Mi penúltima procastinación: entrevista a Alejandra Almirón

Mi penúltima procastinación: entrevista a Alejandra Almirón
1 noviembre, 2017 por Gilda

Almirón se dedica hace 20 años al ensayo documental, esa “zona gris” que permite experimentar con material de archivo a partir de una mirada subjetiva para contar un acontecimiento histórico.

Por Natalia Garayalde para La tinta

Montajista, guionista, “scriptdoctor”,“investigadora loopeada y mutante», entre su abundante biofilmografía te encontrás con el montaje de películas que marcaron un modo diferente de hacer documentales: Los Rubios (2003), Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2003) y La chica del Sur (2012). Además, dirigió El tiempo y la Sangre (2004) y Equipo verde (2013), entre otras producciones.

Alejandra Almirón “sobrevive” en la fragilidad de una Buenos Aires que retrata en su proyecto actual Llamarada. Una película que reflexiona, a partir de los cortes de luz, sobre la “fantasía” que significa vivir en un conglomerado urbano “donde no estás a salvo porque no tenés acceso ni a la producción de tu propia comida. No tenés manejo de nada.”

El 5 de octubre, Almirón visitó Córdoba para presentar el libro Entre cortes, conversaciones con montajistas de Argentina de la Asociación de Editores de Argentina (EDA). Una compilación de entrevistas a diferentes generaciones de editores/as que reúne experiencias solitarias e invisibles que suceden en las islas de edición. En palabras de Alejandra, “el libro permite mostrar a ese/a técnico/a que está detrás de una narración y que el espectador no percibe”.  Al final de esa edición, un glosario de conceptos técnicos de la jerga audiovisual posibilita la apertura al diálogo con otros sectores. La Asociación de Editores y el libro permiten entender un trabajo individual como parte de una comunidad más grande.

Alejandra tiene un corto experimental que se llama Mi última procastinación. Tuve que buscar ese término: “La procrastinación es la postergación de actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras quizás más irrelevantes o agradables”. En este contexto histórico de despidos, ajuste, gatillo fácil, detenciones arbitrarias y hasta de una desaparición forzada seguida de muerte, ¿por qué dedicarle tiempo a la reflexión sobre el ensayo documental? ¿por qué bucear en la tarea del montajista?  ¿por qué defender con uñas y dientes el cine hecho en Argentina? Motivada por más respuestas, y antes de entrar a la presentación del libro, le pedí a Alejandra que respondiera algunas de mis preguntas.

—¿Por qué empezaste a hacer cine documental?

—Un poco por accidente. Yo estudié periodismo y después por suerte me desencanté. Al principio me gustaba el documental más clásico de entrevistas, más periodístico y después cuando entré a Cine Ojo me enamoré de ese cine tan vanguardista, ensayístico documental porque me parece que fusiona todo, tiene que ver con el vérité, con la primera persona, con que podés mezclar y es un experimento infinito. Por lo menos, hasta ahora no me aburrió.  Cine Ojo fue la mejor universidad en donde pude haber estado.  Allí aprendí trabajando con Fernando Birri, Edgardo Cozarinsky, Andrés Di Tella, entre otros.

—Me llama mucho la atención que en el mundo del cine aparezca sólo el nombre de quién dirige la película, cuando el cine es un trabajo en equipo. En otras campos se puede visualizar mucho más el trabajo grupal. ¿Crees que es un trabajo en equipo o realmente hay alguien que impulsa un proyecto y los demás siguen esa corazonada, o depende de cada proyecto?

Obviamente el cine es un trabajo en equipo pero es la idea de un director y todos los técnicos sonidista, montajista, etc acompañamos ese proceso creativo. Obviamente hay una voz cantante, quien firma la película y quien pone toda su subjetividad, y después está todo el resto del trabajo creativo, donde todos ponemos la parte que nos toca.

Estas organizaciones, como EDA, son muy buenas porque ponen en relieve este trabajo. Se premia en general al sonidista o al fotógrafo y recién ahora se están entregando premios a montajistas, que son los que están más relacionados con el relato.  El cine nació cuando se empezó a montar, sino es simple registro. Ya sea que se haga montaje en cámara, o en una moviola, esa construcción del relato empieza con la compaginación.  Es un rubro muy interesante, de continua escritura, sobre todo en el cine documental, que no te basás en un guión de hierro. Es como una forma de escritura, de posescritura, porque ya está todo el material filmado.

—Estas instancias, como la presentación del libro, visibilizan un poco este trabajo oculto del montajista. ¿Cómo trabajas vos? ¿Tenés algún método o pautas de trabajo en el momento de sentarte a laburar una película?

Yo trabajo con la intuición. Si bien puedo ser racional para analizar la estructura, percibo qué pasa con los materiales en el timeline (línea de tiempo).

Como montajista de cine documental, elegí un camino bastante diferente al de ficción. Aunque ambas tienen una narrativa y un arco dramático, el proceso es bastante diferente. En el documental tenés mucho más material, el camino es mucho más incierto. Estoy hablando de generalidades porque hay documentales que están mucho más precisos y controlados, y hay ficciones que son cuasi documentales. Pero el documental es un terreno muy abierto a la experimentación y a la búsqueda. Y  la verdad es que no tengo método.  Mi método es el no método.  Cada proyecto es un mundo, es un director, es un universo, entonces mi método consiste en planificar ese proceso con el director y empezar. No soy muy amiga de los guiones de montaje estrictos. Muchas veces las películas no tienen una escaleta cero sino que es un caos. Yo tengo un blog, un sitio, que se llama El caos y la narración donde cuento mis reflexiones sobre el montaje. 

