“Estados Unidos quiere al Estado Islámico en Afganistán”

“Estados Unidos quiere al Estado Islámico en Afganistán”
6 agosto, 2018 por Leandro Albani

Medio Oriente es un polvorín que arde al compás de los grupos terroristas y las diputas de los poderes regionales y las potencias mundiales.

Por Leandro Albani para La tinta

Leer los artículos del periodista y analista internacional Guadi Calvo es introducirnos en un mundo nuevo, por momentos desgarrado y oscuro, pero también sostenido por la lucha de los pueblos de Medio Oriente para defender sus identidades y detener, aunque sea esporádicamente, el avance de Estados Unidos sobre la región.

Las investigaciones de Calvo sobre el Estado Islámico y los grupos que le juraron lealtad desde Afganistán hasta el Sudeste Asiático, pasando por Pakistán, Siria, Irán y Europa, conforman un mapa detallado de una crisis que golpea a Medio Oriente desde hace años.

Esos artículos -que arman un rompecabezas que parece no tener fin- se publican en Línea Internacional, pero luego se pueden encontrar en un sinfín de portales de todo el mundo. Calvo, columnista de la cadena internacional HispanTV y del programa radial Resumen de Medio Oriente, habló con La tinta sobre la actualidad del Estado Islámico, la situación en Siria y el futuro del conflicto palestino-israelí.

—¿Cómo describiría la situación actual del Estado Islámico en Medio Oriente?

La situación del Estado Islámico en la geografía donde ha nacido es desesperada. Tras la derrota en Siria e Irak, pasó de su inicial y categórica envestida allá por mediados de 2014, donde con el apoyo de todo el arco de naciones que conspiró contra el presidente Bashar Al Assad, como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Arabia Saudita, Qatar -a cuyo emir Hamad Bin Jalifa Al Thani le costó el trono y debió abdicar a favor de su hijo Tamim Bin Hamad-, además de Turquía e Israel, pasó a un desgarramiento de todos sus frentes. Debió abandonar Mosul, su lugar de nacimiento y el último enclave en Irak. En Siria, donde llegó a controlar casi un 60 por ciento del país, pasó a un estado de resistencia y posterior repliegue tras la intervención de Rusia, Irán y los comandos de Hezbollah. Hoy en Siria solo sobreviven algunos bolsones de resistencia en el sur-oeste, acantonados contra la frontera del Líbano y los Altos del Golán. Están buscando la forma de abandonar el país en búsqueda de otros escenarios más propicios, que se pueden ubicar en Libia, en el norte de Malí, el oeste de Níger y el norte de Afganistán.

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—¿En esas zonas tiene posibilidades de acrecentar su poder?

—La presencia de Estado Islámico se registró en varios países de África con mucha fuerza, en el Sinaí egipcio, donde desde febrero el ejercito del general Abdelfatah Al Sisi lleva a cabo una operación que prácticamente ha derrotado a la organización de Abu Bakr Al Bagdadi. En Libia, el ejército de Khalifa Haftar los expulsó de Sirte, donde habían declarado la capital del califato en 2017 y prácticamente los ha confinado al desértico sur, en la provincia de Fezzan. En el norte de Mali y el oeste de Níger, fuerzas de los Estados Unidos y Francia combaten a Jamaat Nasr Al Islam Wa Al Mouminin, vinculado a Al Qaeda y al Estado Islámico en el gran Sáhara, que al parecer no ha podido afianzarse en el territorio. En Nigeria, y algunos países fronterizos como Camerún, Níger y Chad, donde Boko Haram continúa activo, aunque sus acciones han disminuido tras la Operación Lafiya Dole, llevada a cabo por el ejército nigeriano.


En el Sudeste Asiático, el grupo filipino Abu Sayyaff, vinculado al Estado Islámico y que tomó la ciudad de Marawi, de 200 mil habitantes, en mayo de 2017, resistió al asedio del ejército casi seis meses, pero prácticamente no ha vuelto a tener presencia ni en Filipina, ni en Indonesia o Malasia, donde ha protagonizado gran cantidad de atentados y ataques.


