Cuando Lucas Heredia y Vicky Nycz anunciaban que su nuevo espectáculo Nuestra Casa iba a ser como si abrieran las puertas de su hogar, lo decían en serio. La sala El Cuenco Teatro se preparó para eso: un diseño escenográfico y de luces intimista, relajado y cálido, fue perfecto para un repertorio que irradió pura sensibilidad.
Por Soledad Sgarella para La tinta
“los vientos de luz nos mueven la voz se puede brotar de la semilla el amor
en la memoria una razón no abandonamos nunca su canción”
Los días de sol – L. Heredia
Victoria tiene un semblante iluminado y ese timbre de voz que emociona.
Lucas y sus notas cristalinas, siempre inquieto, canta y se levanta, abandona la silla, le sobrevuela a su compañera guitarra en mano, con esa ansiedad creativa que lo desborda de musicalidad y amor.
Es un espectáculo íntimo, de eso no hay duda. Seguidores y seguidoras, los hijos, las familias extensas, los amigos y las amigas del cantautor y la cantante e instrumentista, nos disponemos a disfrutar de un repertorio de canciones seleccionado para llevarnos a no sabemos dónde, pero allá vamos, en pleno Alta Córdoba.
Cual antídoto contra la ruidosa ciudad, la presentación es, en esencia, una mirada sobre el mundo y sobre el amor. Quererse es un desafío, confiarse lo es aún más, cantar de a dos las canciones que nos hacen felices, es la mismísima pulsión de vida hecha arte.
La invitación al mundo musical privado de estos músicos, es un plan perfecto para hacer de un simple jueves de junio una oportunidad de recuperación espiritual.
Victoria y Lucas cantan, audaces, sus odas a la fe. Le cantan audaces pero lo hacen acústicamente, sin micrófonos, sin nada más que ellos mismos.
Le cantan a lo necesario, a lo indispensable.
Con canciones del propio Heredia, con temas insoportablemente emotivos de Fito Páez, de Cabrera, de Divididos y de otros y otras referentes latinoamericanas, estos apasionados convidan sus cosas del querer y le dedican canciones a los hijos, los que están ahí -sentados en el pasillo- y a los que vendrán.
Aquí, en está sala, lloramos. Como bien nos enseñó Juan Gelman: llorarlo todo, pero llorarlo bien, llorar de amor, de hastío, de alegría.
Y no es difícil reconocerlo, de hecho, casi nadie lo disimula. Termina el espectáculo y acá seguimos, llorando.
Entonces Córdoba se transforma en lo que estamos escuchando: nuestros mundos, por esa hora y media, se convierten en esa casa que no es nuestra, pero sí.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Fotos: Sergio Manes.
Con una serie de crónicas sobre el sur argentino, el escritor argentino revela las estructuras profundas que mantienen al país anclado en las fauces del capitalismo.
Ni periodismo darwiniano ni charlatanería turística for export. Y tampoco la historia oficial sobre una tierra “civilizada” a punta de fusiles y bayonetas. Sobre estos pilares, se sostiene Guillermo Saccomanno para escribir una serie de crónicas sobre el sur argentino, publicadas en su mayoría en la década de 1990 y ahora reunidas en el libro Escrito en Patagonia, editado en 2024 porLa flor azul.
Si las descripciones y las voces dan ritmo y profundidad a las crónicas, también lo hacen las reflexiones y pasajes ensayísticos que el escritor argentino articula a lo largo de los textos. Para Saccomanno, es tan importante mostrar los detalles de un viaje por una ruta desolada como preguntarse para qué sirve la literatura, entender (y escribir) que la memoria se manifiesta en el cuerpo o contar por qué la verdad es el principal valor para el pueblo mapuche.
