Si amar no hubiera sido pecado
Deseantes: sobre las relaciones sexuales entre varones en el virreinato del Perú, entrevista a la historiadora Fernanda Molina.
Por Lourdes Landeira para El Anartista
Confesiones letradas
La cena transcurre en un departamento porteño. El padre relata una historia que incluye la palabra “gay”. El hijo menor – seis años- abre muy grandes los ojos y la boca, con gesto pícaro. El hermano, dos años mayor, mueve la cabeza con desaprobación. La madre quiere saber qué pasa. ¿Escuchaste lo que dijo papá?, responde el de seis. Se refiere al término “gay”. “No es mala palabra, hijo”. El de ocho replica: “Pero decirlo en la mesa…”.
Desde el año 2010, Argentina tiene ley de matrimonio igualitario; desde 2012, ley de identidad de género y, desde hace décadas, espera por el tratamiento de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Los derechos se juegan y las palabras los nombran. ¿Qué escombros silenciados serán necesarios remover para encontrar la causa por la que en este contexto un niño tenga internalizada como “mala” la palabra gay?
Fernanda Molina es historiadora. Vale mencionar que hizo su carrera en la UBA (Universidad de Buenos Aires), allí “cayó”, como dijo hace muy poco el presidente de la Nación, respecto a quienes se forman en la educación pública. Realizó su tesis doctoral como becaria del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). El mismo instituto que a principio de año sufrió severos recortes, mientras el ministro del área manifestaba que los estudios sobre la Edad Media solo sirven para el hedonismo de los medievalistas y, por tanto, no deben financiarse.
Molina estudió las relaciones sexuales entre varones en el virreinato del Perú durante los siglos XVI – XVII. Su investigación devino en libro: Cuando amar era pecado. Sexualidad, poder e identidad entre los sodomitas coloniales (IFEA – Instituto Francés de Estudios Andinos y Plural Editores – Bolivia). A primera vista, el término sodomita –casi no utilizado actualmente- sorprende desde la tapa. La connotación, por supuesto, es negativa. Más allá de la definición del real diccionario: quien practica el coito anal y, por más de que ignoremos que Sodoma es una de las ciudades destruidas por Dios como castigo a la depravación de sus habitantes, todos sabemos que algo anda mal, no es una buena palabra. Ahora bien, si nos adentramos en el texto de Molina sabremos que “el pecado que habían cometido los habitantes de Sodoma parecía estar vinculado con el orgullo, la inhospitalidad y la inobediencia a Dios y su historia constituía, en realidad, un tropo para referirse a la ira y al castigo divino”.
Fuego penitente
Aun más, si se le pregunta a la autora, dirá que la utilización de la palabra sodomía implicó una gran controversia para ella. No quería re criminalizar hoy a los individuos que, en su momento, ya habían sido criminalizados por eruditos y magistrados como consecuencia de su sexualidad disidente.
«Sin embargo, hay un sentido más amplio. Y allí estuvo centrada mi búsqueda, en rescatar retazos. A través de los intersticios de las fuentes judiciales, pude acercarme al significado y las prácticas que implicaban para estos hombres las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Quise darle al término sodomía no solo ese carácter moralizante o delictivo, sino también el contenido que esos hombres le dieron.»
La utilización del lenguaje es clave en el recorrido de este trabajo. Las citas de los expedientes (transcripción textual) – “se les de garrote hasta que naturalmente mueran y después sus cuerpos sean quemados en llamas de fuego hasta que se conviertan en polvo y ceniza para que perezca su memoria” -potencian el escrito. Al mismo tiempo, la autora se apropia de terminología no usual en nuestros días, por ejemplo, el incoado, para referirse al iniciado y explicar por qué hablar de gays coloniales sería un anacronismo –la noción de lucha por los derechos civiles y sexuales era impensable en la sociedad colonial-. Tal movimiento de registros, dentro de una narración muy amigable a nuestros oídos del siglo XXI, logra componer en la lectura el sentido de las múltiples superposiciones inherentes a nuestra lengua y –también- a nuestras ideas.