En la actualidad, donde parece haber echado raíces el Estado Islámico es Afganistán, donde según fuentes iraníes y rusas, muchos de los combatientes fugitivos de Siria e Irak estarían siendo transferidos por los Estados Unidos hacia el norte del país con el objetivo de tener un justificativo para que Washington pueda seguir manteniendo su presencia en la región.

—¿Qué se está jugando desde hace siete años con la guerra en Siria?

—La guerra en Siria no se puede separar de ese engendro que se conoció como la Primavera Árabe, una operación que intentaba derrocar a Muhammad Gadafi y Bashar Al Asad, los únicos dos gobiernos árabes no alineados a las políticas del Departamento de Estado norteamericano. La derrota de Siria además tenía el incentivo fundamental de quebrar la alianza chiita, representada por Damasco y Teherán, con lo que se le cerrarían a Irán la llegada de sus productos a puertos del Mediterráneo, aislándolo todavía tras el bloqueo económico aplicado por Estados Unidos.

—¿Existen posibilidades reales de una solución política y pacífica para el conflicto sirio?

—No creo que a poco de alcanzar la más pírrica de las victorias, el presidente Al Assad se siente a negociar con los verdugos de su pueblo. Quizás después de que sus fuerzas terminen de barrer a los terroristas de su país pueda permitirse algún tipo de dialogo. Antes de esa victoria total creo que sería estratégicamente un grave error.

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—¿Qué responsabilidades tiene Israel en la actual crisis siria?

—El enclave sionista en Palestina ha sido uno de los grandes jugadores en el holocausto sirio. También ocupa ilegalmente las Alturas del Golán, que indiscutidamente pertenecen a Siria. Una vez eliminado Al Assad, un claro aliado de la lucha palestina, Israel alejaría la posibilidad de la perdida de ese territorio vital por sus reservas de agua.

—¿Cómo calificaría la actuación de Estados Unidos en Medio Oriente después de la Primavera Árabe?

Creo que Washington nunca consideró la posibilidad de una derrota en Siria. Por eso, tras fracasar todas sus estrategias -incluida la creación del Estado Islámico-, sus acciones comenzaron a ser erráticas, tratando de mantener las zonas ganadas, obligando a Turquía a la intervención militar en territorio sirio, lo que finalmente condujo a Erdogan a separarse de Washington y acercarse a Moscú. La cuestión ahora es cómo va a continuar la política de Estados Unidos respecto a Siria, que emergerá como una nación victoriosa y un “pésimo” ejemplo para el resto de sus hermanos árabes.

—¿Con el gobierno de Donald Trump como mediador es posible una resolución del conflicto palestino-israelí?

—Trump dispuso como mediadores en las discusiones del conflicto al príncipe heredero saudí, Mohammad Bin Salman, el estratega de la guerra contra Yemen y un adicto al Departamento de Estado, y como contraparte al agente sionista Jared Kushner, su yerno, fanático religioso que obligó a su esposa, Ivanka Trump, a convertirse al judaísmo para casarse con ella. Con estos dos mediadores la suerte de Palestina sin duda está echada.

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—¿Cómo analiza la disputa entre Irán y Arabia Saudí?

La disputa Riad-Teherán es una farsa, la verdadera disputa es de Estados Unidos contra los musulmanes que no aceptan doblegarse ante el imperio. El reino saudí ha sido históricamente el agente norteamericano en el mundo musulmán, lo que ha dado la posibilidad a que la cuestión palestina llegue donde han llegado. Los saudíes además son los más importantes compradores de armas no solo de la industria norteamericana sino de muchas otras naciones europeas, lo que posibilita a que evite sanciones que merecería por la falta de libertad de su pueblo o el sostenimiento del terrorismo desde Nigeria a Filipinas. Históricamente ha acompañado las políticas norteamericanas desde fines de la Segunda Guerra Mundial, sosteniendo a los Contra en Nicaragua o con el apoyo a los neofascistas en Italia. La revolución iraní, más allá de las diferencia religiosas suní-chiita, tiene una verdadera diferencia es política y una nación poderosa como Irán podría encabezar una verdadera y definitiva revolución islámica.

*Por Leandro Albani para La tinta

Palabras claves: Donald Trump, Estado Islámico, Medio Orien

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