Hugo Lobo: «El arte y el deporte sacan a los pibes de la calle»

Hugo Lobo: «El arte y el deporte sacan a los pibes de la calle»
27 septiembre, 2017 por Gilda

El líder de Dancing Mood habla con Revista Golero de educación y deporte, cómo la música lo ayudó a comer tras haber estudiado casi quince años y cómo el boxeo, en diez años de práctica activa, lo corrió de una vida de excesos. Además nos cuenta sus proyectos musicales con la bing band y su amistad con Pablo Lescano.

Por Rafael Aracón para Golero

Villa Pueyrredón, donde hay más casas bajas que edificios y en donde se respira algo de aire barrial, se encuentra Hugo Lobo haciendo un poco de actividad física. “No llegue a ir al club y por eso, salgo a correr un rato”. El líder de Dancing Mood practica hace diez años boxeo en Atlanta de la mano de Marcelo Domínguez, ex campeón mundial. Esta vez no llegó, y en la plaza, luego de la caminata, Revista Golero se sentó a charlar con uno de los músicos más importantes de la historia del ska en Argentina.

—¿En qué momento están con Dancing Mood y que planes hay para el 2017?

—Estamos por entrar a grabar en marzo un disco doble y estoy en plena etapa de composición. Haciendo las maquetas y descartando temas porque ya tenemos una cantidad interesante para elegir. El primer disco va a ser instrumental, típico de Dancing Mood, y el segundo va a ser un Volumen 1 y un Volumen 2 en el que van a participar cantantes del rock nacional con sus clásicos de las décadas del 70 y 80 reversionados con nuestro estilo. Más melódico, medio bizarrón. Ellos van a ponerle voz a sus temas pero al estilo Dancing Mood.

—Alguna vez dijiste que Dancing Mood “es una banda de cortinas musicales que llena un Gran Rex”. ¿Te molesta que sus temas aparezcan en todos los programas deportivos de radio y TV hechos cortina y no los nombren?

—No, joderme no me jode para nada. Al contrario, me encanta. Que a nosotros no nos nombren en la radio es un camino que elegí yo. No puedo despotricar contra eso porque es lo que yo quise. Me parece una buena manera de promoción que suene nuestra música en programas deportivos y que la gente se dé cuenta sola que es lo que suena. Tiene otra vueltita de rosca más copada a que te presente un conductor de un programa de radio conocido y diga quien sos porque te tiene que poner por las pautas que tienen con las compañías discográficas.

—¿Y por qué creés que se dio esa vinculación de su música con los programas deportivos?

—Sabés que no sé. Porque son muchas las cosas que me pasan con eso. Creo que tiene mucho que ver con la gente que trabaja en la parte de producción, en cámara o musicalización que se copan y son un perfil de público que va a ver a Dancing Mood. Siempre hubo un vínculo con lo deportivo, con lo popular que es la banda.

—Tu viejo fue percusionista y trabajó con Mercedes Sosa, ¿Es verdad que agarraste la trompeta y los vientos sólo para hacerle la contra?

—Sí, él es baterista. Yo me había re copado con la batería desde muy chico. Él me enseñó, era mi profesor. Pero cuando se empezó a poner la cosa seria tenía lección todos los días de mi vida y no me podía escapar porque mi profesor vivía en mi casa. Entonces no me podía hacer el boludo de no estudiar. Cuando quería ir a jugar a la pelota en la calle me veía y me decía “hoy no estudiaste”. Así era todo. Eso me empezó a sofocar un poco siendo chico. Después lo entendí, lo agradezco y me sirvió tener esa disciplina. En ese momento no tenía una edad para tener esa exigencia. Me puse a estudiar con otro profesor, para hacerle la contra, pero no me convenció ese profesor y volví con mi papá. Me volví a saturar y como sabía que quería ser músico elegí otro instrumento y agarré el piano. El problema es que viejo también sabía tocar el piano, entonces estábamos en la misma, pero peor. En un momento mi viejo se hinchó las bolas de mis idas y vueltas y me metió en un colegio comercial. En el primer año fui récord mundial, me saqué 1 en todo menos en gimnasia. Y quería un saxo, pero fui a una casa de música, pero el saxo estaba $1800 y la trompeta $150. Elegí la trompeta y me enamoré.