«Creo que mi investigación puede aportar al conocimiento de la génesis de discursos homofóbicos, segregacionistas y discriminatorios. Terminé mi tesis en 2009, un año antes de la aprobación de la ley de matrimonio igualitario. Al escuchar los discursos de algunos diputados y senadores conservadores, que apelaban a nociones de contra natura y las articulaban con enfermedad y patología, pensaba en cómo mezclaban discursos de diferentes contextos y sistemas de conocimiento al mismo tiempo, probablemente, sin saber de dónde venían. Es muy loco pensar que las formulaciones de tratadistas y eruditos de la colonia están hoy en los saberes populares.»
Si bien en la actualidad nadie es encarcelado ni quemado en la hoguera por su elección sexual – no había frontera entre pecado y delito en la colonia- los cuerpos continúan cautivos de las normas imperantes. Y quienes las rompen los siguen exponiendo a las llamas de la injusticia patriarcal, que tantas veces les cobra con la vida, ante el silencio de sus cómplices (in) tolerantes. De ahí la pertinencia de leer hoy Cuando amar era pecado, donde la sexualidad aparece como una variable para pensar la historia. Lejos del goce por el goce mismo, bucear en las raíces nos alerta sobre cómo, en más de una oportunidad, sin estar de acuerdo con las morales y concepciones coloniales, las reproducimos en nuestros discursos.
Salir del claustro
«Me pareció que había una veta un poco más trasgresora dentro de la historiografía, más allá de los estudios de género y la historia de las mujeres. Planteaba otro sujeto histórico que permitía no solo pensar la sexualidad, sino también las identidades.»
En esa declaración, Fernanda Molina plantea otro de los ejes que atraviesan su trabajo. En una sociedad absolutamente desigual, como fue la del virreinato del Perú, las jerarquías decidían el destino de las personas. Los vínculos sodomíticos no fueron ajenos, por el contrario, muchas veces tuvieron lugar bajo la forma de abusos de poder. La autora se nutre fundamentalmente de casos judicializados, a pesar de la protección corporativa de la que pudieran gozar los sectores de siempre y allí le es posible acceder a las historias de quienes, de otro modo, hubieran permanecido para siempre en el anonimato. A través de esos resquicios logró visibilizar elementos de subjetivación devenidos de esa práctica sexual, como pueden ser la adopción de roles femeninos, ciertas vestimentas y espacios de sociabilidad que, si bien no llegaron a constituir un colectivo, sí fueron un ámbito por donde esos hombres se movieron. Más todavía, las declaraciones de los testigos permiten dar cuenta de cómo la sexualidad llegó a subvertir relaciones de poder y de cómo el afecto se hizo presente en los procesos, más allá de cualquier criminalización.
“comiendo juntos en un plato y veviendo en una taza partiendo la bebida veviendo el primero el dicho doctor y dando luego de beber al dicho Don Diego diciéndole bebe esto Diego por amor de mi por vida mia y lo mismo hacia en las viandas mordiéndolas el dicho doctor y dándolas mordidas a comer al dicho don Diego (…) los dichos Diego e Luis de herrera no son amo y criado sino personas tan conformes e yguales que nunca se aparta uno del otro un punto ni se hace mas de lo que quiere el dicho luis de herrera y donde quiera que va uno a de yr el otro y entre ellos yendo fuera no ay mas que tan solamente una cama” / “era tan su querido el dicho negro que lo vieron una vez al dicho Barros que estaba en la cavalleriça sentado sobre una pesebrera y tenía echado un braço sobre el pescueço del dicho negro y asida de el la otra mano”. [Transcripción textual]
Por supuesto, en la sociedad colonial, los tribunales civiles, los eclesiásticos y la inquisición solo vieron un crimen que debía ser castigado por abominable. De ahí, su nombre, el pecado nefando. Muchos sinónimos aparecen en cualquier buscador: indigno, infame, vergonzoso, perverso, vil. Sin embargo, nadie la usa y pocos conocemos su significado y las muertes que todavía sigue costando.
