Por Carlos Sanabria para Derrocando a Roca
Arriba del escenario, Chary manifiesta una intensidad tan sincera como inédita, se retuerce y canta: “Esa gente que luchaba, simplemente están perdidos en la Bond, están soñando con llegar, con ser los dueños del stock”. En la lírica de Frío se ve con claridad una de las pocas musas que la banda ha mantenido hace 25 años: el desencanto. Y hoy, más desencantado que nunca con el presente del punk, Chary se encuentra trabajando en un nuevo disco de Loquero, uno distinto a sus anteriores materiales porque siempre es necesaria una canción como compañía en esas noches de miedo y angustia.
El aire acondicionado está en 17°, pero el calor es inaguantable. Los cuerpos transpirados chocan una y otra vez, rastas, crestas, pibes en cuero, pibas en corpiño, sudor, suciedad, mambos varios. Gargantas que llegan al límite para cantar y un pibe en la barra le garronea cerveza a todo el que pueda satisfacer su sed pagando por una. Esto es punk, esto tiene que ser punk. Hay pasión, hay ojos brillosos, hay ojos cerrados con fuerza. Arriba del escenario está Loquero. Morón, zona oeste y la Brahma a 80 pesos.
¿Habrá mentido en algo Chary? “Estoy acá porque me trajeron”, me dijo en la previa. Como dicen los locos del manicomio que no saben porque están ahí: “no se, a mi me trajeron”. Chary estuvo en uno alguna vez, lo disfrutó.
Cuenta que fue una experiencia maravillosa porque se entendía muy bien con la gente, pero estuvo poco tiempo: “Todas mis experiencias carcelarias han sido muy burguesas, ¿viste? Uno o dos días hasta que alguien se apiada y dice “ay, sáquenlo por favor…”. Loquero nació en un calabozo. “¿Vos venís del loquero?”, le preguntó un preso al verlo llegar.
—¿Qué cosas te angustian?
—Todo me angustia, esta charla me angustia, vivo en constante angustia todo el tiempo. Cualquier cosa, a veces veo un tarro de basura en la calle y me hace mal, o pienso en cosas sobre el pasado o sobre el futuro, o me acuerdo de cosas cuando era chico y me angustia. Mi familia, mi vida me angustia cada día. Es un infierno vivir acá.
Chary nació en Mar del Plata, pero no le interesa. Nació ahí, pero para él es una ciudad como cualquier otra. No votó tampoco. Conoce algunas bandas que están formadas por pibes que se criaron con él, como Mal de Parkinson o Los Garkas. Pero no sale, no va a bares, no tiene amigos allá. Está mucho tiempo con su novia a la que no le gusta el punk. Le gusta el pop y está escuchando casi todo el día eso.
El último libro que leyó fue sobre cirugía quirúrgica médica. Y el último que compró y cedió porque le gustó mucho trataba sobre espiritismo: “Me sirvió tanto que se lo regale a una persona que adoro, es una chica fan de Loquero, una persona que sufre mucho”. Chary regala los libros, no le gusta tenerlos, tampoco los discos: “a todos los que me regalan discos les digo que no los quiero, no quiero un disco que no pedí”. A Bukowski lo leyó cuando tenía 14 años, también a Henry Miller (Sexus, Plexus, Nexus). Leyó a los clásicos y a los malditos: “están todos acá, pero ya los leí, no los tengo encima, ni siquiera tengo los libros”
—¿De qué se trata el próximo disco de Loquero? ¿Por dónde viene la expresión artística?
—Es un disco doble, está trabajado desde hace muchos años, desde que sacamos Radio Post Mortem. A último momento siempre salen cosas nuevas que por ahí sorprenden y las incorporamos. El disco tiene que ver con la historia de Loquero, eso de buscar no hacer siempre lo mismo, que no sea igual que el anterior. Todos los discos son distintos, estamos signados por eso, y este tiene que ser distinto también, nos sale naturalmente igual. En el disco hay una cumbia, un rap, un vals y mucho punk rock también. Hay canciones que cuando las escucho me hacen acordar a Virus y a Babasónicos. No es como Babasónicos, ya van a decir cualquier cosa, ojalá… pero me hizo acordar porque hay teclado muy al frente tipo El Probador. Después hay un vals con guitarras, porque un vals es un vals acá y en el siglo pasado, chan chan, chan chan, chan chan… así que no estamos muy presionados por pensar “tenemos que hacer esto”. Es muy ecléctico el disco, es distinto a lo que hicimos y distinto en sí mismo.