—¿Cómo es esa comunión musical con Pablo Lescano?

—Sí, eso se da entre amigos. Con Lescano lo somos hace muchos años. Hemos compartido vacaciones, navidades. Nos vemos seguido. Lo que menos hablamos es de música cada vez que nos juntamos. En todos los discos de Damas Gratis estuve yo y también lo invité muchas veces a cantar con Dancing. Con la mayoría de la gente que toco y me junto son amigos.

Hemos hecho una tarea de años para tratar de explicarle a la gente el parentesco que tiene la música. Te guste o no tal banda. Hace 10 años había un prejuicio muy gigante con Lescano y hoy le gusta a todo el mundo. A nadie le da vergüenza ir a ver a Damas Gratis. En otro momento se le cagaban de risa. Yo me siento partícipe de haber agitado a eso y mostrarlo a Pablo como un músico. Lo mismo pasaba con la cumbia. Los rockeros no los querían y ahora está un poco más mezclado. Dancing Mood y Damas Gratis fueron dos pilares que se acercaron por eso.

Tengo mucha gente conocida de la clase de música que yo escucho que tiene el mismo rechazo por Damas Gratis que yo tengo con los Redonditos de Ricota o por Soda Stereo. Me parece la misma longitud de cosa ridícula para mí. En cuanto a las participaciones vuelvo a decir que tiene mucho que ver eso. Cuando yo apenas entré a los Cadillacs querían hacer una cumbia y no sonaba cumbia. Y yo dije “yo lo conozco a Lescano, si vamos a hacer una cumbia tiene que estar producido por alguien que sepa de cumbia”. Por tocar con los Cadillacs a Lescano lo llamó Calamaro, que es amigo de Vicentico, y así un montón de cosas que se fueron abriendo.

—¿Qué opinas del fenómeno del Indio Solari?

—No tengo nada que decir del Indio, está todo demostrado con lo que genera. Te puede gustar o no. Y eso es respetable. Pero creo que el vuelo musical que tiene él es una cosa muy experimental y el público que lo va a ver, no escucha ese tipo de música. Yo escucho al Indio Solari y me parece más tecnoindustrial. No creo que los pibes que van a escuchar al Indio escuchen esa música, van a ver al Indio porque quedó el legado de los Redondos, que poco tiene que ver musicalmente con lo que está haciendo hoy en día.

Con la cantidad de gente que va, no hay sonido que aguante para que se escuche bien. Si a vos te gusta estar apretado y tenés que estar a 4 cuadras lo vas a escuchar como el orto y lo vas a ver como el orto. A mí me ha tocado una vez esa experiencia, el Indio tocaba en Tandil y yo estaba en Neuquen, pero llegué a la terminal y estaba llena de gente escabiando, fumando porro. Rebalsaba de gente, estaba colapsada la terminal y habías pibes con parrillas portátiles. Qué se yo, vas a un show. Es un plan zarpado. Antes iban de campamento y ahora van a ver al Indio, jaja. Tiene que ver más con eso. Y si eso lo genera y no hay quilombos o los disturbios que había cuando tocaban los Redondos, de malo no creo que tenga nada.

Hace varios años, Hugo Lobo, forma parte del Club Atlanta con una orquesta para niños en un Centro Cultural, ayudando socialmente al club y al barrio. Cuenta que es su forma de canalizar energías enseñando a chicos a tocar un instrumento y poder ocupar el tiempo en el arte, como forma de salir de la calle.

