El pucho del indulto
La mirada al vacío, el ceño fruncido y el peinado desprolijo componen el gesto de preocupación del por entonces presidente de la Argentina, Carlos Saúl Menem. Con la mano izquierda, lleva a su boca un cigarrillo encendido que está a punto de pitar. Son los últimos días de diciembre de 1990. La fotografía fue tomada por el fotógrafo oficial de Presidencia, Víctor Bugge, el día que se conocieron los indultos a los comandantes de las juntas militares que gobernaron el país durante la dictadura.
Por Redacción La tinta
Menem asumió la presidencia en julio del año anterior, luego que Raúl Alfonsín entregara anticipadamente el mando, acosado por una situación económica y social crítica. Además, el descontento militar acechaba constantemente el orden democrático: el gobierno de Alfonsín había sufrido tres alzamientos del grupo de militares denominados «carapintadas». El nuevo presidente decidió sofocar la cuestión militar con una serie de decretos firmados en octubre de 1989, que indultaron a los militares que no habían sido beneficiados por las Leyes de impunidad y a los carapintadas que habían participado en los alzamientos.
A pesar de los indultos, el 3 de diciembre de 1990, los carapintadas llevaron a cabo un nuevo alzamiento, planeado por Mohamed Alí Seineldin en protesta contra la injerencia del poder político en las cúpulas militares y el desmantelamiento del ejército. La acción contra la rebelión fue contundente: los combates dejaron 14 muertos, entre ellos 5 civiles.
Semanas después, el 30 de diciembre, se conoce una nueva serie de indultos. Esta vez incluyen a los comandantes que habían integrado las juntas militares y habían sido condenados en el Juicio a las Juntas: Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Viola, y Armando Lambruschini.
Sobre ese día, Bugge cuenta: “Esta foto fue el día en que se conocieron los indultos. Él no los anuncia formalmente, pero comienza a correr la información. Menem estaba en Córdoba y había armado un acto, como si nada hubiera pasado. Pero ese día estaba llamativamente desprolijo, con el pelo llovido sobre la frente. Recuerdo que en aquel acto se sentó y prendió un faso, como quien no quiere la cosa. Prácticamente nunca se había mostrado en público fumando, a no ser un habano. Fue un día muy especial. Menem no fumaba muchos cigarrillos. Lo hacía de vez en cuando, y en momentos especiales. Y generalmente los pedía porque nunca los tenía a mano. Sin duda ése fue el faso del indulto. Representaba un estado de ánimo. Era algo que había que mostrar. Que se tenía que ver. Forma parte de lo que yo entiendo es esa honestidad con la que hay que trabajar».
*Por Redacción La tinta