—Escuché una entrevista tuya en el año 2001 dónde justo hablabas de eso, de que ustedes “estafaban” a la gente al sacar un disco porque era distinto al anterior. Incluso en esa nota te reías porque había gente que te preguntaba si “habían cambiado al cantante”…
—Elegí ser músico para no trabajar para el sistema. Fáctica y curiosamente termino trabajando para el mismo puto sistema que yo no quería trabajar, pero ser músico me pareció una forma elegante de salir a robar. Y como no soy un ladrón de cosas materiales, ¿tengo que robar qué cosas? Ideas, cosas escritas, sacar cosas de películas, de mucha música que escuché. Eso es lo que soy, un ladrón, un estafador, me gusta más estafador que ladrón. Sigo haciendo lo mismo, por ahí alguien va diciendo algo en un colectivo y yo estoy justo ahí y tengo la suerte de escucharlo y digo “guau, eso es mío”. Y lo escribo y lo firmo, pero nada que ver (risas)
—¿Cómo está la banda después de 25 años?
—El disco se va a llamar Fabulosos creadores de paranoia porque estamos en una etapa de nuestra vida que parece que despertamos algún tipo de patología en algunas personas y dijimos “loco, al final nosotros somos los paranoicos, no los demás”. El hecho de que no nos estén persiguiendo no quiere decir que no estemos perseguidos un poco nosotros también. El disco encierra un poco esta etapa muy crítica del grupo, porque estamos en un momento muy definitorio. Después de 25 años estamos en un momento recontra re áspero, imaginate si estás casado 25 años con alguien, imaginate el grado de locura que hay. Si bien somos muy compañeros porque viajamos mucho, estamos un poco cansados.
—¿Y qué los ha sostenido todo este tiempo?
—Que somos unos cabezaduras, somos persistentes, decimos vamos a hacer otro disco, salir de gira, y lo hacemos, decimos de irnos a Europa y nos vamos. Es un trabajo que nos ha llevado a estar 25 años girando y tocando por todos lados, y algún valor, algún mérito nuestro debe haber ¿no? Porque todavía la gente se suma, nos escucha, podemos ir a Ushuaia, Formosa o Buenos Aires y sabemos que va a haber gente que nos va a estar esperando y eso está bueno.
—¿Sentís que Loquero tiene el reconocimiento que se merece?
—Hay muchas bandas que como que nos quieren, nos demuestran afecto, pero no me interesa eso del reconocimiento. No soy partidario de hacer culto de la banda, muchas veces me dicen “Loquero es una banda de culto” y no me gusta. Prefiero que no. Hay bandas que nos dicen “empezamos a tocar gracias a ustedes” o hacen covers nuestros, todo bien con eso, pero no era el objetivo ser una influencia. Flema, 2 Minutos son influencias, nosotros no. Somos unos pichis al lado de ellos, no tenemos ni para empezar. Ellos han formado un batallón… de opiniones, y nosotros no, no es nuestra intención, no somos tan pretenciosos ni tan críticos para creer que tenemos la verdad. Yo soy un pelotudo, un tarado con una guitarra y no sé ni dónde estoy parado, y como dice mi vieja, tengo que agradecerle a Dios que el aire es gratis, sino me hubiera muerto asfixiado. ¿Entonces qué puedo pretender? Gracias boludo, me suben a un avión, me bajan en un lugar, iupi, vamos a un hotel (risas)
—¿Pero lo seguís disfrutando? ¿No es un sueño cumplido?
—Ya pasó. Ya pasó hace 25 años… me da lo mismo. Estoy acá pero podría estar en la otra cuadra, me da exactamente igual.