—¿Qué es lo que estás haciendo en Atlanta con el centro cultural? ¿Cuál es tu función?

—Estos últimos años estoy a pleno con la orquesta. Ya llevamos cuatro años y medio y es una orquesta que funciona como merendero para chicos de 6 a 13 años. Funciona dos veces por semana como conservatorio. Es 100 por ciento independiente y gratuita. Y tenemos una banda orquesta con violines, violonchelos, trompeta, trombón, clarinete, guitarra, teclados, batería, guitarra eléctrica. Está completita. La verdad que este año fue espectacular. Los pibes se engancharon un montón, el nivel subió pero todos los años vuelve a estabilizarse porque los pibes más grandes se egresan y después pasan como voluntarios para enseñarles a los más chiquitos. Pero tenemos la grata dicha este año de haber cumplido el objetivo de la orquesta que fue que cuatro pibes elijan meterse a estudiar en el conservatorio. Terminar la primaria y meterse en la secundaria estudiando también en el conservatorio. Ese es el sueño que tuvimos cuando empezamos y lo venimos logrando. Los demás se van contagiando y queriendo hacer lo mismo.

—¿Y qué significa para vos que elijan la música como un estudio, como una profesión o un modo de vida?

—Es una satisfacción increíble. Los pibes que estudian música tienen como otra sensibilidad, es otra tribu. Y estudiar en un colegio que a la mañana es Bachiller y la tarde es música te hace estar rodeado de 500 músicos de diferentes edades que hablan el mismo idioma. Es impagable. Que quizás en un colegio normal no te pasa. Acá por lo menos son todos pibes que quieren eso. Ser profesores de música, instrumentistas o directores de orquesta. Entonces tienen un vuelo diferente y me parece una buena opción.

Los nenes cuando saben que tocan dos notas en el violín, pero esas dos notas forman parte una canción que está sonando es magia pura. Como le que meten el foco para otro lado. Es tratar de superarse y querer tocar cada vez más y así pasa el tiempo y la vida. Dedicándote a algo que te gusta y se empiezan a ir las otras distracciones malas que puedan llegar a tener.

Hugo Lobo es un artista que sale de giras, toca en diversos escenarios, a veces de distintos países y vivió mucho tiempo de noche. Noche y excesos, hasta que un par de piñas llegaron a su vida…

—¿Qué significa el boxeo para vos?

—Al boxeo lo encontré en un momento de mierda mío de excesos. Tampoco fue muy extenso eso, pero al dejar los excesos estuve mucho tiempo con ataques de pánico y ya hace diez años que estoy con el boxeo y le tengo mucho cariño y respeto. Es un deporte que me gusta mucho practicarlo, subirme al ring y estar preparado para eso. Este año que pasó no estuve muy a full porque me esguincé al tobillo, me golpeé un hombro, estuve girando un montón y cuando perdés el ritmo cuesta arrancar de nuevo. Recién hace dos meses me puse y acá estoy, dándole para poder estar como me gusta.

He visto pibes que salen de cosas jodidas con el boxeo. Le cambia la vida a muchos pibes jóvenes. Es un deporte muy leal. Se le tiene mucho prejuicio también, pero hasta que subís al ring y te dan un par de ñoquis y sabes cómo pegar te das cuenta que es matemática. No hay maldad arriba del ring.

El arte y el deporte sacan a los pibes de la calle. Es a lo que más bola le tenemos que dar. Por eso los centros culturales en los clubes de barrio. Lamentablemente no hay muchos y menos ahora. Pero hay que seguir peleando por eso. La educación es eso.

Hugo Lobo Band junto a Horace Andy. Sábado 30 a la medianoche en Club Paraguay (Pje. Agustín Pérez 99).

*Por Rafael Aracón para Golero. Fotos y edición de video: Gerónimo Galeano

Palabras claves: Club Atlanta, Dancing Mood, Hugo Lobo, Pablo Lescano

Compartir: