De traidores y unos cuantos que olvidan fácilmente
Por Pablo Díaz Almada para La tinta
Que el engaño no nos sea indiferente
Estamos asistiendo en este último tiempo a una seguidilla de discursos oficiales que van desde la minimización de las dificultades que atraviesa la economía argentina hasta el relato de un futuro alentador. Pero que, pronto, se dan de bruces contra la realidad.
Repasemos:
En la última apertura de sesiones de la Asamblea Legislativa, el presidente Mauricio Macri señalaba que “tenemos metas para bajar la inflación, para reducir el déficit fiscal. Y como las vamos a cumplir, vamos a dejar de endeudarnos y se van a multiplicar las inversiones en un país confiable.” Apenas dos meses más tarde, el mismísimo presidente aparece en un video previamente grabado anunciando un nuevo acuerdo con el FMI.
El presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, en la última conferencia de prensa del 16 de abril, donde se presentó el informe de política monetaria, se mostró optimista respecto a la estabilidad en el precio de la moneda estadounidense (estabilidad que duró un brevísimo lapso) y pronunció que “el tipo de cambio es una variable que mide bien la credibilidad de un banco central”. La realidad es que, si hacemos la cuenta entre los primeros días de abril y los primeros días de mayo, la autoridad monetaria perdió algo así como el 14% de sus reservas para contener la escalada del dólar.
Días después, el 4 de mayo, en medio de la corrida cambiaria, los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo brindaron una conferencia de prensa con anuncios esperados para la tribuna financiera, reduciendo la meta del déficit fiscal primario para el corriente año. Allí, el ministro offshore de Finanzas sostuvo que “este año no vamos a salir a tomar deuda en dólares ni en euros”, y agregó “(La corrida cambiaria) no nos agarró por sorpresa y estamos perfectamente para resolverlo sin inconvenientes”. Cuatro días después aparece Macri anunciando dicho acuerdo con el FMI.
Ahora bien:
Si prestamos atención a ese discurso del Presidente donde nos dice que éste es el único camino posible para “evitar una gran crisis económica”, que la decisión se toma en pos de los sectores vulnerables y que “el camino que hemos tomado va a lograr un mejor futuro para todos”, la pregunta sería ¿por qué esta vez habríamos de confiar en el discurso oficial?
La orientación ideológica de la política es clara. El rumbo que toma le administración nacional en las decisiones económicas es muy bien conocido. Es probable que los actores de poder económico no siempre respondan como ellos esperan, pero los errores de predicción antes señalados hay que enmarcarlos en la construcción de un relato. Pues, necesitan convencer a buena parte de la clase trabajadora que las políticas neoliberales, que van en contra de sus propios intereses, son la salida a las crisis que ellos mismos generan.
Que no nos abofeteen la otra mejilla
Más allá de los relatos, se puede ver cómo las respuestas en las políticas concretas de la dirección nacional siempre van en contra de los intereses de la clase trabajadora. Dejar subir la cotización de la moneda extranjera repercute en la dinámica de los precios y en la caída del salario real. Las expectativas de inflación para el 2018 que releva el BCRA pasaron de 20,3% a 22%, mientras que se mantiene el techo al salario del 15%, tan fijo y duro como la cara del ministro evasor Dujovne cuando nos dice que las metas de inflación se mantienen en el 15%.
En segundo lugar, subir la tasa de interés implica un freno a las posibilidades de compra de los consumidores y a la actividad productiva, lo cual tiene consecuencias negativas para las condiciones de empleo y la distribución del ingreso. Porque mientras hay quienes “la levantan en pala” en el sector financiero, a otras personas se le añaden problemas para asegurar sus condiciones materiales de existencia. Por otro lado, el ajuste fiscal anunciado con bombos y platillos, con altas probabilidades de reducción de la inversión pública (más lo que vaya a pedir el FMI que hagamos), compromete el empleo y las condiciones futuras de crecimiento.
A todo esto se agrega que dichas medidas no son garantía para que la “confianza” de los especuladores vuelva a la Argentina. Ya que los mueve su voracidad, y si la combinación ganancia/riesgo indica que sigue siendo mejor irse, se van a seguir fugando. Por más FMI que nos avale.
Un monstruo grande y pisa fuerte
Es cierto que es un problema estructural en Argentina (como en otros países latinoamericanos) la administración referida a la moneda extranjera y a la toma de deuda externa. El modelo actual se sostiene con deuda y el saldo comercial se muestra en constante deterioro.
Para llegar hasta aquí, el Gobierno Nacional también aportó lo suyo quitando las restricciones que existían para que cualquiera pueda llevarse reservas a su casa o afuera del país. Cuando la fuga se agravó, nuestros “nuevos” gobernantes, con ideas “nuevas y frescas”, pidieron auxilio al viejo y conocido Fondo Monetario Internacional.
De dicha entidad es archiconocido que otorga ayuda a cambio de ciertos condicionamientos o “endurecimientos” de la política. También, que suele ser el último manotazo de ahogado en los contextos de fuga de capitales para países con problemas de reservas internacionales. Pero es menos conocido que en el último informe sobre la Argentina, el organismo nombraba puntualmente y detallaba que los salarios, las jubilaciones y las transferencias sociales habían subido demasiado en años anteriores y es esencial disminuirlas.
Si bien puede existir la preocupación por el hecho de que la política interna se torna dependiente de las recomendaciones del FMI -perdemos “independencia política”- la verdad es que quienes nos gobiernan están perfectamente alineados ideológicamente con el monstruo del fondo. Como ejemplo de ello se puede destacar: la política de metas de inflación, la demonización del déficit fiscal, y el esfuerzo por la flexibilización de las condiciones de trabajo. ¿Qué es lo que cambia? Quizá la entrada en juego de un actor pesado, para el gobierno de CEOs, es estratégica y a su favor en la determinación de la política nacional. ¿Acaso lo notaremos en la discusión por el proyecto de reforma laboral?
Que la reseca muerte no nos encuentre, vacías y solas, sin haber hecho lo suficiente
En el espacio público es donde la clase trabajadora se manifiesta. Por más oscuro que sea el panorama, no tenemos derecho a abandonar la organización y la lucha. Porque todo “pueblo que se somete, perece” (José Martí).
* Por Pablo Díaz Almada, integrante del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía, para La tinta