Miss Bolivia: romper el silencio, derribar tabúes
Mano a mano con una artista que celebra el ritual colectivo del baile mientras teje músicas y letras feministas.
Por Julieta Pollo para La tinta
Con tres discos bajo el brazo, Miss Bolivia demuestra que encasillarse en un género no es su puerto. Desde Miau, primigenio aunque nada tímido, viene delineando una lírica bien warrior que se desgrana en poesía salvo cuando de femicidio se trata: ahí ya no hay lugar para metáforas «es un mensaje directo y filoso, un mazaso en la nuca con palabras y música», sostiene. En Pantera, disco que actualmente está presentando dentro y fuera del país, sigue despuntando el vicio con su cumbia electrónica que costea rock, folk, pop y punk.
Si bien subirse al escenario a compartir sus canciones es algo relativamente reciente en la vida de Paz Ferreyra, asegura que escribe canciones desde muy chica: define la escritura como un lugar de mucho placer y entre tantas letras, solo algunas piden ser canción. Le pregunto a dónde van a parar esos otros escritos: «Tengo un libro que va a salir este año. Se llama Ni cabida y es un manual para la vida cotidiana de axiomas, aforismos y haikus, microrelatos muy cortitos».
—Mucho antes de la cumbia y el hip hop, ¿Miss Bolivia era punk?
—Sí, la primer época de mi vida como consumidora activa de música, cuando iba al parque a comprar cassettes, era punk rock. Tenía mi cresta, mi jopo teñido de blanco… tenía 12 años.
—Por esos años nació una canción crucial que decidiste versionar en Pantera: «Gente que no».
—Sí, la verdad estoy muy contenta. Es un himno que sigue siendo fresco y vigente. Fue como ir para atrás y volver hacia adelante versionando un himno social y cultural en esta especie de cumbia turra.
—Todas tus canciones incitan al baile pero hay una, «El paso», que es un homenaje a este ritual. ¿Cuándo fue la última vez que sentiste esa energía liberadora de bailarse todo?
—Yo bailo hasta en el living de mi casa… la última situación de baile extremo fue mi casamiento, a bailes ya no voy sobre todo por los horarios. Pero creo que el sistema nos fue alienando y fue separando la mente, el espíritu y el cuerpo con sus microdinámicas de opresión alienantes. Creo que la vuelta al baile y la reivindicación del baile es una vuelta al empoderamiento y a este lugar de reunión en que, mientras una baila, a la vez se piensa, se critica, se pregunta. Entonces se está volviendo a enlazar esto que el capitalismo intenta todo el tiempo disgregar. Creo en el poder del baile como herramienta de transformación social, como motor revolucionario y como fuerza de resiliencia. Creo que un pueblo que baila es mucho mas difícil de dominar. También creo que el baile colectivo, además de reconectar con el cuerpo, hace que te reconectes con otros y se vuelva a sentir la figura de comunidad que muchas veces también disgrega el sistema, porque un pueblo dividido es mas fácil de dominar.
—La cumbia y el hip hop, bases de tu estética musical, son géneros que hace una década estaban bastante monopolizados por hombres, salvo algunas excepciones, ¿las mujeres están apropiándose de estos espacios o antes también pero había menos visibilidad?
—Yo creo que por un lado pasaba que había mujeres y no estaban visibles, y por otro lado sí hay más ahora, entonces es más visible aún. También hay un patrón de consumo de la audiencia de artistas femeninas, y lo novedoso y lo que hay poco genera demanda. También hay una fuerza ovárica, por decirlo de algún modo, que empezó a expresarse en muchos ámbitos de la música, como el rock. Veo bandas como Eruca Sativa, que te vuelan la peluca, y la verdad me pone muy contenta ver cómo crece la escena. También pasa que nosotras estamos hablando de cosas que antes no se hablaba en la música, y eso sí es nuevo y eso no estaba antes en la proporción que está ahora. Es una opción poblarlo o no poblarlo también. Porque a veces pareciera que si no sos militante, sos una idiota. Pero está esa posibilidad que nos ofrece el arte de poder tomar un rol de responsabilidad social, para que a partir de ahí podamos operar cambios en la sociedad.
—Vos elegís hablar de las cosas que te movilizan en lo personal y como sujeto social…
—Sí, para mí es un acto ético apropiarme de ese rol, asumirlo. Es una de las cosas que más me motivan de esta profesión o este oficio: la posibilidad de comunicar con una voz de mayor amplificación.
—Después del último abril negro, en el que hubo un femicidio por día en Argentina, la Ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich declaró: “Tenemos pendiente un debate acerca de la difusión o no de los homicidios por violencia de genero” ya que, según ella, el no difundir los casos evitaría un supuesto efecto contagio. Como mujer, psicóloga y artista, ¿Cómo crees que impacta en las luchas de género la visibilización de esta problemática y su correcta nominación como femicidios, producto de la violencia machista?
—Creo que por un lado lo que pasa es que está más visible el problema, entonces está más asequible a la comunidad. Por otra parte, está más agudo y empeoró. Entonces creo que tenemos que tener armas y herramientas para combatir este problema que tengan el mismo tenor que el problema o mayor. Creo que hay que llamar a las cosas por su nombre. Si bien mucha prensa es sexista y se rige con dinámicas heteropatriarcales, sí hay mucho trabajo de comunicación y de generación de conciencia que hace que mi abuela que tiene 80 años sepa lo que quiere decir Ni una menos y los hijos de mis amigas de 6 años también.
Entonces creo que una de las armas es la educación transclase, transedad, trans todo… en todos los estratos y en toda su diversidad. Eso más el diseño de políticas públicas del Estado y la baja cada vez mas progresiva del umbral de tolerancia con este problema. Yo no estoy de acuerdo para nada que haya que esconder el problema a la sociedad porque todo lo escondido, lo prohibido, el silencio… por si no lo aprendimos como sociedad luego de 40 años, el silencio insiste. Entonces es peor, toma más fuerza todavía, se transforma en tabú. El problema para mí es cuando dejamos de recibir el efecto de cada femicidio y empezamos a naturalizarlo como práctica social, eso es lo más peligroso. Por eso es necesario estar todo el tiempo nombrándolo. Si bien hay patrones, cada femicidio es único también, hay que comunicarlo a cada uno. Estos calendarios son necesarios… es como Google Calendar salvo que son chicas abusadas o asesinadas por día en mi país.
*Por Julieta Pollo para La tinta. Fotos: Colectivo Manifiesto.