Alba Camargo: «Tejer es la primera patria, la identidad»
Alba Camargo es una diseñadora y tejedora cordobesa que produce individual y colectivamente, en red con otras productoras de diferentes zonas del país. Además, da talleres y cree que el tejido reconstruye sentidos.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Dice que aprendió a tejer mirando a su tía abuela que elaboraba un pullover para su marido y que, cada vez que se peleaba con él, destejía para ver si volvía a comenzar. La Contenta es el nombre que tienen sus producciones, a las que muestra en pequeñas reuniones en casas de amigas o en ferias en algunas ciudades.
El tejer nos ha enseñado ancestralmente a estar cerca, a mirar, a charlar mientras, a observar las manos de la que está al lado entrelazando hebras. Esta actividad artesanal ha sido siempre causa y resultado de vínculos sociales, en la cual quedan tramados, justamente, los saberes heredados y las identidades culturales de las familias y las comunidades. Con La tinta nos acercamos a escuchar qué dice de este oficio Alba Camargo, una artesana que reivindica el tejido como ese ida y vuelta permanente a nuestra “bendita América”.
—¿Cómo empezó tu recorrido por esta forma de producción cultural tan importante en la vida de los pueblos latinoamericanos?
—Fue algo que siempre me gustó, tejer. Aprendí a tejer gracias a una tía abuela que tejía un pullover para su marido —el tío Alberto— que cuando se enojaba con él, lo destejía… entonces yo me sentaba al lado de ella y nuevamente comenzaba el tejido, otra vez más, y así. Me gustaba ver cómo se tejía, me gustaban los tejidos… durante mucho tiempo no hubo onda con este tipo de producciones, y desde hace un tiempo yo empecé a tejer a mano a dos agujas y la verdad lo que se genera con eso es fantástico porque el tejido es como la vida, vas tejiendo pensamientos, deseos, conversaciones, momentos… y las mujeres tenemos eso de ese encuentro entre nosotras, y es como un tejido. Y comencé a tejer, a hacer abrigos y gustaron, mi hija me puso La contenta, y fue así: un poco de allá, un poco de acá, un poco de todas las que fuimos parte de cómo comencé yo. Y empecé. Y como a veces el tejido dos agujas no siempre se puede usar fácilmente, entonces conocí a unas tejedoras maravillosas que hacen tejidos a máquina y yo empecé a diseñar y comenzamos a hacerlo juntas.
—¿Cómo significás al textil? ¿Qué es el tejer para vos?
—Esto del tejido y nuestros ancestros me convoca, porque es como la primera patria, la identidad, de donde venimos en esta bendita América. Es tejer permanentemente el pasado con el presente una y otra vez. Voy, busco, traigo y me visto.
El tema con las raíces tiene que ver con nuestros pueblos originarios, con algo que a mí me gustaba mucho, que es el tejido en telar: el barragán. Es ese tejido que se hace en el norte, pero fundamentalmente todo lo que es cordillera, y que lo hacen mujeres. Tiene muchísimos años la técnica y se sigue haciendo. Es muy conocido cuando uno va a Jujuy: se vende por pieza, de seis metros por lo general por 70, 60 cm. de ancho. A mí siempre me interesaba. En realidad, me fui ahí por una búsqueda que tiene que ver con la historia de una, con mi historia, en búsqueda de nuestras raíces, de retomar técnicas, formas de hacer, de tejer de nuestros antiguos. Y eso me llevó a encontrarme con cosas propias. Con cómo las mujeres trabajamos amablemente sosteniendo y construyendo una sociedad, un grupo… sosteniendo. Me gustó siempre, siempre, siempre.
«Creo que como yo a veces lo he dicho, el abrigo te abraza, y de eso se trata: de darnos un abrazo entre nosotros, entre nosotras, que cuando nos abrazamos armamos un tejido de mucha fuerza.»
—Esto de tejer, de tu oficio, es una forma de vivir… ¿de qué manera gestaste a «La contenta»?
—Siempre he tratado de vivir de lo que hago… anteriormente habíamos hecho cuadernos también con motivos precolombinos, es algo que a mí me convoca claramente, las culturas nuestras. Y ahora con La Contenta me pongo a hacer un pullovers, hago uno, o dos, o tres y salgo a vender. Me muestro, me muestro a través de ese tejido. Si al otro le gusta o no le gusta es un tema del otro, pero a mí me encantan, y siempre voy a encontrar a alguien que le va a gustar o le va a servir lo que hago.
Hice una tienda en Palermo, después de hacer ferias en casas me largué a tener mi propio lugar. Tuve una situación con una hija y dejé la tienda, la cerré. Y me dediqué a ella y a tejer dentro de casa, tejer amor y aceptación de cómo son las cosas. Y desde hace un tiempo viajo haciendo ferias en casas de amigas. Me hace muy feliz.
—En La Contenta permanentemente se me ocurren cosas, y corro a tratar de volcarlas en los tejidos. Me gusta trabajar que sea algo liviano, algo que podamos usar desde una chica de diecialgo hasta una mujer grande, ¿no? Todas… que podamos usar todas. La Contenta no es ropa para pibas ni ropa para señoras, con tales características. Es para todas: si vos lo querés, vos te lo ponés. Como el nombre te lo dice, saca una sonrisa. A veces miran la etiqueta y dicen: «ah… la contenta!» con una risa. Y eso me encanta.
Hace unos diez años di un taller de tejido en un instituto de menores a varones con una técnica del tenedor de madera, porque no podía introducir agujas dentro de esa cárcel para chicos. Ellos tejían, vestidos como “pibes chorros” como les dicen, y yo les leía cuentos para niños. El tejido reconstruye un sentido, reconstruye sentidos. Y pronto comienzo con un taller para mujeres mayores. Hermoso.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Fotos: Luciana Maffassanti