«No en este trabajo, pero sí en mi investigación más amplia, aparecen los estereotipos con que se asocia a las poblaciones indígenas: la antropofagia, la idolatría y la sodomía. Esos tres elementos arman lo que yo denomino el complejo nefando, son las tres transgresiones primordiales que van a utilizar como fundamento quienes son favorables a la esclavización de los indios.»
Pretéritos imperectos
Sin pretensión de forzar similitudes, se impone hablar de hipocresías y continuidades. Y, por supuesto, la iglesia tiene su capítulo aparte. Cómo no pensar en la cantidad de curas pedófilos aún protegidos corporativamente por una institución que a fuerza de sangre impuso una moral represora sobre la sexualidad de las personas, con el objeto de dominarlas.
Ahora estamos advertidos, ni homosexuales hubo siempre, ni la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. Cada una de esas palabras tiene un contenido propio de su época que no puede ser extrapolado a cualquier contexto. Si no lo sabíamos, con la lectura de este libro podemos enterarnos que la simple fornicación no era un pecado antes de que ciertos concilios así lo decidieran. La sexualidad – de esto sí hablamos – nos atañe a todos los seres humanos, pero dista mucho de ser algo natural. Por el contrario, nos atraviesa singular y socialmente.
«En ese aspecto, este libro va en concordancia con la diversidad. No solo en el sentido de diversidad sexual, sino también en los modos personales de vivir y experimentar las distintas opciones.»
Antes de que la ortografía impusiera sus primeras reglas, en las crónicas de la colonia se escribía como quedó reflejado en las citas anteriores y, también, así:
«El padre Juan Bautista Aluadán fue cura del pueblo de San Cristóbal de Pamapa Chire. Fue muy absoluto, cruel padre, las cosas este hombre hazía no se puede escriuir. Porque tomó un yndio del dicho pueblo llamado Diego Caruas; porque no le dio carnero le puso en un aspa esponxa como de San Andrés. Le puso unos cueros amarrados, comensóle a quemar con candela de sebo, meter fuego en el culo y en la guerguenza, ensendido muchas candelas y brealle. Y le abría el culo con las manos. Y dizen que hizo otras cosas mucho más, que no se puede escriuir, cino que Dios lo sepa y otros muy muchos daños y males hacía. Y ací atormentaua a las solteras de don Juan Uacrau, su hija, que el padre Aluadán les desnudaua el culo y el coño y le metía los dedos y en el culo le daua quatro asoticos; cada mañana le hacía a todas las solteras.” [Transcripción textual]
Siglos mediante, lo indecible todavía se intenta escribir. En el mismo año en que transcurre la apacible cena familiar con –mala – palabra incluida, colegas de la autora de Cuando amar era pecado dicen sentirse avergonzados de pedir un libro con el nombre sodomía en su título. Editores de revistas académicas le piden, con frecuencia, que cambie un título o que saque explicaciones tan detalladas. “Me ha pasado” dice y escucho, ambas incrédulas.
¿Será la censura el oficio más viejo del mundo? Los inquisidores supieron aplicarla: “nefandas deshonestísimas que porque eran tan feas y tan torpes y desbergonçadas mandamos que no se escribiesen”. Y hasta el mismo Rey supo ordenar: “mando que se borren del pliego donde caen las dichas palabras sacándolas a la letra donde están y como escriptas para que se den y entreguen al dicho vicario para que proceda en la causa contra los culpados”.
