Con ojos de papel
Una mirada feminista sobre la serie más vista en 2018: La casa de papel.
Por Ago Peretti y Vicho Candellero para La tinta
Entendemos que toda serie puede mostrar por medio de la actuación diferentes situaciones, modalidades de interacción y violencias que son propias de este sistema patriarcal. Esto puede ser así ya que toda producción artística, al intentar construir una realidad que reproduzca la sociedad en la que vivimos, puede (debe) representar también las injusticias más atroces de la misma. En definitiva, que una serie represente situaciones machistas no es sinónimo de que reproduzca el discurso machista.
Con ello, el objetivo de estas palabras radica en demostrar por qué La Casa de Papel sí reproduce diversos y múltiples mecanismos del discurso hetero-patriarcal que fortalecen la posición hegemónica del mismo en el contexto en el que vivimos. Retomamos algunos de los aspectos que nos parecen relevantes para justificar nuestra visión sobre esta serie tan “popular” (si tenés Netfix) en los últimos días.
Denver y Mónica: desde Estocolmo con amor (romántico)
Deconstruir el mito del amor romántico tan anclado en nuestras cuerpas es una tarea que no es nada fácil. Se nos hace difícil trazar los límites en la complejidad y la particularidad de nuestros vínculos sexo afectivos que nos permitan separar y encontrar las naturalizaciones propias del “mito de la media naranja”, “el amor correspondido”, “hasta que la muerte nos separe”, entre otros. Las series, como re-producciones culturales, deberían ser lugares privilegiados para lanzarnos a la crítica de este estereotipo de ¿amor? Entendemos que tanto la relación de Mónica con Denver como la del Profesor con Raquel son reproductoras, en distintos sentidos, del mandato propio del amor romántico heterosexual. Comencemos por la primera, el chico malo y la frágil secretaria.
En este caso, el amor romántico reproduce también su dimensión parental y de control sobre las cuerpas. Si recuerdan, al comienzo de la serie Mónica decide no abortar a causa de la influencia de Denver (unx de sus secuestradorxs) después de una charlita. Claro que esto en sí mismo, como decíamos al principio, puede no avalar un discurso machista en la serie y solamente estar reproduciendo algo que sucede en muchos casos en la realidad. Pero el punto de la cuestión radica en que Mónica termina “perdidamente enamorada” del secuestrador que le pegó un tiro en la pierna y le dijo que no aborte y todo esto concluye con un hermoso final feliz que le pone el moño a este vínculo amoroso romántico heteropatriarcal. Las palabras de Mónica son muy claras: este hijx (que vos me dijiste que no aborte) necesitará un padre. KÉ. Final feliz, familia feliz, hasta que la muerte nos separe.
La disidencia boba
La única persona no heterosexual que se presenta en la serie, por lo menos a la vista directa de lx espectadorx, es casualmente representadx por el personaje más boludx de la serie, casi patológico. Al margen de esto, cabe remarcar también que las únicas escenas homosexuales se desarrollan como acosos, Helsinki con Arturito y Tokio con la hija del embajador británico.
Naerobi: la que no puede, no puede
Gran personaje Naerobi, a todxs nos generó mucho placer cuando esta madre soltera, que quiere hacer justicia por la separación de su hijo, invita a la hija del embajador a mirarse al espejo y reafirmar su posición de poder como mujer al grito de “sos la puta ama”. Por otro lado, también es un acto de revancha feminista que Naerobi tome el mando del atraco al grito de “empezó el matriarcado”.
Este personaje presenta una clara capacidad de conducción y puede decirle en la cara a Berlín cuándo se va de mambo, además de ser la única que lo enfrenta con claridad política. Hasta acá todo bien. Pero… en primer lugar es Berlín quien debe enseñarle qué es el patriarcado reproduciendo una típica práctica de mansplaining. Naerobi, por su tibieza con lxs rehenes, no puede sostener su matriarcado más de unas horas y debe volver el macho a poner las cosas en su lugar. En fin, es demasiado sensible para conducir. Yass.
