La Piru, semillas de libertad
El mes pasado, se nos fue la Piru, una compañera y una luchadora libertaria que fue ejemplo y escuela para cientos y cientos de militantes en Córdoba. Eugenia Ramos, la pirucha, fue, ante todo, una mujer comprometida con su tiempo y con su pueblo. Desde La tinta, le pedimos a algunas de sus compañeras y amigos que le escriban unas palabras, que sabemos, siempre insuficientes.
Por Redacción La tinta
Piru y su inmensa humanidad libertaria
Siento su firmeza y alegría cuando lográbamos construir espacios colectivos y autogestivos. Su indignación con los miserables que desprecian la vida y pretenden imponer como valor supremo al consumismo, al individualismo y a la explotación. Su inquebrantable defensa de los valores libertarios, que hacía callar y bajar la mirada prepotente a más de uno.
La Piru consideraba el Anarquismo como algo más que una ideología: decía que era una filosofía de vida y hablaba mucho de la coherencia de nuestros valores. Desde lo más pequeño y cotidiano.
Revivía en las calles y en las reuniones, tejiendo lazos fraternos en el pensamiento y en la acción. Le dolía y enojaba cuando los compañeros y compañeras no se cuidaban.
Era inclaudicable en sus posturas. Nada de adornos. Si el problema era la represión, el hambre, la muerte, las enfermedades por la contaminación criminal al medio ambiente, ante esto se debía expresar con la mayor precisión y crudeza. «No hay buenitos ni inocentes», decía la Piru.
Compañera amada que ofrecía sus mates interminables. Con su amistad y compromiso intactos.
*Por Marti Villagra.
Gracias a la Piru, que me ha dado tanto
“Que tu amor haga más libre a la persona que amas”, fue lo primero que me enseñó la Piru. De distintas maneras, en ese patio, lleno de gente, lleno de vida, lleno de Piru.
“En el ser humano, están las semillas de libertad. Porque la historia de la humanidad es la historia de las luchas del pueblo para liberarse de la opresión”.
Decir la Piru es decir libro, raíces, Patagonia, España, la fuerza de la palabra, charlas desafiando al tiempo, mate por medio hasta caer de sueño. Decir la Piru es decir compañeros y compañeras, es decir Alexis, Mihail y Sergio. Es decir resistencia, casa, coraje, peuma, revolución, remolino, pensamiento. De musas y tractores, cantata, arte, vida, utopía y así. No habrá nadie como Piru. Nadie que pueda abrazar tanto, nadie que pueda encender tantos fuegos.
Tantas cosas, ¡tantas! que aprendimos de ella, de su boca y de su vida, que llevamos puestas, a pensar, a vivir y a amar.
Artesana de gente, nos tejió por dentro y por fuera, en un gran tejido comunitario, con la urdimbre de la bronca y la convicción, y la trama de construir un mundo más justo, más solidario, más libertario, más humano.
Esta despedida, Piru, es también encuentro.
*Por Francisco Javier Lozano.
Piru, feminista, anarquista, artesana, maestra
De las primeras feministas de Córdoba que participó en los Encuentros de Mujeres, desde sus inicios.
Logró criar, además de sus tres hijos, a muchas y muchos más, quienes nos cobijamos y aprendimos sobre la libertad y los valores que nos hermanan y que movilizan la vida digna. Los valores que nos hacen uno solo en esta pacha querida y sufrida.
Amistad, solidaridad y el amor a la libertad eran sus constantes.
Su casita siempre ha sido un refugio de multitudes. Sencilla al mango: flores, mates, fotos, pancartas, fanzines, muchos libros, muchas juntadas. La dignidad se respiraba y contagiaba. Mafalda y poesía, mandalas, telares. Los 30.000, Serrat y Paco Ibañez siempre presentes. Tejidos de todos los colores, artensanartista y malabarista con el dinero de jubilada docente.
La Piru nos enseñó mucho a muchas. Y cuesta dejarlo en una frase. Si hubiese que enumerar tanto compartido en su casita, sería interminable. Y eso habla del corazón enorme de la Piru, de brindarse.
Allí nació PEUMA, grupo de Ecología Libertaria. Allí estaba la Biblioteca Anarquista. Allí hicimos talleres de títeres, formación sobre Anarquismo y Autogestión, allí conocí y articulé por primera vez con HIJOS. Allí era donde nos juntábamos para pensar y apoyar a compas con problemas. Y las juntadas de asado y reencuentro. Allí estábamos en terreno bueno, en tierra fértil: en la casita de la Piru todo se podía pensar y nacer. Porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones y la Piru nos ayudaba a no perder ese eje. A abrazarnos pase lo que pase.
Compañeras como ella te volvían a lo importante, con humor, rabia, putedas y alegría todo junto. Así era nuestra Piru tan amada.
*Por Florencia Weiss para La tinta