—Este año hubo diversos hechos que dejaron a la luz el machismo imperante en el rock. De hecho, a ustedes los tocó de cerca la cuestión. ¿Crees que el rock es un espacio que merece una autocrítica al respecto?
—Lo hemos charlado en la banda porque hubo un problema que nos tocó muy de cerca y decidimos suspender shows para dar un tiempo para respetar a las personas que han sufrido algún tipo de abuso. (NdeR: por “los rumores sobre situaciones de violencia“ que su guitarrista Yamandú Rodríguez habría provocado). Nos afectó y nos afecta mucho, nos duele lo que pasó. Hay que hacer una autocrítica constante, todo el tiempo sobre cada cosa que hacemos, yo estoy todo el tiempo replanteándome las cosas. El tema de los abusos nos ha hecho pensar mucho a todos, quizás en el rock en especial porque supuestamente somos adalides de la libertad y hablamos de la igualdad, del bien común y la fraternidad. Viéndolo como participe en la escena del rock, tengo que decir que fue muy duro todo esto, enterarse de cosas, fue terrible.
—El planteo fue “desnaturalizar” la idea del rockero como una persona con impunidad, del camarín como espacio obligado en el rock…
—Nunca reparé en esas cosas. Recuerdo que una vez fui a ver a Divididos y me flasheó que el camarín estaba lleno de minas, pero es como que era “naturalmente” así. Nunca vi nada raro al menos en los camarines en los que estuve, nunca vi cosas desubicadas. No lo hubiéramos permitido así fuera con la novia de alguno de nosotros. Hubiéramos dicho “¿Para, qué estás haciendo?”
—¿Lo político o lo social le pega de algún modo a la banda? Una de sus grandes canciones es “Ghost in FORA”, que recuerda al militante anarquista Sergio El Urubú Terenzi…
—Para nada, no somos una banda política. Quizás tenemos una formación política de manera individual, pero no la volcamos al grupo. Yo armé una banda para contar historias, soy un contador de anécdotas que pasaron o que ví. Lo del Urubú fue porque estaba viviendo en un lugar que había vivido él, nada más. Me encantaba su historia, me gustaba estar ahí, sentía cosas, y bueno, hice esa canción. Tengo la suerte que la sobrina del Urubú me haya escrito y me haya agradecido por “la más hermosa canción que le hayan hecho al Urubú”. Para mí es un honor haber hablado de una persona que amaba la libertad y que era un militante de utopías, pero así como hablé de él, en el último disco hablamos de Henry Miller o de Bukowsky. ¿Eso es social? Que se yo, son cosas que pasan y las ponemos en canciones. Pero no es una postura política, no luchamos por nada.
—¿Qué te sigue significando la palabra punk hoy en día? Se ha charlado e interpretado tanto, intentado significar…
—Para mí, actualmente, no significa nada. Estaba bien cuando era chico, tenía 15 años y no había otra forma de vida que esa. Tal vez para alguien signifique algo, la banda que más me gustaba a mi cuando era chico, Los sex Pistols, ahora promocionan una tarjeta de crédito. Sé toda la historia del punk, sé todo lo que hay que saber, pero yo no formo parte de eso, ahora voy por mi camino.
—¿Qué cosas te sorprenden todavía a la hora de tocar?
—A veces veo chicas lindas, chicas de plata, chicas que votaron a Macri que nos van a ver y digo, ¿cómo mierda puede ser loco? Si yo nací en un lugar en donde tenía que colgar la comida del techo para que no se la coman las ratas. Qué contradicción, eso es angustiante, hay que vivir con esa contradicción…
—¿Pero sentís que hicieron algo mal ustedes?
—Ah, no sé, nunca lo había pensado, puede ser que hayamos hecho todo mal nosotros, no tengo la menor idea. Tal vez ellos se equivocaron, pensaron que era un perro, y yo soy un gato, como Macri.
►Loquero junto a Más Mentiras y Dueños del Stock. Jueves 28 a las 20 hs. en Casa Babylon Club (Bv. Las Heras 48).
*Por Carlos Sanabria para Derrocando a Roca. Fotos: Bárbara Orellano.