La Patagonia se abre como un territorio concreto, sin veleidades exóticas o rasgos que remiten al concepto de orientalismo, acuñado por el intelectual palestino, Edward Said. Saccomanno, recientemente galardonado con el Premio Alfaguara por su novela Arderá el viento, rompe la representación que hacen los poderosos sobre esa tierra que creen que es su gran propiedad privada. El escritor también apunta sin contemplación a la hora de denunciar al Estado burgués argentino y sus imposiciones históricas y cargadas de crueldad contra los pobladores originarios.
Saccomanno explica que “cuando se trata de escribir, no se trata sólo de un asunto literario, la elección de un género, sino de una toma de partido ideológica”. Y agrega: “También me parece oportuno señalar a esta altura que la teoría literaria, tal como la entiendo, es teoría política”. Desde esta posición, Saccomanno cuenta y denuncia, describe y apuesta, rescata lo que el establishment de turno quiere ocultar y demuele la construcción oficial de la historia. Esos golpes directos se sienten página a página, sin perder una prosa con oficio y claridad.
Imagen: La flor azul.
Leer Escrito en Patagonia es tender puentes hacia las investigaciones del historiador Osvaldo Bayer sobre los fusilamientos de peones por parte del Ejército. O también volver a Los dueños de la tierra, de David Viñas, una novela que revela la vileza de estancieros y oligarcas hacia los “otros”, ya sean peones o indígenas, pero todos condenados, según esos dueños de la tierra, a la explotación o la muerte.
En las crónicas, además, sobrevuelan las sabidurías, los pensamientos y las prácticas del pueblo mapuche. “Los mapuches no piensan que este territorio les pertenece ―escribe―. A los huincas este pensamiento los sorprende: ‘No es que esta tierra me pertenece’, piensa el mapuche. ‘Sino que yo soy la tierra’. El pensamiento es mucho más sencillo y, a la vez, abarcador. No se trata de posesión. Sino de sentirse parte”. Entrelazado a eso, la naturaleza que resiste el “desarrollo” capitalista que, desde su origen, se construye con la voracidad del saqueo de la tierra y la cultura.
Saccomanno pone la mira en las raíces de nuestro país burgués y, por estos tiempos, transnacionalizado: el Ejército argentino como fuerza de choque a las órdenes de los poderosos, el extractivismo como política de ocupación y saqueo, la historia oficial escrita por manos locales y extranjeras que intentan condenar a la Patagonia como desierto virgen que tiene que ser violado. Pero también la contracara: el docente Orlando “Nano” Balbo, detenido-desaparecido que sobrevivió a la dictadura y que apuesta a otra educación; el recuerdo vivo del maestro Carlos Fuentealba, fusilado por la policía; y otra vez Bayer, en un artículo que cierra el libro, aunque, más que finalizar la obra, permite abrir ventanas hacia el futuro, porque la figura, la ética y el oficio del historiador anarquista argentino es faro hacia donde mirar cuando se habla de compromiso con las luchas de los más desposeídos. Saccomanno pronuncia: “Si escribir sobre Bayer me enerva, se debe a que, al hacerlo, debo mirar alrededor. Imposible mirar el alrededor sin mirar el pasado. Imposible no tener en cuenta la proyección de sus tensiones cruentas en el presente, la crisis de representación que corrompe los estamentos de la realpolitik. Imposible hacerse el distraído. Esta, aunque suene a reduccionismo, es la lección mayor de Bayer”.
En Escrito en Patagonia, se descubre la relación estrecha del escritor con ese territorio, sus miradas sobre la literatura en relación a ese país dentro del país y los recuerdos de conscripto en el servicio militar. En este libro, el escritor toma posición y denuncia, pero nunca pierde de vista que escribir de una forma más hermosa que como lo hacen nuestros enemigos es una de nuestras armas.En estos momentos de una Argentina que vira aceleradamente hacia el fascismo, Saccomanno, con sus crónicas, propone otro país: uno donde los y las condenadas de la tierra no pierden las esperanzas y todavía atemorizan a los estancieros y oligarcas.
*Por Leandro Albani para La tinta / Imagen de portada: Martín Bonetto.