Mariana Robles: “No hay nada que pueda llamarse arte antes del fulgor de la experiencia”
Borda, pinta, hace cerámica y joyería, escribe, dibuja, recita. Cruza. Porque si en algo se especializa la artista es en cruzar, y en esos puentes que crea, deshace esas especializaciones y abre mil puertas paralelas en un inconmensurable mundo creativo.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Cruzar las líneas / Cruzar las disciplinas / Cruzar las ciudades
Recorrer los espacios y tramar los hilos / Armar vínculos y tejer redes.
Trenzar. Ese es el oficio de Mariana Robles.
La artista -radicada en las sierras cordobesas- estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes (hoy UPC) y Filosofía, en la Universidad Nacional de Córdoba. En sus obras entrelaza esos caminos, conjurando lo visual y la palabra en una misma narrativa.
Además de producir obra y exponer activamente en diferentes espacios de arte locales y del país, hace años que trabaja en el área de investigación del Museo Caraffa y tiene publicados seis libros de poesía.
Da clases y organiza talleres junto a otras y otros productores culturales y, en marzo, reeditó el taller Joyas y Autobiografía “El nido del Orfebre”, en Caelum, Espacio para la joyería contemporánea (coordinado por la artista joyera Cecilia Richard).
En relación a este taller, La tinta se acercó a inmiscuirse en (algunas de) las cosas que pasan por la cabeza de una artista que hace de su quehacer un oficio fascinante, sentido, pensado, compartido.
—El sábado pasado terminaste de dar “Joyas y autobiografía”, un taller en Caelum… ¿nos podes contar un poco cómo llegaste a ese cruce?
—El taller de “Joyas y autobiografía” surge en 2017, la primera edición, en una versión más corta que la de 2018. Con Cecilia Richard compartimos un especial interés por pensar, contextualizar y poetizar el trabajo de la joyería, algo que permita la abertura de la materia a la idea y viceversa.
Hace algunos años comencé el taller anual que dicta Ceci en su espacio y me estimuló la cantidad de posibilidades creativas… el mundo que ofrece el trabajo de la joyería contemporánea. Lo que aprendí allí, se sumó con lecturas que me interesaban vinculadas al ornamento y al cuerpo, a la memoria y la historia y así fue surgiendo Joyas y autobiografía. El taller propone un recorrido personal a partir de la restauración de una joya (u objeto ornamental) que permita un desarrollo y proceso narrativo a través del bordado, el dibujo y técnicas textiles. Cada encuentro se propone en torno a un tema, una idea y un texto y se generan diferentes instancias prácticas que luego se vuelcan en una joya final, en la recuperación de ese objeto como pieza única.
Una de las primeras motivaciones fue mi propia experiencia autobiográfica con las joyas u ornamento, algunas piezas rotas, recordadas o fragmentos de ellas que contenían una historia, que hablaban de relaciones entre personas, vínculos que se resolvían en torno a los objetos. Entonces, escribí esos recuerdos y de ahí surgió el taller, sus diferentes instancias y su sentido. La idea de lo autobiográfico recorre gran parte de mi obra plástica y poética, de alguna manera esa experiencia es de gran influencia para el taller, es una forma de trabajo, una heurística y un método.
—¿Sobre cuáles otras patas de la cultura (textos, experiencias, “bienes”) se apoyaron para crear ese espacio?
—El taller de Joyas y autobiografía es una red de citas y fragmentos que componen una caprichosa y lúdica teoría sobre los objetos y su simbología. Elegí textos de diversas fuentes desde la filosofía a la alquimia, la poesía a la antropología, la narrativa y las artes visuales para componer un mosaico de referencias. Los textos derivan en prácticas, y las prácticas se funden en las historias que cada uno tiene para contar, inventar o meditar. Los objetos y los textos son el centro de irradiación del taller y finalmente todo conduce a una obra; el taller es una mezcla entre experiencia clínica y búsqueda de un lenguaje propio sin rigor y directrices concretas, más bien se conduce de forma libre y abierta.
La joyería contemporánea permite muchos cruces, como sucede con otras formas de expresión mal conocidas como “artes menores”, por ejemplo, la cerámica, el bordado o la ilustración.
Creo que proponiendo este tipo de experiencias contribuimos a sumar miradas sobre el arte contemporáneo en general, sintonizamos con espacios profusos y con millones de laberintos para recorrer.
—¿Y cómo les fue con el taller? ¿lo van a repetir?
—El taller salió muy bien en las dos instancias que lo realizamos. El primer año duró tres encuentros de cuatro horas cada uno y el trabajo con los participantes fue muy intenso. En la segunda propuesta, que llamé “El nido del orfebre” (haciendo referencia al uso de materiales blandos), las clases fueron ocho, de tres horas cada una, en esta ocasión tuvimos otros tiempos de trabajo y un nuevo formato que intentaremos profundizar para el próximo año. Las expectativas son continuar con el taller y seguir sumando materiales, experiencias y conocimientos.
—Hay unas fotos increíbles, que son pequeños relatos de esas experiencias… ¿no? ¿Cómo fue el laburo con la fotógrafa y con Ceci?
—El compilado fotográfico fue realizado por Florencia Quiroga, también alumna de Caelum y ella realizó un registro según su criterio, compartiendo tiempo con nuestro trabajo y las acciones que allí se realizaron.
—¿Qué es lo más importante que sentís / pensás / ves del oficio de hacer arte?
—Aunque la pregunta es demasiado amplia, en relación al taller de “Joyas y autobiografía” podría decirte que justamente la idea de oficio cobra una fuerza importante: un oficio donde se hace y deshace con la misma fuerza, y en esa dialéctica, se vislumbra el evento artístico, es decir… no hay nada que pueda llamarse arte antes del fulgor de la experiencia.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Fotos: Hernán Arroyo Cesari y Florencia Quiroga.