El silencio es un cuerpo que cae
Se estrenó la ópera prima de la cordobesa Agustina Comedi.
Por Gustavo Pecoraro para La tinta
Se estrenó en el Bafici El silencio es un cuerpo que cae, la primera película de Agustina Comedi (10 de diciembre de 1986, ciudad de Córdoba) donde, desde una concepción en la cual lo personal es político, abre un diálogo con su padre con la óptica puesta en la atemporalidad.
Y es que Agustina nos habla constantemente de Jaime, pero no nos cuenta cómo ha sido como progenitor. No nos cuenta qué libros le leyó o qué juego era el que más compartían. No nos cuenta siquiera si alguna vez le habló de cómo era su vida antes que ella naciera. Los diálogos entre ellos son inexistentes, sólo una pequeña pregunta en un viaje a Disney y poco más. Pero a pesar de ese silencio del Jaime padre, la película recupera la voz del Jaime militante de Vanguardia Comunista (con testimonios de sus compañeras) y paralelamente del Jaime homosexual, novio de Néstor (médico ginecólogo) y de otros hombres. Amigo de otros homosexuales, de transformistas, de lesbianas y de algunas personas trans. La voz de una Córdoba misteriosa y que deberíamos recuperar, llena de tantas leyendas urbanas que nos contó alguien -o vivimos- relacionadas a la casa de campo de Manuel Mujica Láinez o incluso al sauna Sendero que funcionó a pleno en épocas donde la represión era cotidiana.
Comedi usa la herramienta poderosa de la recuperación de la memoria. De los testimonios de personas que vivieron los años `70 y `80 cercanos a Jaime, y que dotan a esta ópera prima de la fuerza estremecedora de una época donde las palabras eran no dichas, los deseos no mostrados y el placer hasta se enjuiciaba. Los relatos de varias personas sobre qué espacio ocupaba lo personal dentro de la militancia revolucionaria en esas décadas, traen al hoy el recorrido durísimo que ha tenido que emprender el colectivo LGTBI cuando aún carecía siquiera de sílabas, donde ser lesbiana y militar en un sector de la izquierda significaba un juicio al interior de esa corriente política (el relato de Paloma es estremecedor), donde el “vestirse de mujer” era hacer activismo mucho antes de que el activismo LGTBI existiese con tanta popularidad, donde la corporalidad del deseo era existir, ser, resistir.
Años después hemos requerido sumar identidades, y bien que se haya hecho. Pero esas identidades existieron siempre, aún sin explicaciones teóricas. Bastaban los cuerpos y los deseos.La directora trae esa realidad a un primer plano y lo reafirma: lo personal es político, los cuerpos son campos de batalla más allá de tener o no las herramientas teóricas que los años modernos nos ofrecen. Esos cuerpos (hoy ancianos) que nos cuentan a Jaime, lo hacen desde la profunda honestidad de la vida vivida con decisión de ser quiénes querían ser y cómo querían ser.
Hoy lo llamaríamos orgullo.
Hay varias cosas que impactan emocionalmente. Una el manejo de las imágenes, los cortes de silencios, los relatos en cuadro blanco. Aunque corra el año 2018 algunas personas prefirieron no aparecer mostrando sus rostros algo que lleva a pensarnos mucho más allá de las cosmopolitas y disidentes realidades hacia unas sociedades llenas de armario y miedos.
Para analizar aparte: la mayoría de esas personas fueron varones homosexuales.
Otros de los grandes logros es la cámara Súper 8 de Jaime que filmaba todo y que Agustina recupera entre más de 160 horas y estructura el relato desde ahí: viajes, cumpleaños familiares, fiestas infantiles, actos de colegios, museos, espectáculos, hasta el momento justo antes de su propia muerte (Jaime cae de un caballo, cámara en mano, y muere en un asado familiar en 1999).
El filme termina con el último cuadro que esa Súper 8 filmó contraponiendo la erótica apertura donde la cámara (de Jaime) es traída a primer plano (esta vez en la cámara de la directora) en un recorrido detallado por la estatua del David, con parada obligatoria sobre toda su genitalidad tan bellamente esculpida por Miguel Ángel.
Pienso esta película como un homenaje a la visibilidad homosexual de alguien que quiso ser padre a costa de silenciar mucho más que su cuerpo. Su hija, ha recuperado esa homosexualidad llevándola en andas de algarabía para festejar a ese Jaime que ella no conoció hasta mucho tiempo después de su muerte. Un Jaime silenciado por su familia y por él mismo, que sin embargo le deja el legado de la libertad marcado en la piel simbolizado en esa escena maravillosamente ficcionada del nacimiento de Agustina, cuando Néstor (ese novio que Jaime deja después de 11 años para casarse con Monona y que de todos modos fuera elegido testigo de esa boda) es quien la trae a la vida: “las manos de Néstor fueron las primeras que me tocaron”, relata Comedi en ese momento del film.
Como final, un contraste necesario de lo intergeneracional que siento como resúmen perfecto.
Luca, el hijo de Agustina, está dibujando sobre un cuaderno y se produce una especie de juego del veo-veo donde el diálogo madre-hijo versa sobre qué es “algo maravilloso”.
El niño opta por “un leopardo que esté libre”, a lo que sucede el interrogante de si él sabe qué es “ser libre”, que resume sabio en “ser libre es no estar en una jaula”.
El silencio es un cuerpo que cae podría parafrasear el “a la cárcel no volvemos nunca más” como “a la clandestinidad no volvemos nunca más”, donde sin embargo el sujeto activo actúa en forma totalmente distinta.
Una frase (la de la cárcel) está gritada desde el más absoluto empoderamiento activista. No debemos volver nunca a ninguna cárcel.
La otra (la de la clandestinidad), desde el deseo obligado a romper esos silencios que aún hoy se esconden en miles de rostros que caminan por las calles de este país como también las transitamos los que entendimos que la visibilidad es la herramienta más poderosa que tenemos los putos, las lesbianas y las personas trans.
Esa visibilidad no puede verse solo capitalina, masiva y festiva ya que para algunas personas siempre será imposible de atravesar. Está en nosotros no condenarlas por ello, que sería sumar un cilicio más a su auto castigo diario.
Producida por El Calefón Cine, la película ha tenido ya un recorrido internacional que espero se fructifique y su estreno auspicioso fue en el 20º Bafici donde compite en la sección oficial de Derechos Humanos.
►El silencio es un cuerpo que cae. Estreno jueves 12 de abril / BAFICI. Más funciones viernes 13 a las 21:30 y lunes 16 a las 15:30.
*Por Gustavo Pecoraro para La tinta. Fotos: Tomás Labrousse y de Prensa de la película.