Aquarius: crónica de un desembarco anunciado

Aquarius: crónica de un desembarco anunciado
19 junio, 2018 por Tercer Mundo

La constante llegada de inmigrantes africanos a Europa siempre tiene un destino incierto y cargado de indiferencia.

Por Rafael Atez para El Salto

La madrugada del sábado 23 de junio, una semana después de que las oenegés SOS Mediterraneé y Médicos Sin Fronteras (MSF) realizaran la operación conjunta de salvamento de dos pateras naufragadas que se saldó con 40 personas rescatadas y dos desaparecidos, nos congregamos los casi 600 periodistas acreditados para cubrir el desembarco de la flota en la centro habilitado para la prensa, a 1,5 kilómetros del muelle elegido y ubicado en el edificio Veles e Vents del Puerto de Valencia, otrora lugar de celebración de los grandes fastos y naumaquias organizadas por el Partido Popular valenciano de la era Rita y Gürtel.

Para acceder al edificio Veles e Vents hay que atravesar las calles aledañas de una macro discoteca que durante la Ruta del Bakalao albergó la mítica ACTV, por tanto, todos los periodistas tuvimos que abrirnos paso a las 4.30 de la noche entre borrachos y restos de botellas rotas.

A las cinco y media de la mañana, tras reescribir nuestros nombres junto al medio de comunicación al que pertenecemos (más de 150 entre los que se encontraban internacionales como el diario chino Xinhua) nos congregaron a todas en las puertas del edificio, donde esperaban tres autobuses de la EMT de Valencia que nos llevarían a la zona de prensa: un recinto de aproximadamente 600 metros cuadrados habilitado con una carpa al fondo y una grada a 200 metros del dispositivo de recibimiento, de acceso totalmente restringido con el objetivo de preservar la intimidad de los y las migrantes.

La persona encargada de que aquella masa de focos, objetivos y micrófonos subiera a los buses por orden de llegada leía los nombres de la lista de acreditaciones en voz alta. Cuando le llegó el turno a los integrantes del equipo de la RAI 1 italiana, se escucharon gritos furibundos desde la propia aglomeración mediática: “No los queremos aquí”.

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En un primer momento pensamos que podía tratarse de algún ignorante que relacionó a los periodistas italianos con la decisión de su gobierno ultraderechista de cerrar todos los puertos al Aquarius, pero rápidamente se comprobó que eran tres cabezas rapadas y beodas que se habían infiltrado en el grupo para corear sus consignas xenófobas y patrióticas. Nos despidió del Veles e Vents un borracho sujetado por dos mujeres al grito de “Viva España”.


En cuanto fuimos depositados en la zona acotada comenzaron las carreras, los empujones y codazos por hacerse con el mejor hueco en la grada que ofrecería el único encuadre posible de la bajada de los migrantes por las pasarelas de los barcos (sólo apto para teleobjetivos de más de 400 milímetros). Incluso se pudo ver a un periodista estrella de la televisión gala profiriendo insultos francófonos a los presentes.


Los redactores y equipos de directo, entre ellos la unidad móvil de À Punt (la nueva televisión pública valenciana) o la de Overón (empresa conocida, entre otros, por ser la subcontrata de las conexiones de España Directo), nos situamos unos metros a la izquierda de la grada, desde donde se divisaba la bocana del puerto y el muelle donde la flotilla realizaría las maniobras de atraque.

El desembarco

El escenario de operaciones estaba listo, tan solo faltaba la llegada de la flota de salvamento, que se produjo 30 minutos después de estar todas en nuestras posiciones. A las 6 de la mañana atracaba el Dattilo, la fragata de la Guardia Costera de Italia y la primera de las tres embarcaciones.

A las 6.50, desde la grada y gracias al zoom de las cámaras, vimos descender por la pasarela del Dattilo, engalanada para la ocasión con una pancarta con su nombre, a los primeros grupos de 20 personas que comenzaban a ser conducidos por la Guardia Civil y la Policía Nacional al operativo logístico, asistencial y sanitario de recibimiento, denominado por la administraciones competentes (estatal, autonómica y local) como Operación Esperanza del Mediterráneo, incluido en el Plan Territorial de Emergencias.

El Aquarius atracó en torno a las 11 y dos horas más tarde la fragata militar Orione, completando así la llegada de los 630 migrantes procedentes de 31 países (mayoritariamente africanos: Sudán, Argelia, Eritrea y Nigeria) que ponían punto final a cuatro días de viaje con mala mar hasta el puerto de Valencia. Sin embargo, el final de la odisea todavía no ha llegado.