Berlín: de violador a héroe en un paso
Berlín es el típico caso del violador, machista, misógino y violento que se termina sacrificando por el amor sus amigxs y familia, convirtiéndose así en el héroe de la serie. Todo esto al lado de su víctima predilecta y “amada”, a la cual viola regularmente, con amor.
No podemos dejar de señalar que gracias a Berlín y al Profesor -los protagonistas masculinos principales- podemos contar con un final feliz y ver realizado el horizonte de lxs atracadorxs: pasar la vida disfrutando del dinero robado en alguna isla paradisíaca. Lo interesante para señalar entre Berlín y el Profesor es que se constituyen como las dos caras de la misma mierda. Cuentan con un carisma particular que busca generar simpatía en el espectadorx a partir de perfiles antagónicos. Por un lado, el profesor es el bondadoso, enamoradizo y empático mientras que Berlín es el violento, cínico y exacerbado. Aún así, los dos son los representantes de la prudencia en la conducción política del atraco (uno por fuera y el otro por dentro) y de la escena más carismática y preferida de la serie. “Bella ciao”.
El profesor con Raquel: amor romántico ATR
Esta relación representa el conflicto central en el desarrollo de la serie. El plan, supuestamente perfecto, del profesor se va al carajo a causa de la hermosa casualidad que junta a las dos partes de una misma naranja. Lo más real de la serie, el rasgo más humano, el elemento que hace que lo que al comienzo parece pura planificación se vaya a la mierda, es nada más y nada menos que la clásica ficción patriarcal del amor romántico heterosexual entre blancos. Muy original. Esto, evidentemente, no termina allí.
Caractericemos esta relación amorosa: teniendo en cuenta que estxs personajes se relacionan en dos planos, el de la negociación y el del vínculo sexo-afectivo, cabe señalar para comenzar que existe una realización profundamente desigual de los objetivos individuales de cada personaje al finalizar la serie. Esto tiene que ver con las habilidades individuales de cada unx, pero también se explica por una posición desigual en esta relación de amor romántico.
El amor de Raquel hacia el profesor permite que este se escape tranquilamente de ella sin que ofrezca ningún tipo de resistencia y sin que medie ninguna argumentación ideológica del atraco al estilo de la del último capítulo como para explicar la decisión de Raquel. La empatía y el amor del profesor, a diferencia, no es lo suficientemente fuerte como para evitar humillarla, golperarla, mentirle y aprovecharse de ella para beneficiarse él y su plan perfecto, aprovechando la relación amorosa para sacar provecho en el plano de la negociación. La racionalidad costo/beneficio que guía las acciones del Profesor no se ve afectada por el romanticismo amoroso, oh vaya casualidad, él es varón y Raquel mujer (y no es Cercei).
Luego de una charla no necesita más que un par de palabras para destruir en un segundo los pilares de la creencia en la propiedad privada capitalista, el profesor convence a Raquel de que él es el “bueno” y con esto ella termina atrapada por la policía y entregando su trabajo, lo que hasta ese momento era parte fundamental de su vida. Claramente, como en toda relación de amor romántico, esta concluye con una escena de encuentro casual en alguna hermosa playa del sureste asiático.
Tokio: la voz de la mujer
Otro caso paradigmático es el de Tokio, ya que, a pesar de ser la narradora de la serie, se constituye como la Eva (bíblica) del siglo XXI. Guiada por su efervescencia manda todo al carajo, se come los retos de Moscú como la figura parental que la deja muda llorando, y es la causante de dos muertes y una casi-muerte a raíz de su imprudencia. Al igual que Naerobi y Raquel, Tokio es humillada por su insuficiencia política, arrojada fuera del atraco a causa de una pésima lectura de la situación, todo esto atravesado por otra relación de amor romántico, posiblemente la más paradigmática de la serie y la que será analizada en otra oportunidad.
Bella chau.
*Por Ago Peretti y Vicho Candellero para La tinta.