Las manos de los pescadores
Por Mariana Nedelcu y Martín Cossarini / Enfoque Rojo
Las manos de los pescadores artesanales de Caleta del Membrillo en Valparaíso Chile, están curtidas por el trabajo y la lucha. Sobre el playón donde amarran sus botes, un grupo de cinco hombres dan batalla contra una montaña de hilos, nudos y cuerdas. Se mueven bajo el sol envueltos en el silencio perfecto de la tarde, trabajan para desenredar y reparar la inmensa red de pesca que precisan para la temporada de pez espada.
No son todos chilenos, se ven rostros curtidos llegados desde otras latitudes buscando lo que siempre buscan los rostros curtidos de los migrantes, trabajo y mejores condiciones de vida.
Más temprano, las mujeres con sus hábiles dedos, han preparado las líneas para encarnar. Mañana, durante las primeras horas de la madrugada, estos hombres y mujeres saltarán a las aguas del Pacífico como lo hicieron sus abuelos y los abuelos de sus abuelos durante generaciones.
Lamentablemente hace tiempo que la “suerte” de estos pescadores ya no depende de la minuciosidad de su oficio, las inclemencias del tiempo o la bondad y caprichos del mar. Hoy día cuatro grandes conglomerados, que a su vez están concentrados en las manos de siete multimillonarias familias, controlan el 92 por ciento del sector pesquero nacional: Orizon (fusión de South Pacific Korp y Pesquera San José); Blumar (fusión de Itata y Golfo) y Camanchaca Pesca Sur (fusión de Camanchaca y Biobio) y Marfood (fusión de Joint Venture de Alimar y Foodcorp).
Estos verdaderos gigantes de la pesca industrial se han visto beneficiados de la mano de los gobiernos de turno durante los últimos 20 años. En 2012 se sancionó la polémica Ley de Pesca, popularmente conocida como “ley Longueira” que entre otras cosas, les entrego licencias renovables a 20 años e incluso en calidad de “heredables”.
Otro dato que demuestra su clara intención de beneficiar al capital concentrado, es la total ausencia de instrumentos para regular la denominada “pesca de arrastre”, a cargo justamente de los industriales y responsable de la pérdida de bio masa y de la sobre explotación de los recursos marítimos.
Lo que sobra, si es que sobra algo, es lo que queda para los pescadores artesanales. Padres y madres de familia que pescan para subsistir y llevar lo necesario a sus hogares.
Pero los “obreros del mar” no se han quedado de brazos cruzados y frente a esta nueva amenaza, ganaron las calles junto a amplios sectores de la población que se solidarizaron con su causa.
Esta claro, para el poder político y los grandes empresarios pesqueros no hay otra ley, más que la de embolsarse los tres mil millones de dólares que genera anualmente el rubro a partir de la extracción y comercialización de los recursos del mar chileno y que por ende, deberían pertenecer a todos los chilenos.
*Por Mariana Nedelcu y Martín Cossarini para Enfoque Rojo