El de la palabra, sin duda, es un terreno de disputa de poder. Ya lo dijo el lingüista ruso Valentín Volóshinov: “el signo es la arena de la lucha de clases”. Parafraseando alguna de sus ideas de El marxismo y la filosofía del lenguaje, la palabra penetra en cualquier interacción entre los hombres – y las mujeres – y atraviesa toda instancia de comunicación.
En su libro, Molina interpela: “Habría que interrogarse si existe algún término que se encuentre libre de ideologías o, por lo menos, de intencionalidad”.
Yo te deseo
¿Cuántos niños conocerán la etimología de la palabra deseo? ¿Cuántos adultos habrán escuchado versiones sobre el origen del verbo desear? Me animo a decir que muy pocos. Sin embargo, es muy probable que cada quien las conjugue desde y por los siglos de los siglos. La raíz del término implicaría a desidium (ociosidad – libido), a desidere (estar sentado) y a desiderare (anhelo). Las cartas están echadas, la quietud mantiene al objeto de deseo a una distancia sideral. Sin embargo, caminamos. “La certeza me viene desde las suelas”, dice Herzog en Caminar sobre el hielo. Y, sobre las suelas, se erigen los cuerpos: ellos logran que los astros lleguen a habitar la tierra. “La mejor manera de acortar la distancia entre nosotros es a través de un abrazo o un beso. Si no tuviésemos cuerpo, ¿cómo podríamos consolar a los otros – cómo podríamos expresar los más profundos sentimientos, sobre todo el amor?”, dice el escritor Richard Zimler en la entrevista publicada en este mismo número.
Por su parte, la mirra es una sustancia aromática con un listado de propiedades medicinales que varía según el experto consultado. Es, también, uno de los regalos que los Reyes Magos le entregaron al niño Jesús en el pesebre. Melchor llevó el oro del reino, Gaspar, el incienso divino y al negro Baltasar le tocó, quizás para hacer juego con lo oscuro de su piel, la mirra, emparentada a la vulnerabilidad del cuerpo destinado a sufrir y a morir, (además de ser amarga, la mirra se utilizaba para embalsamar a los muertos)
Mirra, en la mitología griega, es la madre de Adonis. La divinidad la transformó en árbol luego de dar a luz al hijo de su padre. En las Metamorfosis de Ovidio, ella habla: “Dioses, os lo ruego, piedad y sagradas leyes de los padres, impedid este crimen nefando y al delito oponeos, si es que es delito. El humano cuidado malignas leyes dio, y lo que la natura permite, envidiosos derechos niegan”
La línea divisoria entre naturaleza y cultura ha sido transitada por innumerables pasos – los de aquellos sodomitas virreinales, los de nuestros pies contemporáneos – y hoy es una gran superposición de huellas. Así, cuanto más caminamos hacia ese lugar, más la alejamos con nuestra propia marca. Quizás, en los intersticios de esas capas, se encuentren pedacitos de deseos camuflados. Tal vez, por su ruta, podamos hacer un viaje de doble sentido en el tiempo y jugar a encontrar semejanzas y diferencias. Desenmascarar los artificios puede acortar distancias. Los sodomitas coloniales, de acuerdo a la investigación de Molina, fueron severamente perseguidos y castigados. Sin embargo, cierto grado de tolerancia estuvo también presente. Siempre que el pecado-delito se cometiera puertas adentro. Si se hacía público, la ley -humana y divina- debía actuar indefectiblemente.
La historia y el cine inmortalizaron a Camila O’Gorman por iguales motivos. Todos lo sabemos, en 1847, ella y su amante, el sacerdote jesuita de la parroquia local, fueron fusilados por orden del gobernador (Juan Manuel de Rosas – tío de Camila) luego de haber huido para vivir su amor. Hoy, en Argentina, las mujeres se pueden casar. También, pueden ser detenidas por besarse en una estación de tren. Es solo un ejemplo, para desandar e intentar encastrar los fragmentos. Una y otra vez.
*Por Lourdes Landeira para El Anartista.