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El dispositivo de recibimiento, compuesto por 2.300 personas entre policía, asistencia médica, traductores jurados y ONG como Save the Children o la Cruz Roja, contemplaba un triaje a bordo y una revisión médica. Según el subdirector general de Emergencias, Jorge Suárez, 200 personas requirieron atención sanitaria y 144 fueron desviados a centros hospitalarios. Quienes no precisaron asistencia, accedieron a la docena de carpas de la Cruz Roja instaladas para dar apoyo psicológico. De aquí la necesidad de desembarcar en un “puerto seguro”, en palabras de David Noguera, presidente de MSF España, quien remarcó a pie de campo que es “fundamental que sean acogidos y tratados de una forma digna y todos sus derechos sean respetados”.


Posteriormente, de entre los más de medio millar de efectivos movilizados por Interior (100 guardias civiles y 365 policías nacionales), 65 funcionarios de la Comisaría General de Extranjería de Madrid y 52 agentes de la policía científica realizaron los estudios de filiación a los migrantes. Según confirmó ayer Suárez, en “el pasaje viajaban 46 menores no acompañados” que fueron trasladados a centros de acogida y puntualizó que “varias decenas de personas ya se han desplazado en tres autobuses hacia diferentes centros de estancia”.


Al mismo tiempo que desembarcó el Orione, la plataforma CIEs NO denunciaba en una rueda de prensa frente al edificio de la Autoridad Portuaria de Valencia la “confusión” sobre el futuro de las personas del Aquarius y añadían que “primero se ha dicho que se les daba el estatus de refugiadas, luego que darían permisos de estancia temporal, y la última declaración de la Policía Nacional dice que pueden acabar encarceladas”.

La solidaridad del pueblo

Durante la jornada del desembarcó destacó la labor de diez voluntarios: los conductores de la EMT de Valencia que se ofrecieron a transportar a personal sanitario, intérpretes y periodistas de un punto a otro de las instalaciones del puerto. En el caso de un transporte masivo de los rescatados por el Aquarius al CIE de Sapadors de Valencia, todos se mostraban reacios al uso de este tipo de instalaciones, que son “agujeros negros del Estado en los que reina la opacidad, arbitrariedad y la impunidad”, como advierte la campaña por el Cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros que reivindica su objetivo cada última martes de mes desde hace ocho años frente a la puerta metálica azul del CIE valenciano.

El Centro de Coordinación de Emergencias de la Generalitat ha contabilizado 2.560 correos electrónicos y 1.299 llamadas realizadas por ciudadanos a los medios habilitados por la Generalitat el pasado martes, que se han centrado en ofrecer acogimiento para niños, niñas y mujeres para realizar servicios de traducción entre las personas migrantes y el operativo asistencial.

La odisea genocida del Mediterráneo

Entre atraque y atraque de la flota de salvamento en el muelle 1 del puerto valenciano, fueron varios los cargos de oenegés y policía los que se acercaron a la zona acotada para la prensa para ofrecer su punto de vista y resumen de lo acontecido hasta el momento.

Julie Begin, directora de comunicación de SOS Mediterranée Francia, la ONG encargada de pilotar las lanchas de salvamento del Aquarius, nos narró cómo todas las personas rescatas entre Libia y las costas de Sicilia sufren cuando ven acercarse un barco. “No saben si son salvadores o es la Guardia Costera de Libia”. En el segundo caso saben que los devolverán a Libia. “La palabra que usan todos para definirlo es el infierno -atestigua Begin-, son golpeados, asesinados o encerrados en campos de concentración”.

“Normalmente, cuando realizamos salvamentos de tres o cuatro pateras, las llevamos a un puerto de seguridad en Italia indicado por sus autoridades, pero hoy la situación ha cambiado”, afirma la directora de comunicación. “Hemos perdido días de navegación viniendo a Valencia, a pesar de que hay algunos barcos de salvamento en la zona, sabemos que ahora hay personas que están muriendo ahogadas”, añade.

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Begin explica que “las dificultades para el rescate en el mar son cada vez mayores”. Señala que en los tres rescates anteriores, las autoridades marítimas italianas pidieron al Aquarius volver a puertos seguros, aunque tenían menos de 100 personas a bordo, y mientras tanto se vieron obligadas a desatender otras pateras a la deriva. Asimismo, remarca la situación de incertidumbre que viven desde de los últimos acontecimientos.

Estas ONG afirman que la Operación Esperanza del Mediterráneo no se puede volver a repetir. “No es viable realizar viajes de tantos kilómetros con personas cansadas, vejadas, enfermas, menores de edad, mujeres embarazadas, etc.”, insiste Begin.

Así definió la situación el periodista Agus Morales en su libro No somos refugiados, durante el tiempo que pasó en el Dignity I, barco de rescate de MSF: “A unas decenas de millas náuticas de Libia, en ese umbral azul entre Europa y África, la vida empezaba a cobrar sentido y a merecer el esfuerzo de las autoridades. Unas pocas millas náuticas (…) definían dónde empieza la civilización, dónde las personas ya son, ahora sí, personas, dónde acaba la realidad africana, dónde empieza la occidental”.

*Por Rafael Atez para El Salto

Palabras claves: África, España, Inmigración

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