—En las pelis que hacés, se nota que hay kilos de material que después seleccionás. ¿Trabajás con la escasez? ¿Preferís no laburar con poco material?

Depende de la película. Por ejemplo, Los Rubios y Sé que me han hecho tus ojos tenían poco material, con rodajes pequeños. Y después me tocaron películas enormes como El café de los maestros o la última película que monté ahora que tenía 16 Terabytes, que es bastante. Soy una persona muy paciente con las grandes cantidades. No me preocupa que caigan con dos millones de cosas, simplemente me organizo para ver el material. Y a veces me gusta cuando estoy en la mitad del montaje, con el montaje caliente, revisar los materiales, encontrar perlas perdidas, planos que quedaron abandonados, como una arqueóloga.

Y también investigo y escribo con la cámara. Es mi estilo. Mucha gente prefiere tener más control. Pero eso depende de cada proyecto.

—¿En qué situación actual estás con tus proyectos y cómo se enmarca eso en el contexto actual del INCAA en Argentina?

Y es bastante difícil, por la falta de horizonte. En realidad es un oficio que per se tiene falta de perspectivas porque no es un laburo en el que te contratan en blanco y estás de por vida, entonces sabés que todos tus días vas a tener un proyecto. Ahora la incertidumbre es bastante grande porque no se sabe lo que va a pasar con el Plan de Fomento, y ya este año hubo dos batacazos: uno que tuvo que ver con una especie de amenaza a la autarquía del Instituto, y otra que tuvo que ver con la Resolución 942. No soy productora, no sé los detalles técnicos, pero esto complicaría mucho a las productoras chicas y medianas.  Gran parte del cine que conocemos ahora dejaría de existir. Suena dramático pero no sé a dónde va a ir a parar todo. Una productora que no tiene espalda financiera obviamente no va a poder sostener proyectos. Yo imagino que ciertas películas del cine independiente van a seguir existiendo porque si vos querés hacerlo, lo vas a hacer, con mucha plata o con poca plata, aunque sea con nuestros celulares vamos a salir a filmar.  Creo que lo que peligra es la industria, todo ese sistema enorme que se armó estos años de técnicos. Una industria que da trabajo. Y ya el año pasado había menos trabajo.

Esta Resolución que salió es retroactiva, no es sólo a partir de ahora sino que gravita sobre todas las películas ya presentadas.  No sé qué va a pasar con todos esos expedientes que están en el INCAA.

—Teniendo en cuenta este panorama dramático ¿te imaginás haciendo otra cosa que no sea montaje en cine documental?

Estoy cumpliendo 20 años que trabajo profesionalmente, es decir que empecé a vivir de esto, porque antes hacía cosas más aficionadas. Y pasé todos los ´90 que fueron muy duros, inclusive con el cierre del INCAA. Se intervino, a pesar que ya existía la Ley del Cine y se reabrió con el siguiente gobierno. Después, la situación del cine fue mejorando, el cine documental fue muy beneficiado con la vía digital, se vivió una especie de ciclo dorado. Antes, muchos estudiantes querían hacer documental como un paso a algo superior y me parece que últimamente a mucha gente le gusta el cine documental en sí mismo.

En los ´90 era una comunidad cinematográfica mucho más chica, ahora es enorme. Ahora cualquier palo que reciba el cine, afecta a mucha gente. Yo no me imagino dejando de trabajar de esto. Tengo trabajos aledaños, como dar clases, doy también clases de arte digital y fotografía en niños con asperger y autismo, hago cosas ligadas al arte y hago ciertas cosas paralelas al cine pero más o menos con una misma mirada. La verdad es que no me imagino haciendo otra cosa, me deprimiría bastante. No me imagino tampoco a mis amigos buscando un laburo en un banco para poder hacer sus proyectos. O sea, por un lado soy consciente que si el Plan de Fomento es afectado va a haber muchísimas menos películas y eso va a provocar que hay menos laburo pero por otro lado no me imagino ese mundo. Creo que estoy todavía como en un shock. No me imagino trabajando de otra cosa.  Me cuesta ver que todo eso desaparezca. Me resulta un poco apocalíptico. Yo soy bastante apocalítpica, voy a hacer una peli ahora sobre el fin de la humanidad pero a pesar de eso no puedo imaginar a todo ese enorme mundo de documentalistas que hay en Argentina que se dediquen a otra cosa y que dejen de contar historias. 

Un país sin cine documental, es como una familia sin albúm de fotos se cita en #DefiendoCineArgentino, un spot que realiza y comparte Alejandra Almirón.

*Natalia Garayalde para La tinta. Fotos: Daniel Prync (EDA) y Mariana Durán (EDA), publicadas originalmente en el Libro «Entre Cortes».

Palabras claves: Alejandra Almirón, Cine, Documental, EDA, Entre cortes

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