del cine yanqui de terror que tienen más o menos la misma estructura, y eso por ahí le da un plusvalor. Y creo que siempre fue el de menor presupuesto porque hay como un estigma para con ese tipo de cine, y ese estigma creo que tiene que ver un poco con que el cine de terror es una herramienta para representar la crueldad y lo terrorífica que puede resultar la realidad y los miedos que tenemos todos, que un poco lo genera el vivir en este mundo. Y como es una herramienta de representación también se puede usar para salir o dejar de tener algunos miedos o transformarlos en otra cosa. Hay un público que crece cada año en el cine de terror, y es re diverso. Como que hay algo más allá de lo que es ser fan de ciertos géneros.
Hecha la invitación, nos queda esa última reflexión. Si hay algo que lleva estigmas, es lo que se escribe en los márgenes, donde usualmente no hay lugar ni cintura para ser complacientes o conservadores como suele ser cierto cine de festivales. Donde empatizar con un monstruo para saber que es una posibilidad albergada en nosotres es más útil que negar nuestra contradictoria condición humana.
Frankenstein fue la advertencia de los horrores que traería la ciencia aplicada sin moral, pero también sobre el poder depositado en nuestras manos. En nosotres está si ponemos nuestra energía en empuñar el palo que reprime o si organizamos un festival de terror sólo por el placer de conversar con otres.
Sigamos viajando a lo inesperado, mejor si es con amigues de la mano, que lo quieto se pudre.
Nos vemos en el festival.
O no.
*Por Redacción La tinta.